//(SIETE AÑOS DE TIME LAPS).
Las ruinas industriales del sector sur estaban en silencio, quebradas por el silbido constante del viento. En el centro del lugar, los charcos reflejaban una luna ensangrentada. Ahí estaba **Bonolenov Ndongo**, el guerrero tribal de la Brigada Fantasma, envuelto en sus vendas, con los pies firmes y la mirada afilada.
Y frente a él, un muchacho con pecas, ya no tan niño, con un rostro inexpresivo y una chaqueta marrón forrada en lana.
—¿Kyu, cierto? —gruñó Bonolenov—. ¿Así que tú quieres mi número? Será divertido.
Kyu no contestó.
Solo chasqueó los dedos y un susurro frío surgió de la nada. Una densa **niebla plateada** comenzó a expandirse desde sus pies, cubriendo lentamente el campo de batalla. La temperatura cayó.
El sonido se volvió hueco.
Y los vendajes de Bonolenov se tensaron por reflejo.
—¡Te tengo! —gritó Bonolenov, girando su cuerpo en un rápido torbellino para generar su defensa sonora.
Pero fue demasiado tarde.
Desde la niebla emergió una figura alta, elegante, de movimientos silenciosos como el humo: Mr. Mist, su máscara de porcelana ahora agrietada con líneas negras y rojas, sus dedos convertidos en cuchillas vibrantes. Detrás de él, la silueta del propio Kyu, con su puño envuelto en neblina viva.
La pelea fue rápida, letal.
Bonolenov golpeaba al aire. Sus vendajes generaban presión y sonido, pero la niebla absorbía el impacto y la acústica, cegando, debilitando, confundiendo.
Kyu apareció sobre él y le lanzó una patada baja. Mr. Mist lo siguió con una estocada lateral. El guerrero tribal apenas logró defenderse con una ráfaga sonora.
—¡Qué maldita habilidad… no puedo ubicarte! —espetó Bonolenov jadeando, su cuerpo cubierto de cortes superficiales.
—Eso es lo que tiene pelear contra la niebla —dijo Kyu por primera vez durante el combate, su voz suave, calmada, carente de odio.
Cada ataque era en conjunto: cuando Bonolenov se concentraba en Kyu, Mr. Mist lo hería. Cuando iba por el espectro, la verdadera amenaza se desvanecía en humo. Kyu podía **endurecer su niebla**, darle forma, empujarla como un muro, o usarla como proyectiles de presión que parecían cuchillas.
—¡Bianche Lula! —gritó Bonolenov activando su técnica más feroz. El aura estalló en una sinfonía de guerra.
Pero la niebla… no se dejó intimidar.
**Kyu levantó ambas manos.**
—Transmutación perfecta —susurró—. En esta bruma, no hay sonido que no se ahogue.
Y **Mr. Mist se disolvió en la niebla**, multiplicándose, convirtiéndose en sombras que atacaban desde todas direcciones. Bonolenov cayó de rodillas tras recibir un golpe directo al pecho, el aire escapando de sus pulmones.
El número 10 cayó al suelo.
Kyu se acercó sin decir nada. Su aura seguía flotando en forma de neblina etérea, vibrando levemente con lo que parecía… tristeza. Se agachó, retiró con cuidado el tatuaje numerado del brazo del guerrero caído y lo colocó sobre su piel.
Fue entonces que una sombra se hizo presente entre la neblina.
—Elegante. Sin excesos. Sin crueldad gratuita… —dijo una voz suave, familiar en el inframundo.
Chrollo, líder del Génei Ryodan, se materializó como una pintura rota. Sus ojos grises brillaban con seriedad.
—Ya eres uno de nosotros, número 10.
Y tu manera de pelear… dice mucho de lo que cargas dentro.
Bienvenido, Kyu.
Kyu no respondió. Solo bajó la cabeza.
Mientras la niebla se alzaba a su alrededor como un manto, cubriendo, arropando.