October despierta en la penumbra de su habitación, con la luz del amanecer apenas filtrándose entre las cortinas. Sus manos tiemblan al descubrir manchas oscuras, pegajosas… Sangre. Fría, ajena, irreconocible.
Un nudo aprieta su garganta; sabe que algo anda mal, pero su mente está en blanco, sin recuerdos de las últimas horas. Se incorpora con cautela, escudriñando cada rincón, buscando pistas.
La habitación permanece en calma, pero en su interior ruge una tormenta. ¿De quién es esa sangre? No parece suya, pues no tiene heridas que la expliquen ni calor que la acompañe.
¿De un enemigo? ¿De alguien que necesitaba proteger? Si es así, ¿dónde está esa persona? ¿Está bien o ya es parte del silencio que la envuelve? El miedo se mezcla con una urgencia vital: Necesita saber qué hizo mientras su conciencia se perdió.
La sombra que la acecha la mantiene atrapada en un limbo de fragmentos rotos de memoria que debe juntar. No hay tiempo para dudas paralizantes. La sangre en sus manos es un llamado. Un reto.
Un peso que debe cargar y enfrentar. El caos que sembró, con o sin intención, reclama su atención y su fuerza.
Toma aire, controla el temblor, y se prepara para salir al mundo, para rastrear el eco de sus acciones y hacer que la verdad salga a la luz.
Porque October no es alguien que huya de la oscuridad; la enfrenta, la abraza y la domina. Y si alguien más está involucrado, o si esa sangre exige justicia, que sepan que October está lista para la batalla.