"Debajo de todo" — Memorias de Nairis
Transcritas de los fragmentos de su diario, hallado en la base de un elevador orgánico en ruinas. El dispositivo estaba fusionado con los restos de una criatura nunca antes documentada. Recolectado por uno de los robots de Bondrewd en la sexta capa.
No recuerdo cuándo comencé a perder la voz.
Solo que no me molestó.
En la superficie hablaba demasiado. Daba explicaciones a quienes no querían entender, trazaba mapas para quienes no sabían ver. Quería que el Abismo tuviera lógica. Que se pudiera leer. Que tuviera sentido para alguien más que para sí mismo.
Fui una cartógrafa. Antes de ser silencio.
Mi descenso comenzó como todos: cargada de orgullo, instrumentos, y un deseo estúpido de inmortalidad en papel. Me habían dicho que en el Quinto Estrato, la piedra canta. Que bajo ciertas condiciones, una llanura de ónix vibra al caminar, como si midiera tus pasos. Me obsesioné con eso. Me obsesioné con todo lo que no se dejaba dibujar.
El primer mapa que tracé ahí abajo lo perdí en una ráfaga de viento seco.
El segundo, lo quemé para mantenerme viva durante una noche de niebla.
El tercero... nunca lo terminé. Porque algo en mí cambió.
Yo no morí en el Sexto Estrato. Pero tampoco volví.
No del todo.
Una criatura me devoró sin comerme. Entró por mis huesos, me soñó durante días, y luego me devolvió al mundo como una cosa que ya no tenía sombra propia.
No fui maldita. No como los niños que lloran sangre. Fui... absorbida.
Y cuando desperté, el Abismo me escuchaba.
Yo hablaba, sin hablar.
Me volvía parte del relieve.
Desde entonces, no llevo mapas.
Llevo cicatrices que saben por dónde caminar.
Mis reliquias no me escogieron. No soy una portadora afortunada. Cada una me encontró cuando había perdido algo: la vista, el calor, la fe, la orientación.
Cada una me ofreció algo a cambio.
Ninguna lo hizo sin un precio.
La Máscara de Vitrio me quitó el rostro, pero me dio otros ojos.
El Corredor Vacío robó mis pasos, pero me regaló silencio.
El Manto de Escoria Sombría me cubrió cuando mi piel dejó de protegerme.
La Aguja del Juicio me enseña que todo puede doler, incluso si no sangra.
Y el Testigo de Oquedad... ese aún guarda los gritos que no emití.
La llaman una reliquia psicoemocional.
Yo la llamo "hermana".
No me considero valiente.
Solo soy alguien que ya no puede detenerse.
Porque si me detengo demasiado tiempo... las cosas que duermen en mi cabeza podrían comenzar a despertarse.
Hay una criatura que camina cerca de mí a veces. Nunca la veo.
Pero siento que camina al compás de mis pensamientos más oscuros.
Tal vez sea yo.
Tal vez soy una criatura del Abismo que aún no ha terminado de nacer...
El resto del diario se encontraba consumido por una especie de sustancia negra de origen desconocido.