En el año 1864, en Mystic Falls, Virginia, los hermanos Salvatore eran conocidos por su elegancia, su linaje noble y su encanto sureño. Giuseppe Salvatore, estricto y severo, tenía tres hijos: Damon, Stefan… y Scott, el hijo del medio.
Scott Salvatore siempre fue diferente. No compartía el carácter impulsivo de Damon ni la sensibilidad de Stefan. Era observador, callado, y profundamente introspectivo. Mientras sus hermanos competían por el afecto de su padre y más tarde por el amor de Katherine Pierce, Scott prefería desaparecer entre libros y paseos solitarios por el bosque.
Cuando comenzó la guerra, Damon se enlistó como soldado, y Stefan lo siguió tiempo después. Scott, en cambio, fue obligado por su padre a quedarse en Mystic Falls, con la esperanza de que ayudara a mantener el orden en casa. Fue una decisión que cambió su vida.
Abandonado por sus hermanos y despreciado por su padre, Scott decidió unirse al ejército por su cuenta. Fue durante una emboscada en un bosque de Georgia que conoció a Lucien, un vampiro errante que lo encontró gravemente herido. Lucien le ofreció una opción: morir o renacer como algo más poderoso. Scott, con el corazón endurecido por años de rechazo, eligió vivir… como un vampiro.
A diferencia de Stefan y Damon, Scott no fue transformado por amor, ni por manipulación. Fue transformado por supervivencia.
Durante décadas, Scott vagó por Europa, aprendiendo a dominar su sed, su rabia y sus habilidades. Se mantuvo en las sombras, observando cómo sus hermanos repetían ciclos de odio y redención, sin intervenir. No les guardaba rencor, pero tampoco sentía apego. Ellos eligieron a su manera, y él eligió la suya.
En el presente, Scott regresa a Mystic Falls, atraído por una perturbación mágica que afecta a todos los vampiros de la línea de sangre Salvatore. Su llegada reaviva viejos recuerdos, heridas abiertas y la incómoda verdad de que siempre hubo un tercer hermano Salvatore… uno que nunca fue parte del juego, pero que ahora podría cambiarlo todo.