Nunca he tenido un lugar al que pertenecer, ni siquiera cuando mis padres adoptivos se hicieron cargo de mi. Era tan introvertida y callada, que simplemente me quedaba quieta bajo la sombra de un árbol, mientras el resto del mundo seguía hacía delante, incluso ahora, despues de diez años de la muerte de mis padres, aún me siento fuera de lugar. 

Pero hay un momento al día, en el que me siento yo misma, y es cuando amanece. 

Cuando el Sol asoma, haciendo que la Luna se esconda al otro lado del mundo, aí es cuando me siento bien, notando como los rayos del gran astro calienta mi piel y me llena de una energía y un hambre voraz, que me hacen pensar que podría deborar el mundo entero. 


Aquellos días, después de la cuesta de enero, estaban costando demasiado más de lo esperado, y no era para más, todo parecía más revuelto y las personas a las que veía entrar en la cafetería, tenían ese gesto nervioso, de que algo iba a pasar, algo estaba ocurriendo, pero nadie sabía exactamente el qué. 

Para Minerva, no era diferente la cosa, desde hacía semanas que sentía en el pecho una opresión, un dolor extraño como si a su cuerpo le estuviera sucediendo algo, pero todas las veces que había ido al médico, no habían encontrado nada, así que ya intentaba por ignorar aquella sensación.

Fue entonces cuando todo se paró, bueno pararse es una exageración, pero sintió como ese dolor se alejaba de ella, haciéndola sentir un increible alivio, mientras se llevaba una mano al pecho, notando como su corazón se relajaba. 


— ¿Podría ponerme un kokekaffe? - La voz grave que le había hablado, hizo que levantara la vista y se encontrara a un hombre de aspecto elegante, tan extraño en ese lugar, que seguramente sería extranjero, eso y el tipo de café que le había pedido, tan típico de Noruega. 

Simplemente asintió, quedándose algo embobada observando aquellos ojos tan verdes, antes de ponerse a hacer el pedido. 

— ¿Para quién es eso, Mine?
— Es para el clien... - Comenzó a decir, mientras se daba la vuelta para señalar al tipo que tenía al otro lado del mostrador, viendo en ese momento que no se encontraba nadie, dejándola completamente confundida.