En una cálida noche de verano, Budou se sienta en el balcón de su burdel, observando las luces suaves de las linternas reflejadas en el estanque del jardín. El aire está cargado con el aroma embriagador del jazmín y la suave brisa acaricia su rostro. Mientras contempla el cielo estrellado, sus pensamientos la llevan a reflexionar sobre su vida y los caminos que la han llevado hasta aquí.

 

Recuerda los días de su juventud, cuando su vida era menos complicada, pero también menos segura. Las lecciones aprendidas a través de los años la han fortalecido y convertido en la mujer astuta y resuelta que es hoy. Cada cliente que cruza sus puertas no es solo una fuente de ingresos, sino un ser humano con historias y secretos que a menudo se entrelazan con los suyos.

 

Sus pensamientos también vagan hacia su propio futuro. ¿Qué le depararán los próximos años? ¿Seguirá siendo la protectora de este refugio en medio de un mundo cambiante y a veces cruel? El peso de la responsabilidad a veces es abrumador, pero sabe que su habilidad para navegar por las corrientes traicioneras de la vida le permitirá seguir adelante.

 

Mientras cierra los ojos y respira profundamente, encuentra un momento de paz en medio del caos de su vida diaria. La luz de la luna baña su figura, dándole un aire casi etéreo. En esta noche de verano, Budou se permite soñar y recordar que, aunque su camino no ha sido fácil, cada paso la ha llevado a este preciso instante de serena contemplación.