Tokio, Japón.

Siguió al peliblanco por los pasillos del lugar, sintiendo una pesadez que viajaba por su cuerpo de pies a cabeza.

Este hombre le transmitia tan malas vibras como buenas, aunque ella sabía bien que no podría separarse de él, por el momento.

Los colores blanquecinos variaban en tonalidades de grises a medida que avanzaban por las paredes y pisos.

Los gritos de las jóvenes solian ser audibles, a medida que más se adentraban por los pasillos de esa organización. Esos sonidos desgarradores, que significaban  muestras de la crueldad de un ser humano, con los de su misma especie.

La voz del hombre la devolvio de su trance, trayendola a la realidad, haciendo de las suyas. Escupiendo palabras que significaban la posesión de la mujer azabache de ojos exóticos.

🌑;—❝No temas mi diosa griega, verás que será interesante el dolor que aumenta.❞

La puerta blanca que se asomaba al final del pasillo, fue una alerta de auxilio de la que ella quería huir. Esta tenía un cartel en rojo que decía "No pasar, solo personal autorizado". Era evidente que se trataba de algo mas importante, que una habitación de sólo tortura.

Al notar semejante aviso, sus piernas, las cuales iban en un rumbo fijo, empezaron a caminar hacia atrás con algo de miedo. Entre los alaridos que se escuchaban, y las voces internas en su mente, que le gritaban que huyera, no sabia que hacer.

A medida que sus pies buscaban alejarse, el tipo se acercó y le pidió que se quedara al margen de su vista o tendría que hacer cosas que no le gustarían. 

Analis, no escucho.

La mujer dio una vuelta, apoyando el pie derecho en el suelo del otro lado hacia donde estaba caminando, para huir en dirección contraria. Hasta que sintio como sus piernas comenzaban a dolerle, como si una fuerza le estuviera lastimando. Dicho y hecho, poco a poco sintio su tobillo torcerse por acciones de terceros.

Entre lágrimas cayó al suelo siendo sostenida por aquel hombre de palidos cabellos.

🌑; —❝Mira lo que te hiciste. ¿Como voy a venderte bien ahora? Te advertí que no podías irte.❞

Su voz eran como pequeñas espinas que tomaban su cuerpo paulatinamente.

—❝POR FAVOR, PROMETO SER BUENA❞

Mencionó la de ojos púrpura, el miedo la invadía muy dentro de su ser, impidiendo que ella hablara con coherencia. 

El mayor empezaba a perder la paciencia, por lo que apretó con fuerza el cuello de la joven indefensa. 

🌑; —❝No me sirven tus promesas vacías, quedate tranquila. Esto te dara una leccion de que este es tu nuevo hogar. Con el tiempo me amaras y yo a ti, veras que serás lo que mi padre buscaba en ti.❞

El  dolor en sus tímpanos, debido a aquella horrorosa voz que determinaba su futuro, era más que un simple momento. El aroma tan asqueroso a colonia, que el tipo transmitía le hacia sentir que su vida se habia perdido. Aun asi no dejaria la batalla.

Su cabello azabache fue apretado por esas manos grandes y posesivas, que la apartaron de su agarre, lanzandola a una mesa con brusquedad, casi arrancando su cuero cabelludo. 

Frente a sus ojos, habían miradas fijas en ella. Muchos hombres y mujeres con cigarros, o pequeñas cámaras de última generación. Su vista perdida no podía visualizar concretamente quienes eran, pero le parecía reconocerlos a todos.

"La estrella de la fiesta". Estaba escrito frente a ella. La habitación adornada con pequeños peluches la hicieron sentir en un mundo de fantasía, como si la droga fuera visual. Todo era pomposo, rosa, gigante, lo único que descuadraba, eran algunas armas que no comprendía muy bien para que servían.

🌑;—❝ Si veo que eres una perra valiosa, y soportas el dolor que te impondran, creeme que habrá valido el progreso. Si no te esfuerzas, terminaras igual que todas las otras❞

La propuesta no le tentaba para nada, le causaba náuseas sentir todo esto. El juego en el que era una simple pieza de ajedrez. Una idiota más cayendo por esta espcie de red aracnida, que rogaba por atrapar a otra mas de sus presas. Sin embargo, debía salir de ese lugar con vida, había prometido a una persona regresar. Así que cuanto antes terminara, mejor.

Fue entonces que el tipo se marcho, dejandole con un peluche entre brazos. Analis supo que esa era la unica misericordia que tendria con ella, por lo que se aferro a ese objeto inanimado en forma de pingüino.

Ante sus ojos, bajo una pantalla de colores que empezó a mostrarle escenas desgarradoras. Su pequeño Kitty siendo arrollado por un hombre que lo pasó por encima miles de veces más hasta dejarlo sin nada dentro. Al ver la cara de la persona se quedó perpleja, ¿el amor de su vida?.

Su madre postiza siendo descuartizada pedazo por pedazo escuchándola rogar por su bida. Quien efectuaba todo, era su hombre más amado. El padre de la joven. 

Entre otras presentaciones grotescas que sólo le quitaban la fe en la humanidad. Lucían tan reales que le ardían los ojos de verlo de esa forma, tan directa. Tantos engaños, tantas mentiras ocultas tras una simple pantalla la hicieron estallar en lagrimas, logrando que se aferrase más fuerte al peluche.

Ese violeta cristalizado, se cambió a uno más apagado cuando sintió una aguja atravesar su espalda, no hizo ruido alguno recordando el consejo de su capturador . Fueron un total de 7 puñaladas con estas inyectando líquidos en su ser, de los cuales no sabia la procedencia.

Pruebas de fuerza, experimentos de regeneración, pequeñas deformaciones en su cuerpo que se revertian. Cortés a extremidades que buscaron volver a crecer, titanio para reemplazar sus partes faltantes.

Su belleza ante el maltrato, parecía ser una droga para los que estaban del otro lado, quienes podía ver, claramente, divirtiéndose con sonrisas en aquel mirar tan grotesco y fuera de lugar.

No podía creer que esas cosas fueran reales, pero no iba a dejar que la vieran llorar. Resistió hasta la última gota de sangre derramada.

Sus ojos presenciaron horrores que destrozaron su estabilidad mental, sus emociones. Su felicidad fue desvanecida con imágenes y torturas que jamás creyó posibles.

Ese cuerpo blanquecino, ahora lleno de moratones, rojeces y de cortes horriblemente profundos.

Esto continuo días enteros, que parecían ser eternamente largos.

La droga en su cuerpo lograba mantenerla en la estado catatonico donde ni siquiera ella recordaba su pasado, su presente o si podia pensar. Permanecía así por días, donde ni siquiera moverse podría, su cerebro no tenia la suficiente capacidad de soñar, estando asi.

Todas las torturas la llevaron a ser mas fuerte, logrando alcanzar niveles mas altos de dolor y castigo, asi como el respeto ganado, por parte de los cientificos. 

La visibilidad de la gente y el dinero que apostaran por ella era mas alto de lo que podrían pagar. Llegando a ser la perra más codiciada del lugar. 

Los gritos fuera de la voz de Analis ni siquiera se podian escuchar por la euforia de los hombres, por lo profundo que ella estaba enterrada. Mucho menos esas lágrimas cubiertas de nombres que la utilizaban. 

Ahora era otro conejillo mas de la sociedad elitista, pero con una potestad más grande que las otras mujeres. Lo que atrajo miradas celosas a su propia persona que poco a poco perdia la última vitalidad y consciencia que le quedaba.

Así aprendió a vivir durante esos 3 meses, con el temor entre manos, llena de noches en las que las lágrimas no eran suficientes para sanar su tristeza y heridas. Encerrada en su habitación, golpeando la pared para abrir un hueco donde huir.

Tuvo que saber sobrevivir entre sus compañeras, quienes, como previamente se menciona, odiaban verla con privilegios. Dejando que una vez al mes entre ellas pelearan para ver quien lograria al estatus que Analis manipulaba. Todos parecian pelear por un pedazo de carne envenenado, que no tenia sentido ganar, pues el hambre dejaria de ser necesario en una muerte segura. 

En el cuarto, el día de la pelea, todo se fue de las manos. Durante una reunión previa a la batalla, se le entregó a la azabache una daga que ella conocía muy bien. Esa que alguna vez regalo a un hombre más alto que ella. 

🌑;—❝Destruye todo... y si puedes mas, si logras eso veras que además de los experimentos tendras tu equipo propio de investigación. Además, podrás salir a la superficie a conocer gente nueva y recorrer Tokio.❞

La mirada de la mas pequeña se iluminó, se podria marchar de una vez por todas.

Durante la pelea, las chicas que peleaban con ella le rogaban que por favor les diera ese puesto, extrañaban a sus padres o familias.  A sus familias.

El corazón de Analis no le permitió hacer daño a casi ninguna, hasta que una aguja se inyectó en el cuello de la pequeña ojos amatistas. La imagen que tenia de sus contrincantes eran las de sus capturadores, se había nublado por completo su ser. Sumado a eso, su hormona de noradrenalina, habia aumentado. Ya no era humana, era una máquina de matar. Al menos, por ese momento.

Habiendo usado ciertas habilidades que aprendió con su pareja, acabo con cada una de ellas, llenándose las manos de colores rojizos, que odiaba olfatear y nombres nuevos con los que debería cargar su vida entera. Corto sin piedad, arrancó extremidades sin perdón, escucho el crujir de los huesos, los gritos, las suplicas. Algo difícil de olvidar.

Acabo con todas, dejando solamente miedo sembrado en las últimas que le rodeaban, pero entre tanto cansancio y diversas imágenes corrompiendo su mente, cayo al suelo sin una pizca de fuerza.

Esa noche, luego de la masacre ejercida por su propia mano, y habiendo logrado terminar un poco el pozo. Escribió una carta que mandó a volar lejos en forma de avión de papel, con una dirección y un número telefónico, que esperaba que llamaran.

Ese pequeño origami llegó a una mujer, que hizo una llamada al número telefónico escrito allí, casi que de inmediato y le leyó lo que decía la carta a la persona detrás de la linea. El amor de su vida.

|❝Dear you, please know that I didn't want to leave so early. Someone I knew a long time ago, caught me with another thousand girls. Now I have nothing. Call the police. I'm in Tokyo. Please find me and take care of my baby, Kitty. I can't take it anymore...I think I've lost myself, but I still love you, please, always remember that.❞|