Toc, toc, toc.

Hacía días que alguien del Palacio Real de Saillune había llamado a la puerta de la habitación que la hechicera ocupaba junto a Xellos.

Tras aquel sonido y, antes de que Reena pudiera preguntar quién llamaba, dos cartas se colaron bajo la puerta.

"Tienen correo" les informó alguien del personal de servicio de Palacio.

Reena se acercó a la puerta y recogió aquellas cartas.

"¿Quién nos escribirá?" se preguntó mientras observaba ambos sobres. Uno de ellos venía a su nombre y el otro a nombre de Xellos.

Ambos sobres tenían algo en común, estaban cerrados con un lacre con un sello en forma de gato.

De inmediato Reena reconoció el origen de aquella carta: FicRol.

Con manos nerviosas por pura alegría abrió la carta y rápidamente leyó el contenido.

"¡Es una invitación a la Gala de Aniversario de FicRol!" exclamó para sus adentros emocionada.

¿Quería ir? ¡Por supuesto que sí! ¡No se perdería aquello por nada del mundo!

—¡¡¡Xellos!!! 

Le llamó a gritos y salió corriendo de la habitación para ir a buscarle y entregarle su carta.

Si había alguien con quien quería ir a aquella Gala de Aniversario era con él, solo con él.

Y así, los días pasaron. Días de emoción y nerviosismo, días de elegir vestido, zapatos, joyas... y, por fin, el día de la gala llegó.

Reena estaba feliz y entusiasmada. Después del duro año que había vivido: acariciando la muerte con los dedos de sus manos, perdiendo a Xellos y creyendo que le había perdido para siempre, separándose de sus mejores amigos después de muchos años viajando y viviendo aventuras juntos... Después de todo aquello y mucho más, la hechicera ansiaba con todas sus fuerzas asistir a aquella gala y disfrutar cada minuto.

Allí se encontraba, hermosa, sonriente y radiante. Brillaba con luz propia y capturaba las miradas de todas las personas que estaban a su alrededor. 

Para aquella velada la hechicera había elegido un elegante vestido en color azul noche, cubierto por cientos de pequeños diamantes que hacían parecer que la joven hechicera iba vestida por el mismísimo manto celestial. Delicadas joyas que parecían creadas por el más exquisito orfebre real vestían su cuello, sus orejas y sus muñecas. 

Caminaba de forma elegante y segura sobre una alfombra roja, deslizándose entre los flashes de decenas de fotógrafos apostados a ambos lados de la alfombra. Parecía que Reena había nacido para momentos como aquel y, sin embargo, en el interior de su pecho latía de forma salvaje el corazón de una auténtica guerrera.

Era el primer aniversario del lugar que para ella era más que cuatro paredes y un techo: FicRol. 

Sentía el ambiente cargado de nostalgia y alegría. Los recuerdos se entrelazaban con la emoción del presente, formando un tapiz de momentos inolvidables.

Cada rincón de aquel que consideraba su hogar resonaba con risas compartidas, susurros de confidencias y el eco de sueños realizados. 

Los cimientos de aquel lugar eran los pilares de su historia, los testigos silenciosos de su crecimiento y evolución. 

Y en ese día especial, mientras las velas se encendían para celebrar todo un año de experiencias compartidas, ella sonreía, sabiendo que aquel lugar seguiría siendo su refugio, su santuario de amor y felicidad, por muchos años más.