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- Su expresión era seria. Fría. Había vendajes en su cuerpo que delataban su dura experiencia de vida.
Su mirada resultaba afilada. Tus tacones resonaban con cada paso que daba en la torre de los los Vees. Un ambiente tan familiar para ella como nostálgico.
Se paseó por las instalaciones, entre los atareados trabajadores que sólo eran desgraciadas almas bajo al mando de los dueños de aquel edificio. Ignoraba su presencia, pero tampoco podía evitar que en su mente volvieran los recuerdos de la vida que alguna vez tuvo.
De la compañía que siempre estuvo a su lado, de lo que alguna vez consideró su familia... De forma inevitable, una de sus manos fue hasta la pelusa que adoraba su sacó y la acarició cerrando los ojos un momento. Suspiró y luego apartó la mano, volviendo a su porte erguido y la cabeza en alto como si nada hubiese pasando. Botando los recuerdos pasados de su mente.
Su andar se retomó. De nuevo el ruido del taconeo. Emanaba determinación pura, algo buscaba. Con la misma decisión caminó hasta llegar a las amplias puertas de una oficina que no demoró en abrir abruptamente con sus dos manos.
— ¿V? — Preguntó, casi con cautela. Casi con preocupación... Casi con angustia.
Sin embargo, aunque con su mirada recorrió el lugar, no encontró rastros de quién buscaba.
Caminó al interior de la instalación. No demoró en encontrar un amplio agujero en una de las paredes que daba directamente hacia la nada misma, fuera del edificio.
Con esa abertura, que no debía estar ahí, podía ver toda ciudad pentagrama. Pero no por eso se acercó hasta la abertura. No. Se agachó y una de sus manos la pasó sobre la superficie rota del suelo.
— Mierda. — Exclamó frunciendo el ceño mientras se incorporaba sacando su móvil. Su dedo se deslizó por la pantalla de su celular y pequeñas ventanas emergentes flotaron frente a ella que había hecho aparecer desde su celular.
Páginas escritas en un idioma que solo ella comprendía. Un código. — Sabía que hacía bien en tener una copia en el móvil — casi se autofelicitó mientras repasaba lo que se encontraba escrito en las páginas. — ¿Ahora cómo mierda voy a encontrar a ese príncipe de pantalla plana? —Su expresión era seria. Fría. Había vendajes en su cuerpo que delataban su dura experiencia de vida. Su mirada resultaba afilada. Tus tacones resonaban con cada paso que daba en la torre de los los Vees. Un ambiente tan familiar para ella como nostálgico. Se paseó por las instalaciones, entre los atareados trabajadores que sólo eran desgraciadas almas bajo al mando de los dueños de aquel edificio. Ignoraba su presencia, pero tampoco podía evitar que en su mente volvieran los recuerdos de la vida que alguna vez tuvo. De la compañía que siempre estuvo a su lado, de lo que alguna vez consideró su familia... De forma inevitable, una de sus manos fue hasta la pelusa que adoraba su sacó y la acarició cerrando los ojos un momento. Suspiró y luego apartó la mano, volviendo a su porte erguido y la cabeza en alto como si nada hubiese pasando. Botando los recuerdos pasados de su mente. Su andar se retomó. De nuevo el ruido del taconeo. Emanaba determinación pura, algo buscaba. Con la misma decisión caminó hasta llegar a las amplias puertas de una oficina que no demoró en abrir abruptamente con sus dos manos. — ¿V? — Preguntó, casi con cautela. Casi con preocupación... Casi con angustia. Sin embargo, aunque con su mirada recorrió el lugar, no encontró rastros de quién buscaba. Caminó al interior de la instalación. No demoró en encontrar un amplio agujero en una de las paredes que daba directamente hacia la nada misma, fuera del edificio. Con esa abertura, que no debía estar ahí, podía ver toda ciudad pentagrama. Pero no por eso se acercó hasta la abertura. No. Se agachó y una de sus manos la pasó sobre la superficie rota del suelo. — Mierda. — Exclamó frunciendo el ceño mientras se incorporaba sacando su móvil. Su dedo se deslizó por la pantalla de su celular y pequeñas ventanas emergentes flotaron frente a ella que había hecho aparecer desde su celular. Páginas escritas en un idioma que solo ella comprendía. Un código. — Sabía que hacía bien en tener una copia en el móvil — casi se autofelicitó mientras repasaba lo que se encontraba escrito en las páginas. — ¿Ahora cómo mierda voy a encontrar a ese príncipe de pantalla plana? —4 turnos 0 maullidos
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- ꧁༒☬ ƖƖɛɠąɖą - ɱơŋơཞơƖ ☬༒꧂
Había muchas cosas en el mundo, mucho más grande de lo que cualquier inmortal, incluso, imaginaria. Posibilidades infinitas, tanto como lo era el mismo universo.
Había reglas cuyas existencias eran desconocidas incluso para los más sabios. Realidades, experiencias, poderes .... Incluso mundos que ni el mismo Dios en persona era capaz de imaginar.
Mundos hermosos. Mundos perfectas... Y mundos rotos. Destruídos hasta la médula. Agonizantes y masacrados hasta el punto que nada quedaba; solo terror, oscuridad y, a veces, una soledad sofocante.
Y aún así, en medio de todo ese bien y mal. De esa perfección y esa putrefacción. Aún en medio de lo desesperado y carente de sueño... También podía haber sobrevivientes. Guerreros. Luchadores. Soñadores...
— Maldita sea. Esta vez tiene que funcionar —
Había marcas. Marcas imborrables creadas por la vida y la experiencia. Por las decisiones tomadas y las consecuencias.
En algún lugar remoto, donde ya nada quedaba salvo la muerte. Aún había esperanza. Una pequeña luz incansable que no se rendía y que, después de mucho tiempo, sus esfuerzos parecieron rendir.
Aún entre el terror y la oscuridad, en otro mundo donde, aunque la vida era un infierno (literalmente) pero cuya vida aún brillaba... Un espejo pareció reflejar la misma vida. El mismo brillo. La ensoñación y la esperanza.
Tal vez en algún lugar, tal vez en algún edificio, tal vez en alguna torre. ¿Dónde? Probablemente donde nadie estaba mirando en ese momento. Pero había un espejo, un único en todos los anillos del infierno, cuyo reflejó no mostró lo que veía.
Una distorsión, una oscuridad, una realidad... Del otro lado nada era brillante. No había vida y no había esperanza. Salvo por una única silueta que se vio poco después asomándose por el espejo.
Una silueta cansada, tal vez hasta destruida, pero no derrumbada. Una silueta en cuya mirada se denotaba el cansancio pero también la determinación y la victoria por haber conseguido por lo que tanto tiempo trabajo.
Una rosada mirada intensa que amenazaba con peligrosa astucia y fiereza.
El reflejo tembló y el vidrio del espejo pareció crear ondas como el agua cuando aquella silueta extendió su mano. Una mano que atravesó el vidrio. Que cruzó al otro lado... Y pronto, aquella silueta ya no estaba en lo que el espejo reflejó. No. Ahora era alguien real. Ahora sus pies estaban sobre el lado rebosante de vida infernal. Había cruzado el espejo en su totalidad.
Su ropa sucia y rota. Pero irónicamente aún parecía mantener el estilo... Aún así, aquella apariencia era la marca de la supervivencia. De la dura vida pasada.
Su rostro denotaba seriedad, pero pronto, ya del otro lado, sus labios se curvaron en una sonrisa victoriosa.
Levantó una de sus manos cerrada en un puño y, con fuerza, lo llevó detrás de ella sin siquiera voltear. Golpeando el, nuevamente sólido, vidrio del espejo que no demoró en quebrarse. Astillarse en millones de pedazos tal como estaba de astillado y roto el mundo de donde había provenido. Un mundo que, antes de desaparecer ante el estallido del vidrio a romperse, llegó a reflejar escalofriantes criaturas jamás imaginadas apareciendo de repente. Monstruos de pesadillas que apenas se hubieran llegado a ver.
Pero con el espejo roto, la visión del otro lado desapareció. Tal vez una rara pesadilla que alguien drogado pudo haber imaginado ¿O no?
— Espérame, V. Ya llegué —꧁༒☬ ƖƖɛɠąɖą - ɱơŋơཞơƖ ☬༒꧂ Había muchas cosas en el mundo, mucho más grande de lo que cualquier inmortal, incluso, imaginaria. Posibilidades infinitas, tanto como lo era el mismo universo. Había reglas cuyas existencias eran desconocidas incluso para los más sabios. Realidades, experiencias, poderes .... Incluso mundos que ni el mismo Dios en persona era capaz de imaginar. Mundos hermosos. Mundos perfectas... Y mundos rotos. Destruídos hasta la médula. Agonizantes y masacrados hasta el punto que nada quedaba; solo terror, oscuridad y, a veces, una soledad sofocante. Y aún así, en medio de todo ese bien y mal. De esa perfección y esa putrefacción. Aún en medio de lo desesperado y carente de sueño... También podía haber sobrevivientes. Guerreros. Luchadores. Soñadores... — Maldita sea. Esta vez tiene que funcionar — Había marcas. Marcas imborrables creadas por la vida y la experiencia. Por las decisiones tomadas y las consecuencias. En algún lugar remoto, donde ya nada quedaba salvo la muerte. Aún había esperanza. Una pequeña luz incansable que no se rendía y que, después de mucho tiempo, sus esfuerzos parecieron rendir. Aún entre el terror y la oscuridad, en otro mundo donde, aunque la vida era un infierno (literalmente) pero cuya vida aún brillaba... Un espejo pareció reflejar la misma vida. El mismo brillo. La ensoñación y la esperanza. Tal vez en algún lugar, tal vez en algún edificio, tal vez en alguna torre. ¿Dónde? Probablemente donde nadie estaba mirando en ese momento. Pero había un espejo, un único en todos los anillos del infierno, cuyo reflejó no mostró lo que veía. Una distorsión, una oscuridad, una realidad... Del otro lado nada era brillante. No había vida y no había esperanza. Salvo por una única silueta que se vio poco después asomándose por el espejo. Una silueta cansada, tal vez hasta destruida, pero no derrumbada. Una silueta en cuya mirada se denotaba el cansancio pero también la determinación y la victoria por haber conseguido por lo que tanto tiempo trabajo. Una rosada mirada intensa que amenazaba con peligrosa astucia y fiereza. El reflejo tembló y el vidrio del espejo pareció crear ondas como el agua cuando aquella silueta extendió su mano. Una mano que atravesó el vidrio. Que cruzó al otro lado... Y pronto, aquella silueta ya no estaba en lo que el espejo reflejó. No. Ahora era alguien real. Ahora sus pies estaban sobre el lado rebosante de vida infernal. Había cruzado el espejo en su totalidad. Su ropa sucia y rota. Pero irónicamente aún parecía mantener el estilo... Aún así, aquella apariencia era la marca de la supervivencia. De la dura vida pasada. Su rostro denotaba seriedad, pero pronto, ya del otro lado, sus labios se curvaron en una sonrisa victoriosa. Levantó una de sus manos cerrada en un puño y, con fuerza, lo llevó detrás de ella sin siquiera voltear. Golpeando el, nuevamente sólido, vidrio del espejo que no demoró en quebrarse. Astillarse en millones de pedazos tal como estaba de astillado y roto el mundo de donde había provenido. Un mundo que, antes de desaparecer ante el estallido del vidrio a romperse, llegó a reflejar escalofriantes criaturas jamás imaginadas apareciendo de repente. Monstruos de pesadillas que apenas se hubieran llegado a ver. Pero con el espejo roto, la visión del otro lado desapareció. Tal vez una rara pesadilla que alguien drogado pudo haber imaginado ¿O no? — Espérame, V. Ya llegué —0 turnos 0 maullidos
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- — Esto es estúpido —
¿Cómo la habían convencido? Lucifer sabrá. Pero alzó una ceja al ver a Valentino
— ¿Por qué no me extraña que hayas elegido ser la gata del equipo? —— Esto es estúpido — ¿Cómo la habían convencido? Lucifer sabrá. Pero alzó una ceja al ver a [Mothp1mp] — ¿Por qué no me extraña que hayas elegido ser la gata del equipo? —4 turnos 0 maullidos - Ya los había visto, millones de veces, después de todo eran los V's. Imposible que una mercancía de ellos no fuese viral.
Pero nunca les había prestado atención hasta que vio el anuncio en su teléfono ...
Guardó silencio. Y aunque no dijo nada, sin duda le habían parecido adorables.
Compró de más ¿Por qué? Porque podía, porque quería y porque tal vez algunos hasta le sirviesen para hacer una nueva colección de muñecos coleccionables de ellos que, estaba segura, todos querrían. ¿Quién no querría ser como ellos? Aunque realmente no compró la figura de ella mismaYa los había visto, millones de veces, después de todo eran los V's. Imposible que una mercancía de ellos no fuese viral. Pero nunca les había prestado atención hasta que vio el anuncio en su teléfono ... Guardó silencio. Y aunque no dijo nada, sin duda le habían parecido adorables. Compró de más ¿Por qué? Porque podía, porque quería y porque tal vez algunos hasta le sirviesen para hacer una nueva colección de muñecos coleccionables de ellos que, estaba segura, todos querrían. ¿Quién no querría ser como ellos? Aunque realmente no compró la figura de ella misma1 turno 0 maullidos
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- Incluso a ella le constaba la importancia de un buen sueño reparador. Era necesario para evitar ojeras por lo que, tras al menos una hora antes de irse a dormir preparando todo; mascarilla faciales, cremas, ungüentos y más. Ahora sí se había acostado con su mejor pijama a la moda dispuesta a descansar sin interrupcionesIncluso a ella le constaba la importancia de un buen sueño reparador. Era necesario para evitar ojeras por lo que, tras al menos una hora antes de irse a dormir preparando todo; mascarilla faciales, cremas, ungüentos y más. Ahora sí se había acostado con su mejor pijama a la moda dispuesta a descansar sin interrupciones3 turnos 0 maullidos
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