⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐼 𝑙𝑜𝑣𝑒 𝑡ℎ𝑒 𝑠𝑚𝑒𝑙𝑙 𝑜𝑓 𝑔𝑎𝑠𝑜𝑙𝑖𝑛𝑒
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐼 𝑙𝑖𝑔ℎ𝑡 𝑡ℎ𝑒 𝑚𝑎𝑡𝑐ℎ 𝑡𝑜 𝑡𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑡ℎ𝑒 ℎ𝑒𝑎𝑡
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝐼'𝑣𝑒 𝑎𝑙𝑤𝑎𝑦𝑠 𝑙𝑖𝑘𝑒𝑑 𝑡𝑜 𝑝𝑙𝑎𝑦 𝑤𝑖𝑡ℎ 𝑓𝑖𝑟𝑒


Starter para Kol Mikaelson

—La suya había sido una vida de tortura, incesante, perpetua y eterna. Se lo había ganado él solito, eso era verdad, pues le había robado a los mismísimos dioses, su propia familia. Quizá el castigo no correspondía la gravedad de su crimen, quizá no era consciente de la cuán grave había sido, pero poco importaba. La cruda realidad era que ahora vivía para ser devorado una y otra vez por los mismos monstruos que él había ayudado a crear al robar la magia a los dioses y entregársela a los humanos. Una y otra vez, sin parar, por toda la eternidad. Pocas veces pudo escapar de ello.

La primera vez fue cuando Malivore lo devoró. Estaba solo, completamente solo a merced de la oscuridad más absoluta y eterna, a salvo de su maldición, pero completamente solo. Aunque no duró mucho, o a menos no mucho a los ojos de un semidiós, pues tras unos cuantos siglos fue por fin libre de aquella angustiosa nada, volviendo al mundo real y a su maldición, la cual no tardó nada en llegar para cobrarse su vida una y otra vez, sin parar.

La segunda vez llegó mucho más pronto de lo que creía. Había llegado a la Escuela Savatore, un lugar sin duda increíble. Allí había conocido gente de todo tipo, pero fue la bruja Cleo quien ideó aquella pulsera que contenía su maldición. Sin embargo Hope Mikaelson, ahora sin humanidad, la había roto, como parte de su plan para que la Escuela la ayudase. Y así, una vez más, los monstruos venían a por el semidiós—