Creo que ahora sí estamos en verdaderos problemas, mi querido Lupin

-Expresaba mirando preocupado desde el balcón del palacio hacia el suelo debajo.
Los problemas no habían acabado ese día al parecer, y, cómo no, la dupla volvía a estar en medio del caos.
Solo esperaba que su amo, el rey Luis, no se molestara porque ahora faltara un valioso jarrón en su colección...-

Mi querido Lupin, no creo que eso haya sido una buena idea

-Para variar, el par de canes ya se habían metido nuevamente en problemas-

-La jornada junto a su querido amigo Lupin, sin duda había sido en extremo divertido como habitualmente.
Eso sí, sus patas ya no podían dar un paso más y ahora no tenía intención alguna de mover siquiera una pata de su cama real-

-La aventura del día resultó no ser del agrado de su querido amigo Lupin, pues implicó un buen chapuzón y un limpio pelaje.
Y aunque a él le pareció de lo más renovador, su querido amigo no pareció compartir su opinión -

-Aunque pasó toda la noche durmiendo en su cama real, no pudo sino despertarse al alba de esa mañana, escabulléndose de la habitación y del interior del palacio, para apreciar la vista del amanecer en el palacio de Versalles junto con su querido amigo Lupin.-

Oh no! Pobre bazire

-La idea de que Lupin pudiera adornar su árbol con algunas rosas del jardín no le pareció tan mala idea aunque nunca se hubiera imaginado tan desastroso desenlace.
Sin imaginar que la rosa que llevó portaba una pequeña abeja, su querido amigo Lupin acabó por asustarte y huir del pequeño insecto. En la corrida, ambos acabaron por llevarse por delante a su pobre Bazire que lo estaba buscando, haciéndolo tropezar y caer directo en la fuente.-