• ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻𝑖, 𝑏𝑎𝑏𝑒. 𝐼 𝑗𝑢𝑠𝑡 𝑤𝑎𝑛𝑛𝑎 𝑠𝑎𝑦...
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻𝑎𝑝𝑝𝑦 𝑏𝑖𝑟𝑡ℎ𝑑𝑎𝑦

    ⸻Sin que sirva de precedente... ⸻ se acerca hasta Dante Carrow y se sienta a su lado en el sofá⸻ Te he comprado algo. En fin, he leido tantas veces tu expediente que he memorizado tu fecha de cumpleaños... ⸻rueda los ojos y hace un gesto con la mano restándole importancia⸻ Como sea... Creo que todo el mundo merece que se acuerden de él en su cumpleaños, así que... ⸻ le tiende los tres paquetes, uno con la ropa, otro con las cremas de skin care, y uno más pequeño con el pendiente⸻ Creo que he captado tu personalidad a la perfección... De nadaaaa ⸻canturrea esta última palabra ⸻ Feliz cumpleaños, Dante.
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻𝑖, 𝑏𝑎𝑏𝑒. 𝐼 𝑗𝑢𝑠𝑡 𝑤𝑎𝑛𝑛𝑎 𝑠𝑎𝑦... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐻𝑎𝑝𝑝𝑦 𝑏𝑖𝑟𝑡ℎ𝑑𝑎𝑦 ⸻Sin que sirva de precedente... ⸻ se acerca hasta [CARR0W] y se sienta a su lado en el sofá⸻ Te he comprado algo. En fin, he leido tantas veces tu expediente que he memorizado tu fecha de cumpleaños... ⸻rueda los ojos y hace un gesto con la mano restándole importancia⸻ Como sea... Creo que todo el mundo merece que se acuerden de él en su cumpleaños, así que... ⸻ le tiende los tres paquetes, uno con la ropa, otro con las cremas de skin care, y uno más pequeño con el pendiente⸻ Creo que he captado tu personalidad a la perfección... De nadaaaa ⸻canturrea esta última palabra ⸻ Feliz cumpleaños, Dante.
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  • “Realmente me quedó delicioso esta vez, mis habilidades culinarias son exquisitas, difícilmente alguien lograría algo como lo que yo hago. A veces pienso que soy un poco egoísta con el mundo al no compartir mis exquisiteces, ¿debería publicar un libro de cocina? Hmm…” Los pensamientos de Eunwoo mientras cocinaba solo podían ser halagándose a sí mismo, claramente. Con esta última presa se había esmerado al innovar con algunas recetas, estaba gratamente sorprendido.

    “Bien, ¿y si la gente se asusta tanto como para volverse vegana?” Ese simple pensamiento lo hizo soltar una larga carcajada, incluso se agachó para sostenerse del borde del mesón porque no podía aguantar la risa, ya le dolían las costillas. Al calmarse, se sacudió un poco el cabello, con el dorso de su mano se limpió las lágrimas que había soltado.

    “Bueno, no creo que el ser vegano aplique como contraparte del canibalismo”
    “Realmente me quedó delicioso esta vez, mis habilidades culinarias son exquisitas, difícilmente alguien lograría algo como lo que yo hago. A veces pienso que soy un poco egoísta con el mundo al no compartir mis exquisiteces, ¿debería publicar un libro de cocina? Hmm…” Los pensamientos de Eunwoo mientras cocinaba solo podían ser halagándose a sí mismo, claramente. Con esta última presa se había esmerado al innovar con algunas recetas, estaba gratamente sorprendido. “Bien, ¿y si la gente se asusta tanto como para volverse vegana?” Ese simple pensamiento lo hizo soltar una larga carcajada, incluso se agachó para sostenerse del borde del mesón porque no podía aguantar la risa, ya le dolían las costillas. Al calmarse, se sacudió un poco el cabello, con el dorso de su mano se limpió las lágrimas que había soltado. “Bueno, no creo que el ser vegano aplique como contraparte del canibalismo”
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //últimamente estoy con muy bajas energías pero responderé lo que pueda sus roles
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  • ──── 𝘈 𝘷𝘦𝘳 ¿𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰? ¡𝘈𝘩í 𝘦𝘴𝘵𝘢! 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘰𝘵𝘰𝘨é𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘦𝘳𝘦𝘴; 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢𝘥𝘰. ──── 𝐷í𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 ℎ𝑖𝑗𝑜. [♡]

    ||• Ando con mucho trabajo últimamente. En estos días me pongo al pendiente de todo. Gracias por paciencia y no olviden que los quiero. ♡
    ──── 𝘈 𝘷𝘦𝘳 ¿𝘊𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰? ¡𝘈𝘩í 𝘦𝘴𝘵𝘢! 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘰𝘵𝘰𝘨é𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘦𝘳𝘦𝘴; 𝘥𝘦𝘴𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢𝘥𝘰. ──── 𝐷í𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎𝑗𝑜 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑎 𝑦 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 ℎ𝑖𝑗𝑜. [♡] ||• Ando con mucho trabajo últimamente. En estos días me pongo al pendiente de todo. Gracias por paciencia y no olviden que los quiero. ♡
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  • "Lo que no se puede limpiar"

    El aire olía a hierro y desesperación.
    El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos.
    Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido.

    —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad?

    El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre.

    —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos?

    El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió.
    Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra.

    —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son.
    Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad.

    El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético.
    Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo.

    —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces.
    Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste.

    Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo.
    En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda.

    Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna.

    —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—.
    La muerte no te salvará. Te recordará.

    Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto.
    Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido.
    Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
    "Lo que no se puede limpiar" El aire olía a hierro y desesperación. El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos. Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido. —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad? El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre. —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos? El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió. Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra. —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son. Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad. El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético. Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo. —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces. Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste. Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo. En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda. Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna. —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—. La muerte no te salvará. Te recordará. Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto. Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido. Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
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  • Últimamente los casos me tienen tan absorbido que apenas tengo tiempo para mí, pero hoy he tomado la decisión de tomarme la tarde libre y me he ido con tanatos se paseo por el bosque hace mucho que no lo hacía y me sentido tan bien.
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  • Hoy he decidido ir hacer unas cosas por mi cuenta, para sorpresa de mi maquillador personal no le pedido que me arregle. Prefiero que deje mi piel al natural, me da igual lo que diga la prensa. Además que últimamente voy más protegida por mi bien y el del bebé. Tengo muchas ganas de saber que es, pero aún queda.
    Hoy he decidido ir hacer unas cosas por mi cuenta, para sorpresa de mi maquillador personal no le pedido que me arregle. Prefiero que deje mi piel al natural, me da igual lo que diga la prensa. Además que últimamente voy más protegida por mi bien y el del bebé. Tengo muchas ganas de saber que es, pero aún queda.
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  • *¿Que acaba de darse tremendo chapuzón porque últimamente no gana pa sustos ? Efectivamente, y por lo menos ha sido con tremendos temazos que acaba de descubrir. Oye, así que ni tan mal.
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  • Las últimas cacerías habían sido perfectas.
    Nunca lo hacía por el dinero, pero lo aceptaba porque necesitaba comida e invertir en nuevas armas.

    La vida es buena destruyendo aquellas aberraciones que la oscuridad expulsa cual pasatiempo de matar a los humanos fuese.
    Las últimas cacerías habían sido perfectas. Nunca lo hacía por el dinero, pero lo aceptaba porque necesitaba comida e invertir en nuevas armas. La vida es buena destruyendo aquellas aberraciones que la oscuridad expulsa cual pasatiempo de matar a los humanos fuese.
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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