• ❝𝑸𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒔𝒐𝒔𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓𝒍𝒐❞
    Fandom Original
    Categoría Original
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ┈─✧ 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐:
    ㅤㅤ╭─────────────────────╮
    ㅤㅤ╰─► 𝑲𝒂𝒕𝒉𝒆𝒓𝒊𝒏𝒆 𝑯𝒂𝒎𝒊𝒍𝒕𝒐𝒏

    ✧ㅤㅤ•ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ✩ㅤㅤ•ㅤㅤ .ㅤㅤ•ㅤㅤ.

    Tras varias semanas de acumular fondos a través de métodos que prefería no detallar, Kazuha regresaba, una vez más, desde la última vez que la había visitado. No a una tienda, sino a una brecha en la realidad que se aferraba a la normalidad como un hongo a la corteza de un árbol. La fachada era un café anodino, de nombre genérico, cuyo interior olía a grano tostado y pastel recién horneado.

    Dentro, nada fuera de lo normal. Solo un café más, ubicado en un callejón que no solía aparecer en mapas. El joven barista, de mirada cansada, la observó al entrar. No hubo saludo. No hacía falta. Ella era un huracán familiar en su rutina. Lo que siguió fue un código susurrado, 'Elowen', la contraseña ya innecesaria pero ritual. Él asintió, un gesto con su cabeza hacia la parte trasera.

    —La penúltima puerta. La azul brillante —murmuró el joven, deslizando una llave de latón oxidada sobre la barra de madera.

    ¿Era necesario? Absolutamente. Porque la verdadera tienda, era como un fantasma que cambiaba de habitación. Caminó por un pasillo estrecho, flanqueado por puertas de todas las formas y épocas. La 'puerta azul' no era azul realmente, sino de roble negro con un contorno que brillaba con un azul eléctrico y antinatural, como el borde de una herida neón en la realidad. No tenía pomo, solo una cerradura sobre la que alguien había tallado el perfil de una mujer de rostro desconocido y expresión doliente, que sabrá dios quién era.

    .ㅤㅤ. ㅤㅤ•ㅤㅤ•ㅤㅤㅤ˚ ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ*ㅤㅤㅤㅤㅤ.
    ㅤ•ㅤㅤ.ㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ✦ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ•ㅤㅤㅤㅤ•
    . ㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ•
    La llave giró. La puerta se abrió sola, sin que nadie la empujara. Y ella entró.ㅤㅤㅤ•
    .ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ•ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤㅤ•
    •ㅤㅤ. ㅤㅤㅤ✩ㅤㅤㅤ•ㅤ. ㅤㅤ•ㅤ.ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ.
    ㅤㅤ.ㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ.
    ✦ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ*ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ✦
    ·ㅤㅤㅤㅤ·ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ✦

    El cambio fue instantáneo. El aire se volvió espeso, con un olor profundo a raíces secas y el dulzor podrido de la magia estancada. Kazuha no miró a la derecha ni a la izquierda, su mirada no se perdió en los estantes que se extendían hacia el techo, y su atención tampoco fue robada por los clientes que observaban con fascinación los objetos. Sus botas negras afligieron el suelo de tablones gastados con una seguridad que solo anunciaba que sabía exactamente lo que quería, y había venido a tomarlo.

    Su silueta menuda, enfundada en una chaqueta de cuero que le quedaba un poco grande, cortó la penumbra, acercándose al mostrador de madera. Claro que ignoró por completo el suspiro exasperado que vino desde detrás del mostrador al fondo, donde un hombre tan arrugado y seco como el pergamino que restauraba, el señor Halmar, miraba su llegada con el entusiasmo de quien ve acercarse a un verdadero dolor de muelas.

    —No —escupió el anciano, sin preámbulos, limpiando sus gafas de carey con un pañuelo— ...no lo tengo. Alguien llegó primero. Y antes de que lo preguntes, no, no acepto duelos a muerte, desafíos de ingenio o cualquier otro drama en mi establecimiento.

    Kazuha se detuvo justo frente al mostrador, bajo la luz sucia que se filtraba por un vitral agrietado. No mostró decepción. Solo una leve inclinación de cabeza, como si estuviera recalculando sus palabras.

    —Tsk, qué mentiroso más poco creativo eres, Halmar —su voz era un canto juguetón, pero sus ojos oscuros, no se apartaban de él— Dame el bolígrafo, prometiste que me lo venderías. Ya tengo tu dinero. Y mi récord de no armar problemas dentro de tu tienda sigue impecable, no lo arruines.

    —Vendo a quien pague primero. Y ella pagó. Con tarjeta —refunfuñó Halmar, guardando sus gafas como si con eso pudiera guardarla a ella también— algo que tú, señorita, pareces haber olvidado que existe.

    —...Pagar con tarjeta es tan aburrido, y el plástico es tan mundano —Kazuha hizo un gesto de desdén— Como pagar multas, o pagar deudas. Cosas tristes, Halmar. Tristes y aburridísimas —cambió el tono de golpe—: ¡Te daré el doble! ¡El triple!

    —No se trata del precio. Se trata del principio. Y mi principio es evitar que conviertas mi tienda en un campo de batalla campal.

    —Ja, principio. ¡Si tuvieras principios cumplirías con tu promesa! Prometiste que guardarías el bolígrafo hasta que yo tuviera el dinero...

    Finalmente, la mirada de Kazuha se desvió hacia la estantería detrás de él. Allí, en un espacio vacío entre un orbe de cristal y un espejo, era donde debía estar. El bolígrafo que obligaba a escribir verdades. Justo lo que necesitaba para un... proyecto personal. Un resoplido exasperado se le escapó. Halmar, por una vez, no parecía estar mintiendo, pero, ¡¿dónde demonios estaba su bolígrafo?!.

    —...Dime, Halmar... —su voz bajó hasta convertirse en un susurro íntimo— ¿Le contaste a esa alma incauta... sobre la cláusula de propiedad no escrita? Esa que los artesanos graban en el alma de los objetos bonitos... La que dice que el verdadero dueño no es quien lo compra, sino... —hizo una pausa, apoyando ambas palmas sobre el mostrador polvoriento, y su voz se alzó, haciéndose audible en todo el local— ¡¿... QUIÉN PUEDA SOSTENERLO SIN ENLOQUECER?!

    Varios clientes volvieron la cabeza, alarmados. Halmar no pestañeó.

    —Baja la voz. Estás asustando a los clientes sensibles —murmuró con serenidad absoluta.

    Los ojos de Kazuha brillaron con un destello de carmesí apenas perceptible.

    —...Porque yo sí puedo sostenerlo —susurró, con una sonrisa que se torció lentamente en sus labios— Y tengo el presentimiento de que quien lo tenga... va a querer arrojarlo por la ventana muy, muy pronto. Pero... ¿Sabes que es lo más curioso, Halmar? ...Aún puedo sentir su esencia. El aura mágica de ese bolígrafo no ha abandonado este lugar. ¿No es así?

    Halmar la miró, y por primera vez, algo parecido a una leve tensión cruzó su rostro arrugado.

    —...No se ha ido, ¿verdad? —preguntó Kazuha— La persona a la que se lo vendiste... aún está aquí.

    Y fue entonces cuando se giró. Su mirada, curiosa, se deslizó por los pocos clientes hasta que se detuvo, por primera vez desde que había entrado, en una figura que permanecía junto a una vitrina de amuletos protectores. Una chica. Rubia.

    —Kazuha —la voz de Halmar fue una advertencia grave— ni se te ocurra fastidiar a la cliente nueva.

    ¿La nueva? ¿Quién era ella? ¿Por qué no la había visto antes, y por qué tenía su preciado bolígrafo en sus manos? Kazuha no dijo nada. Solo la miró. Y en esa mirada no había enfado, ni siquiera rivalidad. ¿Exasperación? Si, un poco de eso. Pero lo más notable, lo más evidente, era solo una pura y genuina curiosidad.
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ┈─✧ 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐: ㅤㅤ╭─────────────────────╮ ㅤㅤ╰─► [Littl3Vodka] ✦ ✧ㅤㅤ•ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ✩ㅤㅤ•ㅤㅤ .ㅤㅤ•ㅤㅤ. Tras varias semanas de acumular fondos a través de métodos que prefería no detallar, Kazuha regresaba, una vez más, desde la última vez que la había visitado. No a una tienda, sino a una brecha en la realidad que se aferraba a la normalidad como un hongo a la corteza de un árbol. La fachada era un café anodino, de nombre genérico, cuyo interior olía a grano tostado y pastel recién horneado. Dentro, nada fuera de lo normal. Solo un café más, ubicado en un callejón que no solía aparecer en mapas. El joven barista, de mirada cansada, la observó al entrar. No hubo saludo. No hacía falta. Ella era un huracán familiar en su rutina. Lo que siguió fue un código susurrado, 'Elowen', la contraseña ya innecesaria pero ritual. Él asintió, un gesto con su cabeza hacia la parte trasera. —La penúltima puerta. La azul brillante —murmuró el joven, deslizando una llave de latón oxidada sobre la barra de madera. ¿Era necesario? Absolutamente. Porque la verdadera tienda, era como un fantasma que cambiaba de habitación. Caminó por un pasillo estrecho, flanqueado por puertas de todas las formas y épocas. La 'puerta azul' no era azul realmente, sino de roble negro con un contorno que brillaba con un azul eléctrico y antinatural, como el borde de una herida neón en la realidad. No tenía pomo, solo una cerradura sobre la que alguien había tallado el perfil de una mujer de rostro desconocido y expresión doliente, que sabrá dios quién era. .ㅤㅤ. ㅤㅤ•ㅤㅤ•ㅤㅤㅤ˚ ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ*ㅤㅤㅤㅤㅤ. ㅤ•ㅤㅤ.ㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ✦ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ•ㅤㅤㅤㅤ• . ㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ• La llave giró. La puerta se abrió sola, sin que nadie la empujara. Y ella entró.ㅤㅤㅤ• .ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ•ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤㅤ• •ㅤㅤ. ㅤㅤㅤ✩ㅤㅤㅤ•ㅤ. ㅤㅤ•ㅤ.ㅤㅤㅤ.ㅤㅤ. ㅤㅤ.ㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ.ㅤㅤㅤㅤ. ✦ㅤㅤ.ㅤㅤㅤ*ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ✦ ·ㅤㅤㅤㅤ·ㅤㅤㅤㅤ˚ㅤㅤㅤㅤ✦ El cambio fue instantáneo. El aire se volvió espeso, con un olor profundo a raíces secas y el dulzor podrido de la magia estancada. Kazuha no miró a la derecha ni a la izquierda, su mirada no se perdió en los estantes que se extendían hacia el techo, y su atención tampoco fue robada por los clientes que observaban con fascinación los objetos. Sus botas negras afligieron el suelo de tablones gastados con una seguridad que solo anunciaba que sabía exactamente lo que quería, y había venido a tomarlo. Su silueta menuda, enfundada en una chaqueta de cuero que le quedaba un poco grande, cortó la penumbra, acercándose al mostrador de madera. Claro que ignoró por completo el suspiro exasperado que vino desde detrás del mostrador al fondo, donde un hombre tan arrugado y seco como el pergamino que restauraba, el señor Halmar, miraba su llegada con el entusiasmo de quien ve acercarse a un verdadero dolor de muelas. —No —escupió el anciano, sin preámbulos, limpiando sus gafas de carey con un pañuelo— ...no lo tengo. Alguien llegó primero. Y antes de que lo preguntes, no, no acepto duelos a muerte, desafíos de ingenio o cualquier otro drama en mi establecimiento. Kazuha se detuvo justo frente al mostrador, bajo la luz sucia que se filtraba por un vitral agrietado. No mostró decepción. Solo una leve inclinación de cabeza, como si estuviera recalculando sus palabras. —Tsk, qué mentiroso más poco creativo eres, Halmar —su voz era un canto juguetón, pero sus ojos oscuros, no se apartaban de él— Dame el bolígrafo, prometiste que me lo venderías. Ya tengo tu dinero. Y mi récord de no armar problemas dentro de tu tienda sigue impecable, no lo arruines. —Vendo a quien pague primero. Y ella pagó. Con tarjeta —refunfuñó Halmar, guardando sus gafas como si con eso pudiera guardarla a ella también— algo que tú, señorita, pareces haber olvidado que existe. —...Pagar con tarjeta es tan aburrido, y el plástico es tan mundano —Kazuha hizo un gesto de desdén— Como pagar multas, o pagar deudas. Cosas tristes, Halmar. Tristes y aburridísimas —cambió el tono de golpe—: ¡Te daré el doble! ¡El triple! —No se trata del precio. Se trata del principio. Y mi principio es evitar que conviertas mi tienda en un campo de batalla campal. —Ja, principio. ¡Si tuvieras principios cumplirías con tu promesa! Prometiste que guardarías el bolígrafo hasta que yo tuviera el dinero... Finalmente, la mirada de Kazuha se desvió hacia la estantería detrás de él. Allí, en un espacio vacío entre un orbe de cristal y un espejo, era donde debía estar. El bolígrafo que obligaba a escribir verdades. Justo lo que necesitaba para un... proyecto personal. Un resoplido exasperado se le escapó. Halmar, por una vez, no parecía estar mintiendo, pero, ¡¿dónde demonios estaba su bolígrafo?!. —...Dime, Halmar... —su voz bajó hasta convertirse en un susurro íntimo— ¿Le contaste a esa alma incauta... sobre la cláusula de propiedad no escrita? Esa que los artesanos graban en el alma de los objetos bonitos... La que dice que el verdadero dueño no es quien lo compra, sino... —hizo una pausa, apoyando ambas palmas sobre el mostrador polvoriento, y su voz se alzó, haciéndose audible en todo el local— ¡¿... QUIÉN PUEDA SOSTENERLO SIN ENLOQUECER?! Varios clientes volvieron la cabeza, alarmados. Halmar no pestañeó. —Baja la voz. Estás asustando a los clientes sensibles —murmuró con serenidad absoluta. Los ojos de Kazuha brillaron con un destello de carmesí apenas perceptible. —...Porque yo sí puedo sostenerlo —susurró, con una sonrisa que se torció lentamente en sus labios— Y tengo el presentimiento de que quien lo tenga... va a querer arrojarlo por la ventana muy, muy pronto. Pero... ¿Sabes que es lo más curioso, Halmar? ...Aún puedo sentir su esencia. El aura mágica de ese bolígrafo no ha abandonado este lugar. ¿No es así? Halmar la miró, y por primera vez, algo parecido a una leve tensión cruzó su rostro arrugado. —...No se ha ido, ¿verdad? —preguntó Kazuha— La persona a la que se lo vendiste... aún está aquí. Y fue entonces cuando se giró. Su mirada, curiosa, se deslizó por los pocos clientes hasta que se detuvo, por primera vez desde que había entrado, en una figura que permanecía junto a una vitrina de amuletos protectores. Una chica. Rubia. —Kazuha —la voz de Halmar fue una advertencia grave— ni se te ocurra fastidiar a la cliente nueva. ¿La nueva? ¿Quién era ella? ¿Por qué no la había visto antes, y por qué tenía su preciado bolígrafo en sus manos? Kazuha no dijo nada. Solo la miró. Y en esa mirada no había enfado, ni siquiera rivalidad. ¿Exasperación? Si, un poco de eso. Pero lo más notable, lo más evidente, era solo una pura y genuina curiosidad.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Está es una de las fotos que más atesoro, es la primera fotografía que le saque a Mika, en esa época llevamos menos de un mes de novios.

    Mika Xiao Kim
    Está es una de las fotos que más atesoro, es la primera fotografía que le saque a Mika, en esa época llevamos menos de un mes de novios. [fable_silver_frog_194]
    Me gusta
    Me encocora
    2
    34 turnos 0 maullidos
  • Una Kazuha chiquita, en su época de secundaria: su especialidad era negarse a prestar sus apuntes. ¿No estudiaste? Qué pena. ¿Perdiste tu lápiz? Un problema...tuyo. ¿Olvidaste hacer los deberes? El precio por prestar su tarea o por dar una sola respuesta en los exámenes era tan alto que muchos preferían reprobar. Si, definitivamente el trueque siempre fue su vocación (?).
    Una Kazuha chiquita, en su época de secundaria: su especialidad era negarse a prestar sus apuntes. ¿No estudiaste? Qué pena. ¿Perdiste tu lápiz? Un problema...tuyo. ¿Olvidaste hacer los deberes? El precio por prestar su tarea o por dar una sola respuesta en los exámenes era tan alto que muchos preferían reprobar. Si, definitivamente el trueque siempre fue su vocación (?).
    Me encocora
    Me enjaja
    Me endiabla
    Me shockea
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • En una época de leyenda, sin ningún aviso ni lógica, una grieta en la realidad se abrió. De este cayo alguien cuyo impacto no fue solo físico, sino que también energético.

    En otra época, la presencia de esta persona no llamo la atención de "eso", pero ahora habia alguien mas acompañándola, eran dos almas en un solo cuerpo. Veythra era una de ellas, estaba despierta, y había tomado el control. La energía que antes estaba dormida, ahora gritaba.

    "Eso", conocido como una entidad primordial lo sintió. No era una vibración normal, era un desgarre, algo había cruzado el tiempo, y eso no pasaba todos los días.

    La joven rubia se levantó sin saber donde estaba. No había señales, no había cielo familiar, solo tierra seca y un par de carretas que pasaban por un camino polvoriento.

    La rubia las siguio por instinto. Las carretas la llevaron a una ciudad del reino Ishtar, pero estaba se encontraba en caos. Soldados gritaban, gente corría. Los rumores volaban: “La hija del monstruo va a atacar.”

    La rubia se detuvo, algo no cuadraba. Ella conocía esa historia. Jennifer nunca atacó a los Ishtar.

    Algo estaba mal, demasiado mal, y si el tiempo estaba roto, alguien tenía que arreglarlo. L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra decidió moverse.

    Segun recordaba, en esa ciudad habian una antigua fortaleza la cual en su epoca habia sido derribada para construir un hotel de lujo, Pero en esta epoca se elevaba a los cielos como una fortaleza imponente, L̶i̶l̶i̶ ̶Q̶u̶e̶e̶n̶ ̶I̶s̶h̶t̶a̶r̶ Veythra se dirigio a ese lugar, queria respuestas y solo en ese lugar donde estaban reclutando a los guerreros mas fuertes podria encontrar las respuestas que buscaba, sin saber que se estaba armando el escenario que cambiaría la historia Queen Ishtar.

    En una época de leyenda, sin ningún aviso ni lógica, una grieta en la realidad se abrió. De este cayo alguien cuyo impacto no fue solo físico, sino que también energético. En otra época, la presencia de esta persona no llamo la atención de "eso", pero ahora habia alguien mas acompañándola, eran dos almas en un solo cuerpo. Veythra era una de ellas, estaba despierta, y había tomado el control. La energía que antes estaba dormida, ahora gritaba. "Eso", conocido como una entidad primordial lo sintió. No era una vibración normal, era un desgarre, algo había cruzado el tiempo, y eso no pasaba todos los días. La joven rubia se levantó sin saber donde estaba. No había señales, no había cielo familiar, solo tierra seca y un par de carretas que pasaban por un camino polvoriento. La rubia las siguio por instinto. Las carretas la llevaron a una ciudad del reino Ishtar, pero estaba se encontraba en caos. Soldados gritaban, gente corría. Los rumores volaban: “La hija del monstruo va a atacar.” La rubia se detuvo, algo no cuadraba. Ella conocía esa historia. Jennifer nunca atacó a los Ishtar. Algo estaba mal, demasiado mal, y si el tiempo estaba roto, alguien tenía que arreglarlo. [Lili.Queen] decidió moverse. Segun recordaba, en esa ciudad habian una antigua fortaleza la cual en su epoca habia sido derribada para construir un hotel de lujo, Pero en esta epoca se elevaba a los cielos como una fortaleza imponente, [Lili.Queen] se dirigio a ese lugar, queria respuestas y solo en ese lugar donde estaban reclutando a los guerreros mas fuertes podria encontrar las respuestas que buscaba, sin saber que se estaba armando el escenario que cambiaría la historia Queen Ishtar.
    Me encocora
    2
    14 turnos 1 maullido
  • Así que navidad es la época de estar en compañía y cortejar como ave en temporada solo porque tengo alas?

    -se encoge de hombros al escuchar lo que cierto angel le dijo. Al ser su superior supone que no hay de otra que creerle pero ¿A quien va a tomar de compa...... ? Siendo honestos es más que obvio a quien va a mirar.
    Se puso su mejor ropa la cual no es más que una de sus armaduras más vistosas que tenía... Si, algún día debería aprender a ser más femenina pero cuidar a Adán es un trabajo 24/7 .
    Ya arreglada apareció de sorpresa ante su víctima y por suerte o desgracia la única persona que podría ver cómo compañero ¿De navidad?
    Que costumbres más estúpidas ..
    En fin...
    Extendió las alas dando un extravagante baile utilizando las cuál ave del paraíso en pleno cortejo y de algún misterioso lugar un narrador anónimo narraba el curioso ritual, todo iba bien hasta que se detuvo al escuchar al narrador mencionando que el macho era el del cortejo -

    https://youtube.com/shorts/oEQzVjfe_oE?si=KKY5DGaRihVEi02I

    Pero vamos ... Aprendí esta danza para nada !!!! Voy a matar a ese estúpido angel !!

    Adán
    Así que navidad es la época de estar en compañía y cortejar como ave en temporada solo porque tengo alas? -se encoge de hombros al escuchar lo que cierto angel le dijo. Al ser su superior supone que no hay de otra que creerle pero ¿A quien va a tomar de compa...... ? Siendo honestos es más que obvio a quien va a mirar. Se puso su mejor ropa la cual no es más que una de sus armaduras más vistosas que tenía... Si, algún día debería aprender a ser más femenina pero cuidar a Adán es un trabajo 24/7 . Ya arreglada apareció de sorpresa ante su víctima y por suerte o desgracia la única persona que podría ver cómo compañero ¿De navidad? Que costumbres más estúpidas .. En fin... Extendió las alas dando un extravagante baile utilizando las cuál ave del paraíso en pleno cortejo y de algún misterioso lugar un narrador anónimo narraba el curioso ritual, todo iba bien hasta que se detuvo al escuchar al narrador mencionando que el macho era el del cortejo - https://youtube.com/shorts/oEQzVjfe_oE?si=KKY5DGaRihVEi02I Pero vamos ... Aprendí esta danza para nada !!!! Voy a matar a ese estúpido angel !! [1dowhat1want]
    Me shockea
    1
    6 turnos 0 maullidos
  • [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon]

    El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron.
    Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales.
    El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época.

    Y entonces, el murmullo se detuvo.

    Han Jiseok había llegado.

    Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara.
    El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente.
    En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto.

    “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso.

    Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme.
    No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo.

    Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida.

    “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.”

    “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido.

    Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz.

    “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.”

    Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa.
    “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.”

    Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado.
    Sin expediente, sin juntas, sin protocolos.
    Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar.

    Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró:

    “Si supieran que el rey solo vino por el café”

    Ella rió bajito.

    “Y por Milo, que seguramente te está esperando.”

    “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
    [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon] El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron. Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales. El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época. Y entonces, el murmullo se detuvo. Han Jiseok había llegado. Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara. El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente. En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto. “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso. Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme. No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo. Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida. “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.” “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido. Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz. “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.” Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa. “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.” Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado. Sin expediente, sin juntas, sin protocolos. Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar. Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró: “Si supieran que el rey solo vino por el café” Ella rió bajito. “Y por Milo, que seguramente te está esperando.” “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    La guardia roja no se encuentra en su hogar, tampoco porta ninguna de sus armaduras y siquiera lleva su icónica hacha consigo.
    Está aquí por un trabajo en compañía de Rei Arakawa, quién a través de un portal vino a buscarla para ello.
    Irreconocible cómo nunca antes se la ha visto, por el bien de la misión debe cambiar su apariencia con una máscara extraña que le ha dado su viejo compañero.
    Ha llegado la hora del baile, finalmente la pelirroja se encuentra más que lista y dentro de los canones de belleza de la época actual.
    ¿Ustedes ya recibieron su invitación? https://ficrol.com/posts/315686
    La guardia roja no se encuentra en su hogar, tampoco porta ninguna de sus armaduras y siquiera lleva su icónica hacha consigo. Está aquí por un trabajo en compañía de [Oni_Deker_Red_22], quién a través de un portal vino a buscarla para ello. Irreconocible cómo nunca antes se la ha visto, por el bien de la misión debe cambiar su apariencia con una máscara extraña que le ha dado su viejo compañero. Ha llegado la hora del baile, finalmente la pelirroja se encuentra más que lista y dentro de los canones de belleza de la época actual. ¿Ustedes ya recibieron su invitación? https://ficrol.com/posts/315686
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 comentarios 0 compartidos
  • Como antes, pero después
    Fandom N/A
    Categoría Slice of Life
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐::
    ㅤㅤㅤㅤㅤOlivia Romero

    223 días.

    Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico.

    172 días desde que el mecánico le envió un mensaje:
    "Señora, su vehículo está listo."

    142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación:
    "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme."

    ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy.

    Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo.

    Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves.

    Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría.

    : ¡Liiiiiiv!
    : -sticker de gato conduciendo-
    : Cancela todos tus planes para hoy...

    El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance.

    : ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas...
    : Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí.

    Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio.

    : A la intemperie. Con insectos, y esas cosas...

    Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo.

    Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo.

    : Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes.

    Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad.

    Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐:: ㅤㅤㅤㅤㅤ[flash_brass_tiger_817] ✦ 223 días. Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico. 172 días desde que el mecánico le envió un mensaje: "Señora, su vehículo está listo." 142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación: "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme." ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy. Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo. Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves. Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría. 📱💬: ¡Liiiiiiv! 📱💬: -sticker de gato conduciendo- 📱💬: Cancela todos tus planes para hoy... El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance. 📱💬: ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas... 📱💬: Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí. Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio. 📱💬: A la intemperie. Con insectos, y esas cosas... Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo. Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo. 📱💬: Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes. Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad. Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    5
    11 turnos 0 maullidos
  • ¿Ya es esa época del año donde por unos días el velo entre mundos cae? ¿Ya es esa época del año donde brujas, vampiros, zombies y demás seres visitan Runaterra en la festividad de Harrowing?
    ¿Ya es esa época del año donde por unos días el velo entre mundos cae? ¿Ya es esa época del año donde brujas, vampiros, zombies y demás seres visitan Runaterra en la festividad de Harrowing?
    4 turnos 0 maullidos
  • 𝟓:𝟎𝟎𝐩𝐦 - 𝐂𝐮𝐚𝐫𝐭𝐞𝐥 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐥
    -Llegaron los nuevos informes, y al parecer hay unos cuantos problemas con las rutas de suministros de las provincias del norte. Siempre fue un lugar complicado a causa del terreno.
    ¿Y saben qué significa esto?
    Que tendré que quedarme hasta más tarde hoy para poder encontrar una solución. No puedo dejar a los cuarteles sin suministros a puertas de las épocas de las heladas.
    Al menos mi cafe me acompañara en la jordana
    𝟓:𝟎𝟎𝐩𝐦 - 𝐂𝐮𝐚𝐫𝐭𝐞𝐥 𝐆𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐥 -Llegaron los nuevos informes, y al parecer hay unos cuantos problemas con las rutas de suministros de las provincias del norte. Siempre fue un lugar complicado a causa del terreno. ¿Y saben qué significa esto? Que tendré que quedarme hasta más tarde hoy para poder encontrar una solución. No puedo dejar a los cuarteles sin suministros a puertas de las épocas de las heladas. Al menos mi cafe me acompañara en la jordana
    Me gusta
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados