• —¿¡Y así quieren que socialice con la chusma!? ¡Ese hijo de gata me vomitó encima el muy sorete!

    De milagro había dejado vivo a ese gato, ganas de arrancarle la piel de tajo no le quedaron pero prefirió irse, bañarse como un frenético hasta casi acabar gris en vez de morado y tratar de no destruir media torre.

    Lo de la torre falló, había dejado un caos a su paso pero estaba justificado.
    No sólo le interrumpieron su reconciliación con Vox, terminó con cientos de cucarachines de magia vudú extraña encima, arañado, mordiqueado y, encima, vomitado.
    Joyita de día y, para colmo, todo por el estúpido rey de pacotilla que ahora estaba en forma de gato también.

    —Como a ese imbécil de mierda se le ocurra vomitarme una bola de pelo, se acabó...
    —¿¡Y así quieren que socialice con la chusma!? ¡Ese hijo de gata me vomitó encima el muy sorete! De milagro había dejado vivo a ese gato, ganas de arrancarle la piel de tajo no le quedaron pero prefirió irse, bañarse como un frenético hasta casi acabar gris en vez de morado y tratar de no destruir media torre. Lo de la torre falló, había dejado un caos a su paso pero estaba justificado. No sólo le interrumpieron su reconciliación con Vox, terminó con cientos de cucarachines de magia vudú extraña encima, arañado, mordiqueado y, encima, vomitado. Joyita de día y, para colmo, todo por el estúpido rey de pacotilla que ahora estaba en forma de gato también. —Como a ese imbécil de mierda se le ocurra vomitarme una bola de pelo, se acabó...
    Me enjaja
    2
    18 turnos 0 maullidos 156 vistas
  • Daniel caminaba con la cabeza baja, la carta en su mano temblaba como una hoja al viento. El Consejo lo había llamado a juicio, y aunque no conocía todos los detalles, sabía que todo se debía a lo que había pasado con Adriana. Lo habían visto besándola fuera de la aldea, y ahora, su vida parecía desmoronarse.

    Al llegar a la puerta de su hermana, golpeó suavemente. Su voz, apenas un susurro, traicionaba el dolor y el miedo que sentía.

    —Lexi... ¿Puedo hablar contigo?

    La puerta se abrió, y Daniel levantó la mirada solo lo justo para mostrar la carta. Su rostro reflejaba agotamiento y confusión.

    —Me han llamado a juicio... por lo de Adriana. Nos vieron juntos, y ahora... —su voz se quebró, y apretó el papel entre sus manos—. No sé qué hacer, Lexi... Quieren que me aleje de ella... Quieren que la deje porque no es una Hija de la Luna.

    El peso de sus palabras lo hizo tambalearse, como si apenas pudiera mantenerse de pie. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no se permitió llorar.

    —No puedo hacerlo —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba—. No puedo dejarla... La amo. Es la única persona con quien quiero estar el resto de mi vida. No puedo imaginar un futuro sin ella. Pero... ¿qué opciones tengo? Ellos no lo entienden... no entienden lo que siento por ella.

    Miró a su hermana, buscando en sus ojos una solución, un rayo de esperanza.

    —Me están pidiendo algo imposible. No puedo dejar a la persona que amo... Pero no sé cómo enfrentar esto.

    Apretó los puños, luchando por mantener la compostura.

    —No tengo el control total de mi magia... y a esta edad, debería dominarla completamente. Me siento un fracaso y lo soy para ellos, y ahora me están juzgando por amar a quien no debo. ¿Qué voy a hacer? Siento que lo estoy perdiendo todo.

    Las lágrimas empezaron a correr silenciosas por su rostro.

    —No quiero perderla... No puedo perderla.

    Alexa Selene
    Daniel caminaba con la cabeza baja, la carta en su mano temblaba como una hoja al viento. El Consejo lo había llamado a juicio, y aunque no conocía todos los detalles, sabía que todo se debía a lo que había pasado con Adriana. Lo habían visto besándola fuera de la aldea, y ahora, su vida parecía desmoronarse. Al llegar a la puerta de su hermana, golpeó suavemente. Su voz, apenas un susurro, traicionaba el dolor y el miedo que sentía. —Lexi... ¿Puedo hablar contigo? La puerta se abrió, y Daniel levantó la mirada solo lo justo para mostrar la carta. Su rostro reflejaba agotamiento y confusión. —Me han llamado a juicio... por lo de Adriana. Nos vieron juntos, y ahora... —su voz se quebró, y apretó el papel entre sus manos—. No sé qué hacer, Lexi... Quieren que me aleje de ella... Quieren que la deje porque no es una Hija de la Luna. El peso de sus palabras lo hizo tambalearse, como si apenas pudiera mantenerse de pie. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no se permitió llorar. —No puedo hacerlo —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba—. No puedo dejarla... La amo. Es la única persona con quien quiero estar el resto de mi vida. No puedo imaginar un futuro sin ella. Pero... ¿qué opciones tengo? Ellos no lo entienden... no entienden lo que siento por ella. Miró a su hermana, buscando en sus ojos una solución, un rayo de esperanza. —Me están pidiendo algo imposible. No puedo dejar a la persona que amo... Pero no sé cómo enfrentar esto. Apretó los puños, luchando por mantener la compostura. —No tengo el control total de mi magia... y a esta edad, debería dominarla completamente. Me siento un fracaso y lo soy para ellos, y ahora me están juzgando por amar a quien no debo. ¿Qué voy a hacer? Siento que lo estoy perdiendo todo. Las lágrimas empezaron a correr silenciosas por su rostro. —No quiero perderla... No puedo perderla. [Alexbl]
    Me entristece
    1
    0 turnos 1 maullido 257 vistas
  • >> ᒐᥱ ᙃᥱɾᥒɩᥱɾ ᘎoყᥲɠᥱ. <<
    Fandom Original Characters
    Categoría Drama
    Rol con 𝐎deliah 𝐃uskveil

    No tenía tiempo de estar convaleciente en cama y relamiendose las heridas, sabía que un gran peligro se acercaba al confirmar el regreso de uno de sus enemigos más mortales: el Doctor Dee, quien justamente había mandado a su asesino a terminar la vida del Conde, algo que simplemente terminó en una aparente victoria para ellos, pues se las había ingeniado para fingir su muerte y escapar gracias al cause del río Sena.

    Tras saber de su maestro, Nicolás Flamel, que tardaría un poco en regenerar su brazo con la fórmula de la piedra filosofal, decidió tomar ese tiempo para movilizarse y buscar maneras distintas de ejercer su magia, pues... hasta ahora, dependía de sus dos brazos para poder ejecutarla. Fue así que emprendió el viaje.

    ¿Su destino? Hacia los Cárpatos, ya conocía la zona tras algún tiempo en los 1600 haber escapado a la zona por los conflictos con Inglaterra, además, había escuchado de cierto reino que aún mantenía ciertas conexiones con la magia antigua, una muy similar a la que él y su maestro manejaban. Quería aprender un poco de ello.
    Rol con [Odel1ah] No tenía tiempo de estar convaleciente en cama y relamiendose las heridas, sabía que un gran peligro se acercaba al confirmar el regreso de uno de sus enemigos más mortales: el Doctor Dee, quien justamente había mandado a su asesino a terminar la vida del Conde, algo que simplemente terminó en una aparente victoria para ellos, pues se las había ingeniado para fingir su muerte y escapar gracias al cause del río Sena. Tras saber de su maestro, Nicolás Flamel, que tardaría un poco en regenerar su brazo con la fórmula de la piedra filosofal, decidió tomar ese tiempo para movilizarse y buscar maneras distintas de ejercer su magia, pues... hasta ahora, dependía de sus dos brazos para poder ejecutarla. Fue así que emprendió el viaje. ¿Su destino? Hacia los Cárpatos, ya conocía la zona tras algún tiempo en los 1600 haber escapado a la zona por los conflictos con Inglaterra, además, había escuchado de cierto reino que aún mantenía ciertas conexiones con la magia antigua, una muy similar a la que él y su maestro manejaban. Quería aprender un poco de ello.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    2
    3 turnos 0 maullidos 297 vistas

  • "Esta rosa del desierto llama a la lluvia. Quién venera su presencia; acude como un condenado a sus melodías. Cada uno de los pasos que lo acercan a mí es una llamada de paraísos primigenios pese a que desconozco si lograré encontrarlo entre mis brazos para siempre. Aún perdura su estampa en este corazón que arrastra todas mis ilusiones. Mis huellas a ópera silente; porque no hay espíritu que lo pueda invocar y traerlo hasta mí".

    Sus palabras susurran delineados a sol de invierno y nieve de verano. La habitación produce que su corazón latiera y lagrimeara, sin derramar una lágrima alguna. Reparte una caricia entre los barrotes; la jaula no está oxidada pero reposa en matiz bronce. Ahí perduran sus memorias. El cofre en que las ha sepultado resuena música. Melodías que silban una La crecida, que delinean un Re escrito con hilares de lana. Las Mi que hechizan los dedos que tocan sus hoscos rostros; esos revestidos con vidrioso orégano y laureles circunspectos. Delimita una forma de prestarle los ojos de sus manos. Vislumbra las alineaciones de los astros que pecan de inocentes.

    El abrigo de sus rezos calma los sollozos del genuino imberbe con aroma a condenado; él matiza la arena con la que le calienta los pies. El orgullo de sus crímenes, signos de bosques y triadas de metal, esos que esgrimen una venía a sus denarios de dientes de leche y huesos de cimitarras; pigmentados con tinta indeleble para siempre en un pozo de ríos de paraísos sin final.

    Él presta a callar sus sentires; él imprime sus huellas dactilares en un esbozo que musita un esgrimido de hazañas y recodos de piedras en el centro de su vesícula. Tiene hambre y viste de espejismos y cayenas. Ofrece café de uvas; pastel de zanahorias y ciruelas pasas que pastan con el rencor de las palabras mudas que se elevan, se elevan, se elevan con el futuro de los céfiros y el humo de adviento que hace el Amor con sus delicadas promesas.

    Él abre la jaula. No persiste el juicio que lo condenó a vagar en la realidad sin siquiera moverse. Sus dedos se mueven, tejen un lagrimeo de lilas y árboles de lima. Las naranjas que crecen en su interior, que pare de vez en vez, de vez en vez, de vez en vez retienen los rostros infantiles de sus vástagos. Edifican pilares, consciencia con aroma a popurrí. Seda de huesos de besos. Desde el secuestro escriben una historia interminable; venenos y antídotos han trinado y sesgado a sus dominios; derrite a la razón de sus suspiros. Retira la sentencia en las nocturnas haladas que pregonan juntos; cada vez que abren las alas. Cada vez que fotografía su anatomía y la borda en el centro de su ombligo.

    Cada tanto que cuenta el tiempo que anda y, con anhelantes rezos, describe a la fantasía justo a su sangre y altares. A él acude cada vez que se equivoca en las lecciones. A él confiesa sus dolencias; la magia punza y retiene lo poco de cordura que les queda. Comparten el lecho de plumas y piojos de ganso. Sobre ellos crecen flores cristalinas; la fiereza de sus voces al llamarse sin palabras hiere a sus engaños. Jamás se abandonarán el uno al otro, el otro al uno, el uno al dos.

    Ambos son prisioneros y verdugos de su Amor, melodía decorosa que viste a la tumba de sus hilos rojos del Destino y muñecas con aroma a Sol. El otoño crece entre sus ramas: un firmamento anhelante de sal de mar. Un sueño que repite su ciclo de principio a fin con vestigios de cisnes y cigüeñas hechas de tejidos de papel. Hiela una brizna y recita la buena nueva de su historia en estos aquí y estos ahora.

    Amor y dolor. Duermen y sueñan con ellos mismos; sueños de dulces cunas. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Un lamento de sus ecos alcanza a rasgar el silencio que escuda sus penas que aguardan ante como monolitos colgantes de pies descalzos; ellos se abrazan, aún en la distancia. Ellos hacen el Amor siempre entre desnudadas pérdidas y reencuentros de crueldades magnánimas, tan sólo son dos soñadores radicales que se anhelan; tan sólo el firmamento y el mar que se llaman entre los bordes del tiempo. Están ahí, y se desmoronan, similares a un leve susurro; a un encanto. Un sagrado sueño que los unifica y en el que se buscan sin siquiera conocer sus nombres verdaderos.


    "Esta rosa del desierto llama a la lluvia. Quién venera su presencia; acude como un condenado a sus melodías. Cada uno de los pasos que lo acercan a mí es una llamada de paraísos primigenios pese a que desconozco si lograré encontrarlo entre mis brazos para siempre. Aún perdura su estampa en este corazón que arrastra todas mis ilusiones. Mis huellas a ópera silente; porque no hay espíritu que lo pueda invocar y traerlo hasta mí". Sus palabras susurran delineados a sol de invierno y nieve de verano. La habitación produce que su corazón latiera y lagrimeara, sin derramar una lágrima alguna. Reparte una caricia entre los barrotes; la jaula no está oxidada pero reposa en matiz bronce. Ahí perduran sus memorias. El cofre en que las ha sepultado resuena música. Melodías que silban una La crecida, que delinean un Re escrito con hilares de lana. Las Mi que hechizan los dedos que tocan sus hoscos rostros; esos revestidos con vidrioso orégano y laureles circunspectos. Delimita una forma de prestarle los ojos de sus manos. Vislumbra las alineaciones de los astros que pecan de inocentes. El abrigo de sus rezos calma los sollozos del genuino imberbe con aroma a condenado; él matiza la arena con la que le calienta los pies. El orgullo de sus crímenes, signos de bosques y triadas de metal, esos que esgrimen una venía a sus denarios de dientes de leche y huesos de cimitarras; pigmentados con tinta indeleble para siempre en un pozo de ríos de paraísos sin final. Él presta a callar sus sentires; él imprime sus huellas dactilares en un esbozo que musita un esgrimido de hazañas y recodos de piedras en el centro de su vesícula. Tiene hambre y viste de espejismos y cayenas. Ofrece café de uvas; pastel de zanahorias y ciruelas pasas que pastan con el rencor de las palabras mudas que se elevan, se elevan, se elevan con el futuro de los céfiros y el humo de adviento que hace el Amor con sus delicadas promesas. Él abre la jaula. No persiste el juicio que lo condenó a vagar en la realidad sin siquiera moverse. Sus dedos se mueven, tejen un lagrimeo de lilas y árboles de lima. Las naranjas que crecen en su interior, que pare de vez en vez, de vez en vez, de vez en vez retienen los rostros infantiles de sus vástagos. Edifican pilares, consciencia con aroma a popurrí. Seda de huesos de besos. Desde el secuestro escriben una historia interminable; venenos y antídotos han trinado y sesgado a sus dominios; derrite a la razón de sus suspiros. Retira la sentencia en las nocturnas haladas que pregonan juntos; cada vez que abren las alas. Cada vez que fotografía su anatomía y la borda en el centro de su ombligo. Cada tanto que cuenta el tiempo que anda y, con anhelantes rezos, describe a la fantasía justo a su sangre y altares. A él acude cada vez que se equivoca en las lecciones. A él confiesa sus dolencias; la magia punza y retiene lo poco de cordura que les queda. Comparten el lecho de plumas y piojos de ganso. Sobre ellos crecen flores cristalinas; la fiereza de sus voces al llamarse sin palabras hiere a sus engaños. Jamás se abandonarán el uno al otro, el otro al uno, el uno al dos. Ambos son prisioneros y verdugos de su Amor, melodía decorosa que viste a la tumba de sus hilos rojos del Destino y muñecas con aroma a Sol. El otoño crece entre sus ramas: un firmamento anhelante de sal de mar. Un sueño que repite su ciclo de principio a fin con vestigios de cisnes y cigüeñas hechas de tejidos de papel. Hiela una brizna y recita la buena nueva de su historia en estos aquí y estos ahora. Amor y dolor. Duermen y sueñan con ellos mismos; sueños de dulces cunas. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Un lamento de sus ecos alcanza a rasgar el silencio que escuda sus penas que aguardan ante como monolitos colgantes de pies descalzos; ellos se abrazan, aún en la distancia. Ellos hacen el Amor siempre entre desnudadas pérdidas y reencuentros de crueldades magnánimas, tan sólo son dos soñadores radicales que se anhelan; tan sólo el firmamento y el mar que se llaman entre los bordes del tiempo. Están ahí, y se desmoronan, similares a un leve susurro; a un encanto. Un sagrado sueño que los unifica y en el que se buscan sin siquiera conocer sus nombres verdaderos.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos 230 vistas
  • Se había llevado esos aparatos, audífonos, a los oídos. La música que sonaba por ellos le ayudaba a callar los espíritus gritones y las risas burlonas... Tenía que compartirlo. Que la música aplacaba sus voces, y no requería una pizca de su magia... Además, sus palabras eran mágicas, tanto que evocaban recuerdos sin dolor.
    Se había llevado esos aparatos, audífonos, a los oídos. La música que sonaba por ellos le ayudaba a callar los espíritus gritones y las risas burlonas... Tenía que compartirlo. Que la música aplacaba sus voces, y no requería una pizca de su magia... Además, sus palabras eran mágicas, tanto que evocaban recuerdos sin dolor.
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 255 vistas
  • Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias.

    Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición.

    Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro.

    El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste?

    Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta.

    Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante.

    En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos.

    Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.

    Iona, bajo su identidad como Lepus, se sienta en el rincón de su pequeña y oscura habitación, el aire denso y cálido apenas iluminado por la luz de una vela. La llama parpadea en su máscara de conejo, creando sombras danzantes en las paredes. La ciudad afuera bulle de vida, pero dentro de este espacio, el silencio es casi tangible. Es en momentos como este que su mente vuelve a la sociedad de Luminarias. Piensa en Destino, esa presencia enigmática cuya voz ha resonado en su mente como un eco lejano, siempre presente y a la vez inalcanzable. La imagen de la primera vez que escuchó aquella voz vuelve a ella. Despertó en medio de aquella fiesta del té, rodeada de las demás entidades, como si siempre hubiera estado ahí. Una bienvenida sin palabras, solo miradas y gestos que sugerían comprensión y, tal vez, un rastro de curiosidad. No era la primera Lepus, lo supo desde el primer instante, pero era como si la sociedad la hubiera estado esperando, o tal vez, como si Destino hubiera decidido que era el momento adecuado para su aparición. Los miembros de Luminarias, todos seres de antiguos planos, con sus nombres tomados de constelaciones y sus formas adoptadas de animales. Hay una sensación de seguridad entre ellos, una certeza de que cada uno tiene su propósito, aunque la forma en que lo cumplan sea única. Iona se pregunta a menudo qué habrá sido del Lepus anterior. Nadie habla de él, o de ella, y ella ha aprendido a no preguntar. Tal vez el misterio es parte de la magia de la sociedad, ese constante recordar que nada es permanente, que incluso ellos, entidades de la sombra y la luz, pueden desaparecer sin dejar rastro. El Fénix es una presencia que trae consuelo a sus pensamientos. Su figura se alza en su mente, medio humano, medio pájaro, siempre rodeado de un resplandor cálido. Él la trata con cariño, casi como si fuera una hermana menor. Los dulces que le ofrece en cada encuentro son un recordatorio de que, aunque sea la más joven, es aceptada. La idea de la resurrección que él representa la ha hecho reflexionar más de una vez. ¿Qué significa realmente renacer? ¿Es posible que ella misma esté en un proceso de constante renacimiento, aprendiendo de cada encuentro, de cada alma que asiste? Iona se pregunta si alguna vez llegará a ser como ellos, si con el tiempo perderá esa sensibilidad que la hace tambalear en sus decisiones, que la llena de dudas cuando se enfrenta a los humanos. Los otros la tranquilizan, le dicen que con el tiempo aprenderá a desligarse, a ser más eficiente en su labor. Sin embargo, una parte de ella teme ese cambio. Su empatía, su capacidad de sentir lo que sienten los demás, es lo que la hace quien es, lo que la conecta con el mundo humano que tanto le fascina y desconcierta. Los recuerdos de las reuniones la envuelven. Escuchar las historias de los demás es su forma de aprender, de prepararse para lo que pueda venir. Cada anécdota es una lección, un fragmento de sabiduría que atesora en su mente. A veces, desearía poder hablar más, compartir sus propios miedos y preguntas, pero se contiene. La percepción de los otros hacia ella, como si fuera una infante entre gigantes, la hace dudar. Aun así, el apoyo silencioso de sus compañeros le da la fortaleza que necesita para seguir adelante. En el fondo, Iona sabe que la sociedad de Luminarias es más que una reunión de entidades poderosas. Es una familia disfuncional, un grupo de seres que, a pesar de sus diferencias y orígenes, se unen por un propósito mayor. Cada uno cumple un rol, una función en el gran entramado de la existencia, y aunque sus caminos a veces se crucen solo en esos extraños y oníricos encuentros, hay un lazo inquebrantable que los mantiene unidos. Con un suspiro, Iona se levanta y apaga la vela. El cuarto queda sumido en la oscuridad, pero no es una oscuridad que la asuste. Es la oscuridad de la reflexión, de la conexión con lo que es y lo que será. Las Luminarias están con ella, incluso en este pequeño rincón del mundo humano, y esa certeza le da la calma para continuar.
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 261 vistas
  • Entonces... ¿No es solo un lindo lunar?
    Categoría Fantasía
    Estaba en el bosque cercano a la ciudad, sin embargo sabia que no era un lugar que la gente frecuentara, solo algunos jóvenes borrachos y parejas traviesas de universitarios, estaba herida y frente al lago, un espíritu corrompido la había perseguido hasta su hogar en la cuidad.

    Lo había exorcizado con éxito liberando en el bosque, sin embargo no había salido del todo ilesa, con algunos cortes y sangre se metió al agua, dejando sus ojos iluminarse con un brillo azul y sus runas brillaron con fuerza.

    Su auto curación aun no funcionaba por si sola, así que tuvo que curarse a si misma, dejo que su magia fluyera por el agua rodeándola, comenzando a sanar sus heridas mientras ella se sumergía en el agua en aquel brillo azul.

    Sus heridas se cerraron mágicamente y la sangre que teñía el agua y sus ropas desapareció, se dejo llevar por el agua sin esperar que la estuvieran viendo unos curiosos ojos cafés de una conocida chica.

    ||Rol con Aven Smith
    Estaba en el bosque cercano a la ciudad, sin embargo sabia que no era un lugar que la gente frecuentara, solo algunos jóvenes borrachos y parejas traviesas de universitarios, estaba herida y frente al lago, un espíritu corrompido la había perseguido hasta su hogar en la cuidad. Lo había exorcizado con éxito liberando en el bosque, sin embargo no había salido del todo ilesa, con algunos cortes y sangre se metió al agua, dejando sus ojos iluminarse con un brillo azul y sus runas brillaron con fuerza. Su auto curación aun no funcionaba por si sola, así que tuvo que curarse a si misma, dejo que su magia fluyera por el agua rodeándola, comenzando a sanar sus heridas mientras ella se sumergía en el agua en aquel brillo azul. Sus heridas se cerraron mágicamente y la sangre que teñía el agua y sus ropas desapareció, se dejo llevar por el agua sin esperar que la estuvieran viendo unos curiosos ojos cafés de una conocida chica. ||Rol con [Aven_Smith]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    4
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    7
    1 turno 0 maullidos 610 vistas
  • El sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte cuando Daniel recibió la carta que cambiaría el curso de su vida. Había estado trabajando en su estudio, revisando antiguos tomos de magia lunar después de haberla Estado pasando con Adriana, cuando un mensajero apareció en la puerta. El joven con uniforme de la familia Selene le entregó un sobre sellado con cera azul.

    Daniel rompió el sello con manos temblorosas, su mente ya anticipando la gravedad del contenido. La carta estaba escrita en un pergamino elegante y formal, con un tipo de letra que emanaba autoridad. Al leer las palabras cuidadosamente, el peso de las responsabilidades y las normas que había violado se hizo sentir como una losa sobre sus hombros
    El sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte cuando Daniel recibió la carta que cambiaría el curso de su vida. Había estado trabajando en su estudio, revisando antiguos tomos de magia lunar después de haberla Estado pasando con Adriana, cuando un mensajero apareció en la puerta. El joven con uniforme de la familia Selene le entregó un sobre sellado con cera azul. Daniel rompió el sello con manos temblorosas, su mente ya anticipando la gravedad del contenido. La carta estaba escrita en un pergamino elegante y formal, con un tipo de letra que emanaba autoridad. Al leer las palabras cuidadosamente, el peso de las responsabilidades y las normas que había violado se hizo sentir como una losa sobre sus hombros
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 331 vistas
  • Estamos malditos, por esta condición con la cual hemos nacido.

    si, la magia es nuestra arma y conocimiento . aún así debemos emplear armas para defendernos. ya que, una emboscada en estas tierras es pan de cada día.
    Estamos malditos, por esta condición con la cual hemos nacido. si, la magia es nuestra arma y conocimiento . aún así debemos emplear armas para defendernos. ya que, una emboscada en estas tierras es pan de cada día.
    Me encocora
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos 219 vistas
  • Un dragón jamás debe abrazar la magia oscura.
    un dragón debe siempre ser quien proteja a quien lo necesite.

    son nuestras alas las cuales pueden surcar los cielos y ser escudo

    es nuestro rugido quien ahuyenta al enemigo
    Un dragón jamás debe abrazar la magia oscura. un dragón debe siempre ser quien proteja a quien lo necesite. son nuestras alas las cuales pueden surcar los cielos y ser escudo es nuestro rugido quien ahuyenta al enemigo
    Me gusta
    Me encocora
    6
    0 turnos 0 maullidos 204 vistas
Ver más resultados
Patrocinados