"Y entonces, Caperucita Roja dijo:
—Pero, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
El lobo respondió:
—¡Son para comerte mejor!
Caperucita murió... sin importar cuánto gritó, sin importar cuánto pataleó.
Los dientes atravesaron la carne sin una gota de esfuerzo, perforaron con tanta facilidad... pero los huesos fueron el problema. Los huesos, los cuales crujieron como truenos mientras se combinaba el sonido de los gritos desesperados de la niña.
La sangre cayó, caliente, entre las fauses del lobo hasta el suelo.
Vísceras escurridizas se deslizaron hacia la cama. Y Caperucita ya no estaba gritando.
El lobo se dio un festín.
.
.
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𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙡 𝙡𝙤𝙗𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙚 𝙢á𝙨."
—Pero, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
El lobo respondió:
—¡Son para comerte mejor!
Caperucita murió... sin importar cuánto gritó, sin importar cuánto pataleó.
Los dientes atravesaron la carne sin una gota de esfuerzo, perforaron con tanta facilidad... pero los huesos fueron el problema. Los huesos, los cuales crujieron como truenos mientras se combinaba el sonido de los gritos desesperados de la niña.
La sangre cayó, caliente, entre las fauses del lobo hasta el suelo.
Vísceras escurridizas se deslizaron hacia la cama. Y Caperucita ya no estaba gritando.
El lobo se dio un festín.
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𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙡 𝙡𝙤𝙗𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙚 𝙢á𝙨."
"Y entonces, Caperucita Roja dijo:
—Pero, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
El lobo respondió:
—¡Son para comerte mejor!
Caperucita murió... sin importar cuánto gritó, sin importar cuánto pataleó.
Los dientes atravesaron la carne sin una gota de esfuerzo, perforaron con tanta facilidad... pero los huesos fueron el problema. Los huesos, los cuales crujieron como truenos mientras se combinaba el sonido de los gritos desesperados de la niña.
La sangre cayó, caliente, entre las fauses del lobo hasta el suelo.
Vísceras escurridizas se deslizaron hacia la cama. Y Caperucita ya no estaba gritando.
El lobo se dio un festín.
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𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙡 𝙡𝙤𝙗𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧𝙚 𝙢á𝙨."

