Mei-Ling gruñó, un sonido grave que apenas escapó de sus labios apretados. Su brazo derecho, ahora una elegante y mortífera amalgama de metal bruñido y energía condensada en forma de rifle de pulso, vibraba ligeramente, apuntando directamente a la cabeza del último científico tembloroso.
— N-no me mates porfavor, por favor... — balbuceó el hombre.
— ¡Al diablo contigo! — Mei-Ling dio un paso adelante, la punta del rifle casi rozando su piel.
— Estoy harta. Necesito terminar el trabajo rápido, conseguir mi información y largarme de aquí. ¿Y sabes por qué? — Una vena palpitaba en su sien. — Porque mi estómago está rugiendo como un demonio y llevo soñando con un tazón de ramen picante desde esta mañana. Con extra de picante, un huevo a punto y mucho cerdo. ¡Mucho cerdo! — Cada palabra era un martillo. — Y cada segundo que pierdo con tu patética vida, es un segundo menos que tengo para disfrutar de ese ramen antes de que se enfríe. — El brillo en sus ojos rosados se intensificó, no solo por la ira, sino por el hambre. — Así que, habla. Ahora. Porque si no, te prometo que mi próxima transformación no será un rifle, sino una maldita picadora de carne. Y no, no servirá para el ramen. —
El científico, al borde del colapso, comenzó a balbucear coordenadas y códigos, y aún así la pelirosa lo mató. Sin importar mucho haber manchado su vestido, mientras pudiera comer aquel tazón de ramen ya que había logrado su objetivo.
— N-no me mates porfavor, por favor... — balbuceó el hombre.
— ¡Al diablo contigo! — Mei-Ling dio un paso adelante, la punta del rifle casi rozando su piel.
— Estoy harta. Necesito terminar el trabajo rápido, conseguir mi información y largarme de aquí. ¿Y sabes por qué? — Una vena palpitaba en su sien. — Porque mi estómago está rugiendo como un demonio y llevo soñando con un tazón de ramen picante desde esta mañana. Con extra de picante, un huevo a punto y mucho cerdo. ¡Mucho cerdo! — Cada palabra era un martillo. — Y cada segundo que pierdo con tu patética vida, es un segundo menos que tengo para disfrutar de ese ramen antes de que se enfríe. — El brillo en sus ojos rosados se intensificó, no solo por la ira, sino por el hambre. — Así que, habla. Ahora. Porque si no, te prometo que mi próxima transformación no será un rifle, sino una maldita picadora de carne. Y no, no servirá para el ramen. —
El científico, al borde del colapso, comenzó a balbucear coordenadas y códigos, y aún así la pelirosa lo mató. Sin importar mucho haber manchado su vestido, mientras pudiera comer aquel tazón de ramen ya que había logrado su objetivo.
Mei-Ling gruñó, un sonido grave que apenas escapó de sus labios apretados. Su brazo derecho, ahora una elegante y mortífera amalgama de metal bruñido y energía condensada en forma de rifle de pulso, vibraba ligeramente, apuntando directamente a la cabeza del último científico tembloroso.
— N-no me mates porfavor, por favor... — balbuceó el hombre.
— ¡Al diablo contigo! — Mei-Ling dio un paso adelante, la punta del rifle casi rozando su piel.
— Estoy harta. Necesito terminar el trabajo rápido, conseguir mi información y largarme de aquí. ¿Y sabes por qué? — Una vena palpitaba en su sien. — Porque mi estómago está rugiendo como un demonio y llevo soñando con un tazón de ramen picante desde esta mañana. Con extra de picante, un huevo a punto y mucho cerdo. ¡Mucho cerdo! — Cada palabra era un martillo. — Y cada segundo que pierdo con tu patética vida, es un segundo menos que tengo para disfrutar de ese ramen antes de que se enfríe. — El brillo en sus ojos rosados se intensificó, no solo por la ira, sino por el hambre. — Así que, habla. Ahora. Porque si no, te prometo que mi próxima transformación no será un rifle, sino una maldita picadora de carne. Y no, no servirá para el ramen. —
El científico, al borde del colapso, comenzó a balbucear coordenadas y códigos, y aún así la pelirosa lo mató. Sin importar mucho haber manchado su vestido, mientras pudiera comer aquel tazón de ramen ya que había logrado su objetivo.