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Dean Winchester
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Gary Trevit corría por Jefferson Street. La bruma de su aliento entrecortado nublaba ligeramente su vista con cada acelerada exhalación. De tanto en tanto miraba por encima de su hombro, como quien quiere cerciorarse de que está a salvo. Había corrido sin detenerse desde McRoberts Street, huyendo como alma que lleva el diablo, con el único propósito de salvar su vida.
Había dejado su Ford Ranger aparcada en el desangelado y desvencijado cruce de N. Water Street. Casi podía ver el color rojo del capó del vehículo reflejando la luz mortecina de una farola solitaria en mitad de aquel camino perdido de la mano de Dios.
Al llegar a su camioneta y echar la vista atrás sobre su hombro descubrió que estaba solo en mitad de la noche, nadie iba tras él, absolutamente nadie… De forma nerviosa rebuscó en los bolsillos de su cazadora pasando por encima del zippo y las cerillas y del arrugado recibo del motel de Lebanon donde se había alojado aquella noche pasada.
Entró en su vehículo y casi sintió alivio. Pero no se detuvo allí. Sacó su revolver de la cartuchera y con la mano diestra rebuscó en la guantera en busca de su caja de balas matabrujas. Contó con los dedos y fue capaz de llegar hasta diez antes de coger cinco de ellas en su mano. Abrió el tambor del arma y comenzó a meter las balas en sus respectivos lugares. Y hubiera terminado rapido, Trevit estaba acostumbrado a aquello. Había trabajado en las condiciones más indeseables. Un poco de oscuridad no era nada para él. Era capaz de cargar cualquier arma con los ojos cerrados. Pero…
Sintió una opresión en el pecho y tosió. La luna delantera se llenó de sangre esputada. Gary miró el espectáculo horrorizado. Tosió de nuevo llenando estaba vez de sangre sus manos y el volante.
-Hijas de… -soltó el arma y comenzó a rebuscar en cada recoveco de la camioneta, en cada compartimento, en cada escondrijo… Pero la falta de aire, la tos incontrolada y la excesiva perdida de sangre provocaron que Gary Trevit sucumbiera en cuestión de segundos.
Fue Lollis Staunton quien descubrió el cadáver a la mañana siguiente y horrorizada llamó al sheriff de Lebanon ya que era el pueblo más cercano. Una hora después, un pequeño y arcaico cordón policial se había montado en torno al coche de Gary Trevit. Walter Cordero analizaba rápidamente la escena del crimen. Aquello no tenia sentido. Ninguna clase de sentido. Y Walter sabia a qué se debía aquella percepción suya. En esa muerte no había nada de normal.
>> A las ocho de la mañana el teléfono de Jody Mills comenzaba a sonar de forma incesante. Y en cuanto escuchó las palabras “esto es raro de cojones” supo a quien tenia que llamar.
Por lo que a las ocho y cuarto de la mañana era el teléfono de Dean Winchester el que estaba sonando desde su mesilla de noche. La vibración insistente provocó que Hope abriera los ojos mosqueada y, al ver que Dean dormía como un bendito a pierna suelta, la tríbrida arrugó la nariz. Ahuecó la sábana y se movió colocando su cuerpo por encima del de Dean, despertándole en el proceso de estirarse a coger el móvil. Miró el identificador de llamadas y al reacomodarse en la cama le colocó el móvil a Dean en el pecho desnudo.
-Es Jody -anunció mientras el móvil vibraba contra la piel desnuda de Dean- Quizás ha muerto alguien.
Habían pasado aproximadamente dos meses desde que Hope Mikaelson había decidido establecer su residencia habitual en el dormitorio de Dean en un pacto que habían resuelto con helado de chocolate, sexo y un extraño maratón de Scooby Doo. La combinación mas rara del mundo. Y aun asi.. funcionaba.
A esas alturas, Hope conocía bastante acerca del circulo familiar de Dean, sus amigos, los que seguían vivos, los que estaban muertos y los que habían venido de ese otro universo paralelo. Había ampliado su conocimiento acerca de criaturas mágicas y tambien ella había puesto los propios al servicio del bunker: seres a los que se había enfrentado, diferentes mitologías, pociones…
Castiel ya casi se fiaba de ella y Jack estaba entusiasmado con la tríbrida. A fin de cuentas los dos eran únicos en su especie y el joven parecía haber encontrado en Hope un alma raramente afín.
#Personajes3D #3D #Comunidad3D ć
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Gary Trevit corría por Jefferson Street. La bruma de su aliento entrecortado nublaba ligeramente su vista con cada acelerada exhalación. De tanto en tanto miraba por encima de su hombro, como quien quiere cerciorarse de que está a salvo. Había corrido sin detenerse desde McRoberts Street, huyendo como alma que lleva el diablo, con el único propósito de salvar su vida.
Había dejado su Ford Ranger aparcada en el desangelado y desvencijado cruce de N. Water Street. Casi podía ver el color rojo del capó del vehículo reflejando la luz mortecina de una farola solitaria en mitad de aquel camino perdido de la mano de Dios.
Al llegar a su camioneta y echar la vista atrás sobre su hombro descubrió que estaba solo en mitad de la noche, nadie iba tras él, absolutamente nadie… De forma nerviosa rebuscó en los bolsillos de su cazadora pasando por encima del zippo y las cerillas y del arrugado recibo del motel de Lebanon donde se había alojado aquella noche pasada.
Entró en su vehículo y casi sintió alivio. Pero no se detuvo allí. Sacó su revolver de la cartuchera y con la mano diestra rebuscó en la guantera en busca de su caja de balas matabrujas. Contó con los dedos y fue capaz de llegar hasta diez antes de coger cinco de ellas en su mano. Abrió el tambor del arma y comenzó a meter las balas en sus respectivos lugares. Y hubiera terminado rapido, Trevit estaba acostumbrado a aquello. Había trabajado en las condiciones más indeseables. Un poco de oscuridad no era nada para él. Era capaz de cargar cualquier arma con los ojos cerrados. Pero…
Sintió una opresión en el pecho y tosió. La luna delantera se llenó de sangre esputada. Gary miró el espectáculo horrorizado. Tosió de nuevo llenando estaba vez de sangre sus manos y el volante.
-Hijas de… -soltó el arma y comenzó a rebuscar en cada recoveco de la camioneta, en cada compartimento, en cada escondrijo… Pero la falta de aire, la tos incontrolada y la excesiva perdida de sangre provocaron que Gary Trevit sucumbiera en cuestión de segundos.
Fue Lollis Staunton quien descubrió el cadáver a la mañana siguiente y horrorizada llamó al sheriff de Lebanon ya que era el pueblo más cercano. Una hora después, un pequeño y arcaico cordón policial se había montado en torno al coche de Gary Trevit. Walter Cordero analizaba rápidamente la escena del crimen. Aquello no tenia sentido. Ninguna clase de sentido. Y Walter sabia a qué se debía aquella percepción suya. En esa muerte no había nada de normal.
>> A las ocho de la mañana el teléfono de Jody Mills comenzaba a sonar de forma incesante. Y en cuanto escuchó las palabras “esto es raro de cojones” supo a quien tenia que llamar.
Por lo que a las ocho y cuarto de la mañana era el teléfono de Dean Winchester el que estaba sonando desde su mesilla de noche. La vibración insistente provocó que Hope abriera los ojos mosqueada y, al ver que Dean dormía como un bendito a pierna suelta, la tríbrida arrugó la nariz. Ahuecó la sábana y se movió colocando su cuerpo por encima del de Dean, despertándole en el proceso de estirarse a coger el móvil. Miró el identificador de llamadas y al reacomodarse en la cama le colocó el móvil a Dean en el pecho desnudo.
-Es Jody -anunció mientras el móvil vibraba contra la piel desnuda de Dean- Quizás ha muerto alguien.
Habían pasado aproximadamente dos meses desde que Hope Mikaelson había decidido establecer su residencia habitual en el dormitorio de Dean en un pacto que habían resuelto con helado de chocolate, sexo y un extraño maratón de Scooby Doo. La combinación mas rara del mundo. Y aun asi.. funcionaba.
A esas alturas, Hope conocía bastante acerca del circulo familiar de Dean, sus amigos, los que seguían vivos, los que estaban muertos y los que habían venido de ese otro universo paralelo. Había ampliado su conocimiento acerca de criaturas mágicas y tambien ella había puesto los propios al servicio del bunker: seres a los que se había enfrentado, diferentes mitologías, pociones…
Castiel ya casi se fiaba de ella y Jack estaba entusiasmado con la tríbrida. A fin de cuentas los dos eran únicos en su especie y el joven parecía haber encontrado en Hope un alma raramente afín.
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