En el mundo existían un sinfín de historias sobre humanos con habilidades más allá de lo imaginable, seres sobrenaturales y de otros mundos.
Desde dioses de la mitología griega hasta la existencia de civilizaciones tecnológicamente avanzadas en el subsuelo del planeta.
La civilización mitológica más famosa, y su favorita, era la Atlántida, que según decía Platón, se había hundido en el océano producto de un cataclismo.
Estas historias, a lo largo del tiempo, había atraído a muchos entusiastas del misterio, que se habían incursionado en la búsqueda de la verdad, realizando expediciones y postulando sus teorías sobre el asunto en libros que lanzarían al mercado. Pero, al final del día nada era concluyente, las “pruebas” serían rápidamente destrozadas como insuficientes. Y para el resto del mundo, esos libros eran solo historias, un misterio sin resolver o un simple cuento inventado por alguien con mucho tiempo libre.
Sin embargo, y conociendo el riesgo que corría su “reputación”, Junior se emprendió en la persecución de una historia fantasiosa que ni siquiera tenía a la humanidad como protagonista, tampoco a seres antropomórficos o teriomórficos, más bien, se trataba de una civilización de otro mundo. Podría decirse que extraterrestre, ¿o debería decir intraterrestre dado lo que sabía sobre sus orígenes? Bueno, Junior todavía no podía afirmar nada, al menos, no hasta encontrarlos y contrastar la información que tenía sobre “ellos”, quienes eran seres tan fascinantes como perturbadores.
Desde luego que hallarlos era un gran reto para su intelecto, que cada día que transcurría en desuso, parecía oxidarse en la soledad de la mansión Phantomhive. Y por eso Junior estaba tan entusiasmado con el asunto.
De hecho, su determinación fue tan fuerte que se vio capaz de cometer la desobediencia y el hito más importante de su corta vida: huir de la mansión. Llevando todo lo que necesitaba para su viaje en una mochila inadecuada para su tamaño, grande y pesada, para dirigirse hacia el London Bridge.
La estación de tren fue tan bulliciosa y grande que lo asombró e incómodo a partes iguales. Por su búsqueda Junior había sido capaz de huir de casa y por primera vez, recorriendo y conociendo la ciudad.
Era algo irónico que estuviera buscando una civilización de fantasía cuando ni siquiera conocía la de su propia especie.
No obstante, siguiendo las indicaciones, pudo subirse a bordo de un tren, y su destino, fue el norte de Inglaterra, y casualmente, al hogar de su padre.
Se decía que en Northumberland, en la frontera con Escocia, se hallaba un gran yacimiento de minerales, pero, lo que le había llamado la atención a Junior, era el rumor de que también había un yacimiento de gemas preciosas, tan valiosas que harían rico a cualquier persona que las encontrara.
A Junior no le interesaba encontrarlas para hacerse rico, el dinero era algo de lo que nunca se había preocupado. Simplemente, dedujo que, yendo hasta ese lugar, encontraría lo que tanto había estado buscando tras horas interminables de investigación bajo libros de la biblioteca.
¿Lo encontraría? ¿O se llevaría una gran decepción?
Tras días de un viaje aburrido en tren, donde solo veía campo y rumiantes pasteando, Junior llegó a su destino, sin ningún inconveniente.
Era curioso como el dinero podía hacer que los adultos ignoraran su edad.
Tras pagar una suma algo exagerada de monedas de oro, lo trajeron en carruaje hacia el supuesto yacimiento, que, según la gente local, eran solo rumores sin fundamento, ninguna entidad gubernamental o empresarial había aparecido con el interés de explotar estas tierras.
Al parecer, la fuente de información de Junior se había quedado algo corta. Fue normal, la biblioteca de su hogar tenía sus límites...
Pero, ahora que había llegado, no supo qué hacer.
La vista del verde vibrante y el aroma de las flores silvestres del extenso campo abierto frente a sus ojos era tan hermosa como vacía, vacía de aquellos seres.
¿Cuándo aparecerían, cuánto debía esperar? ¿Había sido muy ingenuo al creer que los encontraría fácilmente?
El lugar era tan extenso que el cielo se fusionaba con el suelo. Caminar por todo el terreno le llevaría quién sabe cuántas horas. Pero, obstinado de echarse atrás, Junior comenzó a caminar, y a caminar hasta donde lo llevara el camino.
En el mundo existían un sinfín de historias sobre humanos con habilidades más allá de lo imaginable, seres sobrenaturales y de otros mundos.
Desde dioses de la mitología griega hasta la existencia de civilizaciones tecnológicamente avanzadas en el subsuelo del planeta.
La civilización mitológica más famosa, y su favorita, era la Atlántida, que según decía Platón, se había hundido en el océano producto de un cataclismo.
Estas historias, a lo largo del tiempo, había atraído a muchos entusiastas del misterio, que se habían incursionado en la búsqueda de la verdad, realizando expediciones y postulando sus teorías sobre el asunto en libros que lanzarían al mercado. Pero, al final del día nada era concluyente, las “pruebas” serían rápidamente destrozadas como insuficientes. Y para el resto del mundo, esos libros eran solo historias, un misterio sin resolver o un simple cuento inventado por alguien con mucho tiempo libre.
Sin embargo, y conociendo el riesgo que corría su “reputación”, Junior se emprendió en la persecución de una historia fantasiosa que ni siquiera tenía a la humanidad como protagonista, tampoco a seres antropomórficos o teriomórficos, más bien, se trataba de una civilización de otro mundo. Podría decirse que extraterrestre, ¿o debería decir intraterrestre dado lo que sabía sobre sus orígenes? Bueno, Junior todavía no podía afirmar nada, al menos, no hasta encontrarlos y contrastar la información que tenía sobre “ellos”, quienes eran seres tan fascinantes como perturbadores.
Desde luego que hallarlos era un gran reto para su intelecto, que cada día que transcurría en desuso, parecía oxidarse en la soledad de la mansión Phantomhive. Y por eso Junior estaba tan entusiasmado con el asunto.
De hecho, su determinación fue tan fuerte que se vio capaz de cometer la desobediencia y el hito más importante de su corta vida: huir de la mansión. Llevando todo lo que necesitaba para su viaje en una mochila inadecuada para su tamaño, grande y pesada, para dirigirse hacia el London Bridge.
La estación de tren fue tan bulliciosa y grande que lo asombró e incómodo a partes iguales. Por su búsqueda Junior había sido capaz de huir de casa y por primera vez, recorriendo y conociendo la ciudad.
Era algo irónico que estuviera buscando una civilización de fantasía cuando ni siquiera conocía la de su propia especie.
No obstante, siguiendo las indicaciones, pudo subirse a bordo de un tren, y su destino, fue el norte de Inglaterra, y casualmente, al hogar de su padre.
Se decía que en Northumberland, en la frontera con Escocia, se hallaba un gran yacimiento de minerales, pero, lo que le había llamado la atención a Junior, era el rumor de que también había un yacimiento de gemas preciosas, tan valiosas que harían rico a cualquier persona que las encontrara.
A Junior no le interesaba encontrarlas para hacerse rico, el dinero era algo de lo que nunca se había preocupado. Simplemente, dedujo que, yendo hasta ese lugar, encontraría lo que tanto había estado buscando tras horas interminables de investigación bajo libros de la biblioteca.
¿Lo encontraría? ¿O se llevaría una gran decepción?
Tras días de un viaje aburrido en tren, donde solo veía campo y rumiantes pasteando, Junior llegó a su destino, sin ningún inconveniente.
Era curioso como el dinero podía hacer que los adultos ignoraran su edad.
Tras pagar una suma algo exagerada de monedas de oro, lo trajeron en carruaje hacia el supuesto yacimiento, que, según la gente local, eran solo rumores sin fundamento, ninguna entidad gubernamental o empresarial había aparecido con el interés de explotar estas tierras.
Al parecer, la fuente de información de Junior se había quedado algo corta. Fue normal, la biblioteca de su hogar tenía sus límites...
Pero, ahora que había llegado, no supo qué hacer.
La vista del verde vibrante y el aroma de las flores silvestres del extenso campo abierto frente a sus ojos era tan hermosa como vacía, vacía de aquellos seres.
¿Cuándo aparecerían, cuánto debía esperar? ¿Había sido muy ingenuo al creer que los encontraría fácilmente?
El lugar era tan extenso que el cielo se fusionaba con el suelo. Caminar por todo el terreno le llevaría quién sabe cuántas horas. Pero, obstinado de echarse atrás, Junior comenzó a caminar, y a caminar hasta donde lo llevara el camino.