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    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra Ingenua de mi linaje, la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane. El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno: dos roscas, una para mí y otra para Jennifer. Mi madre Reina aún no se ha levantado; por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto, como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera. Me siento con Ayane. La rosca está deliciosa: dulce pero no empalagosa, vainilla con un susurro de cáscara de mandarina, y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos— no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras. Entonces, por la puerta principal aparece una figura: una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar. Bueno… hasta ahora. Akane. —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:— Akane: —Así que ésta es vuestra nueva cachorra? Luego sus ojos se posan en mí. Siento que el universo entero me observa. Akane: —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna. Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!? Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada. Ayane: —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer. Y ya sabes cómo se pone por sus dulces. Akane asiente, sonríe, y se despide. Pero yo… yo quedo paralizada. Embelesada. Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento. Ayane gira la cabeza para despedirla… y en ese instante cometo mi primer crimen familiar: robo la rosca de Jennifer. Quizá para guardarla, quizá para regalársela a Akane en otro momento, quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo. Pero antes de poder esconderla del todo, una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa: Jennifer: —¿Qué haces, pequeña flor? Me guardo la rosca con descarado disimulo. Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible. Ella lo sabe. Lo ha visto todo. Y aun así… sonríe por dentro. Le encanta consentir a sus crías. Jennifer: —Prepárate, pequeña Lili. Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen, tu sangre. El poder que late en ti. ¿Poder? ¿Yo tengo poder? La idea me enciende por dentro. Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro. ¡Se lo mostraré a Akane! La sorprenderé. Seré digna del linaje. Lili: —¡Estoy preparada, mami! Pero entonces, Jennifer se detiene. Su mirada se vacía. Algo —o alguien— la llama desde otro plano. Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano. Un portal se abre con un susurro, y Jennifer desaparece sin despedirse. Ayane: —Tranquila, mi amor… no es grave. Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento. Pero en el fondo, muy en el fondo, Ayane ya sabía que eso no iba a ocurrir.
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    Capítulo II parte 1

    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.

    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫

    Jenny Queen Orc

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
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    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.

    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫

    Jenny Queen Orc

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Capítulo II parte 1 Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra Ingenua de mi linaje, la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane. El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno: dos roscas, una para mí y otra para Jennifer. Mi madre Reina aún no se ha levantado; por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto, como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera. Me siento con Ayane. La rosca está deliciosa: dulce pero no empalagosa, vainilla con un susurro de cáscara de mandarina, y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos— no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras. Entonces, por la puerta principal aparece una figura: una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar. Bueno… hasta ahora. Akane. —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:— Akane: —Así que ésta es vuestra nueva cachorra? Luego sus ojos se posan en mí. Siento que el universo entero me observa. Akane: —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna. Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!? Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada. Ayane: —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer. Y ya sabes cómo se pone por sus dulces. Akane asiente, sonríe, y se despide. Pero yo… yo quedo paralizada. Embelesada. Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento. Ayane gira la cabeza para despedirla… y en ese instante cometo mi primer crimen familiar: robo la rosca de Jennifer. Quizá para guardarla, quizá para regalársela a Akane en otro momento, quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo. Pero antes de poder esconderla del todo, una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa: Jennifer: —¿Qué haces, pequeña flor? Me guardo la rosca con descarado disimulo. Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible. Ella lo sabe. Lo ha visto todo. Y aun así… sonríe por dentro. Le encanta consentir a sus crías. Jennifer: —Prepárate, pequeña Lili. Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen, tu sangre. El poder que late en ti. ¿Poder? ¿Yo tengo poder? La idea me enciende por dentro. Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro. ¡Se lo mostraré a Akane! La sorprenderé. Seré digna del linaje. Lili: —¡Estoy preparada, mami! Pero entonces, Jennifer se detiene. Su mirada se vacía. Algo —o alguien— la llama desde otro plano. Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano. Un portal se abre con un susurro, y Jennifer desaparece sin despedirse. Ayane: —Tranquila, mi amor… no es grave. Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento. Pero en el fondo, muy en el fondo, Ayane ya sabía que eso no iba a ocurrir. [Ayane_Ishtar] [queen_0] [akane_qi]
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  • Aroma a Mandarina
    Categoría Original
    "Mira, es la primera de la temporada. ¿Quieres que la comamos juntas?"

    La infancia de una niña huérfana era complicada. Sobre todo, de una que creció en un cabaret.

    Irene Graves escogió su nombre ella misma. Lo vio en una película sobre mujeres que cantaban y bailaban, llevando alegría a los demás. Irene, el nombre de la protagonista... usarlo la hacía sentir como si pudiera hacer todo eso y mucho más. Como si, igual que ella, fuese capaz de repartir amor, espectáculo, alivio a quienes lo necesitaban.

    Irene no escogió el lugar donde creció, pero de haber podido, no hubiese sido uno diferente. El terciopelo carmesí que apoyó sus primeros pasos, el aroma a colonia, el brillo del neón... no hubo un día, no hubo uno solo, que no fuera mágico. Hasta el día de hoy, seguía provocando el mismo sentimiento.

    "Tengo suerte", decía. "Tengo suerte de haber terminado aquí."

    Era normal que la miraran con extrañeza. ¿Una niña que creció en un cabaret? Los prejuicios, las burlas, los preconceptos eran la orden de su día a día. Pero ella nunca permitió que eso dejara de hacerla sonreír.

    Aunque nunca fuese muy popular con los de su edad, claro. Hasta el día en que la conoció a ella.

    "¡Comer la primera de la temporada es de buena suerte!"

    Irene nunca había visto un cabello tan bonito. Era un tono como el del cielo en un día nublado. ¡Y sus ojos! Claros con un brillo como el de perlas preciosas.

    Irene supo que quería ser su amiga. Supo que debía ser su primer amiga. Supo, en lo más profundo de su corazón, que tenía que conocerla, guiada por algo que la superaba, y al mismo, por algo increíblemente simple.

    "Te atrapé", le dijo, con una risa traviesa. "Si compartimos la primera mandarina del año, significa que ya no puedes alejarte de mí. ¡Tienes que quedarte conmigo para siempre!"

    Se lo inventó, por supuesto. La reacción en la niña del cabello blanco fue la más graciosa, y la más adorable que hubiera visto jamás. ¡Se lo creyó todo!

    Todo, cada palabra... Como si de los labios de Irene sólo pudieran salir dogmas inquebrantables, ella siempre la escuchaba.

    Ella siempre escuchaba a la niña que sólo servía para escuchar a los demás.

    Y por eso, Irene la amaba.

    Irene amaba a la niña del cabello blanco más que nada en el mundo. Y eso que Irene amaba muchas cosas.

    Irene amaba a Perle Noir. Irene amaba a su compañeros, a sus clientes, sus confidentes, sus amigos. Irene amaba darle alegría a los demás a través del arte que hacía con su ser entero.

    Irene amaba el amor. Estaba fascinada con el acto tan intenso y puro que era el amar, con la fuerza transformadora e implacable que podía llegar a ser.

    Y, aún así, Irene no amaba nada ni a nadie más que a la niña que compartió la primer mandarina de la temporada con ella, ese día de otoño.

    Y la amaba tanto, que no le importó saber que esa niña terminaría con su vida.

    Porque lo sabía. Lo supo desde el momento en el que la vio, y también sabía que la niña del cabello blanco estaba enterada de eso. Del destino desgarradoramente cruel que se había elegido para ambas.

    Irene sabía, también, de todas las cosas que la niña del cabello blanco había hecho para intentar cambiarlo. De la forma en la que había desafiado al tiempo mismo, a cada precepto del universo. Lo sabía, y la amaba por eso.

    Pero también sabía que, desgraciadamente, no era suficiente.

    Pero la amaba. A pesar de todo, y debido a todo, la amaba. La amaba más de lo que podían expresar las palabras. Y si su vida tenía que terminar gracias a esas manos... estaba bien.

    Estaba bien. No era algo malo. Porque pudo conocerla. Porque tuvo una vida llena de alegría gracias a ella. ¿Podía atreverse a pedir más? ¿Podía una niña huérfana que sólo quería compartir una mandarina tener una aspiración más grande, que morir a manos de quien amaba?

    Pedir más hubiera sido un crimen. Así que lo aceptó. Lo aceptó desde el primer momento, y vivió cada día sabiendo que su vida no sería larga.

    Sabiendo que cada oportunidad de amar que desperdiciara, podría ser la última.
    "Mira, es la primera de la temporada. ¿Quieres que la comamos juntas?" La infancia de una niña huérfana era complicada. Sobre todo, de una que creció en un cabaret. Irene Graves escogió su nombre ella misma. Lo vio en una película sobre mujeres que cantaban y bailaban, llevando alegría a los demás. Irene, el nombre de la protagonista... usarlo la hacía sentir como si pudiera hacer todo eso y mucho más. Como si, igual que ella, fuese capaz de repartir amor, espectáculo, alivio a quienes lo necesitaban. Irene no escogió el lugar donde creció, pero de haber podido, no hubiese sido uno diferente. El terciopelo carmesí que apoyó sus primeros pasos, el aroma a colonia, el brillo del neón... no hubo un día, no hubo uno solo, que no fuera mágico. Hasta el día de hoy, seguía provocando el mismo sentimiento. "Tengo suerte", decía. "Tengo suerte de haber terminado aquí." Era normal que la miraran con extrañeza. ¿Una niña que creció en un cabaret? Los prejuicios, las burlas, los preconceptos eran la orden de su día a día. Pero ella nunca permitió que eso dejara de hacerla sonreír. Aunque nunca fuese muy popular con los de su edad, claro. Hasta el día en que la conoció a ella. "¡Comer la primera de la temporada es de buena suerte!" Irene nunca había visto un cabello tan bonito. Era un tono como el del cielo en un día nublado. ¡Y sus ojos! Claros con un brillo como el de perlas preciosas. Irene supo que quería ser su amiga. Supo que debía ser su primer amiga. Supo, en lo más profundo de su corazón, que tenía que conocerla, guiada por algo que la superaba, y al mismo, por algo increíblemente simple. "Te atrapé", le dijo, con una risa traviesa. "Si compartimos la primera mandarina del año, significa que ya no puedes alejarte de mí. ¡Tienes que quedarte conmigo para siempre!" Se lo inventó, por supuesto. La reacción en la niña del cabello blanco fue la más graciosa, y la más adorable que hubiera visto jamás. ¡Se lo creyó todo! Todo, cada palabra... Como si de los labios de Irene sólo pudieran salir dogmas inquebrantables, ella siempre la escuchaba. Ella siempre escuchaba a la niña que sólo servía para escuchar a los demás. Y por eso, Irene la amaba. Irene amaba a la niña del cabello blanco más que nada en el mundo. Y eso que Irene amaba muchas cosas. Irene amaba a Perle Noir. Irene amaba a su compañeros, a sus clientes, sus confidentes, sus amigos. Irene amaba darle alegría a los demás a través del arte que hacía con su ser entero. Irene amaba el amor. Estaba fascinada con el acto tan intenso y puro que era el amar, con la fuerza transformadora e implacable que podía llegar a ser. Y, aún así, Irene no amaba nada ni a nadie más que a la niña que compartió la primer mandarina de la temporada con ella, ese día de otoño. Y la amaba tanto, que no le importó saber que esa niña terminaría con su vida. Porque lo sabía. Lo supo desde el momento en el que la vio, y también sabía que la niña del cabello blanco estaba enterada de eso. Del destino desgarradoramente cruel que se había elegido para ambas. Irene sabía, también, de todas las cosas que la niña del cabello blanco había hecho para intentar cambiarlo. De la forma en la que había desafiado al tiempo mismo, a cada precepto del universo. Lo sabía, y la amaba por eso. Pero también sabía que, desgraciadamente, no era suficiente. Pero la amaba. A pesar de todo, y debido a todo, la amaba. La amaba más de lo que podían expresar las palabras. Y si su vida tenía que terminar gracias a esas manos... estaba bien. Estaba bien. No era algo malo. Porque pudo conocerla. Porque tuvo una vida llena de alegría gracias a ella. ¿Podía atreverse a pedir más? ¿Podía una niña huérfana que sólo quería compartir una mandarina tener una aspiración más grande, que morir a manos de quien amaba? Pedir más hubiera sido un crimen. Así que lo aceptó. Lo aceptó desde el primer momento, y vivió cada día sabiendo que su vida no sería larga. Sabiendo que cada oportunidad de amar que desperdiciara, podría ser la última.
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  • -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían-

    (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar)

    -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso-

    (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras)

    -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno-

    (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma)

    -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana -

    (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento)

    -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa-

    (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
    -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían- (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar) -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso- (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras) -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno- (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma) -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana - (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento) -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa- (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
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  • Confesión.

    Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios.
    Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado.

    Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo.

    Y entonces lo vi a él...
    Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás.

    Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador.
    El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena.

    Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar.
    El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel.
    El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro.

    Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto.
    Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido.

    A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites.
    Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento.
    Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
    Confesión. Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios. Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado. Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo. Y entonces lo vi a él... Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás. Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador. El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena. Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar. El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel. El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro. Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto. Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido. A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites. Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento. Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
    Me entristece
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  • Silencio en el bosque
    Fandom Oc
    Categoría Suspenso
    -Aquel detective fue llamado nuevamente a una escena. El humo del cigarrillo danzaba entre sus dedos, mientras el aroma amargo del tabaco se mezclaba con el aire húmedo del amanecer. Inhaló profundo, sintiendo cómo la calidez del humo se instalaba en sus pulmones,buscando tal vez calmar una parte inquieta dentro de el. Con cada paso, liberaba una delgada estela gris que se desvanecía a su espalda. Se detuvo al borde del perímetro acordonado, lo bastante cerca para observar cada detalle sin alterar la escena del crimen.-

    Pensé que este sería uno de esos días tranquilos…

    -murmuró con voz baja, un tono entre cansancio y resignación, mientras apagaba el cigarro contra su vieja cigarrera metálica, aquella con iniciales grabadas que solo él entendía, guardandola con la precisión de un ritual, sin dejar rastro alguno más que aquel aroma en su ropa -

    Supongo que me equivoqué.

    -El suelo estaba húmedo, la tierra cediendo bajo sus botas con cada paso que daba, El frío del bosque le calaba los huesos, sin embargo parecía no reaccionar casi como si solo se dedicará a observar la escena, De reojo veía los destellos de las cámaras que capturaban el caos detenido: huellas enlodadas, ramas rotas, una cinta amarilla temblando al ritmo del viento, un par de zapatos dispersos y, junto a un árbol, el cuerpo sin vida de un hombre. El cuello mostraba señales de lucha y a unos metros, un arma junto a lo que parecían ser 2 casquillos a medio enterrar en el lodo-

    ¿Tenemos algún sospechoso? ¿Testigos, tal vez?

    -preguntó sin levantar la voz, mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de la gabardina. La forma en que lo dijo no sonó a protocolo, sino a costumbre, a alguien que ya conocía las respuestas antes de oírlas-

    -mientras tanto su mirada recorria la escena con esa mezcla de precisión y melancolía que lo caracterizaba, como si cada cadáver le recordara algo que prefería mantener enterrado. El aroma del último cigarro aún parecía flotar a su alrededor, como una sombra persistente, como si nunca se extinguiera del todo-
    -Aquel detective fue llamado nuevamente a una escena. El humo del cigarrillo danzaba entre sus dedos, mientras el aroma amargo del tabaco se mezclaba con el aire húmedo del amanecer. Inhaló profundo, sintiendo cómo la calidez del humo se instalaba en sus pulmones,buscando tal vez calmar una parte inquieta dentro de el. Con cada paso, liberaba una delgada estela gris que se desvanecía a su espalda. Se detuvo al borde del perímetro acordonado, lo bastante cerca para observar cada detalle sin alterar la escena del crimen.- Pensé que este sería uno de esos días tranquilos… -murmuró con voz baja, un tono entre cansancio y resignación, mientras apagaba el cigarro contra su vieja cigarrera metálica, aquella con iniciales grabadas que solo él entendía, guardandola con la precisión de un ritual, sin dejar rastro alguno más que aquel aroma en su ropa - Supongo que me equivoqué. -El suelo estaba húmedo, la tierra cediendo bajo sus botas con cada paso que daba, El frío del bosque le calaba los huesos, sin embargo parecía no reaccionar casi como si solo se dedicará a observar la escena, De reojo veía los destellos de las cámaras que capturaban el caos detenido: huellas enlodadas, ramas rotas, una cinta amarilla temblando al ritmo del viento, un par de zapatos dispersos y, junto a un árbol, el cuerpo sin vida de un hombre. El cuello mostraba señales de lucha y a unos metros, un arma junto a lo que parecían ser 2 casquillos a medio enterrar en el lodo- ¿Tenemos algún sospechoso? ¿Testigos, tal vez? -preguntó sin levantar la voz, mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de la gabardina. La forma en que lo dijo no sonó a protocolo, sino a costumbre, a alguien que ya conocía las respuestas antes de oírlas- -mientras tanto su mirada recorria la escena con esa mezcla de precisión y melancolía que lo caracterizaba, como si cada cadáver le recordara algo que prefería mantener enterrado. El aroma del último cigarro aún parecía flotar a su alrededor, como una sombra persistente, como si nunca se extinguiera del todo-
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    Sobre mi personaje:
    Mi personaje es una joven modelo con una vida que brilla frente a las cámaras, pero oculta un pasado oscuro lleno de secretos, conflictos y decisiones difíciles. A simple vista parece segura y elegante, pero su historia personal está marcada por traiciones, pérdidas y una constante lucha interna que a veces sale a la luz de manera inesperada. Es bisexual, por lo que la química puede surgir con personajes de cualquier género.

    Qué busco en el rol:

    Tramas profundas y complejas que exploren tanto su faceta pública como la privada.

    Conflictos de poder, rivalidades en el mundo de la moda, chantajes, secretos familiares o incluso vínculos con el crimen o el misterio.

    Relaciones emocionales intensas: rivalidades que se convierten en alianzas, romances complicados, amistades con secretos, o vínculos peligrosos que desafíen su moral.

    Dinámicas donde se pueda jugar con tensión, traición, lealtad y redención.

    Preferencias sobre el rol:

    Me gustan los roles con respuestas largas y detalladas, que profundicen en los pensamientos y emociones de los personajes.

    Tramas con continuidad y coherencia: disfruto desarrollando historias que evolucionen y no se queden en interacciones aisladas.

    No importa si el otro personaje ya está creado o se crea nuevo para la trama, estoy abierta a todo.

    Rol literario, con descripciones de entorno, gestos y sentimientos, más allá del diálogo.

    Me adapto a distintos tipos de rol: dramático, romántico, oscuro, thriller, e incluso con toques de misterio o criminal.

    Si tienes alguna idea que encaje con un personaje con pasado oscuro y vida en el mundo de la moda, ¡me encantaría que roleáramos!
    Sobre mi personaje: Mi personaje es una joven modelo con una vida que brilla frente a las cámaras, pero oculta un pasado oscuro lleno de secretos, conflictos y decisiones difíciles. A simple vista parece segura y elegante, pero su historia personal está marcada por traiciones, pérdidas y una constante lucha interna que a veces sale a la luz de manera inesperada. Es bisexual, por lo que la química puede surgir con personajes de cualquier género. Qué busco en el rol: Tramas profundas y complejas que exploren tanto su faceta pública como la privada. Conflictos de poder, rivalidades en el mundo de la moda, chantajes, secretos familiares o incluso vínculos con el crimen o el misterio. Relaciones emocionales intensas: rivalidades que se convierten en alianzas, romances complicados, amistades con secretos, o vínculos peligrosos que desafíen su moral. Dinámicas donde se pueda jugar con tensión, traición, lealtad y redención. Preferencias sobre el rol: Me gustan los roles con respuestas largas y detalladas, que profundicen en los pensamientos y emociones de los personajes. Tramas con continuidad y coherencia: disfruto desarrollando historias que evolucionen y no se queden en interacciones aisladas. No importa si el otro personaje ya está creado o se crea nuevo para la trama, estoy abierta a todo. Rol literario, con descripciones de entorno, gestos y sentimientos, más allá del diálogo. Me adapto a distintos tipos de rol: dramático, romántico, oscuro, thriller, e incluso con toques de misterio o criminal. Si tienes alguna idea que encaje con un personaje con pasado oscuro y vida en el mundo de la moda, ¡me encantaría que roleáramos!
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  • La mañana comenzó bastante interesante, dormido su mujer decidió despertarle en todos los sentidos, comenzó con unos besitos por aquí y por allá terminando con una felación bastante excitante que lo despertó.

    Jugaron, se dieron amor y tras la ducha le apetecía chinchar a su esposa.
    Ella estaba frente al espejo, absorta, concentrada en cada trazo como si de ello dependiera el destino del día.
    Él, recostado cerca, la observaba con la fascinación distraída de quien ama, pero no entiende del todo el ritual que presencia. — Ese de tener que maquillarse, si ya la veía hermosa.—

    Entonces, en un impulso tan inocente como imprudente, acercó la mano y hundió el dedo en el colorete.
    La polvareda rosada se le quedó pegada al dedo como una prueba del crimen.
    La miró, desconcertado.

    —Bien, ¿y ahora qué hago con esto? —preguntó, sincero, sin saber si aquella sustancia mágica se aplicaba en los ojos, las mejillas o los labios.

    Ella levantó una ceja con una mezcla de asombro y resignación.
    —Eso se usa con una brocha.

    Él se encogió de hombros, riendo.
    —¿Con brocha y todo? Ni que fueras a pintar la fachada de la tienda…

    Y sin pensarlo más, le pasó el dedo por la mejilla.
    Una mancha rosa apareció como una pequeña ofensa.
    Después vino otra. Y otra.
    —Ups… tienes una mancha aquí —dijo, mientras esparcía tres más, dibujando líneas traviesas sobre su rostro—. Pareces una india.

    La risa le brotó antes de darse cuenta de que había firmado su sentencia.
    Ella lo miró con una furia contenida que ni el amor podía disimular. Ella no se reía.

    Respiró hondo.
    —Por tu culpa voy a tardar treinta minutos más —declaró con voz tensa, y tras una breve pausa, añadió con firmeza—: Y dos días sin sexo.

    Él se giró desde la habitación, con la toalla en la cintura y una sonrisa tan insolente como peligrosa.
    —¡Que no te hace faaalta! —gritó con voz burlona, secándose el pelo como si acabara de ganar una discusión.

    Desnudo, colgó la toalla y se acercó con paso confiado.
    —Sabes que tú también te castigas, ¿no? —le dijo mientras se señalaba el cuerpo, con descaro—. Todo esto no se va a quedar sin coger dos días.

    Le guiñó el ojo y se fue a ponerse los bóxers, ajeno al incendio que acababa de provocar.

    Ella, aún frente al espejo, apretó los labios. Lo miró de arriba abajo y, con voz helada, replicó:
    —Espero que no estés insinuando nada raro, Volkøv.

    Lo decía medio en serio, medio celosa.
    Él solo sonrió.
    —Ah… puedes interpretarlo como gustes.

    Fue suficiente, Isla respiró profundamente, volvió a su maquillaje —esta vez con furia artística— y terminó su obra maestra.
    Cuando él volvió a aparecer, la amenazó con gesto severo:
    —Te doy cinco minutos más. Si no, tiro todo ese maquillaje.

    —Sería lo último que harías —respondió ella sin mirarlo, con un tono tan sereno que resultaba más peligroso que un grito.

    Guardó cada frasco, cada brocha, con un control que solo daban los nervios templados por el orgullo.
    Después, tomó su bolso, se levantó y anunció con sequedaa.
    —Ya acabé.

    Él la siguió, incapaz de resistirse a la provocación.
    —Oh, qué rápida eres cuando quieres.

    Ella rodó los ojos, salió sin esperarlo, y se metió en el coche sin decir palabra.
    Él llegó detrás, aún riendo, como si no hubiera entendido que la guerrs había comenzado oficialmente.

    En el interior del vehículo reinaba un silencio espeso.
    Ella, con los brazos cruzados, miraba al frente.
    Él, al volante, aún sonreía, satisfecho con su travesura.

    Pero su esposa decidió torturarle al volante. Mientras conducía le desabrochó los pantalones buscándole y le encontró, le hizo una rica felación y no puede estar más enamorado de ella, se reconciliaron follando como animales en el auto.

    Isla Rowan
    La mañana comenzó bastante interesante, dormido su mujer decidió despertarle en todos los sentidos, comenzó con unos besitos por aquí y por allá terminando con una felación bastante excitante que lo despertó. Jugaron, se dieron amor y tras la ducha le apetecía chinchar a su esposa. Ella estaba frente al espejo, absorta, concentrada en cada trazo como si de ello dependiera el destino del día. Él, recostado cerca, la observaba con la fascinación distraída de quien ama, pero no entiende del todo el ritual que presencia. — Ese de tener que maquillarse, si ya la veía hermosa.— Entonces, en un impulso tan inocente como imprudente, acercó la mano y hundió el dedo en el colorete. La polvareda rosada se le quedó pegada al dedo como una prueba del crimen. La miró, desconcertado. —Bien, ¿y ahora qué hago con esto? —preguntó, sincero, sin saber si aquella sustancia mágica se aplicaba en los ojos, las mejillas o los labios. Ella levantó una ceja con una mezcla de asombro y resignación. —Eso se usa con una brocha. Él se encogió de hombros, riendo. —¿Con brocha y todo? Ni que fueras a pintar la fachada de la tienda… Y sin pensarlo más, le pasó el dedo por la mejilla. Una mancha rosa apareció como una pequeña ofensa. Después vino otra. Y otra. —Ups… tienes una mancha aquí —dijo, mientras esparcía tres más, dibujando líneas traviesas sobre su rostro—. Pareces una india. La risa le brotó antes de darse cuenta de que había firmado su sentencia. Ella lo miró con una furia contenida que ni el amor podía disimular. Ella no se reía. Respiró hondo. —Por tu culpa voy a tardar treinta minutos más —declaró con voz tensa, y tras una breve pausa, añadió con firmeza—: Y dos días sin sexo. Él se giró desde la habitación, con la toalla en la cintura y una sonrisa tan insolente como peligrosa. —¡Que no te hace faaalta! —gritó con voz burlona, secándose el pelo como si acabara de ganar una discusión. Desnudo, colgó la toalla y se acercó con paso confiado. —Sabes que tú también te castigas, ¿no? —le dijo mientras se señalaba el cuerpo, con descaro—. Todo esto no se va a quedar sin coger dos días. Le guiñó el ojo y se fue a ponerse los bóxers, ajeno al incendio que acababa de provocar. Ella, aún frente al espejo, apretó los labios. Lo miró de arriba abajo y, con voz helada, replicó: —Espero que no estés insinuando nada raro, Volkøv. Lo decía medio en serio, medio celosa. Él solo sonrió. —Ah… puedes interpretarlo como gustes. Fue suficiente, Isla respiró profundamente, volvió a su maquillaje —esta vez con furia artística— y terminó su obra maestra. Cuando él volvió a aparecer, la amenazó con gesto severo: —Te doy cinco minutos más. Si no, tiro todo ese maquillaje. —Sería lo último que harías —respondió ella sin mirarlo, con un tono tan sereno que resultaba más peligroso que un grito. Guardó cada frasco, cada brocha, con un control que solo daban los nervios templados por el orgullo. Después, tomó su bolso, se levantó y anunció con sequedaa. —Ya acabé. Él la siguió, incapaz de resistirse a la provocación. —Oh, qué rápida eres cuando quieres. Ella rodó los ojos, salió sin esperarlo, y se metió en el coche sin decir palabra. Él llegó detrás, aún riendo, como si no hubiera entendido que la guerrs había comenzado oficialmente. En el interior del vehículo reinaba un silencio espeso. Ella, con los brazos cruzados, miraba al frente. Él, al volante, aún sonreía, satisfecho con su travesura. Pero su esposa decidió torturarle al volante. Mientras conducía le desabrochó los pantalones buscándole y le encontró, le hizo una rica felación y no puede estar más enamorado de ella, se reconciliaron follando como animales en el auto. [legend_peridot_mule_195]
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  • No importa que tan grande sea el reto, nosotras seguiremos adelante hasta conseguir la rededecion a el crimen que se nos impuso pero que nunca cometimos.

    Por el pecado logrado de otras Devola y Popola..
    No importa que tan grande sea el reto, nosotras seguiremos adelante hasta conseguir la rededecion a el crimen que se nos impuso pero que nunca cometimos. Por el pecado logrado de otras Devola y Popola..
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  • Las macabras aventuras de Lilith
    Fandom Role Play Privado. Solo para amistades.
    Categoría Terror
    Estados Unidos, lugar donde te puedes encontrar de todo. Desde personas buenas, cariñosas y amables con buenos pensamientos, hasta personas malvadas con el fin de destruir con el fin de complacerse. De entre todas estas personas una de ellas, una mujer intenta hacerse un nombre en el mundo del crimen desde cero empezando por ganar dinero a través de la red oculta de internet. ¿Podrá ella cumplir sus objetivos? Si me preguntan desde que la conocí mi vida no ha sido mas que un infierno absoluto y sin sentido que ojalá nadie pueda vivirlo. Mi nombre es Sammie y tuve la desgracia de ser comprado por Lilith la protagonista de esta historia y la peor de mis pesadillas en todo sentido.
    Estados Unidos, lugar donde te puedes encontrar de todo. Desde personas buenas, cariñosas y amables con buenos pensamientos, hasta personas malvadas con el fin de destruir con el fin de complacerse. De entre todas estas personas una de ellas, una mujer intenta hacerse un nombre en el mundo del crimen desde cero empezando por ganar dinero a través de la red oculta de internet. ¿Podrá ella cumplir sus objetivos? Si me preguntan desde que la conocí mi vida no ha sido mas que un infierno absoluto y sin sentido que ojalá nadie pueda vivirlo. Mi nombre es Sammie y tuve la desgracia de ser comprado por Lilith la protagonista de esta historia y la peor de mis pesadillas en todo sentido.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
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