Habían pasado tres días desde lo ocurrido en Japón, y Mark seguía luchando por apartar los recuerdos que constantemente regresaban a su mente. Aunque había vuelto a los Estados Unidos y retomado su rutina diaria como superhéroe, aquella experiencia en el monte Fuji seguía muy presente. Sabía que no sería fácil superarla, pero estaba decidido a intentarlo. Su prometida tampoco estaba cerca; se encontraba en otro país atendiendo asuntos importantes y no regresaría hasta el sábado por la tarde. Ante la perspectiva de una soledad incómoda en el departamento de ella, Mark optó por regresar a su hogar habitual.
Esa noche de viernes, aterrizó en el suelo de su habitación. El traje azul y negro que llevaba estaba cubierto de polvo y manchas de su último enfrentamiento contra los hermanos Mauler. Sentía sus músculos tensos, casi incapaces de relajarse, y lo único que deseaba era quitarse la máscara, dejarse caer sobre la cama y desconectarse del mundo por algunas horas mientras intentaba dormir.
Sin embargo, algo llamó su atención. Había algo fuera de lugar. Dos siluetas se perfilaban contra la suave luz que emanaba de la lámpara encendida en la habitación. No eran figuras desconocidas; Mark las reconoció al instante, aunque no podía entender qué hacían allí.
—¿Ustedes? Wow, qué sorpresa volver a verlos. ¿C-cómo me encontraron? —preguntó con una leve sonrisa, mientras extendía ambos brazos y mostraba las palmas abiertas en un gesto que mezclaba sorpresa y una ligera dosis de confusión.
Esa noche de viernes, aterrizó en el suelo de su habitación. El traje azul y negro que llevaba estaba cubierto de polvo y manchas de su último enfrentamiento contra los hermanos Mauler. Sentía sus músculos tensos, casi incapaces de relajarse, y lo único que deseaba era quitarse la máscara, dejarse caer sobre la cama y desconectarse del mundo por algunas horas mientras intentaba dormir.
Sin embargo, algo llamó su atención. Había algo fuera de lugar. Dos siluetas se perfilaban contra la suave luz que emanaba de la lámpara encendida en la habitación. No eran figuras desconocidas; Mark las reconoció al instante, aunque no podía entender qué hacían allí.
—¿Ustedes? Wow, qué sorpresa volver a verlos. ¿C-cómo me encontraron? —preguntó con una leve sonrisa, mientras extendía ambos brazos y mostraba las palmas abiertas en un gesto que mezclaba sorpresa y una ligera dosis de confusión.
Habían pasado tres días desde lo ocurrido en Japón, y Mark seguía luchando por apartar los recuerdos que constantemente regresaban a su mente. Aunque había vuelto a los Estados Unidos y retomado su rutina diaria como superhéroe, aquella experiencia en el monte Fuji seguía muy presente. Sabía que no sería fácil superarla, pero estaba decidido a intentarlo. Su prometida tampoco estaba cerca; se encontraba en otro país atendiendo asuntos importantes y no regresaría hasta el sábado por la tarde. Ante la perspectiva de una soledad incómoda en el departamento de ella, Mark optó por regresar a su hogar habitual.
Esa noche de viernes, aterrizó en el suelo de su habitación. El traje azul y negro que llevaba estaba cubierto de polvo y manchas de su último enfrentamiento contra los hermanos Mauler. Sentía sus músculos tensos, casi incapaces de relajarse, y lo único que deseaba era quitarse la máscara, dejarse caer sobre la cama y desconectarse del mundo por algunas horas mientras intentaba dormir.
Sin embargo, algo llamó su atención. Había algo fuera de lugar. Dos siluetas se perfilaban contra la suave luz que emanaba de la lámpara encendida en la habitación. No eran figuras desconocidas; Mark las reconoció al instante, aunque no podía entender qué hacían allí.
—¿Ustedes? Wow, qué sorpresa volver a verlos. ¿C-cómo me encontraron? —preguntó con una leve sonrisa, mientras extendía ambos brazos y mostraba las palmas abiertas en un gesto que mezclaba sorpresa y una ligera dosis de confusión.

