No hay nada más seductor que el corazón de un hombre vulnerable, roto y sincero...
Donde quiera que estés, quiero que sepas que nuestra cachorra está bien. Está creciendo cada día y eso debería tranquilizarme, pero a veces me rompe por dentro porque en demasiadas cosas me recuerda a ti. Tiene mi mirada, dicen, y cuando la miro siento que me observa alguien que sabe más de lo que debería. Ya empieza a preguntar por su madre y no sé qué decirle. No le miento. No le prometo nada. Solo sonrío, una sonrisa cansada, de esas que no engañan a nadie, porque no sé si volverás y no estoy dispuesto a construirle una espera que quizá nunca se cumpla.
No sé si leerás esto, pero necesito decirlo aunque no llegue a ningún sitio. Estoy rehaciendo mi vida, o al menos lo intento. Nuestra marca ya no está. Se borró. Solo queda la cicatriz de nuestro triángulo, esa que no se ve pero pesa. No hay rastro de lo que nos unía y superarlo me ha costado mucho más de lo que jamás admitiría en voz alta. Pensé que era más fuerte. Pensé que podía con todo. Y no, no lo fui. Pero también entendí algo que me dolió todavía más aunque te amara como te amé, nunca habría podido retenerte. Y eso… eso todavía me arde.
Dicen que amar es aprender a soltar. Yo no sé hacerlo. Nunca supe, ni sabré. Soy posesivo, soy lobo, amo desde el instinto y desde el pecho, no desde la cabeza. Por eso no puedo perdonarte. No ahora. Tal vez algún día, con el tiempo, cuando la rabia pese menos y el silencio no duela tanto. Tal vez entonces, aunque esté rehaciendo mi vida, hoy no puedo.
No sé dónde estás ni si esta carta llegará a tus manos. Solo quería desearte una feliz Navidad. Y que sepas una cosa, aunque no sepas qué hacer con ella... los brazos de tu hija siempre estarán abiertos para ti. Los míos… va a ser que no.
#SeductiveSunday.
No hay nada más seductor que el corazón de un hombre vulnerable, roto y sincero...
Donde quiera que estés, quiero que sepas que nuestra cachorra está bien. Está creciendo cada día y eso debería tranquilizarme, pero a veces me rompe por dentro porque en demasiadas cosas me recuerda a ti. Tiene mi mirada, dicen, y cuando la miro siento que me observa alguien que sabe más de lo que debería. Ya empieza a preguntar por su madre y no sé qué decirle. No le miento. No le prometo nada. Solo sonrío, una sonrisa cansada, de esas que no engañan a nadie, porque no sé si volverás y no estoy dispuesto a construirle una espera que quizá nunca se cumpla.
No sé si leerás esto, pero necesito decirlo aunque no llegue a ningún sitio. Estoy rehaciendo mi vida, o al menos lo intento. Nuestra marca ya no está. Se borró. Solo queda la cicatriz de nuestro triángulo, esa que no se ve pero pesa. No hay rastro de lo que nos unía y superarlo me ha costado mucho más de lo que jamás admitiría en voz alta. Pensé que era más fuerte. Pensé que podía con todo. Y no, no lo fui. Pero también entendí algo que me dolió todavía más aunque te amara como te amé, nunca habría podido retenerte. Y eso… eso todavía me arde.
Dicen que amar es aprender a soltar. Yo no sé hacerlo. Nunca supe, ni sabré. Soy posesivo, soy lobo, amo desde el instinto y desde el pecho, no desde la cabeza. Por eso no puedo perdonarte. No ahora. Tal vez algún día, con el tiempo, cuando la rabia pese menos y el silencio no duela tanto. Tal vez entonces, aunque esté rehaciendo mi vida, hoy no puedo.
No sé dónde estás ni si esta carta llegará a tus manos. Solo quería desearte una feliz Navidad. Y que sepas una cosa, aunque no sepas qué hacer con ella... los brazos de tu hija siempre estarán abiertos para ti. Los míos… va a ser que no.
#SeductiveSunday.