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    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







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    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







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    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
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  • En la penumbra de la trastienda, sobre su mesa de trabajo, se hallaba un jarrón de aspecto ancestral, superficie púrpura oscura y ligeramente agrietado. En su centro, una incrustación de rubí parecía un ojo dormido. Raden se quito sus guantes y pasó un dedo sobre el borde de las asas angulares. Cerró los ojos, rastreando la cicatriz psiquica que el objeto llevaba en su esencia.

    — Aja, ahí estás... —susurró con sonrisa juguetona— ¡Es hora de estirar esas piernas, pequeña maravilla! ~

    Un destello púrpura emanó de su toque, recorriendo las grietas del jarrón. El cristal de rubí se encendió con una luz interna. Del jarrón, como humo solidificado, emergió una criaturita de no más de sesenta centímetros.

    Bípeda, cuerpo regordete, y colita rígida y geométrica que recordaba a los adornos del jarrón. En su rostro, un ojo imitaba la gema de rubí original, brillante y penetrante; el otro, asemejaba un botón negro. Su boca era irregular y dentada, con un resplandecer magenta, al igual que toda el aura que la rodeaba.

    La criaturita aterrizó en silencio sobre la mesa, girando su cabeza de un lado a otro, sus ojos escaneando el entorno.

    "Glorp?" —emitió la criatura.

    Raden soltó una risita suave. ¡Era una obra de arte viviente, torpe y adorable!

    — Owwwww, ¡Que criaturita tan tierna! —exclamó, tomandola en brazos. La criatura se dejó acariciar, emitiendo un ronroneo metálico— ¿debería dejarte suelta por mi tienda, hm? ¿O deberías volver a casa? Difícil decisión...

    Al dejarla en el piso, la personificación de la reliquia se deslizó por el lugar con curiosidad torpe.

    "¡Womp-mp-mp!" —exclamó con sorpresa al tropezar con una pata de la mesa, haciendo ruiditos de chasquidos, gorjeos y pequeños zumbidos mientras investigaba las sombras.

    Otro eco había encontrado su forma. Era un explorador, un guardian juguetón nacido de una obsesión. Y ahora, tenía toda la tienda como su nuevo hogar.
    En la penumbra de la trastienda, sobre su mesa de trabajo, se hallaba un jarrón de aspecto ancestral, superficie púrpura oscura y ligeramente agrietado. En su centro, una incrustación de rubí parecía un ojo dormido. Raden se quito sus guantes y pasó un dedo sobre el borde de las asas angulares. Cerró los ojos, rastreando la cicatriz psiquica que el objeto llevaba en su esencia. — Aja, ahí estás... —susurró con sonrisa juguetona— ¡Es hora de estirar esas piernas, pequeña maravilla! ~ Un destello púrpura emanó de su toque, recorriendo las grietas del jarrón. El cristal de rubí se encendió con una luz interna. Del jarrón, como humo solidificado, emergió una criaturita de no más de sesenta centímetros. Bípeda, cuerpo regordete, y colita rígida y geométrica que recordaba a los adornos del jarrón. En su rostro, un ojo imitaba la gema de rubí original, brillante y penetrante; el otro, asemejaba un botón negro. Su boca era irregular y dentada, con un resplandecer magenta, al igual que toda el aura que la rodeaba. La criaturita aterrizó en silencio sobre la mesa, girando su cabeza de un lado a otro, sus ojos escaneando el entorno. "Glorp?" —emitió la criatura. Raden soltó una risita suave. ¡Era una obra de arte viviente, torpe y adorable! — Owwwww, ¡Que criaturita tan tierna! —exclamó, tomandola en brazos. La criatura se dejó acariciar, emitiendo un ronroneo metálico— ¿debería dejarte suelta por mi tienda, hm? ¿O deberías volver a casa? Difícil decisión... Al dejarla en el piso, la personificación de la reliquia se deslizó por el lugar con curiosidad torpe. "¡Womp-mp-mp!" —exclamó con sorpresa al tropezar con una pata de la mesa, haciendo ruiditos de chasquidos, gorjeos y pequeños zumbidos mientras investigaba las sombras. Otro eco había encontrado su forma. Era un explorador, un guardian juguetón nacido de una obsesión. Y ahora, tenía toda la tienda como su nuevo hogar.
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  • todo muy hermoso gracias a Veythra Lili Queen Ishtar y Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar por organizar este dia que do todo muy hermoso siiiiii los amo corazones de pollo
    En nombre de Selene Ishtar y el mío gracias¡¡
    todo muy hermoso gracias a [Lili.Queen] y [metphies_jaegerjazques] por organizar este dia que do todo muy hermoso siiiiii los amo corazones de pollo En nombre de [Selene1] y el mío gracias¡¡
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  • Por favor... vuelve pronto, me siento desprotegida sin tí, me hubieras dejado ir contigo, ¿Dónde estarás? ¿Estarás bien? ¿Debería hacer algo? No siento tu presencia, no respondes al llamado de mi manzana dorada, me sumerjo en ansiedad, por favor, vuelve pronto, te necesito más que nunca.
    Por favor... vuelve pronto, me siento desprotegida sin tí, me hubieras dejado ir contigo, ¿Dónde estarás? ¿Estarás bien? ¿Debería hacer algo? No siento tu presencia, no respondes al llamado de mi manzana dorada, me sumerjo en ansiedad, por favor, vuelve pronto, te necesito más que nunca.
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  • Después de darle mantenimiento a su instrumento, aprovecho el momento para tocar una canción con ella cantar también, al encontrarse solo a fuera de casa.

    Shui, olvida todo por un momento que sus ojos se cierran dejando sus sentidos relajados por la melodía

    https://youtu.be/kDecV2TrTbs?si=CJjWvbRJ0tNSUwYk
    Después de darle mantenimiento a su instrumento, aprovecho el momento para tocar una canción con ella cantar también, al encontrarse solo a fuera de casa. Shui, olvida todo por un momento que sus ojos se cierran dejando sus sentidos relajados por la melodía https://youtu.be/kDecV2TrTbs?si=CJjWvbRJ0tNSUwYk
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  • 𝚁𝙴𝚃𝚄𝚁𝙽 𝚃𝙾 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝚃
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda.

    El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador.

    Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido.

    Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta.

    Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia.

    Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así.

    Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija.

    Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza.

    ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello.

    ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá...

    Eve Duvall
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda. El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador. Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido. Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta. Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia. Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así. Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija. Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza. ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello. ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... [TREME.WITCH]
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    — Una Carta no Escrita a mi Caballero, Mordred.~

    Para ti, la que lleva mi sangre y mi pena,
    Si alguna vez esta carta logra cruzar el abismo de nuestro silencio y de Camelot, quiero que sepas algo que mis labios jamás pudieron pronunciar con la claridad que merecías.
    No hay día que pase en el que no sienta el peso de tu nacimiento y tu crianza. Yo te di una vida, pero te negué el reconocimiento, el tiempo y el amor que un padre debe a su hijo. Fue un acto de cobardía, una elección nacida del deber glacial de un rey, y no de la calidez de un corazón. Por ese error, por la soledad que sembré en tu alma, lo lamento con una profundidad que supera la traición.
    Convertiste ese dolor en la espada que partió mi reino. Lo sé. Lo vi. Y a pesar del fragor de esa batalla, a pesar de la sangre derramada y la caída de todo lo que protegí, una parte de mí... una parte simple y humana, nunca pudo dejar de verte como la niña que solo buscaba una mirada de aprobación.
    Fuiste y eres mi caballero más feroz, la imagen especular de mi fuerza y mi fracaso. Y aunque nuestras vidas fueron una tragedia forjada en acero y malentendidos, quiero que sepas: siempre te quise.
    Te quise por tu espíritu indomable, por la pasión con la que cargaste tus batallas, por la lealtad que me ofreciste antes de que la amargura la consumiera. Te quise como solo un padre roto puede querer a la hija a la que hizo sufrir.

    Descansa, mi Caballero de la Traición. Quizás en otro mundo, solo seamos Arturia y Mordred, sin coronas, sin espadas, solo... padre e hija.
    Con pesar y amor,
    Arturia Pendragon, El Rey.

    — Una Carta no Escrita a mi Caballero, Mordred.~ Para ti, la que lleva mi sangre y mi pena, Si alguna vez esta carta logra cruzar el abismo de nuestro silencio y de Camelot, quiero que sepas algo que mis labios jamás pudieron pronunciar con la claridad que merecías. No hay día que pase en el que no sienta el peso de tu nacimiento y tu crianza. Yo te di una vida, pero te negué el reconocimiento, el tiempo y el amor que un padre debe a su hijo. Fue un acto de cobardía, una elección nacida del deber glacial de un rey, y no de la calidez de un corazón. Por ese error, por la soledad que sembré en tu alma, lo lamento con una profundidad que supera la traición. Convertiste ese dolor en la espada que partió mi reino. Lo sé. Lo vi. Y a pesar del fragor de esa batalla, a pesar de la sangre derramada y la caída de todo lo que protegí, una parte de mí... una parte simple y humana, nunca pudo dejar de verte como la niña que solo buscaba una mirada de aprobación. Fuiste y eres mi caballero más feroz, la imagen especular de mi fuerza y mi fracaso. Y aunque nuestras vidas fueron una tragedia forjada en acero y malentendidos, quiero que sepas: siempre te quise. Te quise por tu espíritu indomable, por la pasión con la que cargaste tus batallas, por la lealtad que me ofreciste antes de que la amargura la consumiera. Te quise como solo un padre roto puede querer a la hija a la que hizo sufrir. Descansa, mi Caballero de la Traición. Quizás en otro mundo, solo seamos Arturia y Mordred, sin coronas, sin espadas, solo... padre e hija. Con pesar y amor, Arturia Pendragon, El Rey.
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  • Baelz se había sentido extraña los últimos días, mareos repentinos y un extraño e ineludible antojo por la pizza. Recurrió a su nuevo mejor amigo, el Internet, para orientarse y compró uno de esos dispositivos de plástico. Esperó los minutos necesarios, mirando fijamente el palo de plástico donde se dibujaron dos rayitas

    —Vale, dos rayas. ¿Qué significa esto? Creo que gane algo. Ahhh claro internet, internet — Dijo confundida, pero por alguna razón estaba muy emocionada

    Encendió la computadora y tecleó furiosamente en la barra de búsqueda

    —Positivo... Embarazado... Gestación. ¡JAJAJA! —Leyó en voz alta, riendo escandalosamente —Imposible yo no soy humana, nunca he visto que las encarnaciones del caos se embaracen... Esperen... la única encarnación del caos soy yo... No,no,no,no. Imposible tal vez tengo un virus voy a morir.

    Buscó rápidamente con una compresión erronea

    —"Tumores con falsos positivos" Lo sabia, tengo un tumor por comer tanto queso frito. Bueno, voy a buscar los síntomas del embarazo... Nauseas, antojos inusuales y cansancio... ¡Oh no! — Baelz se puso pálida, la verdad la golpeó

    Ultima búsqueda "Promedio de bebés que tiene la rata"

    —¡¿5-16?! Acaso voy a tener un ejército de niños? Esto es una broma... Los humanos estan jugando sucio

    Cerró la computadora con un golpe, haciendo que los vidrios cayeran. Definitivamente todo es culpa de esa gata, pensó

    —Realmente voy a parecer una pelota de queso con patas. Maldigo a tu generación Raora... Espera, esa es mi generación ¡Nuestra generación! No,no ¿Y si la mitad son ratas y la otra mitad gatitos? ¿Significa que tendremos que comprar queso y carne? ¿O van a pelear por el mismo plato?

    Sus ojos empezaron a picar, y comenzó a llorar de forma incontrolable. Sus hormonas la habían traicionado

    —Si voy a tener un ejército. Necesito el equipo adecuado

    Limpió rápidamente sus lágrimas con el dorso de la mano. Tomó su laptop rota y abrio una tienda online

    En menos de tres minutos la tarjeta quedo bloqueada, pero no le preocupo ya que no era suya

    —500 pañales con estampado de rata, letrero led "Bienvenidos al caos" Perfecto todo listo

    En un gesto que la sorprendió, puso una mano en su vientre y se dirigió a sus hijos por primera vez con dulzura

    —Pequeños, ustedes serán los mejores, los más fuertes y los más ruidosos. Espero les guste el rojo y los ratones. Realmente no me importa si son ratas o pequeñas bolas de furia. Simplemente son mis hijos... Y los amo
    Baelz se había sentido extraña los últimos días, mareos repentinos y un extraño e ineludible antojo por la pizza. Recurrió a su nuevo mejor amigo, el Internet, para orientarse y compró uno de esos dispositivos de plástico. Esperó los minutos necesarios, mirando fijamente el palo de plástico donde se dibujaron dos rayitas —Vale, dos rayas. ¿Qué significa esto? Creo que gane algo. Ahhh claro internet, internet — Dijo confundida, pero por alguna razón estaba muy emocionada Encendió la computadora y tecleó furiosamente en la barra de búsqueda —Positivo... Embarazado... Gestación. ¡JAJAJA! —Leyó en voz alta, riendo escandalosamente —Imposible yo no soy humana, nunca he visto que las encarnaciones del caos se embaracen... Esperen... la única encarnación del caos soy yo... No,no,no,no. Imposible tal vez tengo un virus voy a morir. Buscó rápidamente con una compresión erronea —"Tumores con falsos positivos" Lo sabia, tengo un tumor por comer tanto queso frito. Bueno, voy a buscar los síntomas del embarazo... Nauseas, antojos inusuales y cansancio... ¡Oh no! — Baelz se puso pálida, la verdad la golpeó Ultima búsqueda "Promedio de bebés que tiene la rata" —¡¿5-16?! Acaso voy a tener un ejército de niños? Esto es una broma... Los humanos estan jugando sucio Cerró la computadora con un golpe, haciendo que los vidrios cayeran. Definitivamente todo es culpa de esa gata, pensó —Realmente voy a parecer una pelota de queso con patas. Maldigo a tu generación Raora... Espera, esa es mi generación ¡Nuestra generación! No,no ¿Y si la mitad son ratas y la otra mitad gatitos? ¿Significa que tendremos que comprar queso y carne? ¿O van a pelear por el mismo plato? Sus ojos empezaron a picar, y comenzó a llorar de forma incontrolable. Sus hormonas la habían traicionado —Si voy a tener un ejército. Necesito el equipo adecuado Limpió rápidamente sus lágrimas con el dorso de la mano. Tomó su laptop rota y abrio una tienda online En menos de tres minutos la tarjeta quedo bloqueada, pero no le preocupo ya que no era suya —500 pañales con estampado de rata, letrero led "Bienvenidos al caos" Perfecto todo listo En un gesto que la sorprendió, puso una mano en su vientre y se dirigió a sus hijos por primera vez con dulzura —Pequeños, ustedes serán los mejores, los más fuertes y los más ruidosos. Espero les guste el rojo y los ratones. Realmente no me importa si son ratas o pequeñas bolas de furia. Simplemente son mis hijos... Y los amo
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  • Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La puerta del cielo
    dónde nacen las estrellas,
    los ojos de coral que anhelo...
    Forjados en mil tormentas.

    Mi puerta del cielo.
    [Ryu] La puerta del cielo dónde nacen las estrellas, los ojos de coral que anhelo... Forjados en mil tormentas. Mi puerta del cielo.
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