• Día 01 (Vacaciones) Santorini.
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    El sol brillaba intensamente en el cielo azul mientras Venus y Sunshine se acercaban al aeropuerto privado. La emoción y los nervios se entrelazaban en el estómago de Venus, quien no podía evitar sentir un ligero cosquilleo. Este viaje a Santorini era su oportunidad de escapar de las discusiones interminables con Mike, su exnovio, y encontrar un poco de paz en medio del caos emocional que había estado viviendo.

    Al llegar al jet, Venus se detuvo un momento para admirar la elegante aeronave. Era un símbolo de libertad y nuevas posibilidades. Sunshine, siempre llena de energía, la arrastró hacia la entrada, y Venus sonrió al ver su entusiasmo. Necesitaba esa chispa en su vida más que nunca.

    Una vez dentro del avión, Venus se acomodó en el asiento de cuero, sintiendo cómo la suavidad la envolvía. El asistente les ofreció champán, y Venus levantó su copa junto a Sunshine, sintiendo que cada burbuja representaba una preocupación que se desvanecía.

    —Por un viaje inolvidable y por dejar atrás todo lo que nos pesa —dijo Venus, sonriendo.

    Mientras el avión comenzaba a rodar por la pista, miró por la ventana y vio cómo el paisaje se alejaba. Era como si cada kilómetro que recorrían la liberara un poco más de la carga emocional que había estado llevando. Las discusiones con Mike, las palabras hirientes, las promesas rotas... todo eso parecía desvanecerse en el aire.

    El sonido de los motores se intensificó, y en un instante, estaban en el aire. Venus miró a Sunshine, que estaba mirando hacia adelante con una sonrisa radiante, y sintió una oleada de gratitud. Sunshine siempre había estado a su lado, y sabía que este viaje sería una oportunidad para reconectar con lo que realmente importaba: su amistad y la posibilidad de redescubrirse a sí misma.

    Santorini se acercaba, y Venus se permitió soñar con lo que vendría: días de risas, noches de estrellas y la promesa de un nuevo comienzo. Era el momento perfecto para dejar atrás lo que la pesaba y abrazar lo que estaba por venir. Con cada segundo que pasaba, la emoción crecía dentro de ella. Sabía que este viaje no solo era una escapatoria, sino una oportunidad para sanar y encontrar su camino de regreso a sí misma.

    Mientras el avión surcaba las nubes, Venus se sintió más ligera, lista para dejar atrás el pasado y abrirse a nuevas experiencias. Santorini, aquí iba
    El sol brillaba intensamente en el cielo azul mientras Venus y Sunshine se acercaban al aeropuerto privado. La emoción y los nervios se entrelazaban en el estómago de Venus, quien no podía evitar sentir un ligero cosquilleo. Este viaje a Santorini era su oportunidad de escapar de las discusiones interminables con Mike, su exnovio, y encontrar un poco de paz en medio del caos emocional que había estado viviendo. Al llegar al jet, Venus se detuvo un momento para admirar la elegante aeronave. Era un símbolo de libertad y nuevas posibilidades. Sunshine, siempre llena de energía, la arrastró hacia la entrada, y Venus sonrió al ver su entusiasmo. Necesitaba esa chispa en su vida más que nunca. Una vez dentro del avión, Venus se acomodó en el asiento de cuero, sintiendo cómo la suavidad la envolvía. El asistente les ofreció champán, y Venus levantó su copa junto a Sunshine, sintiendo que cada burbuja representaba una preocupación que se desvanecía. —Por un viaje inolvidable y por dejar atrás todo lo que nos pesa —dijo Venus, sonriendo. Mientras el avión comenzaba a rodar por la pista, miró por la ventana y vio cómo el paisaje se alejaba. Era como si cada kilómetro que recorrían la liberara un poco más de la carga emocional que había estado llevando. Las discusiones con Mike, las palabras hirientes, las promesas rotas... todo eso parecía desvanecerse en el aire. El sonido de los motores se intensificó, y en un instante, estaban en el aire. Venus miró a Sunshine, que estaba mirando hacia adelante con una sonrisa radiante, y sintió una oleada de gratitud. Sunshine siempre había estado a su lado, y sabía que este viaje sería una oportunidad para reconectar con lo que realmente importaba: su amistad y la posibilidad de redescubrirse a sí misma. Santorini se acercaba, y Venus se permitió soñar con lo que vendría: días de risas, noches de estrellas y la promesa de un nuevo comienzo. Era el momento perfecto para dejar atrás lo que la pesaba y abrazar lo que estaba por venir. Con cada segundo que pasaba, la emoción crecía dentro de ella. Sabía que este viaje no solo era una escapatoria, sino una oportunidad para sanar y encontrar su camino de regreso a sí misma. Mientras el avión surcaba las nubes, Venus se sintió más ligera, lista para dejar atrás el pasado y abrirse a nuevas experiencias. Santorini, aquí iba
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • "No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma. Aún hay vida en tus sueños. Porque cada día es un nuevo comienzo. Porque esta es la hora y el mejor momento".
    "No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma. Aún hay vida en tus sueños. Porque cada día es un nuevo comienzo. Porque esta es la hora y el mejor momento".
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  • — El infinito se dibuja sobre mis manos... Soy el elegido por Ra para guiar a este mundo en nuevo comienzo...
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  • Temer a la muerte es irrelevante. Asumir que la inmortalidad es una bendición es una ingenuidad. Sólo aquellos que viven por las eras conocen el peso que trae la eternidad. Al final la muerte inspira a vivir de un otro modo, a sentir las cosas o superarlas con aceptación a los cambios; a tener una ambición, a soñar y probar un sin fin de cosas, lo máximo posible ya que se sabe algún día el ciclo sigue su transcurso. El obsequio de la vida vuelve a sus raíces para proseguir hacia un nuevo comienzo... Es un ciclo sin fin; un ciclo que nos toca aún a nosotros en nuestra presupuesta infinitud.
    Temer a la muerte es irrelevante. Asumir que la inmortalidad es una bendición es una ingenuidad. Sólo aquellos que viven por las eras conocen el peso que trae la eternidad. Al final la muerte inspira a vivir de un otro modo, a sentir las cosas o superarlas con aceptación a los cambios; a tener una ambición, a soñar y probar un sin fin de cosas, lo máximo posible ya que se sabe algún día el ciclo sigue su transcurso. El obsequio de la vida vuelve a sus raíces para proseguir hacia un nuevo comienzo... Es un ciclo sin fin; un ciclo que nos toca aún a nosotros en nuestra presupuesta infinitud.
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  • La joven se cubría con fuerza los oídos tratando de suprimir aquel mantra insesante y persistente. Se suponía que el más reciente tripulante del expreso astral buscaba un nuevo comienzo con la intención de obtener la redención.

    Pero aquel intento de manipulación mental distaba mucho del supuesto nuevo propósito de Sunday. Así es que la chica cerró sus ojos en otro intento de bloquear el hipnotismo. —No te escucho, no te escucho. ¡Botes de basura dorados, si, botes de basura dorados!— Comenzaba a alzar la voz en un intento de disipar las repeticiones imaginando algo que le traía calma y paz interior.
    La joven se cubría con fuerza los oídos tratando de suprimir aquel mantra insesante y persistente. Se suponía que el más reciente tripulante del expreso astral buscaba un nuevo comienzo con la intención de obtener la redención. Pero aquel intento de manipulación mental distaba mucho del supuesto nuevo propósito de Sunday. Así es que la chica cerró sus ojos en otro intento de bloquear el hipnotismo. —No te escucho, no te escucho. ¡Botes de basura dorados, si, botes de basura dorados!— Comenzaba a alzar la voz en un intento de disipar las repeticiones imaginando algo que le traía calma y paz interior.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    - Todo nuevo comienzo surge del final de otro comienzo.
    🌸- Todo nuevo comienzo surge del final de otro comienzo.
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  • —No le queda mucho tiempo—.

    "Lo sé".

    "Qué bueno".

    "Que se dé prisa".

    "Ya era hora".

    Había estado practicando para este momento por un largo, largo tiempo. Tantas cosas que pudo decir en ese instante, tan crueles como las que había escuchado de esos labios ahora secos, pálidos, resquebrajados por la enfermedad y la vejez.

    Y, sin embargo, su respuesta fue... ninguna.

    Silencio.

    No pudo decir nada. No pudo sentir nada. ¿Ira? ¿Felicidad? ¿Alivio? ¿Tristeza, incluso?

    ¿Nada? ¿De verdad no había nada?

    —No voy a decirle lo que tiene que hacer, pero... es su padre. Si hay algo que tengan que decirse, tiene que ser ahora—.

    El doctor tenía razón. Los doctores siempre suelen tener la razón, después de todo.

    Entró al cuarto, lo vio tendido ahí, rodeado de las máquinas que se esforzaban para mantenerlo aferrado a este mundo.

    Se miraron. Por una última vez, sus ojos se encontraron.

    Y entonces... nada.

    No había nada. Nunca hubo nada.

    Los resplandores de la pirotecnia tomaron turnos iluminando la habitación. Breves, fugaces, como los instantes que les quedaban. Y seguía sin haber nada.

    Como un susurro, apareció un conteo regresivo. Distante; una fiesta que cerraba el año anunciaba los segundos que quedaban antes de que un nuevo comienzo llegara. Distante, tan distante, que el sonido de las máquinas lo opacaba. Distante, pero presente.

    Diez, nueve, ocho, siete, seis.

    Todavía no había nada. Separó los labios, pero no hubo sonido que pudiera salir de ellos.

    Cinco, cuatro, tres, dos, uno.

    Plana, ininterrumpida como el ruido que ahora hacía quedó esa línea verde sobre el monitor. El personal del hospital apareció como si ese sonido los hubiera invocado.

    Ah, ahora sí había algo por decir.

    —Feliz Año Nuevo, viejo—.
    —No le queda mucho tiempo—. "Lo sé". "Qué bueno". "Que se dé prisa". "Ya era hora". Había estado practicando para este momento por un largo, largo tiempo. Tantas cosas que pudo decir en ese instante, tan crueles como las que había escuchado de esos labios ahora secos, pálidos, resquebrajados por la enfermedad y la vejez. Y, sin embargo, su respuesta fue... ninguna. Silencio. No pudo decir nada. No pudo sentir nada. ¿Ira? ¿Felicidad? ¿Alivio? ¿Tristeza, incluso? ¿Nada? ¿De verdad no había nada? —No voy a decirle lo que tiene que hacer, pero... es su padre. Si hay algo que tengan que decirse, tiene que ser ahora—. El doctor tenía razón. Los doctores siempre suelen tener la razón, después de todo. Entró al cuarto, lo vio tendido ahí, rodeado de las máquinas que se esforzaban para mantenerlo aferrado a este mundo. Se miraron. Por una última vez, sus ojos se encontraron. Y entonces... nada. No había nada. Nunca hubo nada. Los resplandores de la pirotecnia tomaron turnos iluminando la habitación. Breves, fugaces, como los instantes que les quedaban. Y seguía sin haber nada. Como un susurro, apareció un conteo regresivo. Distante; una fiesta que cerraba el año anunciaba los segundos que quedaban antes de que un nuevo comienzo llegara. Distante, tan distante, que el sonido de las máquinas lo opacaba. Distante, pero presente. Diez, nueve, ocho, siete, seis. Todavía no había nada. Separó los labios, pero no hubo sonido que pudiera salir de ellos. Cinco, cuatro, tres, dos, uno. Plana, ininterrumpida como el ruido que ahora hacía quedó esa línea verde sobre el monitor. El personal del hospital apareció como si ese sonido los hubiera invocado. Ah, ahora sí había algo por decir. —Feliz Año Nuevo, viejo—.
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  • ❤︎ Hoy es un nuevo comienzo para lograrlo todo ❤︎ ¿Quieres vivirlo conmigo?
    ❤︎ Hoy es un nuevo comienzo para lograrlo todo ❤︎ ¿Quieres vivirlo conmigo?
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    Me endiabla
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  • -El sudor caía por su rostro, mezclándose con las gotas que ya perlaban su torso. Cada movimiento era preciso, cada levantamiento un recordatorio de que el pasado ya no tenía control sobre él. Coke jadeaba ligeramente, pero no se detenía. La barra crujía bajo la presión de su agarre, pero él simplemente cerraba los ojos, dejando que los recuerdos se desvanecieran con cada repetición.-

    -Ya no era el mismo. No podía permitirse serlo. El dolor, la culpa, y todo lo que una vez lo quebró, se quedaba atrás con cada contracción de sus músculos, con cada gota de sudor que tocaba el suelo. Era un nuevo comienzo, un nuevo yo, y esta vez no iba a mirar hacia atrás.-

    ¿Que tanto esats viendo, vienes a burlarte o hay una razon por la que estes aqui?

    -se refirio a la sombra que estaba en el fondo, deteniendose para comprobar de quien se trataba-

    #SeductiveSunday

    ┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈
    Creo que me agarro la inspiracion para combinar un SS con un Depression sunday jajaja, bueno ya ni modo

    -El sudor caía por su rostro, mezclándose con las gotas que ya perlaban su torso. Cada movimiento era preciso, cada levantamiento un recordatorio de que el pasado ya no tenía control sobre él. Coke jadeaba ligeramente, pero no se detenía. La barra crujía bajo la presión de su agarre, pero él simplemente cerraba los ojos, dejando que los recuerdos se desvanecieran con cada repetición.- -Ya no era el mismo. No podía permitirse serlo. El dolor, la culpa, y todo lo que una vez lo quebró, se quedaba atrás con cada contracción de sus músculos, con cada gota de sudor que tocaba el suelo. Era un nuevo comienzo, un nuevo yo, y esta vez no iba a mirar hacia atrás.- ¿Que tanto esats viendo, vienes a burlarte o hay una razon por la que estes aqui? -se refirio a la sombra que estaba en el fondo, deteniendose para comprobar de quien se trataba- #SeductiveSunday ┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈┈ Creo que me agarro la inspiracion para combinar un SS con un Depression sunday jajaja, bueno ya ni modo
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  • La estación orbital Aurora estaba abarrotada como nunca. Los viajeros se agolpaban en los corredores, mirando las pantallas holográficas que anunciaban el evento del año: un concierto de Robin, la voz que había conquistado galaxias enteras. Su música era más que entretenimiento; era un puente que conectaba a seres de diferentes mundos, un idioma universal que resonaba con el corazón de todos.

    Robin estaba en su camerino, ajustándose el último detalle de su atuendo: un vestido que parecía estar hecho de nebulosas en movimiento, diseñado por un famoso artista de Andrómeda. Frente al espejo, respiró profundamente. A pesar de los años de experiencia, aún sentía ese cosquilleo antes de salir al escenario.

    “Cinco minutos, Robin,” anunció su asistente, una androide llamada Selene con voz melodiosa y ojos que brillaban como pequeñas lunas.

    “Gracias, Selene,” respondió Robin, tomando un momento para mirar por la ventana hacia el espacio infinito. Cada estrella que veía le recordaba una historia, un rostro, una emoción que había capturado en sus canciones.

    Cuando las luces del escenario se encendieron y el público rugió, Robin dio un paso adelante. Desde la primera nota, el ambiente cambió. Las galaxias parecían detenerse para escuchar. Su voz era un torbellino de emociones: la calidez de un amanecer, la tristeza de una despedida, la esperanza de un nuevo comienzo.

    Entre las canciones, Robin habló al público. “He viajado por muchos lugares, visto maravillas que nunca olvidaré, pero siempre me sorprende lo que la música puede hacer. No importa de dónde vengamos, quiénes somos o qué hemos vivido. Aquí, en este momento, somos uno.”

    El público respondió con una ovación que hizo temblar los muros de la estación. Robin continuó, tocando su balada más famosa, una canción que había inspirado a exploradores a cruzar galaxias y a soñadores a nunca rendirse.

    Cuando el concierto terminó, Robin se quedó un momento más en el escenario, mirando a los miles de rostros emocionados frente a ella. Sabía que, aunque su vida estaba llena de viajes y luces brillantes, lo que realmente importaba era la conexión que creaba con cada palabra y cada nota.

    Al salir del escenario, Selene la esperaba con una toalla y una sonrisa. “El universo sigue hablando de ti, Robin.”

    Robin sonrió, agotada pero feliz. “Es porque, en el fondo, todos necesitamos una canción que nos haga sentir menos solos.”

    Y así, la estrella que iluminaba galaxias volvió a perderse entre las luces del cosmos, dejando a su paso una melodía que nunca se apagaría.

    La estación orbital Aurora estaba abarrotada como nunca. Los viajeros se agolpaban en los corredores, mirando las pantallas holográficas que anunciaban el evento del año: un concierto de Robin, la voz que había conquistado galaxias enteras. Su música era más que entretenimiento; era un puente que conectaba a seres de diferentes mundos, un idioma universal que resonaba con el corazón de todos. Robin estaba en su camerino, ajustándose el último detalle de su atuendo: un vestido que parecía estar hecho de nebulosas en movimiento, diseñado por un famoso artista de Andrómeda. Frente al espejo, respiró profundamente. A pesar de los años de experiencia, aún sentía ese cosquilleo antes de salir al escenario. “Cinco minutos, Robin,” anunció su asistente, una androide llamada Selene con voz melodiosa y ojos que brillaban como pequeñas lunas. “Gracias, Selene,” respondió Robin, tomando un momento para mirar por la ventana hacia el espacio infinito. Cada estrella que veía le recordaba una historia, un rostro, una emoción que había capturado en sus canciones. Cuando las luces del escenario se encendieron y el público rugió, Robin dio un paso adelante. Desde la primera nota, el ambiente cambió. Las galaxias parecían detenerse para escuchar. Su voz era un torbellino de emociones: la calidez de un amanecer, la tristeza de una despedida, la esperanza de un nuevo comienzo. Entre las canciones, Robin habló al público. “He viajado por muchos lugares, visto maravillas que nunca olvidaré, pero siempre me sorprende lo que la música puede hacer. No importa de dónde vengamos, quiénes somos o qué hemos vivido. Aquí, en este momento, somos uno.” El público respondió con una ovación que hizo temblar los muros de la estación. Robin continuó, tocando su balada más famosa, una canción que había inspirado a exploradores a cruzar galaxias y a soñadores a nunca rendirse. Cuando el concierto terminó, Robin se quedó un momento más en el escenario, mirando a los miles de rostros emocionados frente a ella. Sabía que, aunque su vida estaba llena de viajes y luces brillantes, lo que realmente importaba era la conexión que creaba con cada palabra y cada nota. Al salir del escenario, Selene la esperaba con una toalla y una sonrisa. “El universo sigue hablando de ti, Robin.” Robin sonrió, agotada pero feliz. “Es porque, en el fondo, todos necesitamos una canción que nos haga sentir menos solos.” Y así, la estrella que iluminaba galaxias volvió a perderse entre las luces del cosmos, dejando a su paso una melodía que nunca se apagaría.
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