El día en el desierto había sido bastante productivo. Link había reunido varios ingredientes —sandías gélidas, voltfrutas y frutas de palma— que le hacían falta tras haberlos usado en elixires y platillos para resistir el calor extremo al que se sometía.
Durante su recorrido por las dunas, también se cruzó con algunos enemigos: lizalfos y gibdos que no tardó en derrotar con agilidad y precisión. Aprovechó el momento para recolectar huesos y partes útiles, materiales que podrían servirle para nuevos elixires o, en su defecto, para intercambiar con Kilton.
Cuando sus bolsos estuvieron llenos hasta el límite, retomó el camino hacia el Bazar Kara Kara, más cercano que la ciudad Gerudo. El sol caía alto y el aire era cálido, pero el héroe mantuvo su paso constante.
Al llegar al oasis, buscó un espacio libre entre los puestos del bazar para vender lo que había reunido. No le tomó mucho encontrar un rincón donde desplegar sus cosas, y en poco tiempo comenzó el intercambio con los viajeros que pasaban.
El lugar, animado por el bullicio de comerciantes y viajeros, facilitó la venta de sus productos. Cuando ya no quedaba nada más por ofrecer, Link decidió tomar un breve descanso. Se recostó contra una pared de ladrillos tibios, con una pequeña bolsa de rupias en el cinturón, y comió un trozo de fruta antes de beber unos sorbos de agua fresca.
La calidez del ambiente lo envolvía sin sofocarlo; la brisa que llegaba del oasis le rozaba el rostro haciéndole relajarse. Poco a poco, sus párpados se tornaron pesados. Con un leve suspiro, permitió que el cansancio lo alcanzara, cerrando los ojos para concederse un merecido descanso después de una jornada tan agotadora.
El día en el desierto había sido bastante productivo. Link había reunido varios ingredientes —sandías gélidas, voltfrutas y frutas de palma— que le hacían falta tras haberlos usado en elixires y platillos para resistir el calor extremo al que se sometía.
Durante su recorrido por las dunas, también se cruzó con algunos enemigos: lizalfos y gibdos que no tardó en derrotar con agilidad y precisión. Aprovechó el momento para recolectar huesos y partes útiles, materiales que podrían servirle para nuevos elixires o, en su defecto, para intercambiar con Kilton.
Cuando sus bolsos estuvieron llenos hasta el límite, retomó el camino hacia el Bazar Kara Kara, más cercano que la ciudad Gerudo. El sol caía alto y el aire era cálido, pero el héroe mantuvo su paso constante.
Al llegar al oasis, buscó un espacio libre entre los puestos del bazar para vender lo que había reunido. No le tomó mucho encontrar un rincón donde desplegar sus cosas, y en poco tiempo comenzó el intercambio con los viajeros que pasaban.
El lugar, animado por el bullicio de comerciantes y viajeros, facilitó la venta de sus productos. Cuando ya no quedaba nada más por ofrecer, Link decidió tomar un breve descanso. Se recostó contra una pared de ladrillos tibios, con una pequeña bolsa de rupias en el cinturón, y comió un trozo de fruta antes de beber unos sorbos de agua fresca.
La calidez del ambiente lo envolvía sin sofocarlo; la brisa que llegaba del oasis le rozaba el rostro haciéndole relajarse. Poco a poco, sus párpados se tornaron pesados. Con un leve suspiro, permitió que el cansancio lo alcanzara, cerrando los ojos para concederse un merecido descanso después de una jornada tan agotadora.