• ♠♣ “Cada movimiento tuyo es como una nota en una sinfonía de muerte; y yo, querido, soy tanto el compositor como el ejecutor. No te preocupes, cuando termine contigo, serás inolvidable.”



    https://youtu.be/yOrF1nTUsEI?si=hFEKkIk267Hjk15K
    ♠♣ “Cada movimiento tuyo es como una nota en una sinfonía de muerte; y yo, querido, soy tanto el compositor como el ejecutor. No te preocupes, cuando termine contigo, serás inolvidable.” https://youtu.be/yOrF1nTUsEI?si=hFEKkIk267Hjk15K
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  • ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・
    Frente a ella, suspendida en un eje invisible, flotaba una espada. No temblaba. No tenía vaina. Su filo brillaba apenas, giraba lentamente, sin impulso ni viento, obedeciendo a una ley que ningún ser vivo recuerda. Nadie la empuñaba. Nadie la dirigía. Solo mataba. No con rabia, sino con función. Cualquiera que osara romper el silencio del claro… era atacado.

    Las cadenas que la rodeaban contra el árbol no dolían, pero tampoco la dejaban dormir. Eran muchas, superpuestas, enredadas como serpientes dormidas. Ninguna podía romperse sin romper algo más. A su alrededor crecían las solstasias, flores como la niebla, de tallos azul ceniza y pétalos en forma de delta invertido.

    Con el pasar de los ciclos, si aún podían llamarse así, las memorias comenzaron a desaparecer. No como un olvido suave, sino como una putrefacción del recuerdo. Sentía cómo le eran devoradas desde adentro, no por criaturas, sino por un hambre más antigua que el tiempo. No había imágenes. Solo huecos. Y en esos huecos, a veces, las palabras extrañas aparecían: fragmentos de un lenguaje del hueco que nunca aprendió, pero que parecía conocerla más de lo que ella se recordaba a sí misma.

    A veces, en el linde del delirio, una chispa de claridad brotaba. El rostro de alguien. El perfume de una ciudad que ya no existe. El tacto de una voz. Breves. Imposibles. Y luego, la muerte. Y luego, en algún punto volvía a renacer sin memoria.

    Ahora no sabía si estaba al principio o al final...
    ・‥...━━━━━━ꜱᴛᴀʀᴛᴇʀ━━━━━━━…‥・ Frente a ella, suspendida en un eje invisible, flotaba una espada. No temblaba. No tenía vaina. Su filo brillaba apenas, giraba lentamente, sin impulso ni viento, obedeciendo a una ley que ningún ser vivo recuerda. Nadie la empuñaba. Nadie la dirigía. Solo mataba. No con rabia, sino con función. Cualquiera que osara romper el silencio del claro… era atacado. Las cadenas que la rodeaban contra el árbol no dolían, pero tampoco la dejaban dormir. Eran muchas, superpuestas, enredadas como serpientes dormidas. Ninguna podía romperse sin romper algo más. A su alrededor crecían las solstasias, flores como la niebla, de tallos azul ceniza y pétalos en forma de delta invertido. Con el pasar de los ciclos, si aún podían llamarse así, las memorias comenzaron a desaparecer. No como un olvido suave, sino como una putrefacción del recuerdo. Sentía cómo le eran devoradas desde adentro, no por criaturas, sino por un hambre más antigua que el tiempo. No había imágenes. Solo huecos. Y en esos huecos, a veces, las palabras extrañas aparecían: fragmentos de un lenguaje del hueco que nunca aprendió, pero que parecía conocerla más de lo que ella se recordaba a sí misma. A veces, en el linde del delirio, una chispa de claridad brotaba. El rostro de alguien. El perfume de una ciudad que ya no existe. El tacto de una voz. Breves. Imposibles. Y luego, la muerte. Y luego, en algún punto volvía a renacer sin memoria. Ahora no sabía si estaba al principio o al final...
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  • — "La muerte es lo que vuelve valiosa a la vida Si no existiera... La vida perdería toda su gracia"—
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  • El sol del mediodía bañaba el penthouse con un resplandor casi celestial, haciendo relucir el mármol blanco y las molduras doradas que hablaban de un lujo sobrio, cuidadosamente calculado. Las cortinas se mecían con la brisa, y el murmullo lejano de la ciudad parecía un eco irrelevante frente al imperio silencioso que reinaba entre esas paredes.

    Elisabetta estaba sentada en su diván favorito, con una pierna cruzada sobre la otra, envuelta en una bata de seda marfil con bordes dorados. Sus uñas perfectas brillaban mientras sostenía la revista que uno de sus asistentes le había entregado minutos antes.

    EMPORIO MAGAZINE 2025.

    Ahí estaba ella, en la portada. Imponente, inalcanzable, con las gafas oscuras cubriéndole los ojos y una expresión que no dejaba espacio a dudas: era poder, era belleza, era peligro.

    "Moda, poder y muerte: la fórmula de Elisabetta di Vincenzo."
    "La mujer que convirtió los negocios en arte."

    Sus ojos amatistas recorrieron lentamente el titular. Ladeó el rostro apenas, como si saboreara cada palabra impresa con la misma intensidad con la que saboreaba una victoria bien ganada. Luego, sin apartar la mirada de la portada, dejó escapar una suave carcajada, apenas audible.

    —Les tomó tiempo entender... —musitó.

    En el margen inferior de la portada, una frase resaltada con picardía captó su atención:

    “¿Quién es el hombre que siempre la acompaña a todos lados? ¿Será su guardaespaldas como ella dice, o será algo más?”

    Elisabetta entrecerró los ojos y su sonrisa se transformó en una línea seductora de malicia pura. Apoyó el mentón sobre la mano con gesto teatral y elegante, y murmuró como si hablara consigo misma, aunque sabía que él estaba allí:

    —Les fascina especular... pero nadie entiende que el peligro real nunca se ve venir.

    El guardaespaldas, apostado discretamente a unos pasos, no dijo una palabra. Pero en su postura relajada había tensión contenida, como la de un león que observa, callado, esperando que alguien cruce la línea equivocada.

    Ella lo sabía. Siempre lo sabía.

    —¿Y tú? —preguntó, sin volverse, con voz suave pero cortante—. ¿Te molesta que empiecen a sospechar?

    Khaleb Jaddour
    El sol del mediodía bañaba el penthouse con un resplandor casi celestial, haciendo relucir el mármol blanco y las molduras doradas que hablaban de un lujo sobrio, cuidadosamente calculado. Las cortinas se mecían con la brisa, y el murmullo lejano de la ciudad parecía un eco irrelevante frente al imperio silencioso que reinaba entre esas paredes. Elisabetta estaba sentada en su diván favorito, con una pierna cruzada sobre la otra, envuelta en una bata de seda marfil con bordes dorados. Sus uñas perfectas brillaban mientras sostenía la revista que uno de sus asistentes le había entregado minutos antes. EMPORIO MAGAZINE 2025. Ahí estaba ella, en la portada. Imponente, inalcanzable, con las gafas oscuras cubriéndole los ojos y una expresión que no dejaba espacio a dudas: era poder, era belleza, era peligro. "Moda, poder y muerte: la fórmula de Elisabetta di Vincenzo." "La mujer que convirtió los negocios en arte." Sus ojos amatistas recorrieron lentamente el titular. Ladeó el rostro apenas, como si saboreara cada palabra impresa con la misma intensidad con la que saboreaba una victoria bien ganada. Luego, sin apartar la mirada de la portada, dejó escapar una suave carcajada, apenas audible. —Les tomó tiempo entender... —musitó. En el margen inferior de la portada, una frase resaltada con picardía captó su atención: “¿Quién es el hombre que siempre la acompaña a todos lados? ¿Será su guardaespaldas como ella dice, o será algo más?” Elisabetta entrecerró los ojos y su sonrisa se transformó en una línea seductora de malicia pura. Apoyó el mentón sobre la mano con gesto teatral y elegante, y murmuró como si hablara consigo misma, aunque sabía que él estaba allí: —Les fascina especular... pero nadie entiende que el peligro real nunca se ve venir. El guardaespaldas, apostado discretamente a unos pasos, no dijo una palabra. Pero en su postura relajada había tensión contenida, como la de un león que observa, callado, esperando que alguien cruce la línea equivocada. Ella lo sabía. Siempre lo sabía. —¿Y tú? —preguntó, sin volverse, con voz suave pero cortante—. ¿Te molesta que empiecen a sospechar? [cosmic_beryl_zebra_425]
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  • ¡A los barcos! ¡Vamos juntos al mar!
    ¡A vivir libres y ser felices!
    ¡Vamos en busca de aventuras!
    ¡A conquistar tesoros!
    ¡Vamos a reír de la vida!
    Y a sonreír a la muerte
    ¡Vamos! ¡Vamos juntos!
    ¡Porque somos piratas!
    ¡Somos piratas! ¡Somos libres!
    ¡Ven! ¡Vamos juntos al mar!

    ☠☠
    🔥🔥🔥⛵⛵🚤🚤 ¡A los barcos! ¡Vamos juntos al mar! ¡A vivir libres y ser felices! ¡Vamos en busca de aventuras! ¡A conquistar tesoros! ¡Vamos a reír de la vida! Y a sonreír a la muerte ¡Vamos! ¡Vamos juntos! ¡Porque somos piratas! ¡Somos piratas! ¡Somos libres! 😁 ¡Ven! ¡Vamos juntos al mar! 🏴☠☠🏴☠
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  • La reflexión es el camino hacia la inmortalidad; la falta de reflexión, el camino hacia la muerte...
    La reflexión es el camino hacia la inmortalidad; la falta de reflexión, el camino hacia la muerte...
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  • He visto muchas cosas desde que partí con mi viaje, armado solo con mi espada, he dormido bñen lugares hinospitos, caminado entre bosques donde nadie quisiera poner un pie, y enfrentado criaturas nacidas del eco de antiguas guerras. Pero hoy crucé algo que escapa a las palabras comunes. Ante mí se alzó una estructura imposible, suspendida entre dos mundos. Un puente de piedra gris que desafía la voluntad de la montaña. No una simple construcción, esto era un grito de desafío contra la muerte misma. Se lo conoce entre los viajeros como El Puente de los Ecos.

    La arquitectura humana nunca me ha parecido particularmente gloriosa. Muchas veces está pensada con urgencia, para el presente, rara vez para resistir la mirada del tiempo. Pero esto fue construido por hombres que sabían que no volverían jamás, pero que querían dejar huella en las montañas. El puente no conecta pueblos, conecta dos enormes picos. Sus arcos, siete en total, emergen de la roca misma, parecía que hubieran sido tallados por gigantes de otra era. La nieve lo cubre como un sudario blanco, y el viento lo atraviesa emitiendo susurros como si las piedras guardaran los nombres de todos los que lo cruzaron y no llegaron al otro lado. Quizá cuantos batallones enteros marcharon hacia su final en estw lugar.

    Solo estaba el abismo a ambos lados y sin embargo, allí estaban, figuras solitarias envueltas en capas negras, como guardianes silenciosos. No me hablaron, solo me observaron pasar, quiza mi destino no les incumbia o ya lo conocían.
    Y allá arriba, sobre el filo de la montaña, vi formas que por primera vez habia visto voladores, alas de cuero y ojos de brasa. Dragones, o lo que queda de ellos, me pregunté si eran los últimos testigos de una época donde los puentes se construían con fe y no con lógica.
    Quizás esto es lo que hace grande al ser humano, no su magia ni su acero, sino su testarudez de poner piedra sobre piedra en los lugares donde la muerte reina.
    He visto muchas cosas desde que partí con mi viaje, armado solo con mi espada, he dormido bñen lugares hinospitos, caminado entre bosques donde nadie quisiera poner un pie, y enfrentado criaturas nacidas del eco de antiguas guerras. Pero hoy crucé algo que escapa a las palabras comunes. Ante mí se alzó una estructura imposible, suspendida entre dos mundos. Un puente de piedra gris que desafía la voluntad de la montaña. No una simple construcción, esto era un grito de desafío contra la muerte misma. Se lo conoce entre los viajeros como El Puente de los Ecos. La arquitectura humana nunca me ha parecido particularmente gloriosa. Muchas veces está pensada con urgencia, para el presente, rara vez para resistir la mirada del tiempo. Pero esto fue construido por hombres que sabían que no volverían jamás, pero que querían dejar huella en las montañas. El puente no conecta pueblos, conecta dos enormes picos. Sus arcos, siete en total, emergen de la roca misma, parecía que hubieran sido tallados por gigantes de otra era. La nieve lo cubre como un sudario blanco, y el viento lo atraviesa emitiendo susurros como si las piedras guardaran los nombres de todos los que lo cruzaron y no llegaron al otro lado. Quizá cuantos batallones enteros marcharon hacia su final en estw lugar. Solo estaba el abismo a ambos lados y sin embargo, allí estaban, figuras solitarias envueltas en capas negras, como guardianes silenciosos. No me hablaron, solo me observaron pasar, quiza mi destino no les incumbia o ya lo conocían. Y allá arriba, sobre el filo de la montaña, vi formas que por primera vez habia visto voladores, alas de cuero y ojos de brasa. Dragones, o lo que queda de ellos, me pregunté si eran los últimos testigos de una época donde los puentes se construían con fe y no con lógica. Quizás esto es lo que hace grande al ser humano, no su magia ni su acero, sino su testarudez de poner piedra sobre piedra en los lugares donde la muerte reina.
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  • ⸻ Viejo, la vida es una constante pelea desde el día en que naces hasta tu muerte, ya no digas babosada y media, que nuestros puños hablen.
    ⸻ Viejo, la vida es una constante pelea desde el día en que naces hasta tu muerte, ya no digas babosada y media, que nuestros puños hablen.
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  • Sabes algo los venenos de las serpientes son químicos muy interesante más para la medicina o incluso la muerte misma .
    Sabes algo los venenos de las serpientes son químicos muy interesante más para la medicina o incluso la muerte misma .
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  • Lugar: Estación de tren
    Temperatura: - siempre
    Hora: muy tarde que ya no hay sol

    Jack: segura que no te vas a morir... Si es así no me dejes a Salem..

    - Esperaba el tren junto a Jack, la situación es la siguiente ayudó a una persona dándole dinero para que recargara la tarjeta del tren y seguido apareció otra persona que no tenía tarjeta y le pago el pasaje. -

    Jack : dos personas en una noche, que diría que la muerte tiene un gran corazón... O tal vez¿ aún le tienes cariño a los humanos?

    - la mujer que se encontraba sentada en la banca miro el horizonte no dijo nada por unos minutos, y luego argumento-

    La raíz del sufrimiento es el apego..
    Lugar: Estación de tren Temperatura: - siempre Hora: muy tarde que ya no hay sol Jack: segura que no te vas a morir... Si es así no me dejes a Salem.. - Esperaba el tren junto a Jack, la situación es la siguiente ayudó a una persona dándole dinero para que recargara la tarjeta del tren y seguido apareció otra persona que no tenía tarjeta y le pago el pasaje. - Jack : dos personas en una noche, que diría que la muerte tiene un gran corazón... O tal vez¿ aún le tienes cariño a los humanos? - la mujer que se encontraba sentada en la banca miro el horizonte no dijo nada por unos minutos, y luego argumento- La raíz del sufrimiento es el apego..
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