• Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia.

    Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo.

    Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera.

    La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada?

    Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas.

    Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos.

    Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia. Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo. Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera. La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada? Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas. Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos. Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
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  • Su oficina, usualmente ordenada, estaba ahora cubierta de documentos, fotografías y mapas con líneas rojas que unían puntos sin sentido. La desaparición de aquella chica se estaba convirtiendo en una pesadilla que lo empujaba más allá de sus límites.

    Con un suspiro pesado, se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso del cansancio y la frustración. Sobre el escritorio, la lista que había llegado junto a un viejo violín brillaba bajo la tenue luz del escritorio. Tres nombres. Tres vidas tachadas. La violinista era la última, pero ¿a dónde llevaba todo esto?

    Se inclinó hacia atrás en la silla, empujándose las gafas sobre el cabello desordenado. Recordó al hombre que días atrás le entregó el violín. Su apariencia andrajosa y sus palabras cargadas de pánico resonaban en su mente: “Ella no quería tocarlo, pero no tuvo elección. Si lo encuentra... sabrá.”

    Antes de que pudiera presionarlo para más detalles, el hombre desapareció como un fantasma, dejándolo solo con aquel instrumento antiguo entre sus manos.

    #nightfallrevenge

    Su oficina, usualmente ordenada, estaba ahora cubierta de documentos, fotografías y mapas con líneas rojas que unían puntos sin sentido. La desaparición de aquella chica se estaba convirtiendo en una pesadilla que lo empujaba más allá de sus límites. Con un suspiro pesado, se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso del cansancio y la frustración. Sobre el escritorio, la lista que había llegado junto a un viejo violín brillaba bajo la tenue luz del escritorio. Tres nombres. Tres vidas tachadas. La violinista era la última, pero ¿a dónde llevaba todo esto? Se inclinó hacia atrás en la silla, empujándose las gafas sobre el cabello desordenado. Recordó al hombre que días atrás le entregó el violín. Su apariencia andrajosa y sus palabras cargadas de pánico resonaban en su mente: “Ella no quería tocarlo, pero no tuvo elección. Si lo encuentra... sabrá.” Antes de que pudiera presionarlo para más detalles, el hombre desapareció como un fantasma, dejándolo solo con aquel instrumento antiguo entre sus manos. #nightfallrevenge
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  • La mejor de las fotografías, últimamente comenzó a salir más, su mundo estaba extendiéndose poco a poco.

    — Esta es perfecta.

    Musitó al tomarse la fotografía frente al espejo del centro comercial.
    La mejor de las fotografías, últimamente comenzó a salir más, su mundo estaba extendiéndose poco a poco. — Esta es perfecta. Musitó al tomarse la fotografía frente al espejo del centro comercial.
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  • - Creó que es así.

    Mirmuraba al tomarse la fotografía perfecta, la idea loca de busca paraja por internet gracias a su amiga no lo dejaba en paz.

    -Ya... Ya está, un poco a la izquierda y... De verdad estoy realmente loco para hacer esto. (?)
    - Creó que es así. Mirmuraba al tomarse la fotografía perfecta, la idea loca de busca paraja por internet gracias a su amiga no lo dejaba en paz. -Ya... Ya está, un poco a la izquierda y... De verdad estoy realmente loco para hacer esto. (?)
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  • Happy Valentine's Day to everyone 🫶🏽

    -Subió aquella fotografía a su Instagram, luego de un día cansado, el único regalo sincero que había recibido fue de su mejor amigo.-
    Happy Valentine's Day to everyone 🫶🏽✨ -Subió aquella fotografía a su Instagram, luego de un día cansado, el único regalo sincero que había recibido fue de su mejor amigo.-
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  • Hoy estuvimos ensayando un poco~, nuestro manager nos tomo una fotografía justo cuando estoy comiendo...
    Hoy estuvimos ensayando un poco~, nuestro manager nos tomo una fotografía justo cuando estoy comiendo...
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  • Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer.

    Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma.

    Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse.

    — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó.

    —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! —

    Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu.

    — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas.

    —... P-pensé que me estaba ignorando. —
    —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? —

    Kymsu asintió.

    Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá.

    Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando.

    — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita.

    Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor.

    —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada.

    ¡Volvió a ser una catame!

    Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación.

    —¿Ya te despertaste, la-niña? —
    Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.

    — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza.

    —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
    Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer. Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma. Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse. — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó. —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! — Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu. — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas. —... P-pensé que me estaba ignorando. — —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? — Kymsu asintió. Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá. Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando. — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita. Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor. —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada. ¡Volvió a ser una catame! Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación. —¿Ya te despertaste, la-niña? — Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza. —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
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  • Los viejos tiempos, los buenos amigos, las carcajadas embozadas sin sentido es lo que extraño.

    -Entre los recuerdos de una caja vieja y polvosa una fotografía de él y un par de amigos, le hizo recordar su estadía en la milicia. -

    ¿Qué habrá sido de ustedes, imbéciles? (?)




    Los viejos tiempos, los buenos amigos, las carcajadas embozadas sin sentido es lo que extraño. -Entre los recuerdos de una caja vieja y polvosa una fotografía de él y un par de amigos, le hizo recordar su estadía en la milicia. - ¿Qué habrá sido de ustedes, imbéciles? (?)
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  • ────He visto auroras boreales en fotografías, pero nunca en vivo y a todo color. Recuerdo la primera vez que vi una aurora en una fotografía, estaba en una enciclopedia, pero a blanco y negro. ¿Serán muy luminosas y coloridas como dicen? Espero poder ver una esta noche.
    ────He visto auroras boreales en fotografías, pero nunca en vivo y a todo color. Recuerdo la primera vez que vi una aurora en una fotografía, estaba en una enciclopedia, pero a blanco y negro. ¿Serán muy luminosas y coloridas como dicen? Espero poder ver una esta noche.
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  • — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar.

    Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta.

    Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C.

    « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? »

    Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre.

    — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal.

    « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
    — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar. Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta. Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C. « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? » Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre. — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal. « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
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