• Las hormonas son difíciles de controlar
    Fandom Persona 3
    Categoría Romance
    Quién me iba a decir que en pleno verano estaría más coqueta de lo normal, en este año escolar Akihiko y yo no sólo hemos compartido palabras, habido besos, nos hemos enrollado ya sea tras nuestros entrenamientos de Boxeo y Esgrima. También habido en el tártaro, esto nadie lo sabía, ahora en vacaciones teníamos que disimular muy bien las cosas. Pero verlo en bañador, me ha hecho que me masturbe más de una noche, hoy estaba en la piscina con las chicas, Fuka y Yukari le explicaban a Aigis las diferencias que tenemos las chicas y los chicos, yo estaba en una sombrilla ocultándome ya que mi piel era demasiado delicada para el sol, además así podría mirar aunque fuera una distancia lejana a cierto adicto a la proteína, sin que nadie se diera cuenta.

    Akihiko Sanada
    Quién me iba a decir que en pleno verano estaría más coqueta de lo normal, en este año escolar Akihiko y yo no sólo hemos compartido palabras, habido besos, nos hemos enrollado ya sea tras nuestros entrenamientos de Boxeo y Esgrima. También habido en el tártaro, esto nadie lo sabía, ahora en vacaciones teníamos que disimular muy bien las cosas. Pero verlo en bañador, me ha hecho que me masturbe más de una noche, hoy estaba en la piscina con las chicas, Fuka y Yukari le explicaban a Aigis las diferencias que tenemos las chicas y los chicos, yo estaba en una sombrilla ocultándome ya que mi piel era demasiado delicada para el sol, además así podría mirar aunque fuera una distancia lejana a cierto adicto a la proteína, sin que nadie se diera cuenta. [Sanada_Thcx]
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  • — Un nuevo año escolar comienza y ya apesta a puros herbívoros entre los de primer año. Qué aburrido...¿Dónde diablos se metió Ruggie?
    — Un nuevo año escolar comienza y ya apesta a puros herbívoros entre los de primer año. Qué aburrido...¿Dónde diablos se metió Ruggie?
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  • Los encontré deambulando por la pradera, pequeñas figuras llameantes con ojos brillantes y cuerpos que parpadeaban como velas en el viento. Cinco en total.

    Niños de fuego.

    Podría decirse que estaban asustados, aunque sus rostros eran difíciles de leer entre las llamas. Uno de ellos, el más alto, intentaba mantener a los demás juntos, pero su chispa titilaba con nerviosismo.

    Sonreí.

    ~ Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Una excursión escolar que se salió de control? ~

    Los cinco giraron al unísono, sobresaltados. Uno incluso dio un pequeño brinco, dejando un rastro de brasas en el aire.

    ~ ¡¿Q-quién eres tú?! ~ balbuceó el más pequeño. Su voz crepitaba como un leño recién encendido.

    Puse una mano en mi pecho con fingida sorpresa.

    ~ ¿Yo? ¡Pero qué grosería! No reconocer a su nuevo maestro suplente… ~

    Los niños se miraron confundidos.

    ~ ¿Maestro? Pero el profesor Ígneo no se parece a ti… ~

    ~ Bueno, eso es porque el profesor Ígneo no está aquí, ¿cierto? Y yo sí. Así que, por hoy, soy el Profesor Ghost. ~

    Dibujé una pizarra en el aire con un movimiento de mi mano, y las chispas de su fuego se pegaron al aire como si realmente fuera un tablero invisible. Luego, con un gesto, tracé unas letras en rojo brillante:

    **"Clase de Orientación 101: Cómo no perderse en dimensiones extrañas"**

    Los niños empezaron a relajarse. Algunos incluso rieron. Eso era bueno.

    ~ Ahora, primera pregunta: ¿Cómo llegaron aquí? ~

    El mayor habló.

    ~ Nos desviamos del sendero de fuego cuando viajábamos entre planos. Nos dijeron que no siguiéramos los reflejos en el suelo, pero… uno de nosotros lo hizo y… bueno… ~

    ~ ¡Nos caímos! ~ gritó el más pequeño, agitando sus pequeñas manos ardientes.

    Chasqueé los dedos.

    ~ ¡Error número uno! Nunca sigan cosas brillantes si no saben a dónde llevan. La curiosidad es genial, pero también es la mejor amiga de los problemas. ~

    Dibujé en el aire un pequeño diagrama: una flecha señalando un sendero, otra desviándose hacia un abismo con una carita triste al final.

    ~ Ahora, segunda pregunta: ¿Cómo vuelven a casa? ~

    Silencio.

    Me crucé de brazos.

    ~ Oh, vamos, chicos. ¿Ninguno de ustedes leyó el capítulo sobre portales de emergencia? ~

    Las llamas de los niños parpadearon con vergüenza.

    Suspiré dramáticamente y chasqueé los dedos otra vez. Frente a ellos, el aire se onduló y un círculo ígneo apareció en el suelo, crepitando con un calor familiar para ellos.

    ~ Y así es como un profesor experimentado lo hace. Ahora, ordenaditos y sin empujarse, porque si este portal se desestabiliza, podría llevarlos a una dimensión de lluvia eterna. Y dudo que les guste mojarse. ~

    Los niños se apresuraron a alinearse, pero antes de cruzar, el más alto se giró hacia mí.

    ~ Gracias, Profesor Ghost. ~

    Le guiñé un ojo.

    ~ No hay de qué, pequeños fósforos. Y la próxima vez, presten más atención en clase. ~

    Los niños rieron y uno a uno, cruzaron el portal.

    Cuando la última chispa de su fuego desapareció, la pradera quedó en calma otra vez.

    Me giré hacia la pizarra invisible y con un simple soplido, la deshice en mariposas de luz.

    ~ Clase aprobada. ~ murmuré con una sonrisa antes de seguir mi camino.
    Los encontré deambulando por la pradera, pequeñas figuras llameantes con ojos brillantes y cuerpos que parpadeaban como velas en el viento. Cinco en total. Niños de fuego. Podría decirse que estaban asustados, aunque sus rostros eran difíciles de leer entre las llamas. Uno de ellos, el más alto, intentaba mantener a los demás juntos, pero su chispa titilaba con nerviosismo. Sonreí. ~ Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Una excursión escolar que se salió de control? ~ Los cinco giraron al unísono, sobresaltados. Uno incluso dio un pequeño brinco, dejando un rastro de brasas en el aire. ~ ¡¿Q-quién eres tú?! ~ balbuceó el más pequeño. Su voz crepitaba como un leño recién encendido. Puse una mano en mi pecho con fingida sorpresa. ~ ¿Yo? ¡Pero qué grosería! No reconocer a su nuevo maestro suplente… ~ Los niños se miraron confundidos. ~ ¿Maestro? Pero el profesor Ígneo no se parece a ti… ~ ~ Bueno, eso es porque el profesor Ígneo no está aquí, ¿cierto? Y yo sí. Así que, por hoy, soy el Profesor Ghost. ~ Dibujé una pizarra en el aire con un movimiento de mi mano, y las chispas de su fuego se pegaron al aire como si realmente fuera un tablero invisible. Luego, con un gesto, tracé unas letras en rojo brillante: **"Clase de Orientación 101: Cómo no perderse en dimensiones extrañas"** Los niños empezaron a relajarse. Algunos incluso rieron. Eso era bueno. ~ Ahora, primera pregunta: ¿Cómo llegaron aquí? ~ El mayor habló. ~ Nos desviamos del sendero de fuego cuando viajábamos entre planos. Nos dijeron que no siguiéramos los reflejos en el suelo, pero… uno de nosotros lo hizo y… bueno… ~ ~ ¡Nos caímos! ~ gritó el más pequeño, agitando sus pequeñas manos ardientes. Chasqueé los dedos. ~ ¡Error número uno! Nunca sigan cosas brillantes si no saben a dónde llevan. La curiosidad es genial, pero también es la mejor amiga de los problemas. ~ Dibujé en el aire un pequeño diagrama: una flecha señalando un sendero, otra desviándose hacia un abismo con una carita triste al final. ~ Ahora, segunda pregunta: ¿Cómo vuelven a casa? ~ Silencio. Me crucé de brazos. ~ Oh, vamos, chicos. ¿Ninguno de ustedes leyó el capítulo sobre portales de emergencia? ~ Las llamas de los niños parpadearon con vergüenza. Suspiré dramáticamente y chasqueé los dedos otra vez. Frente a ellos, el aire se onduló y un círculo ígneo apareció en el suelo, crepitando con un calor familiar para ellos. ~ Y así es como un profesor experimentado lo hace. Ahora, ordenaditos y sin empujarse, porque si este portal se desestabiliza, podría llevarlos a una dimensión de lluvia eterna. Y dudo que les guste mojarse. ~ Los niños se apresuraron a alinearse, pero antes de cruzar, el más alto se giró hacia mí. ~ Gracias, Profesor Ghost. ~ Le guiñé un ojo. ~ No hay de qué, pequeños fósforos. Y la próxima vez, presten más atención en clase. ~ Los niños rieron y uno a uno, cruzaron el portal. Cuando la última chispa de su fuego desapareció, la pradera quedó en calma otra vez. Me giré hacia la pizarra invisible y con un simple soplido, la deshice en mariposas de luz. ~ Clase aprobada. ~ murmuré con una sonrisa antes de seguir mi camino.
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  • No entiendo por qué las clases son tan aburridas, ¿faltará mucho para el festival escolar?
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  • #Byul
    #Family
    - Sleepless part 01 -



    Había regresado de sus clases normalmente, su día había sido tranquilo, concurrente, lleno de actividades que surgieron sin problemas hasta pocas horas antes de terminar su rutina escolar.

    Aunque el único problema fue encontrar cartas de felicitaciones por su cumpleaños impregnadas de feromonas de omegas en su escritorio, no entendía porqué hacían eso, pero supuso que era algo normal, así que las guardó sin pensar mucho en eso. Pero inesperadamente se enfermó después y se desmayó por fiebre y calor. Fue llevado a la enfermería y llamaron a sus padres lo cual creía demasiado dramático, sólo había tenido un poco de calor, pero sus papás sospechaban de algo, así que tuvieron que llevarlo al hospital de confianza.

    Luego de unos exámenes, les dijeron a sus padres que ya era tiempo de volverse a diferenciar. Lo cual hizo y nuevamente se diferenció como Alfa, sólo que ahora en un Alfa dominante. Byul sólo quería ir a casa a dormir, estaba un poco cansado, pero cuando llegaron le hicieron sentarse en el sofá a escuchar las discusiones de sus padres sobre lo que sería de él ahora y que tendría que hacer. Byul se cruzó de brazos y sólo escuchó.

    — Bien, ahora que nuestro pequeño Byul cumplió sus 18 años, es tiempo de que sus medicamentos cambien, según el doctor. Aunque éstos serán un poco fuertes, más que los otros porque.. es posible que tengas tu primer..

    Byul se avergonzó sabiendo lo que sugería e interrumpió a su mamá, había escuchado algo sobre eso en la escuela, pero nunca le había prestado atención por haber estado jugando con sus amigos con pequeñas notas de papel para pasar el rato. No queriendo escuchar el resto y levantándose del sofá decidió reunir fuerzas para hablar en un débil intento de que detuvieran el tema.

    — ¡Me tomaré los medicamentos! ¿Ya puedo irme?

    De repente fue nuevamente sentado por su papá quién tenía una sonrisa tenebrosa en su rostro, Byul se quedó sentado y quieto, aunque su rostro estaba un poco rojizo.

    — No, ahora tendremos la charla, "esa charla" sobre ti.

    Byul se estremeció y negó desconfiado, miró a su mamá en busca de ayuda, pero él sólo sonreía apoyando a su esposo, incluso aplaudía por la nueva función que estaba a punto de suceder, parecía que habían estado esperando ese momento hace mucho tiempo o que lo habían ensayado varias veces. Una función la cual se trataría en traumarlo de por vida, claro eran sus pensamientos un poco exagerados, pero en ese momento mientras escuchaba a su papá, era todo en lo que podía pensar.

    ─────────────

    Después de ese momento incómodo con sus padres, llegó a su habitación, tiró su mochila en su cama y se dejó caer de cara contra ésta también. Ni siquiera quería verse él mismo al espejo para saber que su cara era similar a un tomate, incluso las puntas de sus orejas estaban rojizas y ardían. Suspiró profundamente y deseó poder fundirse en el suave colchón hasta olvidar todo.

    Seguramente esa noche tendría insomnio, seguramente todas las noches tendría insomnio a partir de ahora.

    #Byul #Family - Sleepless part 01 - Había regresado de sus clases normalmente, su día había sido tranquilo, concurrente, lleno de actividades que surgieron sin problemas hasta pocas horas antes de terminar su rutina escolar. Aunque el único problema fue encontrar cartas de felicitaciones por su cumpleaños impregnadas de feromonas de omegas en su escritorio, no entendía porqué hacían eso, pero supuso que era algo normal, así que las guardó sin pensar mucho en eso. Pero inesperadamente se enfermó después y se desmayó por fiebre y calor. Fue llevado a la enfermería y llamaron a sus padres lo cual creía demasiado dramático, sólo había tenido un poco de calor, pero sus papás sospechaban de algo, así que tuvieron que llevarlo al hospital de confianza. Luego de unos exámenes, les dijeron a sus padres que ya era tiempo de volverse a diferenciar. Lo cual hizo y nuevamente se diferenció como Alfa, sólo que ahora en un Alfa dominante. Byul sólo quería ir a casa a dormir, estaba un poco cansado, pero cuando llegaron le hicieron sentarse en el sofá a escuchar las discusiones de sus padres sobre lo que sería de él ahora y que tendría que hacer. Byul se cruzó de brazos y sólo escuchó. — Bien, ahora que nuestro pequeño Byul cumplió sus 18 años, es tiempo de que sus medicamentos cambien, según el doctor. Aunque éstos serán un poco fuertes, más que los otros porque.. es posible que tengas tu primer.. Byul se avergonzó sabiendo lo que sugería e interrumpió a su mamá, había escuchado algo sobre eso en la escuela, pero nunca le había prestado atención por haber estado jugando con sus amigos con pequeñas notas de papel para pasar el rato. No queriendo escuchar el resto y levantándose del sofá decidió reunir fuerzas para hablar en un débil intento de que detuvieran el tema. — ¡Me tomaré los medicamentos! ¿Ya puedo irme? De repente fue nuevamente sentado por su papá quién tenía una sonrisa tenebrosa en su rostro, Byul se quedó sentado y quieto, aunque su rostro estaba un poco rojizo. — No, ahora tendremos la charla, "esa charla" sobre ti. Byul se estremeció y negó desconfiado, miró a su mamá en busca de ayuda, pero él sólo sonreía apoyando a su esposo, incluso aplaudía por la nueva función que estaba a punto de suceder, parecía que habían estado esperando ese momento hace mucho tiempo o que lo habían ensayado varias veces. Una función la cual se trataría en traumarlo de por vida, claro eran sus pensamientos un poco exagerados, pero en ese momento mientras escuchaba a su papá, era todo en lo que podía pensar. ───────────── Después de ese momento incómodo con sus padres, llegó a su habitación, tiró su mochila en su cama y se dejó caer de cara contra ésta también. Ni siquiera quería verse él mismo al espejo para saber que su cara era similar a un tomate, incluso las puntas de sus orejas estaban rojizas y ardían. Suspiró profundamente y deseó poder fundirse en el suave colchón hasta olvidar todo. Seguramente esa noche tendría insomnio, seguramente todas las noches tendría insomnio a partir de ahora.
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  • The Monsters
    Fandom Freerol
    Categoría Acción
    - Me parece estúpido que me han metido en el equipo de las porristas... -

    Me quejo a Gray mientras íbamos de camino a nuestras extraescolares. El profesor Robert de gimnasia había visto mi talento en gimnasia rítmica y sin avisarme me metió en el equipo, odiaba ser el centro de atención.

    Además que en el equipo de las porristas, solo había un tema de interés y ese era ¿ Quién de todas es la siguiente en estar en la cama de Gray ? Solo con pensarlo me dan ganas de matarlas a todas, son tan superficiales, lo bueno es que Gray solo las usa para saciar sus necesidades de tío, ninguna ha sido capaz de enamorar a él y a quien voy a mentir. Tanto Gray como yo estamos condenados a no amar, los cazadores nacemos, crecemos y moriremos cumpliendo nuestra misión de erradicar de este mundo, de la escoria de la comunidad mágica.

    Puse los ojos en blanco antes de entrar al gimnasio, desde fuera puedo oler las colonias baratas de Sheila y Kate.

    Tortura y asesinato

    𝐆𝐑𝐀𝐘𝐒𝐎𝐍 𝐀𝐑𝐆𝐄𝐍𝐓
    - Me parece estúpido que me han metido en el equipo de las porristas... - Me quejo a Gray mientras íbamos de camino a nuestras extraescolares. El profesor Robert de gimnasia había visto mi talento en gimnasia rítmica y sin avisarme me metió en el equipo, odiaba ser el centro de atención. Además que en el equipo de las porristas, solo había un tema de interés y ese era ¿ Quién de todas es la siguiente en estar en la cama de Gray ? Solo con pensarlo me dan ganas de matarlas a todas, son tan superficiales, lo bueno es que Gray solo las usa para saciar sus necesidades de tío, ninguna ha sido capaz de enamorar a él y a quien voy a mentir. Tanto Gray como yo estamos condenados a no amar, los cazadores nacemos, crecemos y moriremos cumpliendo nuestra misión de erradicar de este mundo, de la escoria de la comunidad mágica. Puse los ojos en blanco antes de entrar al gimnasio, desde fuera puedo oler las colonias baratas de Sheila y Kate. ⚠️ Tortura y asesinato [ThxArgent91]
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  • #MonoRol

    𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎
    ...
    𝐋𝐚 𝐀𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚
    𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐈𝐈


    La campana resonó en el edificio escolar, anunciando el inicio del receso. Con entusiasmo, los estudiantes comenzaron a levantarse de sus pupitres y salir del salón, deseosos de disfrutar de esos valiosos minutos de recreo. El corredor se llenó rápidamente de risas y conversaciones, creando una atmósfera de alegría y energía juvenil.

    Entre el bullicio, algunos estudiantes optaron por quedarse en el salón, ya sea por tener tareas atrasadas o por simplemente desear un momento de tranquilidad. Entre esos que se quedaron, estaba Doria, aquel albino quien, a decir verdad era el único allí de su salón.

    La luz suave del sol bañaba su pupitre a través de la ventana abierta, dándole la oportunidad perfecta para leer.

    El joven peliblanco sacó un libro de su mochila, uno que había estado esperando leer desde que lo escuchó: Cincuenta Sombras de Grey.

    Y así el salón vacío y tranquilo se convirtió en su refugio personal, un espacio donde podía sumergirse en la lectura y así disfrutar de la paz.

    Dorian era un alma solitaria en un mar de grupos bien definidos dentro de la academia. No encajaba con los populares que disfrutaban de la atención constante y el glamour de la adolescencia. Tampoco con los rudos, cuyas conversaciones y actividades involucraban agresividad que no compartía. Los frikis y Otakus, apasionados por sus mundos de fantasía y ciencia ficción, también parecían un universo muy distante para él. Ni siquiera se sentía cómodo entre los inteligentes, cuyo mundo giraba en torno a logros académicos y debates intelectuales.

    En fin, Dorian no encontraba su lugar en ninguno de aquellos grupos tan claramente delineados. Como resultado, solía quedarse solo, mientras los demás lo veían con curiosidad, como si fuera una anomalía en el sistema social de la escuela.

    A medida que leía, sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia la ventana, observando con un dejo de tristeza cómo los demás estudiantes jugaban y conversaban en el patio. El ruido distante de sus risas y gritos llegaba a sus oídos, hasta que, inevitablemente, aparecieron aquellos que siempre le molestaban.

    Su presencia era como una tormenta anunciada, trayendo consigo insultos y provocaciones que buscaban minar su tranquilidad. Sin embargo, esta vez, Dorian ya sabía qué hacer. Se levantó y se metió en problemas una vez más solo para defenderse y demostrar que él no era un simple adolescente y ya.
    #MonoRol 𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎 ... 𝐋𝐚 𝐀𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚 𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐈𝐈 La campana resonó en el edificio escolar, anunciando el inicio del receso. Con entusiasmo, los estudiantes comenzaron a levantarse de sus pupitres y salir del salón, deseosos de disfrutar de esos valiosos minutos de recreo. El corredor se llenó rápidamente de risas y conversaciones, creando una atmósfera de alegría y energía juvenil. Entre el bullicio, algunos estudiantes optaron por quedarse en el salón, ya sea por tener tareas atrasadas o por simplemente desear un momento de tranquilidad. Entre esos que se quedaron, estaba Doria, aquel albino quien, a decir verdad era el único allí de su salón. La luz suave del sol bañaba su pupitre a través de la ventana abierta, dándole la oportunidad perfecta para leer. El joven peliblanco sacó un libro de su mochila, uno que había estado esperando leer desde que lo escuchó: Cincuenta Sombras de Grey. Y así el salón vacío y tranquilo se convirtió en su refugio personal, un espacio donde podía sumergirse en la lectura y así disfrutar de la paz. Dorian era un alma solitaria en un mar de grupos bien definidos dentro de la academia. No encajaba con los populares que disfrutaban de la atención constante y el glamour de la adolescencia. Tampoco con los rudos, cuyas conversaciones y actividades involucraban agresividad que no compartía. Los frikis y Otakus, apasionados por sus mundos de fantasía y ciencia ficción, también parecían un universo muy distante para él. Ni siquiera se sentía cómodo entre los inteligentes, cuyo mundo giraba en torno a logros académicos y debates intelectuales. En fin, Dorian no encontraba su lugar en ninguno de aquellos grupos tan claramente delineados. Como resultado, solía quedarse solo, mientras los demás lo veían con curiosidad, como si fuera una anomalía en el sistema social de la escuela. A medida que leía, sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia la ventana, observando con un dejo de tristeza cómo los demás estudiantes jugaban y conversaban en el patio. El ruido distante de sus risas y gritos llegaba a sus oídos, hasta que, inevitablemente, aparecieron aquellos que siempre le molestaban. Su presencia era como una tormenta anunciada, trayendo consigo insultos y provocaciones que buscaban minar su tranquilidad. Sin embargo, esta vez, Dorian ya sabía qué hacer. Se levantó y se metió en problemas una vez más solo para defenderse y demostrar que él no era un simple adolescente y ya.
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  • La Cena Silenciosa

    La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío.

    Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares.

    "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados.

    "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina.

    Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó.

    De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico.

    "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio.

    Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado.

    La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna.

    Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba.

    Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa.

    Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta.

    Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia.

    Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
    La Cena Silenciosa La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío. Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares. "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados. "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina. Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó. De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico. "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio. Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado. La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna. Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba. Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa. Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta. Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia. Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
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  • Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas.

    Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros.

    “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar.

    Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado.

    Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar.

    Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru.

    La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él.

    Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo.

    “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse.

    Tocó dos veces.
    Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas:

    — Quiero que me beses. —

    El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru.

    Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas.
    Suguru Geto
    Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas. Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros. “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar. Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado. Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar. Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru. La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él. Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo. “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse. Tocó dos veces. Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas: — Quiero que me beses. — El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru. Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas. [Suguru.Geto]
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  • Hay días donde hacer pociones le parecen la cosa más aburrida del mundo.

    Luego hay otros días donde romantiza esa etapa de su época escolar y hasta lo encuentra entretenido.
    Hay días donde hacer pociones le parecen la cosa más aburrida del mundo. Luego hay otros días donde romantiza esa etapa de su época escolar y hasta lo encuentra entretenido.
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