La colere du peuple.
En los abarrotados Campos Elíseos y en las calles contiguas no se escuchaba otra cosa que no fueran los gritos y cantos feroces de los ciudadanos parisinos. Cansados de la represión a la que los tenía expuestos el gobierno de extrema derecha de Francia, se manifestaban con fuerza en las calles de una ciudad que parecía volver a tiempos pasados. El rojo de sus banderas llenaba por completo la que era la avenida más importante de la capital francesa, contrastando por completo con el negro de los estandartes del GUD, que esperaban la mínima oportunidad para arremeter contra los manifestantes. El supuesto referéndum político, que no era más que una excusa, ni siquiera llegó a realizarse, y que esa revuelta iba a ser de todo menos pacífica era algo sabido por todo el mundo. Enjolras, que encabezaba la primera línea junto a otros miembros de grupos y sindicatos afines al suyo, lo tenía más que claro, así como toda la gente que los seguía.
Por encima del peligro al que estaban expuestos, la adrenalina corría por sus venas. Las calles estaban a rebosar de gente que, junto a ellos, hacían el mayor ruido posible. Había perdido de vista a sus amigos, a sus compañeros, pero entre todo aquel gentío se sentía rodeado de su gente. De gente que luchaba por un cambio, que no iba a permanecer de brazos cruzados. Gente que no dudaría en lanzarse de cabeza sobre el enemigo común, gente que estaba dispuesta a darlo todo. Las formas pacíficas se habían quedado muy atrás, si es que realmente habían existido alguna vez dentro de la historia de aquel país.
—Les libertés ne se donnent pas, elles se prennent! Écoutez la colere du peuple!
Era el aviso, el grito que prendía la mecha. Aquellas palabras, que habían salido con fuerza de sus labios y de los de sus compañeros de VDJ (el sindicato del cual era portavoz, 'Voix du Jeunesse'), marcaron el inicio de lo que fue, por unos minutos, una victoria por su parte. Lanzando las ‘’bombas’’ de pintura y de humo con las que se habían abastecido, lograron avanzar y arremeter contra los neofascistas, sucedidos por los antidisturbios, que tantos años llevaban haciéndoles la vida imposible. Y ellos siempre jugaban sucio.
Fue cuestión de segundos que el caos se desatara.
Por encima del peligro al que estaban expuestos, la adrenalina corría por sus venas. Las calles estaban a rebosar de gente que, junto a ellos, hacían el mayor ruido posible. Había perdido de vista a sus amigos, a sus compañeros, pero entre todo aquel gentío se sentía rodeado de su gente. De gente que luchaba por un cambio, que no iba a permanecer de brazos cruzados. Gente que no dudaría en lanzarse de cabeza sobre el enemigo común, gente que estaba dispuesta a darlo todo. Las formas pacíficas se habían quedado muy atrás, si es que realmente habían existido alguna vez dentro de la historia de aquel país.
—Les libertés ne se donnent pas, elles se prennent! Écoutez la colere du peuple!
Era el aviso, el grito que prendía la mecha. Aquellas palabras, que habían salido con fuerza de sus labios y de los de sus compañeros de VDJ (el sindicato del cual era portavoz, 'Voix du Jeunesse'), marcaron el inicio de lo que fue, por unos minutos, una victoria por su parte. Lanzando las ‘’bombas’’ de pintura y de humo con las que se habían abastecido, lograron avanzar y arremeter contra los neofascistas, sucedidos por los antidisturbios, que tantos años llevaban haciéndoles la vida imposible. Y ellos siempre jugaban sucio.
Fue cuestión de segundos que el caos se desatara.
En los abarrotados Campos Elíseos y en las calles contiguas no se escuchaba otra cosa que no fueran los gritos y cantos feroces de los ciudadanos parisinos. Cansados de la represión a la que los tenía expuestos el gobierno de extrema derecha de Francia, se manifestaban con fuerza en las calles de una ciudad que parecía volver a tiempos pasados. El rojo de sus banderas llenaba por completo la que era la avenida más importante de la capital francesa, contrastando por completo con el negro de los estandartes del GUD, que esperaban la mínima oportunidad para arremeter contra los manifestantes. El supuesto referéndum político, que no era más que una excusa, ni siquiera llegó a realizarse, y que esa revuelta iba a ser de todo menos pacífica era algo sabido por todo el mundo. Enjolras, que encabezaba la primera línea junto a otros miembros de grupos y sindicatos afines al suyo, lo tenía más que claro, así como toda la gente que los seguía.
Por encima del peligro al que estaban expuestos, la adrenalina corría por sus venas. Las calles estaban a rebosar de gente que, junto a ellos, hacían el mayor ruido posible. Había perdido de vista a sus amigos, a sus compañeros, pero entre todo aquel gentío se sentía rodeado de su gente. De gente que luchaba por un cambio, que no iba a permanecer de brazos cruzados. Gente que no dudaría en lanzarse de cabeza sobre el enemigo común, gente que estaba dispuesta a darlo todo. Las formas pacíficas se habían quedado muy atrás, si es que realmente habían existido alguna vez dentro de la historia de aquel país.
—Les libertés ne se donnent pas, elles se prennent! Écoutez la colere du peuple!
Era el aviso, el grito que prendía la mecha. Aquellas palabras, que habían salido con fuerza de sus labios y de los de sus compañeros de VDJ (el sindicato del cual era portavoz, 'Voix du Jeunesse'), marcaron el inicio de lo que fue, por unos minutos, una victoria por su parte. Lanzando las ‘’bombas’’ de pintura y de humo con las que se habían abastecido, lograron avanzar y arremeter contra los neofascistas, sucedidos por los antidisturbios, que tantos años llevaban haciéndoles la vida imposible. Y ellos siempre jugaban sucio.
Fue cuestión de segundos que el caos se desatara.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible