• Volvió su dragona favorita
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    [ ¡Bien! Toca probar suerte por aqui a ver si puedo encontrar con quien llevar tramas interesantes, claro, si no les incomoda la presencia de mi gruñon dragon y... la de una dragona con un hambre voraz]
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  • Todo lo que tiene un inicio, tiene un final... Incluso el amor, y esta vez todo termino...

    *miraba a sus pequeños dragoncitos jugar con peluches*

    Les harás falta... Jack
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  • De un futuro de escriba, sumergida entre paginas y pergaminos repletos de historia, con la unica facilidad de tomar la historia y relatarla letra por letra, a tener un futuro incierto repleto de heridas, huesos rotos, amenazas de muerte y la necesidad de aplastar a otros para subir a un dragon para luego repetir en un ciclo sin fin. Lo que toda hija de una General quisira ¿no?
    De un futuro de escriba, sumergida entre paginas y pergaminos repletos de historia, con la unica facilidad de tomar la historia y relatarla letra por letra, a tener un futuro incierto repleto de heridas, huesos rotos, amenazas de muerte y la necesidad de aplastar a otros para subir a un dragon para luego repetir en un ciclo sin fin. Lo que toda hija de una General quisira ¿no?
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  • **En una pequeña y destartalada cabaña en medio de un bosque remoto, dos figuras descansaban tras un largo viaje entre dimensiones. O eso intentaba uno de ellos.**

    Kaelis se dejaba caer en el único sofá disponible, cubierto de polvo estelar, con el cabello alborotado y una rama clavada entre las plumas de sus alas.

    —¿¡Puedes explicarme en qué universo paralelo rescatar un Dofus sagrado de una cámara prohibida cuenta como “recoger un recuerdo familiar”!?

    Nival, que estaba a un lado de la ventana examinando con tranquilidad la brillante esfera que acababa de causar una persecución interplanetaria, soltó un suspiro inocente.

    —Técnicamente, Kaelis… era parte de la cultura de nuestro pueblo. Y nadie lo estaba usando.

    —¡No lo estaban usando porque estaba bajo un campo de fuerza custodiado por un ejército, un dios menor y un sistema de defensa automatizado que disparaba fuego por los ojos!

    Nival levantó un dedo. —Los ojos eran decorativos. El fuego salía de la boca.

    Kaelis lo miró con el ceño fruncido, parpadeando.

    —¡NO ES EL PUNTO, NIVAL!

    El hermano menor se sentó con elegancia sobre el suelo, aún observando el Dofus como si fuera una canica interesante. Luego encogió los hombros.

    —¿Y qué querías? ¿Que lo dejara ahí, acumulando polvo en una vitrina, olvidado? Mira esto. El Wakfu que emite... es como escuchar la voz de mamá en un susurro. No podía dejarlo.

    Kaelis, a pesar de su fastidio, vaciló un segundo. Pero se recompuso enseguida.

    —¿Y eso justifica que una civilización entera nos lanzara naves, dragones y maldiciones de 900 palabras?

    —Exageras.

    —¡Nos llamaron “ladrones interestelares con complejo de héroes”! ¡¿Sabes lo que eso hace a mi reputación?!

    —...¿Mejorarla?

    Kaelis lo miró con los ojos entrecerrados, el silencio cargado de sospecha. Nival sonrió ampliamente, con esa maldita sonrisa que usaba cada vez que sabía que se había salido con la suya.

    —Además, salimos bien. Solo casi nos matan tres veces. Cuatro a lo mucho.

    Kaelis levantó las manos, se giró y comenzó a marcharse.

    —Voy a dormir. Si al despertar hay una turba con antorchas planetarias en la puerta, te juro por las alas que me disuelvo en otra dimensión y no vuelvo por un siglo.

    —¿Quieres que te prepare té antes de eso?

    —¡NO QUIERO TU MALDITO TÉ!

    Nival rió suavemente mientras colocaba el Dofus en una pequeña cápsula de seguridad que colgaba de su cinto. Luego, mientras la noche se deslizaba sobre el bosque, murmuró en voz baja:

    —Tal vez nos persigan... pero al menos lo salvamos.

    Desde la otra habitación se escuchó un gruñido amortiguado de Kaelis:

    —¡Y mi paz mental la perdimos!

    Ambos sabían que volvería a pasar. Y ambos sabían que, por muy molesto que fuera, Kaelis siempre lo seguiría. Porque, al final, eran hermanos.

    Y el caos… era parte del paquete.
    **En una pequeña y destartalada cabaña en medio de un bosque remoto, dos figuras descansaban tras un largo viaje entre dimensiones. O eso intentaba uno de ellos.** Kaelis se dejaba caer en el único sofá disponible, cubierto de polvo estelar, con el cabello alborotado y una rama clavada entre las plumas de sus alas. —¿¡Puedes explicarme en qué universo paralelo rescatar un Dofus sagrado de una cámara prohibida cuenta como “recoger un recuerdo familiar”!? Nival, que estaba a un lado de la ventana examinando con tranquilidad la brillante esfera que acababa de causar una persecución interplanetaria, soltó un suspiro inocente. —Técnicamente, Kaelis… era parte de la cultura de nuestro pueblo. Y nadie lo estaba usando. —¡No lo estaban usando porque estaba bajo un campo de fuerza custodiado por un ejército, un dios menor y un sistema de defensa automatizado que disparaba fuego por los ojos! Nival levantó un dedo. —Los ojos eran decorativos. El fuego salía de la boca. Kaelis lo miró con el ceño fruncido, parpadeando. —¡NO ES EL PUNTO, NIVAL! El hermano menor se sentó con elegancia sobre el suelo, aún observando el Dofus como si fuera una canica interesante. Luego encogió los hombros. —¿Y qué querías? ¿Que lo dejara ahí, acumulando polvo en una vitrina, olvidado? Mira esto. El Wakfu que emite... es como escuchar la voz de mamá en un susurro. No podía dejarlo. Kaelis, a pesar de su fastidio, vaciló un segundo. Pero se recompuso enseguida. —¿Y eso justifica que una civilización entera nos lanzara naves, dragones y maldiciones de 900 palabras? —Exageras. —¡Nos llamaron “ladrones interestelares con complejo de héroes”! ¡¿Sabes lo que eso hace a mi reputación?! —...¿Mejorarla? Kaelis lo miró con los ojos entrecerrados, el silencio cargado de sospecha. Nival sonrió ampliamente, con esa maldita sonrisa que usaba cada vez que sabía que se había salido con la suya. —Además, salimos bien. Solo casi nos matan tres veces. Cuatro a lo mucho. Kaelis levantó las manos, se giró y comenzó a marcharse. —Voy a dormir. Si al despertar hay una turba con antorchas planetarias en la puerta, te juro por las alas que me disuelvo en otra dimensión y no vuelvo por un siglo. —¿Quieres que te prepare té antes de eso? —¡NO QUIERO TU MALDITO TÉ! Nival rió suavemente mientras colocaba el Dofus en una pequeña cápsula de seguridad que colgaba de su cinto. Luego, mientras la noche se deslizaba sobre el bosque, murmuró en voz baja: —Tal vez nos persigan... pero al menos lo salvamos. Desde la otra habitación se escuchó un gruñido amortiguado de Kaelis: —¡Y mi paz mental la perdimos! Ambos sabían que volvería a pasar. Y ambos sabían que, por muy molesto que fuera, Kaelis siempre lo seguiría. Porque, al final, eran hermanos. Y el caos… era parte del paquete.
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad!

    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Saphira

    Majestuosa y ancestral, esta dragona alza el vuelo desde las páginas de Eragon, llevando en sus escamas la memoria de los antiguos pactos y el fuego de los nuevos tiempos. De espíritu libre pero leal, su conexión con los Jinetes es profunda, aunque sigue su propio camino entre lo canónico y lo desconocido. Un alma poderosa nacida para surcar los cielos de Alagaësia.


    ㅤㅤㅤㅤㅤ Maredy Rosdiane

    Con un nombre que suena a elegancia antigua y misterio, Maredy Rosdiane se presenta como un enigma aún por descubrir. Aunque su perfil guarda silencio, basta su presencia para intuir que tras ella se esconde una historia digna de ser contada. ¿Aliada, sombra, viajera? Solo el tiempo revelará su verdadero papel en este universo.



    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


    Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!


    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


    Normas básicas de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines 


    Guías y miniguías para no perderse:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 


    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D


    Directorios para encontrar rol y fandoms afines
    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS  
    Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 


    Consejos para mejorar escritura y narración
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor 


    ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción!


    #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad! 🎉 Denle una cálida bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [Sku1blaka] Majestuosa y ancestral, esta dragona alza el vuelo desde las páginas de Eragon, llevando en sus escamas la memoria de los antiguos pactos y el fuego de los nuevos tiempos. De espíritu libre pero leal, su conexión con los Jinetes es profunda, aunque sigue su propio camino entre lo canónico y lo desconocido. Un alma poderosa nacida para surcar los cielos de Alagaësia. ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [shadow_magenta_bison_344] Con un nombre que suena a elegancia antigua y misterio, Maredy Rosdiane se presenta como un enigma aún por descubrir. Aunque su perfil guarda silencio, basta su presencia para intuir que tras ella se esconde una historia digna de ser contada. ¿Aliada, sombra, viajera? Solo el tiempo revelará su verdadero papel en este universo. 👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil: 📌 Normas básicas de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines  📖 Guías y miniguías para no perderse: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS  🌍 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar rol y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS   🔗 Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL  ✍️ Consejos para mejorar escritura y narración 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor  ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción! 🚀🔥 #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
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  • Pasaje oculto en el Torreón de Maegor


    Fragmento encontrado detrás de un tapiz arrancado durante el reinado de Maegor III, escrito en tinta carmesí sobre pergamino ennegrecido. Se sospecha que fue copiado de un códice anterior proveniente de Lys.

    “La pintura yace en la cámara más baja del Torreón, donde los dragones dormían sus últimos siglos y los huesos crujían al compás del olvido. No tiene firma, no tiene nombre, pero los más sabios temen pronunciarla. La mujer retratada no es una reina, aunque vistió como una. No es una puta, aunque desnudó el alma de reyes. No es una bruja, aunque hasta los Septones más santos evitaban mirarla a los ojos por temor a ver el reflejo de sus deseos.”

    “Seirys. Así fue llamada por los pocos que osaron amarla. Seirys, la devota del caos suave, la furia vestida de encaje, la sonrisa que cortaba como un cuchillo en vino. Sus ojos hablaban en alto valyrio, aunque su boca callaba lo justo. Su dragón, Maegaryon, fue la sombra que cubrió Rocadragón en tiempos de rebelión silenciosa.”

    “No se sabe quién pintó este retrato. Algunos dicen que fue un amante. Otros, un enemigo rendido. Lo cierto es que el rostro sonriente que lo contempla desde el lienzo no olvida, ni perdona, ni envejece.”

    “Quien mire esta pintura debe hacerlo con cuidado. El fuego no arde solo en las llamas... también lo hace en los recuerdos.”



    — A la izquierda del marco, tallado con garras de dragón. —
    “Va perzys ānogār. Nuhor jemēle.”
    «Fuego en la carne. Recuerda quién eres.»

    Pasaje oculto en el Torreón de Maegor Fragmento encontrado detrás de un tapiz arrancado durante el reinado de Maegor III, escrito en tinta carmesí sobre pergamino ennegrecido. Se sospecha que fue copiado de un códice anterior proveniente de Lys. “La pintura yace en la cámara más baja del Torreón, donde los dragones dormían sus últimos siglos y los huesos crujían al compás del olvido. No tiene firma, no tiene nombre, pero los más sabios temen pronunciarla. La mujer retratada no es una reina, aunque vistió como una. No es una puta, aunque desnudó el alma de reyes. No es una bruja, aunque hasta los Septones más santos evitaban mirarla a los ojos por temor a ver el reflejo de sus deseos.” “Seirys. Así fue llamada por los pocos que osaron amarla. Seirys, la devota del caos suave, la furia vestida de encaje, la sonrisa que cortaba como un cuchillo en vino. Sus ojos hablaban en alto valyrio, aunque su boca callaba lo justo. Su dragón, Maegaryon, fue la sombra que cubrió Rocadragón en tiempos de rebelión silenciosa.” “No se sabe quién pintó este retrato. Algunos dicen que fue un amante. Otros, un enemigo rendido. Lo cierto es que el rostro sonriente que lo contempla desde el lienzo no olvida, ni perdona, ni envejece.” “Quien mire esta pintura debe hacerlo con cuidado. El fuego no arde solo en las llamas... también lo hace en los recuerdos.” — A la izquierda del marco, tallado con garras de dragón. — “Va perzys ānogār. Nuhor jemēle.” «Fuego en la carne. Recuerda quién eres.»
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  • El cielo crepitó con un leve zumbido antes de abrirse como una flor en pleno estallido. Un portal giratorio, azul intenso, se desplegó sobre una llanura verdosa y húmeda, con colinas suaves y una aldea rudimentaria a lo lejos. De él emergieron dos figuras: la primera, de movimientos ligeros y sonrisa amable, llevaba una capa azul marino ondeando tras de sí; la segunda, más alta, de presencia firme y piel grisácea con alas aún replegadas. Nival y Kaelis Winter habían llegado a una nueva dimensión.

    No tardaron en notar el caos. A lo lejos, una multitud avanzaba colérica, antorchas en alto, gritos enardecidos llenando el aire con acusaciones y miedo. Frente a ellos, una figura pequeña corría desesperada, tropezando con las piedras del camino y jadeando entre sollozos. Era una niña de apenas seis o siete años, con el cabello enmarañado y los ojos desorbitados por el terror. Nival entrecerró los ojos, el viento agitando los bordes de su capa.

    —¿Qué demonios…? —murmuró, ya con la mano alzada.

    Sin perder un segundo, con un chasquido de sus dedos, abrió un portal directamente frente a la niña, que apenas alcanzó a verlo antes de caer de rodillas y atravesarlo. Al otro lado la esperaba Nival, quien la recibió con los brazos abiertos y una voz tranquila:

    —Tranquila, ya no tienes que correr.

    Ella se aferró a su capa sin decir palabra, temblando. Kaelis, desde lo alto, se dejó caer con elegancia y firmeza frente a la turba enfurecida. Su sola presencia los detuvo. El sol detrás de sus alas extendidas y la mirada violeta fija como la de un juez celestial bastaron para hacerlos dudar.

    —¿Por qué persiguen a una niña? —tronó su voz, profunda y serena, como un río que ha olvidado lo que es la prisa.

    Un hombre de rostro curtido y expresión endurecida dio un paso al frente.
    —¡Esa niña trajo desgracias! ¡Desde que apareció, las cosechas se han marchitado y el ganado enferma! ¡Es una bruja, una criatura maldita!

    —¿Y culparla es más fácil que buscar respuestas? —intervino Nival, apareciendo detrás de ellos mediante otro portal, su tono cargado de un desdén frío. La niña lo seguía de cerca, ahora resguardada por la seguridad que inspiraban los dos hermanos.

    Kaelis, con un movimiento de sus alas, creó una ráfaga de viento que apagó las antorchas y silenció los gritos.
    —¿Desgracias? ¿O negligencia? Tal vez solo están buscando algo o alguien a quien culpar.

    Ante la presión de los hermanos, los aldeanos empezaron a bajar la voz. Algunos desviaban la mirada, otros comenzaban a retroceder con incertidumbre. Nival se acuclilló frente a la niña y le sonrió.

    —¿Quieres quedarte un tiempo aquí con nosotros? Podemos descubrir qué pasa de verdad.

    La pequeña asintió tímidamente, todavía apretando con fuerza los bordes de su vestido.

    Durante los días siguientes, Nival y Kaelis se instalaron en las afueras de la aldea. No tardaron en descubrir que las desgracias que aquejaban al pueblo no eran más que consecuencia de una plaga que se estaba propagando por toda la región, causada por un desequilibrio natural en la tierra. Nada que tuviera que ver con brujería ni maldiciones.

    Nival, con su dominio del Wakfu, ayudó a purificar los manantiales cercanos. Kaelis, en cambio, se dedicó a levantar barreras naturales y restaurar el bosque adyacente con ayuda de las corrientes de aire. Incluso enseñaron a los aldeanos a manejar mejor sus cultivos y a proteger sus cosechas con métodos más eficientes.

    La niña —que finalmente les dijo que su nombre era Elia— comenzó a sonreír más a menudo, siguiendo a Nival como una sombra curiosa. Le gustaba cuando él hacía pequeños portales para que jugara con mariposas que parecían surgir de otra dimensión. Por las noches, ella se acurrucaba entre ambos hermanos, escuchando con asombro sus relatos de mundos lejanos, dragones antiguos, y estrellas que hablaban entre sí.

    La aldea, lentamente, cambió. La desconfianza dio paso al agradecimiento. El miedo, a la comprensión. Cuando los campos florecieron de nuevo y los niños volvieron a correr entre las casas, algunos incluso pidieron disculpas a Elia, reconociendo el error cometido.

    —¿Ves? —le dijo Nival una tarde, mientras miraban un atardecer color ámbar—. A veces solo hay que abrir un portal… no al espacio, sino al corazón de los demás.

    Kaelis, a su lado, asentía con su calma habitual.
    —Y quedarse el tiempo necesario para asegurarse de que no se cierre.

    Los hermanos permanecieron en aquel mundo algunas lunas más. Lo suficiente para que Elia encontrara un hogar, lo suficiente para que el pueblo recordara lo que era la empatía. Y cuando llegó el momento, cuando las nubes volvieron a hablar en su idioma secreto, Nival abrió un nuevo portal… y los hermanos se despidieron con una sonrisa.

    Sin promesas. Sin destino fijo. Solo con el viento como testigo… y un corazón más en paz.
    El cielo crepitó con un leve zumbido antes de abrirse como una flor en pleno estallido. Un portal giratorio, azul intenso, se desplegó sobre una llanura verdosa y húmeda, con colinas suaves y una aldea rudimentaria a lo lejos. De él emergieron dos figuras: la primera, de movimientos ligeros y sonrisa amable, llevaba una capa azul marino ondeando tras de sí; la segunda, más alta, de presencia firme y piel grisácea con alas aún replegadas. Nival y Kaelis Winter habían llegado a una nueva dimensión. No tardaron en notar el caos. A lo lejos, una multitud avanzaba colérica, antorchas en alto, gritos enardecidos llenando el aire con acusaciones y miedo. Frente a ellos, una figura pequeña corría desesperada, tropezando con las piedras del camino y jadeando entre sollozos. Era una niña de apenas seis o siete años, con el cabello enmarañado y los ojos desorbitados por el terror. Nival entrecerró los ojos, el viento agitando los bordes de su capa. —¿Qué demonios…? —murmuró, ya con la mano alzada. Sin perder un segundo, con un chasquido de sus dedos, abrió un portal directamente frente a la niña, que apenas alcanzó a verlo antes de caer de rodillas y atravesarlo. Al otro lado la esperaba Nival, quien la recibió con los brazos abiertos y una voz tranquila: —Tranquila, ya no tienes que correr. Ella se aferró a su capa sin decir palabra, temblando. Kaelis, desde lo alto, se dejó caer con elegancia y firmeza frente a la turba enfurecida. Su sola presencia los detuvo. El sol detrás de sus alas extendidas y la mirada violeta fija como la de un juez celestial bastaron para hacerlos dudar. —¿Por qué persiguen a una niña? —tronó su voz, profunda y serena, como un río que ha olvidado lo que es la prisa. Un hombre de rostro curtido y expresión endurecida dio un paso al frente. —¡Esa niña trajo desgracias! ¡Desde que apareció, las cosechas se han marchitado y el ganado enferma! ¡Es una bruja, una criatura maldita! —¿Y culparla es más fácil que buscar respuestas? —intervino Nival, apareciendo detrás de ellos mediante otro portal, su tono cargado de un desdén frío. La niña lo seguía de cerca, ahora resguardada por la seguridad que inspiraban los dos hermanos. Kaelis, con un movimiento de sus alas, creó una ráfaga de viento que apagó las antorchas y silenció los gritos. —¿Desgracias? ¿O negligencia? Tal vez solo están buscando algo o alguien a quien culpar. Ante la presión de los hermanos, los aldeanos empezaron a bajar la voz. Algunos desviaban la mirada, otros comenzaban a retroceder con incertidumbre. Nival se acuclilló frente a la niña y le sonrió. —¿Quieres quedarte un tiempo aquí con nosotros? Podemos descubrir qué pasa de verdad. La pequeña asintió tímidamente, todavía apretando con fuerza los bordes de su vestido. Durante los días siguientes, Nival y Kaelis se instalaron en las afueras de la aldea. No tardaron en descubrir que las desgracias que aquejaban al pueblo no eran más que consecuencia de una plaga que se estaba propagando por toda la región, causada por un desequilibrio natural en la tierra. Nada que tuviera que ver con brujería ni maldiciones. Nival, con su dominio del Wakfu, ayudó a purificar los manantiales cercanos. Kaelis, en cambio, se dedicó a levantar barreras naturales y restaurar el bosque adyacente con ayuda de las corrientes de aire. Incluso enseñaron a los aldeanos a manejar mejor sus cultivos y a proteger sus cosechas con métodos más eficientes. La niña —que finalmente les dijo que su nombre era Elia— comenzó a sonreír más a menudo, siguiendo a Nival como una sombra curiosa. Le gustaba cuando él hacía pequeños portales para que jugara con mariposas que parecían surgir de otra dimensión. Por las noches, ella se acurrucaba entre ambos hermanos, escuchando con asombro sus relatos de mundos lejanos, dragones antiguos, y estrellas que hablaban entre sí. La aldea, lentamente, cambió. La desconfianza dio paso al agradecimiento. El miedo, a la comprensión. Cuando los campos florecieron de nuevo y los niños volvieron a correr entre las casas, algunos incluso pidieron disculpas a Elia, reconociendo el error cometido. —¿Ves? —le dijo Nival una tarde, mientras miraban un atardecer color ámbar—. A veces solo hay que abrir un portal… no al espacio, sino al corazón de los demás. Kaelis, a su lado, asentía con su calma habitual. —Y quedarse el tiempo necesario para asegurarse de que no se cierre. Los hermanos permanecieron en aquel mundo algunas lunas más. Lo suficiente para que Elia encontrara un hogar, lo suficiente para que el pueblo recordara lo que era la empatía. Y cuando llegó el momento, cuando las nubes volvieron a hablar en su idioma secreto, Nival abrió un nuevo portal… y los hermanos se despidieron con una sonrisa. Sin promesas. Sin destino fijo. Solo con el viento como testigo… y un corazón más en paz.
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  • No había puesto un pie en el palacio de Tysea desde la caída del rey, aquellos restos de cristales rotos crujían bajo sus pies, podía sentirlos quebrándose, pero el sonido no llegaba a sus oídos, todo le devolvía a aquella noche. Había gritos por doquier, esas criaturas que habían sido en algún momento parte del reino ahora se volvían en su contra y lo destruían todo a su paso. Moviendose entre el fuego y el caos, mientras los habitantes del reino corrían buscando un refugio en el palacio, la armada se alistó en cuestión de minutos, no había tiempo que perder, las órdenes de Nazli habían sido claras: Acabar con el enemigo, Pero...¿ En qué momento aquellos dragones se convirtieron en el enemigo? No supo como fue que paso, solo los veía atacar el reino, a su gente clamando ayuda y a su amado esposo, empuñando su espada sin temor a la batalla, jurando protegerla, soltando su mano, alejándose de ella está vez para siempre.

    Abrió los ojos nuevamente regresando a su realidad, se vio obligada a detener sus pasos un momento para recuperarse, se abrazo a si misma buscando aquella calidez que le reconfortará, pero no llegó. Lo que antes fuera un maravilloso palacio ahora eran solo ruinas que se esforzaban en mantenerse en pie, tal y como ella.
    No había puesto un pie en el palacio de Tysea desde la caída del rey, aquellos restos de cristales rotos crujían bajo sus pies, podía sentirlos quebrándose, pero el sonido no llegaba a sus oídos, todo le devolvía a aquella noche. Había gritos por doquier, esas criaturas que habían sido en algún momento parte del reino ahora se volvían en su contra y lo destruían todo a su paso. Moviendose entre el fuego y el caos, mientras los habitantes del reino corrían buscando un refugio en el palacio, la armada se alistó en cuestión de minutos, no había tiempo que perder, las órdenes de Nazli habían sido claras: Acabar con el enemigo, Pero...¿ En qué momento aquellos dragones se convirtieron en el enemigo? No supo como fue que paso, solo los veía atacar el reino, a su gente clamando ayuda y a su amado esposo, empuñando su espada sin temor a la batalla, jurando protegerla, soltando su mano, alejándose de ella está vez para siempre. Abrió los ojos nuevamente regresando a su realidad, se vio obligada a detener sus pasos un momento para recuperarse, se abrazo a si misma buscando aquella calidez que le reconfortará, pero no llegó. Lo que antes fuera un maravilloso palacio ahora eran solo ruinas que se esforzaban en mantenerse en pie, tal y como ella.
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  • Prólogo: La oración de Kari

    El sol se deslizaba suavemente sobre las montañas que marcaban la frontera entre Skyrim y Cyrodiil, tiñendo de dorado los techos de teja y los caminos de tierra que serpenteaban entre árboles marchitos. En una pequeña aldea de paso, donde la vida se tejía entre comercio y rumores de guerra, una joven se encontraba frente a un altar improvisado en una repisa polvorienta.

    Sus dedos temblaban levemente al tomar el viejo amuleto de Akatosh, desgastado en los bordes. No por el uso, sino por el tiempo. Era todo lo que le quedaba de su padre.

    —Papá decía que siempre estás escuchando... —murmuró con una sonrisa quebrada—. Así que... por favor, Akatosh. Que hoy no sea un día pesado. Que los borrachos hoy se vayan temprano, que los platos sucios no se multipliquen y que no me duelan los pies antes de medianoche.

    Sus palabras flotaron en el aire como un suspiro. La taberna al borde del camino era su mundo ahora. Su escudo. Su cruz. La gente la llamaba Kari la Sonriente porque incluso cuando la tristeza se escondía detrás de sus ojos, nunca dejó de mostrar los dientes al destino.

    Afuera, los vientos traían consigo presagios. Guerras. Saqueos. Voces de dragones que solo los locos aseguraban oír en sueños.

    Pero esa noche... sería diferente.

    Al inicio todo marchó como cualquier otra jornada. Un par de viajeros ebrios, una canción vieja, risas de campesinos que se aferraban al último sorbo de alegría. Hasta que la puerta se abrió.

    Él no traía capa. Ni espada. Ni nombre.

    Solo una presencia que hizo que la taberna entera se sumiera en un silencio expectante. El fuego titubeó en la chimenea. Los perros dejaron de ladrar.

    Kari lo vio y sintió que el mundo se volvía más denso a su alrededor. No fue miedo lo que sintió. Fue un eco. Como si su alma recordara algo que su mente aún no conocía.

    El desconocido la miró. Sus ojos eran antiguos. Como los de las serpientes que lo han visto todo.

    Aquel fue el día en que Kari conoció al Devorador de Mundos.
    Y aunque ella pensaba que Akatosh no había respondido su plegaria…
    …él lo había hecho. Solo que a su manera.
    Prólogo: La oración de Kari El sol se deslizaba suavemente sobre las montañas que marcaban la frontera entre Skyrim y Cyrodiil, tiñendo de dorado los techos de teja y los caminos de tierra que serpenteaban entre árboles marchitos. En una pequeña aldea de paso, donde la vida se tejía entre comercio y rumores de guerra, una joven se encontraba frente a un altar improvisado en una repisa polvorienta. Sus dedos temblaban levemente al tomar el viejo amuleto de Akatosh, desgastado en los bordes. No por el uso, sino por el tiempo. Era todo lo que le quedaba de su padre. —Papá decía que siempre estás escuchando... —murmuró con una sonrisa quebrada—. Así que... por favor, Akatosh. Que hoy no sea un día pesado. Que los borrachos hoy se vayan temprano, que los platos sucios no se multipliquen y que no me duelan los pies antes de medianoche. Sus palabras flotaron en el aire como un suspiro. La taberna al borde del camino era su mundo ahora. Su escudo. Su cruz. La gente la llamaba Kari la Sonriente porque incluso cuando la tristeza se escondía detrás de sus ojos, nunca dejó de mostrar los dientes al destino. Afuera, los vientos traían consigo presagios. Guerras. Saqueos. Voces de dragones que solo los locos aseguraban oír en sueños. Pero esa noche... sería diferente. Al inicio todo marchó como cualquier otra jornada. Un par de viajeros ebrios, una canción vieja, risas de campesinos que se aferraban al último sorbo de alegría. Hasta que la puerta se abrió. Él no traía capa. Ni espada. Ni nombre. Solo una presencia que hizo que la taberna entera se sumiera en un silencio expectante. El fuego titubeó en la chimenea. Los perros dejaron de ladrar. Kari lo vio y sintió que el mundo se volvía más denso a su alrededor. No fue miedo lo que sintió. Fue un eco. Como si su alma recordara algo que su mente aún no conocía. El desconocido la miró. Sus ojos eran antiguos. Como los de las serpientes que lo han visto todo. Aquel fue el día en que Kari conoció al Devorador de Mundos. Y aunque ella pensaba que Akatosh no había respondido su plegaria… …él lo había hecho. Solo que a su manera.
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