• Ser el dios del engaño y las travesuras ..... eso lo que soy entre otros apodos que los dioses me pusieron , pero es lo que soy.
    Ser el dios del engaño y las travesuras ..... eso lo que soy entre otros apodos que los dioses me pusieron , pero es lo que soy.
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Sesión de Modelaje – Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    ▴Modelo: Lisesharte Freya Ishtar
    ▴Título de la Sesión: “Chrome Seduction: La Reina del Asfalto”
    ▴Estilo: High-Fashion Dark Motor Glam / Fetish Luxurious
    ▴Locación: Jardines urbanos de la Academia Imperial de Vahlkir, bajo la producción de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    Descripción Artística:
    Lisesharte Freya Ishtar irrumpe con su presencia imponente, fusionando el magnetismo gélido de una diosa nórdica con la rebeldía de una reina del asfalto. Vestida con un traje de cuero negro ajustado, la modelo encarna la estética “Infernal Glamour” en su máxima expresión: elegancia, peligro y deseo.

    El contraste entre su figura esculpida y la moto de acero cromado representa el equilibrio entre el poder femenino y la maquinaria moderna — un símbolo recurrente en la línea visual de la agencia. Su cabello dorado fluye como fuego celestial, mientras su mirada, oculta tras gafas oscuras, proyecta control absoluto sobre la escena.


    Concepto Visual:
    ● Temática central: Dominio, libertad y lujo infernal.
    ● Iluminación: Reflejos cálidos sobre el cuero brillante, con haces de sol que subrayan el contraste entre luz divina y tentación terrenal.
    ● Paleta de colores: Negros metálicos, dorados luminosos y tonos ámbar crepusculares.
    ● Actitud: Firme, provocadora, pero con una sutileza de realeza silenciosa.

    Nota de Producción:
    Esta sesión celebra el lado “Déesse du Contrôle” de Lisesharte, destacando su papel como musa de la línea Infernal Mechanica — una colección exclusiva de la agencia Ishtar’s para campañas de lujo, motocicletas y moda vanguardista.

    Cada toma captura la esencia de una mujer Ishtar: belleza divina, mente estratégica y un aura capaz de doblar la realidad a su encanto.

    📸 Sesión de Modelaje – Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour ▴Modelo: Lisesharte Freya Ishtar ▴Título de la Sesión: “Chrome Seduction: La Reina del Asfalto” ▴Estilo: High-Fashion Dark Motor Glam / Fetish Luxurious ▴Locación: Jardines urbanos de la Academia Imperial de Vahlkir, bajo la producción de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour 🖤 Descripción Artística: Lisesharte Freya Ishtar irrumpe con su presencia imponente, fusionando el magnetismo gélido de una diosa nórdica con la rebeldía de una reina del asfalto. Vestida con un traje de cuero negro ajustado, la modelo encarna la estética “Infernal Glamour” en su máxima expresión: elegancia, peligro y deseo. El contraste entre su figura esculpida y la moto de acero cromado representa el equilibrio entre el poder femenino y la maquinaria moderna — un símbolo recurrente en la línea visual de la agencia. Su cabello dorado fluye como fuego celestial, mientras su mirada, oculta tras gafas oscuras, proyecta control absoluto sobre la escena. ⚙️ Concepto Visual: ● Temática central: Dominio, libertad y lujo infernal. ● Iluminación: Reflejos cálidos sobre el cuero brillante, con haces de sol que subrayan el contraste entre luz divina y tentación terrenal. ● Paleta de colores: Negros metálicos, dorados luminosos y tonos ámbar crepusculares. ● Actitud: Firme, provocadora, pero con una sutileza de realeza silenciosa. 💋 Nota de Producción: Esta sesión celebra el lado “Déesse du Contrôle” de Lisesharte, destacando su papel como musa de la línea Infernal Mechanica — una colección exclusiva de la agencia Ishtar’s para campañas de lujo, motocicletas y moda vanguardista. Cada toma captura la esencia de una mujer Ishtar: belleza divina, mente estratégica y un aura capaz de doblar la realidad a su encanto.
    0 comentarios 1 compartido
  • "Lo que no se puede limpiar"

    El aire olía a hierro y desesperación.
    El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos.
    Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido.

    —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad?

    El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre.

    —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos?

    El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió.
    Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra.

    —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son.
    Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad.

    El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético.
    Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo.

    —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces.
    Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste.

    Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo.
    En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda.

    Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna.

    —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—.
    La muerte no te salvará. Te recordará.

    Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto.
    Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido.
    Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
    "Lo que no se puede limpiar" El aire olía a hierro y desesperación. El hombre temblaba, las manos manchadas de lo que no podía limpiar ni con mil ríos. Delante de él, Cillian sonreía. No con burla, sino con algo mucho peor: placer contenido. —¿Te tiemblan las manos? —murmuró, inclinando la cabeza—. Qué curioso… cuando las alzabas sobre los débiles no temblaban, ¿verdad? El otro quiso hablar, pero la voz se le quebró. Cillian se acercó, despacio, con esa elegancia casi animal que helaba la sangre. —Te gustaba verlos rogar. Te gustaba creer que eras un dios en su miseria. —Su tono era una caricia que cortaba—. ¿Y ahora? ¿Dónde está tu fe? ¿Dónde están tus rezos? El silencio pesó, como una confesión que nadie pidió. Cillian lo observó con sus ojos incandescentes, tan llenos de vacío que reflejaban todos los pecados de la Tierra. —Yo no castigo —continuó—. Solo muestro lo que en verdad son. Y tú… —se inclinó hasta quedar a un susurro de su oído— tú eres nada más que carne podrida intentando fingir humanidad. El hombre rompió en sollozos, un ruido tosco y patético. Cillian rio, bajo, con un eco que parecía provenir del fondo del abismo. —¿Quieres redención? —preguntó, casi divertido—. No la mereces. Tu alma ya está marcada, y lo sabes. Yo solo vengo a cobrar lo que sembraste. Sus palabras eran fuego helado. No necesitaba tocarlo; bastaba su voz para desarmar cualquier resto de orgullo. En el rostro del hombre, la desesperación se mezcló con una súplica muda. Cillian sonrió una última vez, los colmillos brillando como relámpagos en una noche sin luna. —No temas… —susurró mientras la sombra a su espalda se movía, viva, ansiosa—. La muerte no te salvará. Te recordará. Y el silencio volvió a caer, espeso, absoluto. Solo quedó Cillian, de pie entre los restos del miedo, tan tranquilo como si nada hubiese ocurrido. Porque para él, no había castigo. Solo equilibrio.
    Me shockea
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    Me entristece
    7
    1 turno 0 maullidos
  • Estoy lista para este halloween ... que tal me veo!

    Una diosa un poco terradora
    Estoy lista para este halloween ... que tal me veo! 🎃❄️ Una diosa un poco terradora 🎃
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • -la uta madre... que horas son ya?- bostezo como oso despues de la hibernacion tratando de reincorporarse, tomo su telefono y solo ver su reflejo se le fue la modorra completa -por dios quien me vea piensa que no me baño que este cabello puff.. otras dos horas estilisando... yeeeiii...-
    -la uta madre... que horas son ya?- bostezo como oso despues de la hibernacion tratando de reincorporarse, tomo su telefono y solo ver su reflejo se le fue la modorra completa -por dios quien me vea piensa que no me baño que este cabello puff.. otras dos horas estilisando... yeeeiii...-
    Me encocora
    1
    3 turnos 0 maullidos
  • ¡Disco Bear, lo siento tanto!... No quise arruinar tu grandioso peinado. ¡Que torpe soy!.
    ¡Disco Bear, lo siento tanto!... No quise arruinar tu grandioso peinado. ¡Que torpe soy!.
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra.

    Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final.

    Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado.

    Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina.

    —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano.

    Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama.

    El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado.

    El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra. Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final. Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado. Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina. —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano. Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama. El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado. El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    Me encocora
    Me gusta
    Me shockea
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Ecos del Olvido

    Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras.

    Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida.
    La victoria no trajo paz, sino silencio.

    Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo.
    Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba.

    El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder.

    Y en ese vacío, comenzó a sentirlo:
    un llamado sin voz,
    una grieta en la realidad,
    un portal que no prometía destino… solo tránsito.

    Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos.
    Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad.

    Como si el universo le dijera:

    "No has terminado. Solo cambió el escenario."

    Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención,
    dio el paso.

    Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró.
    Pero su vínculo con todo lo conocido sí.
    Ya no era Regalia.
    Ya no era sombra de un dios.
    Era algo más, algo que ni él comprendía.

    El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia.
    Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas.
    Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos.
    Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido.

    Yukine caminó.
    No por fe, ni por deber.
    Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada.
    Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido.

    Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado…
    Pero nadie sabía qué.
    Ni cómo.
    Ni por qué él había llegado.

    Ecos del Olvido Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras. Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida. La victoria no trajo paz, sino silencio. Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo. Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba. El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder. Y en ese vacío, comenzó a sentirlo: un llamado sin voz, una grieta en la realidad, un portal que no prometía destino… solo tránsito. Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos. Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad. Como si el universo le dijera: "No has terminado. Solo cambió el escenario." Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención, dio el paso. Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró. Pero su vínculo con todo lo conocido sí. Ya no era Regalia. Ya no era sombra de un dios. Era algo más, algo que ni él comprendía. El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia. Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas. Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos. Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido. Yukine caminó. No por fe, ni por deber. Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada. Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido. Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado… Pero nadie sabía qué. Ni cómo. Ni por qué él había llegado.
    Me gusta
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • -El vacío siempre ha sido mi hogar…

    -Cada estrella que nace, cada planeta que muere… todo sucede dentro de mí, y aun así, sigo sintiéndome tan pequeña frente al infinito que ayudé a crear.
    ¿Será este el precio de entenderlo todo? De sentir el fluir del universo dentro del alma y, al mismo tiempo, no tener a nadie que realmente lo comprenda...
    Las galaxias giran, los cometas bailan, y yo… solo observo. Tal vez eso es lo que significa ser una diosa del cosmos: ver cómo todo se transforma, incluso cuando tú permaneces igual.

    -Pero aun así…

    *sonríe suavemente, dejando que un pequeño planeta repose sobre su dedo*

    -es hermoso, ¿verdad? Ver cómo la vida brilla incluso en la oscuridad más profunda y observar como los seres que habitan éstos planetas sonrien con una felicidad tan calida~..

    -Sí… quizás eso sea suficiente por ahora.
    -El vacío siempre ha sido mi hogar… -Cada estrella que nace, cada planeta que muere… todo sucede dentro de mí, y aun así, sigo sintiéndome tan pequeña frente al infinito que ayudé a crear. ¿Será este el precio de entenderlo todo? De sentir el fluir del universo dentro del alma y, al mismo tiempo, no tener a nadie que realmente lo comprenda... Las galaxias giran, los cometas bailan, y yo… solo observo. Tal vez eso es lo que significa ser una diosa del cosmos: ver cómo todo se transforma, incluso cuando tú permaneces igual. -Pero aun así… *sonríe suavemente, dejando que un pequeño planeta repose sobre su dedo* -es hermoso, ¿verdad? Ver cómo la vida brilla incluso en la oscuridad más profunda y observar como los seres que habitan éstos planetas sonrien con una felicidad tan calida~.. -Sí… quizás eso sea suficiente por ahora. ✨
    Me encocora
    Me gusta
    10
    1 turno 0 maullidos
  • Cada paso es seguro, cuyo destino fijo es el éxito. No hay lugar para el fracaso o medios tiempos. O ganamos, o ganamos.
    Cada paso es seguro, cuyo destino fijo es el éxito. No hay lugar para el fracaso o medios tiempos. O ganamos, o ganamos.
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados