— No recuerdo tanto como me gustaría, después de todo, solo tenía seis años.
Mi madre me sonrió aquel día y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Con mucho cuidado, guardó en mi mochila algo de ropa, mis juguetes favoritos y algunos bocadillos. Viajamos juntos en autobús, luego en tren, y después caminamos bastante hasta llegar a un túnel largo, muy largo, fuera de un pueblo.
"Vamos a jugar un juego", me dijo con dulzura. "Si corres hasta el otro extremo, ganarás."
Yo confiaba en ella, así que salí corriendo con todas mis fuerzas, riendo y gritando: "¡Mírame, mamá! ¡Mírame!" Pero cuando llegué al otro lado… ella ya no estaba ahí.
Me di la vuelta de inmediato, con el corazón latiendo fuerte, y corrí de regreso. Pero no había nadie. La llamé una y otra vez, sin respuesta.
En algún momento, al otro lado del túnel, una señora mayor llamó mi atención, yo corrí y ella tomó de la mano con ternura. No recuerdo muchas palabras, pero sí la calidez con la que me guió hasta una escuela, donde había más niños.
Me tomó años comprender lo que realmente había sucedido. Sé que mi madre me dejó atrás porque la vergüenza y la culpa de haber tenido un hijo con un Americano fueron demasiado para ella.
Pero guardar rencor no cambiaría el pasado, y yo no quiero vivir con odio en mi corazón. Así que... paso a paso, día a día, con cada persona que conozco, con cada japonés con el que cruzo caminos, les demostraré que más allá de mi apariencia o mi estatura, mi corazón siempre ha pertenecido a este país.
— No recuerdo tanto como me gustaría, después de todo, solo tenía seis años.
Mi madre me sonrió aquel día y me dijo que tenía una sorpresa para mí. Con mucho cuidado, guardó en mi mochila algo de ropa, mis juguetes favoritos y algunos bocadillos. Viajamos juntos en autobús, luego en tren, y después caminamos bastante hasta llegar a un túnel largo, muy largo, fuera de un pueblo.
"Vamos a jugar un juego", me dijo con dulzura. "Si corres hasta el otro extremo, ganarás."
Yo confiaba en ella, así que salí corriendo con todas mis fuerzas, riendo y gritando: "¡Mírame, mamá! ¡Mírame!" Pero cuando llegué al otro lado… ella ya no estaba ahí.
Me di la vuelta de inmediato, con el corazón latiendo fuerte, y corrí de regreso. Pero no había nadie. La llamé una y otra vez, sin respuesta.
En algún momento, al otro lado del túnel, una señora mayor llamó mi atención, yo corrí y ella tomó de la mano con ternura. No recuerdo muchas palabras, pero sí la calidez con la que me guió hasta una escuela, donde había más niños.
Me tomó años comprender lo que realmente había sucedido. Sé que mi madre me dejó atrás porque la vergüenza y la culpa de haber tenido un hijo con un Americano fueron demasiado para ella.
Pero guardar rencor no cambiaría el pasado, y yo no quiero vivir con odio en mi corazón. Así que... paso a paso, día a día, con cada persona que conozco, con cada japonés con el que cruzo caminos, les demostraré que más allá de mi apariencia o mi estatura, mi corazón siempre ha pertenecido a este país.