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DEAN WINCHESTER
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¤ Casi había pasado un mes desde su “secuestro”, desde el ataque del genio, desde aquel buffet libre de pesadillas que le había regalado aquella desinteresada y altruista criatura. Casi un mes desde que, en un dormitorio o en otro, (casi siempre en el de Dean, porque “š”ššš”šš ššššššš šš¢šš”šš š”ššššššššš ššš ššš¢š šššš šššš¢ššš”) la pareja dormía junta prácticamente todas las noches. Convirtiéndose el uno en el muro de contención de las pesadillas del otro.
Casi un mes desde que Dean había descubierto su verdadero nombre y no se lo había revelado a absolutamente nadie.
Hecho que Poppy le agradecía de corazón, primero porque no se sentía cómoda con que la gente lo supiera, y segundo porque en el fondo le gustaba que fuera algo entre ellos.
Aquella noche en la que la habían llevado de vuelta al bunker se había prometido a si misma hablar con Sam, agradecerle su parte de implicación en aquel rescate, y la gestión de todo lo que había venido después, liberándola así a ella misma y a Dean de esa carga.
Esa promesa, aún estaba pendiente. Pero no tenía intención de posponerla mucho más tiempo.
Sabía dónde estaba Sam.
Sabía que estaban solos en el bunker.
Castiel estaba buscando a Jack.
Y Dean habían salido al pueblo con la importante misión de llenar la nevera y la despensa.
Así, Poppy aparece en la biblioteca, donde Sam estaba sentado en la misma silla que siempre usaba, con su inseparable portátil, con una enorme bandeja en las manos, llena de una taza de té. un café, uno de aquellos smoothies verdes que tanto le gustaban, y que hasta a ella le parecían algo repugnante, un plato con huevos revueltos, varias tostadas, algo de fruta fresca y zumo de naranja recién exprimido.
Tras dejar la bandeja justo frente a él, la británica toma asiento al otro lado de la mesa. Coge la taza de té y bebe un primer trago tomándose su tiempo, mientras soportaba la mirada interrogativa de Sam, con una sonrisa.
— ¿A que debo este despliegue, Poppy? Tengo la sensación de que es una encerrona…
— ¿Tan mal concepto tienes aún de mí? Siempre he pensado que Dean era el más duro de pelar en cuanto a confianza se refiera…
— Tengo claro que esa barrera ya la has sobrepasado con creces, pelirroja.
— No he venido para hablar sobre mi relación con Dean… Bueno, no del todo al menos. Quería darte las gracias Sam. Por venir a salvarme el pellejo. Por aceptar arriesgarte por mí. — Poco sabia la pelirroja que Dean no hubiera aceptado un no por respuesta en lo que se refería a su rescate, y tampoco le importaba, no le importaban los “peros” que pudiera haber llegado a poner Sam, (si es que había puesto alguno) lo que importaba era que al final, había acudido. — No me importa si lo hiciste por tu hermano y no por mí, estabas ahí y eso es suficiente. De modo que esto es un pequeño gesto de agradecimiento. —
Mientras dice aquellas últimas palabras empuja con su mano derecha la bandeja algo más hacia Sam, el cual termina por sonreír cuando se hace con el smoothie
— Lo cierto es que Dean estaba seguro de que no podías haberte ido, que no nos… que no le, habías abandonado…
— Tu tenías tus dudas, ¿cierto?
— Las tenía, en pasado. Jamás volverá a ser así, ahora eres una más Pops, bienvenida a la familia.
Aquellas palabras serian ese tipo de conversación que siempre recordaría, sabía que cuando hubiera pasado el tiempo, sería capaz de rememorar aquella conversación con todo lujo de detalles.
Conversación que continua, conversación que sería uno de los primeros ladrillos en los cimientos de la relación entre la pelirroja y el menor de los Winchester. Conversación de la cual Poppy Davies saca su siguiente plan.
Dean había llegado y les había sorprendido en su desayuno de hermandad, pero por suerte para ella no estaban tratando ese tema cuando él llega. En su mente ya estaba el plan trazado por completo y al milímetro. Tan solo necesitaba un día o día y medio para ponerlo en marcha.
En cuanto tiene medio segundo a solas con un ordenador, busca alquilar la casa perfecta, completamente equipada, en la única playa que había pasado el corte de todos sus filtros.
Que estuviera cerca, que fuera tranquila, poco concurrido, con arena fina y vegetación alrededor.
El siguiente paso, es el que más disfruta. Se ausente toda una tarde fuera del bunker, y se dedica a comprar todo cuanto sabía que Dean no tenia y que iba a necesitar, además de otros caprichos que no puede evitar añadir a su compra.
A la vuelta a casa, aprovechando que Dean está en la ducha, se cuela en su cuarto, con su enorme maleta de color rosa empolvado ya llena de prácticamente todo cuanto necesitaban, y la termina con la ropa que el cazador iba a necesitar.
Una vez la maleta está en el Impala, Poppy cierra el maletero, se sienta en el asiento del conductor y saca su teléfono.
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ššŗššŗšš¾, ššš šæšŗššš, š¾š šššš¾ššš¾.”
Iba a disfrutar aquel viaje, lo sabía. Pero lo mejor de todo aquello era que la británica también disfrutaba todo lo relacionado con la preparación, y la anticipación. Ahora tan solo le quedaba el escollo, de conseguir que Dean le cediera las llaves del coche, porque no pensaba revelar el destino del viaje. No iba a destripar la sorpresa.
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Casi un mes desde que Dean había descubierto su verdadero nombre y no se lo había revelado a absolutamente nadie.
Hecho que Poppy le agradecía de corazón, primero porque no se sentía cómoda con que la gente lo supiera, y segundo porque en el fondo le gustaba que fuera algo entre ellos.
Aquella noche en la que la habían llevado de vuelta al bunker se había prometido a si misma hablar con Sam, agradecerle su parte de implicación en aquel rescate, y la gestión de todo lo que había venido después, liberándola así a ella misma y a Dean de esa carga.
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Así, Poppy aparece en la biblioteca, donde Sam estaba sentado en la misma silla que siempre usaba, con su inseparable portátil, con una enorme bandeja en las manos, llena de una taza de té. un café, uno de aquellos smoothies verdes que tanto le gustaban, y que hasta a ella le parecían algo repugnante, un plato con huevos revueltos, varias tostadas, algo de fruta fresca y zumo de naranja recién exprimido.
Tras dejar la bandeja justo frente a él, la británica toma asiento al otro lado de la mesa. Coge la taza de té y bebe un primer trago tomándose su tiempo, mientras soportaba la mirada interrogativa de Sam, con una sonrisa.
— ¿A que debo este despliegue, Poppy? Tengo la sensación de que es una encerrona…
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— No he venido para hablar sobre mi relación con Dean… Bueno, no del todo al menos. Quería darte las gracias Sam. Por venir a salvarme el pellejo. Por aceptar arriesgarte por mí. — Poco sabia la pelirroja que Dean no hubiera aceptado un no por respuesta en lo que se refería a su rescate, y tampoco le importaba, no le importaban los “peros” que pudiera haber llegado a poner Sam, (si es que había puesto alguno) lo que importaba era que al final, había acudido. — No me importa si lo hiciste por tu hermano y no por mí, estabas ahí y eso es suficiente. De modo que esto es un pequeño gesto de agradecimiento. —
Mientras dice aquellas últimas palabras empuja con su mano derecha la bandeja algo más hacia Sam, el cual termina por sonreír cuando se hace con el smoothie
— Lo cierto es que Dean estaba seguro de que no podías haberte ido, que no nos… que no le, habías abandonado…
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— Las tenía, en pasado. Jamás volverá a ser así, ahora eres una más Pops, bienvenida a la familia.
Aquellas palabras serian ese tipo de conversación que siempre recordaría, sabía que cuando hubiera pasado el tiempo, sería capaz de rememorar aquella conversación con todo lujo de detalles.
Conversación que continua, conversación que sería uno de los primeros ladrillos en los cimientos de la relación entre la pelirroja y el menor de los Winchester. Conversación de la cual Poppy Davies saca su siguiente plan.
Dean había llegado y les había sorprendido en su desayuno de hermandad, pero por suerte para ella no estaban tratando ese tema cuando él llega. En su mente ya estaba el plan trazado por completo y al milímetro. Tan solo necesitaba un día o día y medio para ponerlo en marcha.
En cuanto tiene medio segundo a solas con un ordenador, busca alquilar la casa perfecta, completamente equipada, en la única playa que había pasado el corte de todos sus filtros.
Que estuviera cerca, que fuera tranquila, poco concurrido, con arena fina y vegetación alrededor.
El siguiente paso, es el que más disfruta. Se ausente toda una tarde fuera del bunker, y se dedica a comprar todo cuanto sabía que Dean no tenia y que iba a necesitar, además de otros caprichos que no puede evitar añadir a su compra.
A la vuelta a casa, aprovechando que Dean está en la ducha, se cuela en su cuarto, con su enorme maleta de color rosa empolvado ya llena de prácticamente todo cuanto necesitaban, y la termina con la ropa que el cazador iba a necesitar.
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