• 𝔸𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒 𝕃𝕏: 𝔸𝕝𝕘𝕠 𝕞𝕒𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕦𝕟𝕒 𝕤𝕚𝕞𝕡𝕝𝕖 𝕡𝕦𝕓𝕝𝕚𝕔𝕚𝕕𝕒𝕕.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Lilian Carson
    :



    ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo.

    No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final.

    El rosado respira.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse):
    Algunos teléfonos quieren llamar la atención.
    Este… Prefiere seducir.

    La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara.

    El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas.
    En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz.

    Corte.

    Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa.
    Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana.

    Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan.
    Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Presentamos el Aurora LX.
    El primer móvil que no solo sigue tus movimientos…
    Sino que los anticipa.

    En el aire, un simple gesto.
    La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible.

    Corte a un café minimalista.

    Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves.
    Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha):
    En un mundo lleno de dispositivos ruidosos…
    Este eligió hablar en susurros.

    El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Aurora LX.
    No es tecnología.
    Es suavidad en estado puro.

    ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar.

    Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había.

    Cinco millones de dólares.
    Cinco.
    Millones.
    Enterrados en esa basura.

    Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable.

    Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría.

    Luego salió de la oficina.

    Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada.

    Ezra no dijo una palabra.

    No hacía falta.

    Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían.

    Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido.

    Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos.

    El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino.

    El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula.

    Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar.

    Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo.

    Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing.

    Entró sin anunciarse.

    La conversación que había dentro murió al instante.

    —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones…

    Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa.

    —Espero una explicación.

    Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro.

    —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa.

    Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida.

    —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos.

    Luego chasqueó los dedos una sola vez.

    Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda.

    Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden.

    Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes.

    —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya.

    Nadie respiró.

    Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento.

    —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña.

    Ezra alzó una sola ceja.

    Muy despacio.

    Y giró de nuevo la silla para verlos a todos.

    Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos.

    —¿Qué dijiste?

    —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas.

    El silencio que siguió fue un abismo.
    👤: [1HAPPYLULU1] 💽: ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo. No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final. El rosado respira. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse): Algunos teléfonos quieren llamar la atención. Este… Prefiere seducir. La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara. El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas. En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz. Corte. Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa. Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana. Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan. Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Presentamos el Aurora LX. El primer móvil que no solo sigue tus movimientos… Sino que los anticipa. En el aire, un simple gesto. La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible. Corte a un café minimalista. Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves. Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha): En un mundo lleno de dispositivos ruidosos… Este eligió hablar en susurros. El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Aurora LX. No es tecnología. Es suavidad en estado puro. ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar. Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había. Cinco millones de dólares. Cinco. Millones. Enterrados en esa basura. Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable. Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría. Luego salió de la oficina. Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada. Ezra no dijo una palabra. No hacía falta. Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían. Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido. Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos. El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino. El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula. Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar. Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo. Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing. Entró sin anunciarse. La conversación que había dentro murió al instante. —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones… Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa. —Espero una explicación. Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro. —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa. Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida. —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos. Luego chasqueó los dedos una sola vez. Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda. Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden. Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes. —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya. Nadie respiró. Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento. —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña. Ezra alzó una sola ceja. Muy despacio. Y giró de nuevo la silla para verlos a todos. Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos. —¿Qué dijiste? —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas. El silencio que siguió fue un abismo.
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  • —A veces los años no borran lo que el corazón ya había decidido mucho antes, ¿sabes lo que quiero decir? —suspiró el ex-auror— Y cuando al fin ambos se atreven, todo encaja… —junta sus manos entrelazando los dedos unos con otros— Como si el tiempo solo hubiese estado esperándolos.

    El hombre guarda silencio un instante, con su mirada centrada en el vaso de whisky de fuego. Sus dedos juguetean sobre el borde del vaso, mas sin llegar a tomarlo entre ellos.

    —No fue un impulso, ni un error. Eso lo tengo muy claro... Lo que fue... -entrecierra los ojos buscando las palabras al guardar un breve silencio— Fue el final inevitable de años de miradas que decían demasiado… y labios que callaban aún más.

    Había creído que solo existía un amor para cada uno. Y que cuando este se iba, todo terminaba. Qué idiota. ¿Se permitiría ser feliz? ¿Se permitiría ser feliz con ella?



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Danielle Fernwick
    —A veces los años no borran lo que el corazón ya había decidido mucho antes, ¿sabes lo que quiero decir? —suspiró el ex-auror— Y cuando al fin ambos se atreven, todo encaja… —junta sus manos entrelazando los dedos unos con otros— Como si el tiempo solo hubiese estado esperándolos. El hombre guarda silencio un instante, con su mirada centrada en el vaso de whisky de fuego. Sus dedos juguetean sobre el borde del vaso, mas sin llegar a tomarlo entre ellos. —No fue un impulso, ni un error. Eso lo tengo muy claro... Lo que fue... -entrecierra los ojos buscando las palabras al guardar un breve silencio— Fue el final inevitable de años de miradas que decían demasiado… y labios que callaban aún más. Había creído que solo existía un amor para cada uno. Y que cuando este se iba, todo terminaba. Qué idiota. ¿Se permitiría ser feliz? ¿Se permitiría ser feliz con ella? ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [Fernw1ck]
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  • Mi corazon seguira congerado pero seguire billando, como las aurorias que guaran mi camino una noche si estrella.
    Mi corazon seguira congerado pero seguire billando, como las aurorias que guaran mi camino una noche si estrella.
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  • El sol y el espacio contra el vacío
    Categoría Acción
    *El cosmos respiraba en calma.
    Durante un breve instante, las estrellas parecían dormidas, los cometas viajaban sin rumbo, y la inmensidad era un océano silencioso. Pero esa quietud era solo la antesala del caos.

    Muy lejos, en los límites donde la materia se curva sobre sí misma, algo comenzó a moverse.
    Una masa colosal, oscura, imposible de medir. Una entidad que devoraba estrellas enteras sin emitir ni un destello. Era el Devoraluz, un monstruo nacido del olvido, un eco de universos extinguidos.

    Entre aquel mar de vacío, una figura luminosa descendió.
    Cabello flotante como la aurora, ojos que reflejaban galaxias enteras.
    Tsukumo Sana, la guardiana del tamaño, la diosa que podía contener mundos enteros en la palma de su mano.*

    *Su sonrisa, inocente pero cargada de poder divino, fue lo primero que atravesó la oscuridad.
    El bastón que portaba vibró, generando ondas que alteraban la curvatura del espacio.*

    -Ohhh… ¡qué bicho tan glotón~! Se está tragando mis estrellas favoritas. No puedo permitir eso, ¿verdad?

    *El vacío respondió con un rugido, un sonido tan profundo que ni el tiempo quiso tocarlo. Fragmentos de materia interestelar se desintegraron al contacto con la criatura.
    Sana giró lentamente, alzando su mano. En su palma, una esfera ardiente comenzó a formarse —una réplica en miniatura de un sol—.*

    -Serithra…

    *Sus palabras viajaron como un canto suave por el vacío.*

    -Mi pequeño sol… necesito tu calor aquí. El universo se está enfriando demasiado, y parece que tenemos trabajo que hacer.

    El espacio se iluminó con una brecha dorada, como si el amanecer atravesara la nada.
    Del resplandor surgió una figura radiante: Serithra, diosa del Sol y fiel compañera de Sana. Su energía era tan intensa que el propio monstruo se contrajo, como si la luz le quemara la existencia.

    *Sana sonrió, con un aire casi travieso, sosteniendo su bastón con ambas manos.*

    -¿Lista para encender un nuevo amanecer, Serithra? Vamos a mostrarle a este grandulón lo que significa brillar.

    *El cosmos tembló. Y entre la oscuridad y el fuego, el primer destello de batalla nació.*
    *El cosmos respiraba en calma. Durante un breve instante, las estrellas parecían dormidas, los cometas viajaban sin rumbo, y la inmensidad era un océano silencioso. Pero esa quietud era solo la antesala del caos. Muy lejos, en los límites donde la materia se curva sobre sí misma, algo comenzó a moverse. Una masa colosal, oscura, imposible de medir. Una entidad que devoraba estrellas enteras sin emitir ni un destello. Era el Devoraluz, un monstruo nacido del olvido, un eco de universos extinguidos. Entre aquel mar de vacío, una figura luminosa descendió. Cabello flotante como la aurora, ojos que reflejaban galaxias enteras. Tsukumo Sana, la guardiana del tamaño, la diosa que podía contener mundos enteros en la palma de su mano.* *Su sonrisa, inocente pero cargada de poder divino, fue lo primero que atravesó la oscuridad. El bastón que portaba vibró, generando ondas que alteraban la curvatura del espacio.* -Ohhh… ¡qué bicho tan glotón~! Se está tragando mis estrellas favoritas. No puedo permitir eso, ¿verdad? *El vacío respondió con un rugido, un sonido tan profundo que ni el tiempo quiso tocarlo. Fragmentos de materia interestelar se desintegraron al contacto con la criatura. Sana giró lentamente, alzando su mano. En su palma, una esfera ardiente comenzó a formarse —una réplica en miniatura de un sol—.* -Serithra… *Sus palabras viajaron como un canto suave por el vacío.* -Mi pequeño sol… necesito tu calor aquí. El universo se está enfriando demasiado, y parece que tenemos trabajo que hacer. El espacio se iluminó con una brecha dorada, como si el amanecer atravesara la nada. Del resplandor surgió una figura radiante: Serithra, diosa del Sol y fiel compañera de Sana. Su energía era tan intensa que el propio monstruo se contrajo, como si la luz le quemara la existencia. *Sana sonrió, con un aire casi travieso, sosteniendo su bastón con ambas manos.* -¿Lista para encender un nuevo amanecer, Serithra? Vamos a mostrarle a este grandulón lo que significa brillar. *El cosmos tembló. Y entre la oscuridad y el fuego, el primer destello de batalla nació.*
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  • Estaba en su habitación, el reflejo del espejo capturando cada movimiento con detalle. Primero pasó sus dedos por su cabello largo y oscuro, dejándolo caer en ondas naturales que enmarcaban su rostro con suavidad. Tomó el vestido que había elegido para la salida con Darküs Volkøv : un vestido ligero, de tela fluida, que abrazaba su figura sin apretar, dejando ver parte de sus tatuajes y sus piernas.

    Con movimientos delicados, se deslizó el vestido sobre su cuerpo, sintiendo cómo la tela rozaba su piel y acomodando lo igual para que nada se viera demás. Mientras se acomodaba el vestido, hizo una pausa frente al espejo, admirando ese vestido y mi cuerpo.

    Con una sonrisa suave, comenzó a hablarse en voz baja, casi para sí misma:

    —Este vestido... me hace sentir cómoda pero no resultará demasiado?.

    Aurora hizo un pequeño giro frente al espejo, dejando que el vestido se moviera con ella, y luego acarició suavemente el cabello que caía suelto, brillando bajo la luz tenue. Sus ojos brillaban bajo la luz de la habitación y el leve maquillaje resaltaba lo justo y necesario.

    —No lo voy a saber hasta que el llegue pero voy a disfrutar esta noche sin duda alguna por lo cómoda que el me hace sentir.

    Tomó su cartera y luego escucho la puerta de la casa, se dió una última mirada al espejo con una sonrisa y fue a abrir a ver quién era.
    Estaba en su habitación, el reflejo del espejo capturando cada movimiento con detalle. Primero pasó sus dedos por su cabello largo y oscuro, dejándolo caer en ondas naturales que enmarcaban su rostro con suavidad. Tomó el vestido que había elegido para la salida con [Darkus] : un vestido ligero, de tela fluida, que abrazaba su figura sin apretar, dejando ver parte de sus tatuajes y sus piernas. Con movimientos delicados, se deslizó el vestido sobre su cuerpo, sintiendo cómo la tela rozaba su piel y acomodando lo igual para que nada se viera demás. Mientras se acomodaba el vestido, hizo una pausa frente al espejo, admirando ese vestido y mi cuerpo. Con una sonrisa suave, comenzó a hablarse en voz baja, casi para sí misma: —Este vestido... me hace sentir cómoda pero no resultará demasiado?. Aurora hizo un pequeño giro frente al espejo, dejando que el vestido se moviera con ella, y luego acarició suavemente el cabello que caía suelto, brillando bajo la luz tenue. Sus ojos brillaban bajo la luz de la habitación y el leve maquillaje resaltaba lo justo y necesario. —No lo voy a saber hasta que el llegue pero voy a disfrutar esta noche sin duda alguna por lo cómoda que el me hace sentir. Tomó su cartera y luego escucho la puerta de la casa, se dió una última mirada al espejo con una sonrisa y fue a abrir a ver quién era.
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  • Mi lealtad con Howars es incuestionable. Que se preparen los malvados por que ha venido Víctor Alonso, Auror y aliado leal a su casa y al colegio de magia.
    Mi lealtad con Howars es incuestionable. Que se preparen los malvados por que ha venido Víctor Alonso, Auror y aliado leal a su casa y al colegio de magia.
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  • Joder que foto mas chula saco La IA de mi anterior foto de perfil pero ¿Por que me siento como que acabo de salir de howars en el universo de harry potter y ahora estoy en mi entrenamiento como auror? xD
    Joder que foto mas chula saco La IA de mi anterior foto de perfil pero ¿Por que me siento como que acabo de salir de howars en el universo de harry potter y ahora estoy en mi entrenamiento como auror? xD
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  • Están en una misión mucho mas importante que aquello que lo mantiene despierto a las cuatro y media de la madrugada. Pero por mucho que ahora vivan en una realidad diferente, el 4 de Noviembre sigue siendo un día importante en el calendario del auror.

    El único problema es que no tiene ningún regalo. Al menos no uno que estuviera a la altura de aquella mujer. Al final decide improvisar.
    No necesita buscar mucho para encontrarla y por suerte tenia una pluma que no necesitaba tinta.

    ❝𝐹𝑒𝑙𝑖𝑧 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑒𝑎𝑛̃𝑜𝑠, 𝑉𝑖𝑜𝑙𝑒𝑡.
    𝑁𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑔𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢𝑖́. 𝑃𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑒𝑎𝑠 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎𝑠 𝑠𝑢 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑑𝑜.
    𝐿𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑚𝑖𝑔𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎. 𝑌 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑙𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑧𝑐𝑎 𝑚𝑒 ℎ𝑎 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜.
    𝑇𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑡𝑜 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎𝑚𝑏𝑜𝑠 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜𝑠.
    𝑇𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑉𝑖𝑜𝑙𝑒𝑡 𝐵𝑎𝑟𝑟𝑜𝑤.❞

    Dobla la foto por la misma marca que ya tiene y se la guarda en el abrigo, con el mayor de los cuidados, justo antes de volver a su lucha de aquella noche, intentar dormir.
    Violet Barrow
    Están en una misión mucho mas importante que aquello que lo mantiene despierto a las cuatro y media de la madrugada. Pero por mucho que ahora vivan en una realidad diferente, el 4 de Noviembre sigue siendo un día importante en el calendario del auror. El único problema es que no tiene ningún regalo. Al menos no uno que estuviera a la altura de aquella mujer. Al final decide improvisar. No necesita buscar mucho para encontrarla y por suerte tenia una pluma que no necesitaba tinta. ❝𝐹𝑒𝑙𝑖𝑧 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑒𝑎𝑛̃𝑜𝑠, 𝑉𝑖𝑜𝑙𝑒𝑡. 𝑁𝑜 𝑐𝑟𝑒𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑎𝑙𝑔𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑞𝑢𝑖́. 𝑃𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑧𝑎, 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑒𝑎𝑠 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑑𝑎𝑠 𝑠𝑢 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑑𝑜. 𝐿𝑎 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑚𝑖𝑔𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎. 𝑌 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑙𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑧𝑐𝑎 𝑚𝑒 ℎ𝑎 𝑎𝑦𝑢𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑚𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑚𝑝𝑜. 𝑇𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑚𝑒𝑡𝑜 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎𝑚𝑏𝑜𝑠 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜𝑠. 𝑇𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑉𝑖𝑜𝑙𝑒𝑡 𝐵𝑎𝑟𝑟𝑜𝑤.❞ Dobla la foto por la misma marca que ya tiene y se la guarda en el abrigo, con el mayor de los cuidados, justo antes de volver a su lucha de aquella noche, intentar dormir. [brxvestslytherin]
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  • Oh Grecia, cuna de mis suspiros,
    tierra donde la espuma me dio nombre y forma,
    escucha ahora el canto que mi alma derrama,
    pues he viajado con Ares, mi tormenta y mi refugio.

    Descendimos del Olimpo envueltos en auroras,
    él, fuego de hierro; yo, llama de deseo.
    Sus pasos resonaban en los valles de Esparta,
    donde la guerra es plegaria y el valor, destino.
    Yo seguía su sombra, ligera como el rocío,
    y en sus ojos hallé el resplandor que enciende las almas.

    Por las costas de Atenas danzamos bajo el sol,
    mientras el mar nos regalaba su eterno reflejo.
    Sus manos, curtidas por la batalla,
    rozaban mi piel como si temieran quebrar la aurora.
    Y entre ruinas y templos, comprendí el misterio:
    hasta el dios más fiero se inclina ante el amor.

    En las noches del Peloponeso, el viento narraba nuestra historia.
    Ares hablaba de glorias y heridas,
    yo respondía con besos y silencio.
    Entre ambos, el mundo dormía,
    y los dioses miraban, celosos de nuestra unión.

    Mas toda pasión lleva en sí la promesa de su fin.
    Pronto el amanecer nos llamó al deber,
    y el trueno separó nuestros caminos.
    Él volvió a su campo de acero,
    yo regresé al mar que me vio nacer.

    Sin embargo, en cada ola lo escucho,
    en cada flor que se abre siento su aliento.
    Porque cuando el amor es divino,
    ni el tiempo ni los dioses pueden borrarlo.

    Así escribo, con pétalos y lágrimas,
    para que los hombres recuerden:
    que incluso la guerra puede amar,
    y que el amor, cuando es verdadero,
    puede hacer temblar al Olimpo.

    Con perfume de rosas y sangre de deseo.
    — Frodi.
    #rol
    Oh Grecia, cuna de mis suspiros, tierra donde la espuma me dio nombre y forma, escucha ahora el canto que mi alma derrama, pues he viajado con Ares, mi tormenta y mi refugio. Descendimos del Olimpo envueltos en auroras, él, fuego de hierro; yo, llama de deseo. Sus pasos resonaban en los valles de Esparta, donde la guerra es plegaria y el valor, destino. Yo seguía su sombra, ligera como el rocío, y en sus ojos hallé el resplandor que enciende las almas. Por las costas de Atenas danzamos bajo el sol, mientras el mar nos regalaba su eterno reflejo. Sus manos, curtidas por la batalla, rozaban mi piel como si temieran quebrar la aurora. Y entre ruinas y templos, comprendí el misterio: hasta el dios más fiero se inclina ante el amor. En las noches del Peloponeso, el viento narraba nuestra historia. Ares hablaba de glorias y heridas, yo respondía con besos y silencio. Entre ambos, el mundo dormía, y los dioses miraban, celosos de nuestra unión. Mas toda pasión lleva en sí la promesa de su fin. Pronto el amanecer nos llamó al deber, y el trueno separó nuestros caminos. Él volvió a su campo de acero, yo regresé al mar que me vio nacer. Sin embargo, en cada ola lo escucho, en cada flor que se abre siento su aliento. Porque cuando el amor es divino, ni el tiempo ni los dioses pueden borrarlo. Así escribo, con pétalos y lágrimas, para que los hombres recuerden: que incluso la guerra puede amar, y que el amor, cuando es verdadero, puede hacer temblar al Olimpo. Con perfume de rosas y sangre de deseo. — Frodi. #rol
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  • Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío

    El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido.

    Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto

    Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada.
    Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.”

    Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.”

    Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición.
    Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?”

    Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.”

    Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente.
    Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.”

    Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece.


    Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira

    Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente.


    Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida.


    Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen.

    En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención.

    Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas

    Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos.
    Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.”

    Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.”

    Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía.
    Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.”

    Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro.

    Kael y el Señor de las Sombras

    Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado.
    El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío.
    Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.”

    Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.”

    El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió.
    Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.”

    Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.”

    Kael recuerda:
    Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.”

    Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío.
    El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad.
    Y desaparece.



    Crónicas del Olvido – Capítulo VI: El Corazón del Vacío El Corazón del Vacío no es un lugar. Es una herida en la realidad. El Cuarteto de la Aurora avanza, sabiendo que no todos saldrán. El Amuleto del Destino vibra, incompleto pero consciente. Y el Señor de las Sombras ha enviado a sus tres Generales: fragmentos de humanidad corrompidos por el olvido. Sira vs. Velmora, la Dama del Viento Roto Velmora aparece como Lidica. No una ilusión. Una réplica perfecta, con sus recuerdos, su voz, su mirada. Velmora: “¿Por qué sigues luchando, Sira? Yo ya caí. Tú también puedes descansar.” Sira: “No lucho por mí. Lucho por lo que tú creíste. Por lo que aún vive en mí.” Velmora lanza ráfagas que susurran verdades distorsionadas. Cada golpe es una duda. Cada corriente, una traición. Velmora: “¿Y si tu memoria es falsa? ¿Y si Lidica nunca creyó en ti?” Sira (cerrando los ojos): “Entonces lucharé por la versión que sí lo hizo. Porque esa es la que me salvó.” Sira canaliza el viento real. No el que corta, sino el que canta. Con una ráfaga pura, atraviesa a Velmora. Pero su cuerpo queda atrapado en la corriente. Sira (último suspiro): “Kael… no olvides que el viento siempre regresa.” Deja su daga en el camino. El viento la lleva. El recuerdo permanece. Tharos vs. Karn, el Portador de la Ira Karn, el mentor de Tharos, ahora es magma y odio. Cada ataque grita. Cada explosión es un recuerdo ardiente. Karn lanza visiones: su familia ardiendo, sus compañeros muriendo, su alma corrompida. Lucha sin magia. Solo con voluntad. Karn se debilita. El fuego sin odio no lo sostiene. Tharos se lanza en una llamarada que purifica. Ambos desaparecen. En el suelo queda una piedra incandescente. El núcleo de Tharos. El legado de su redención. Elen vs. Neriah, la Madre de las Raíces Muertas Neriah absorbe recuerdos. Elen comienza a olvidar: su nombre, su misión, sus amigos. Neriah: “La memoria es una carga. Déjala ir. Sé raíz. Sé olvido.” Elen (temblando): “Si olvido quién soy… que esta semilla lo recuerde por mí.” Canaliza su magia en una semilla que ella misma plantó. La raíz pura crece, envolviendo a Neriah. Elen queda atrapada. Su cuerpo se convierte en árbol. Su alma… en guía. Elen (último susurro): “Kael… si el mundo florece, que sea porque tú lo regaste.” Kael encuentra la flor que brota del árbol. La última ofrenda. El último suspiro. Kael y el Señor de las Sombras Kael está solo. Con la daga de Sira, la piedra de Tharos y la flor de Elen, completa el Amuleto. No como arma. Como legado. El Señor de las Sombras no tiene forma. Es entorno. Es vacío. Señor de las Sombras: “¿Crees que el sacrificio basta? El olvido es más fuerte que la memoria.” Kael: “La memoria no necesita fuerza. Solo fe.” El combate no es físico. Es conceptual. Cada hechizo de Kael está reforzado por los sacrificios. Cada paso que da… es sostenido por lo que perdió. Kael: “No soy el héroe. Soy el testigo.” Señor de las Sombras: “Entonces muere con tu testimonio.” Kael recuerda: Yukine (eco): “No todos los sellos se rompen con fuerza. Algunos… con fe.” Con un último hechizo, Kael canaliza el sacrificio de Sira, Tharos y Elen en una onda de purificación que atraviesa el núcleo del vacío. El Señor de las Sombras grita. No por dolor. Por incredulidad. Y desaparece.
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