• - Skoriot issa vala ūndissa ābra ilōn lenton? - preguntó Missandei. Su voz sonó casi un susurro acompasado al crepitar de la hoguera que habían encendido en la chimenea que presidia la sala de la mesa de Aegon.

    Daenerys suspiró mientras sus ojos violáceos repasaban los marcadores de madera que llevaban esculpidos los emblemas de las casas Lannister, Stark y Targaryen.

    -Udrēnī, ēzi iksā… - respondio la Targaryen.

    Aquella respuesta hizo pensar a Missandei durante unos segundos.

    - Avy jorrāelan, jentys? - preguntó. La parte buena de la relacion entre Daenerys y su protegida Missandei era que la muchacha siempre podía dirigirse a Daenerys de un modo mucho más cercano que cualquiera de sus aliados. Era la única a la que le permitía tanta cercanía.

    -Skoroso jāpi? -preguntó Daenerys alzando su mirada desde los marcadores hasta su mejor amiga. Obviamente no esperaba que Missandei le diera una respuesta firme y cabal.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    - Skoriot issa vala ūndissa ābra ilōn lenton? - preguntó Missandei. Su voz sonó casi un susurro acompasado al crepitar de la hoguera que habían encendido en la chimenea que presidia la sala de la mesa de Aegon. Daenerys suspiró mientras sus ojos violáceos repasaban los marcadores de madera que llevaban esculpidos los emblemas de las casas Lannister, Stark y Targaryen. -Udrēnī, ēzi iksā… - respondio la Targaryen. Aquella respuesta hizo pensar a Missandei durante unos segundos. - Avy jorrāelan, jentys? - preguntó. La parte buena de la relacion entre Daenerys y su protegida Missandei era que la muchacha siempre podía dirigirse a Daenerys de un modo mucho más cercano que cualquiera de sus aliados. Era la única a la que le permitía tanta cercanía. -Skoroso jāpi? -preguntó Daenerys alzando su mirada desde los marcadores hasta su mejor amiga. Obviamente no esperaba que Missandei le diera una respuesta firme y cabal. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • 𝑬𝒍 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒏𝒆́𝒄𝒕𝒂𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒓𝒆𝒔𝒒𝒖𝒆𝒃𝒓𝒂𝒋𝒂𝒓 𝒕𝒖 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐́𝒏 𝒆𝒔 𝒂 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒍𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒄𝒐𝒏𝒔𝒕𝒓𝒖𝒚𝒆
    Fandom 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒 𝑂𝑓 𝑇𝘩𝑒 𝐷𝑟𝑎𝑔𝑜𝑛
    Categoría Drama
    ⸻ La tensión podía cortarse con un cuchillo y el ambiente se enturbió hasta el punto de ser incómodo para Aegon. Por eso no le gustaba celebrar su cumpleaños, si hubiese sido como los anteriores años estaría más que feliz. Rhaenyra siempre le compraba una tarta y se molestaba en pedir unas horas libres para acompañarlo en ese día. Debía haber sido así, pero fue todo lo contrario, por el simple hecho de que cumplía la mayoría de edad. Sus hermanos decidieron que era buena idea reservar en un restaurante para festejar. A priori todo apuntaba a una reunión familiar que sería amena, pues su madre no podía asistir por estar cuidando de su padre. Una fría videollamada y sonrisas cínicas, esa fue la intervención en su onomástico. El foco de mayor conflicto había desaparecido y por un momento el cumpleañero pensó que todo saldría a pedir de boca.

    Estaba plenamente equivocado. En esa mesa no estaban solo las figuras fraternales, se encontraban también 𝐬𝐮𝐬 𝐬𝐮𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬 𝐢𝐥𝐞𝐠𝐢́𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬 ¿Por qué los habían traído? No le había informado en ningún momento a su esposa que le había sido infiel con Helaena y mucho menos, el fruto de esos adulterios. Mantenía la esperanza de que su hermana mayor no se percatara de ello, no obstante, las ilusiones son simples anhelos ficticios. De ahí la ominosa perturbación en la atmósfera.

    Se le hizo eterna la velada y luego de haber cenado, y abierto los regalos. Se despidieron y cada pareja se dirigió a su coche. La sonrisa que tenía la fémina durante toda la fiesta desapareció y no promulgó ni una sola onomatopeya. El nerviosismo en él era palpable y nada más tomar asiento en la limusina, inició su manía de mover los anillos en torno a sus dedos, provocando un choque metálico entre ellos. ⸻

    Fue divertida la cena ¿No crees? Por cierto, gracias por tomarte este día libre.

    ⸻ Necesitaba romper el silencio, si no lo hacía, tenía la ligera sospecha de que su corazón se saldría por la boca. Debido a las desbocadas palpitaciones que estaba realizando contra su pecho. ⸻
    ⸻ La tensión podía cortarse con un cuchillo y el ambiente se enturbió hasta el punto de ser incómodo para Aegon. Por eso no le gustaba celebrar su cumpleaños, si hubiese sido como los anteriores años estaría más que feliz. Rhaenyra siempre le compraba una tarta y se molestaba en pedir unas horas libres para acompañarlo en ese día. Debía haber sido así, pero fue todo lo contrario, por el simple hecho de que cumplía la mayoría de edad. Sus hermanos decidieron que era buena idea reservar en un restaurante para festejar. A priori todo apuntaba a una reunión familiar que sería amena, pues su madre no podía asistir por estar cuidando de su padre. Una fría videollamada y sonrisas cínicas, esa fue la intervención en su onomástico. El foco de mayor conflicto había desaparecido y por un momento el cumpleañero pensó que todo saldría a pedir de boca. Estaba plenamente equivocado. En esa mesa no estaban solo las figuras fraternales, se encontraban también 𝐬𝐮𝐬 𝐬𝐮𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬 𝐢𝐥𝐞𝐠𝐢́𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬 ¿Por qué los habían traído? No le había informado en ningún momento a su esposa que le había sido infiel con Helaena y mucho menos, el fruto de esos adulterios. Mantenía la esperanza de que su hermana mayor no se percatara de ello, no obstante, las ilusiones son simples anhelos ficticios. De ahí la ominosa perturbación en la atmósfera. Se le hizo eterna la velada y luego de haber cenado, y abierto los regalos. Se despidieron y cada pareja se dirigió a su coche. La sonrisa que tenía la fémina durante toda la fiesta desapareció y no promulgó ni una sola onomatopeya. El nerviosismo en él era palpable y nada más tomar asiento en la limusina, inició su manía de mover los anillos en torno a sus dedos, provocando un choque metálico entre ellos. ⸻ Fue divertida la cena ¿No crees? Por cierto, gracias por tomarte este día libre. ⸻ Necesitaba romper el silencio, si no lo hacía, tenía la ligera sospecha de que su corazón se saldría por la boca. Debido a las desbocadas palpitaciones que estaba realizando contra su pecho. ⸻
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  • 𝘋𝘢𝘯𝘤𝘦 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘮𝘦.
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama
    Los nervios recorrían cada célula de su cuerpo mientras subía las escaleras hacia los aposentos de su tía, buscando hacer el menor ruido posible y evidentemente el no ser visto. Que el castillo pareciese tan tranquilo últimamente no lo relajaba, sino todo lo contrario.

    Una vez frente a la puerta, tocó la puerta tres veces, después de una breve pausa, otras dos y finalmente, una vez más. No sabía de cuánto tiempo dispondría antes de recibir una respuesta, así que trató de arreglarse apresuradamente el cabello.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    La ansiedad devoraba a Helaena con una tenacidad inexorable. Las dos copas de vino, previsoramente llenadas, reposaban en la mesita junto al diván, frente al hogar encendido. Entre los beneficios de pernoctar en aposentos distintos a los de su consorte, destacaba no solo la libertad de recibir visitas anheladas, sino también la preservación intacta de su propia reserva vinícola.

    Al percibir el golpeteo en clave convenida, se irguió con celeridad, ajustando su vestimenta y arreglando su cabello mientras se reflejaba en el espejo durante su precipitado avance hacia la puerta.

    Sin emitir palabra de bienvenida, sus manos se aferraron al príncipe, introduciéndolo bruscamente y cerrando la puerta de inmediato.

    —— ¿Alguien os ha divisado de camino?

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    Tal vez en alguna otra circunstancia se hubiese permitido bromear por las ansias ajenas, pero en su situación era inevitable temer a ser descubierto.

    — Nadie, está todo absolutamente vacío. ¿Acaso ocurría algo hoy que no se me haya comunicado?

    Una pequeña sonrisa hizo mella en su expresión solemne, ya que su mirada instintivamente había divagado por un momento, perdiéndose en la belleza de su amada.

    — ¿Cómo puede continuar tan hermosa y radiante a estas horas? —Gentilmente tomó la mano de la fémina y apoyó sus labios sobre el dorso de la misma durante unos instantes—. Le agradezco que haya decidido invitarme.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    Estaba a punto de manifestar su desconocimiento sobre el asunto, mencionando que desde la aurora la Fortaleza se encontraba sumida en una agitación inusitada. No obstante, sus palabras fueron truncadas por la adulación y el beso que depositó sobre el dorso de su mano. Bendita penumbra que ocultaba su rubor; las escasas velas no bastaban para desvelar tal reacción fisiológica.

    —— No merecéis menos que una apariencia presentable —— expresó, conteniendo el impulso de revelar que había dedicado al menos treinta minutos a su preparación, pues aquello disiparía el encanto del momento.

    Con delicadeza, entrelazó aquella mano con la suya.

    —— Estáis... tan apuesto como corresponde a un legítimo heredero al trono. Las cortesanas hablan frecuentemente de vos, mi príncipe. Incluso las ciervas no pueden evitar dirigir miradas anhelantes en vuestra dirección; las he sorprendido con esos ojillos que os observan de manera tan sugestiva.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    La ligera timidez escondida en las palabras ajenas le hizo sonreír, aunque esta vez fue su turno de enrojecer ante la imagen de sus manos entrelazadas, sumada a las palabras que recibió en respuesta. Para cualquier otra persona y su persona amada, eso no significaría gran cosa, desde luego, pero para ellos lo era todo.

    A duras penas logró contener la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, pues él no era consciente de recibir tales miradas. No obstante, no solía prestar atención a otras damas que no fueran su madre o su amada, así que con motivo no se había percatado.

    — Sin embargo, todo cuánto yo me pregunto es: ¿Recibo esa misma mirada de la mujer de mis anhelos?

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    —— No... mi mirada difiere completamente de eso. —— No era lascivia ni un ansia de poder lo que la impulsaba. Su sobrino evocaba en ella un torrente de emociones inefables que la dejaban muda en los momentos más cruciales. Explicarle esto resultaba una tarea ardua. Helaena no era tímida, sino más bien... reservada, quizás.

    Avanzó un paso medido. Las yemas de sus dedos ascendieron para recorrer el rostro del príncipe, tratando de grabar el tacto en su memoria. Piel suave, facciones implacables, un mentón que primigeniamente anhelaba morder.

    —— ¿Rememoráis la noche en que os visité? —— Estaba ebrio, golpeado, colérico. La cena familiar había resultado en desastre. El corazón de la princesa se había contraído aquel día, pero nada la había disuadido de cumplir su propósito. —— Sólo un par de horas antes habíamos bailado.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    — Me alegra que no tengáis la menor duda de a quién me refiero con ese sobrenombre—. Comentó, aunque las acciones adversas no tardaron en acaparar toda su atención.

    Inevitablemente su piel parecía tornarse rojiza allá donde la rubia lo tocaba, haciéndole perder por completo las nociones del tiempo y del espacio. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia ella de manera instintiva, aunque se detuvo ante el recuerdo de la escena. En ocasiones su conciencia todavía lo torturaba por sus acciones de aquel día.

    — Si le soy sincero, no creo que pudiese olvidarla bajo ninguna circunstancia.

    Se permitió llevar una de sus manos a la cintura ajena, siempre actuando con delicadeza y dándole tiempo a apartarse o a comunicarle si sentía cualquier tipo de incomodidad.

    — Sé que ahora no tenemos música, pero... ¿me concedería un baile?

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    En lo más recóndito de su ser, ella sabía que los cuidados excesivos de Jacaerys eran la fuerza motriz que la impulsaba a seguir adelante. Aguardaba con inquietud el momento en que su osadía pudiera estrellarse contra la fría realidad. ¿Podía considerarse delictivo el placer que sentía al tener su mano firme en la cintura? ¿Sería condenable el hecho de que sus propios brazos, en un gesto inconsciente, se enredaran alrededor de sus hombros para acercarse a su pecho?

    En última instancia, aquello que permanece en la penumbra del conocimiento ajeno no puede infligir dolor a nadie: ni a Aegon, ni a Baela.

    Halló una resolución tácita al aceptar la invitación iniciando los pasos por su propia cuenta. Como siempre que cruzaba el umbral de sus aposentos, se encontraba descalza, lo que le confería la licencia para posar sus pies delicadamente sobre las botas de su sobrino, sintiendo la sólida protección del cuero.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    En lo más profundo de su ser, Jacaerys esperaba que su sobreprotección no resultase excesiva o cargante. Sin embargo, en aquel santuario privado de sus aposentos, donde las normas y deberes parecían desvanecerse, se permitían explorar la delicada línea entre el deber y el deseo sin pensar en nada más allá de eso.

    Al ver aceptada su invitación, Jacaerys cruzó el umbral de lo correcto con la certeza silenciosa de que, entre susurros y gestos inadvertidos, podían ser ellos mismos. Helaena se encontraba descalza sobre sus botas, lo cual le confería una licencia implícita para acercarse más de lo que las formalidades permitían.

    Con cada roce de manos y cada mirada cómplice, la tensión entre ellos se intensificaba. El joven príncipe se sentía embriagado por la cercanía física entre ambos, por la sensación de que podía ser vulnerable y auténtico con Hela de una manera que nunca había experimentado antes.

    Solamente el ligero sonido de sus pasos unidos parecía romper el silencio de la sala, dejando que sus movimientos guiados por el corazón llenaran el espacio entre ellos. Sin palabras, encontraron un ritmo natural, como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza etérea que solo ellos podían comprender.

    El tiempo parecía detenerse mientras giraban juntos en la penumbra, cada movimiento hablando más que cualquier conversación. No obstante, en medio de la serenidad compartida, se escucharon pasos apresurados acercándose a la puerta. Jacaerys se separó de la fémina con rapidez, buscando recomponer su compostura a pesar de la mirada de culpabilidad que le dedicó por un instante.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    En un escenario desprovisto de sonoridad, se entrelazan en una coreografía silenciosa. Sus cuerpos, en perfecta sincronía rítmica, ejecutan movimientos previamente interiorizados y ensayados durante toda la niñez. Tienen suficientes bailes encima como para saber moverse sin una banda de fondo. Los arcos plantares descalzos se alinean con los empeines de cuero en un equilibrio meticuloso, casi geométrico. La ausencia de sonido magnifica la armonía de sus ademanes y la complicidad que los entrelaza.
    —— Yo… —— hasta que es apartada abruptamente. No lo culpa; comprende y colabora en ejecutar un respingo que los mantiene a una distancia prudente de miradas extrañas.
    Los pasos se acercan, suenan demasiado seguros de sí mismos para creer que pasarán de largo. Está próximos. Tocan la puerta.

    —— A- Adelante. —— A los dioses ruega que no sea su madre, no tiene cómo justificar haber metido a un hombre a sus aposentos a esta hora. Pues no, es la criada número doscientos veinte (han pasado tantas que no recuerda los nombres).
    "𝘗𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢" no pasa desapercibido el príncipe, y seguro tiene la directiva de informar una visita semejante a la progenitora. Tenue reverencia les dedica. "𝘗𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. 𝘉𝘶𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴. 𝘗𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶... 𝒕𝒐́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳".

    —— No. Estoy bien. Retírate, por favor…

    Los nervios recorrían cada célula de su cuerpo mientras subía las escaleras hacia los aposentos de su tía, buscando hacer el menor ruido posible y evidentemente el no ser visto. Que el castillo pareciese tan tranquilo últimamente no lo relajaba, sino todo lo contrario. Una vez frente a la puerta, tocó la puerta tres veces, después de una breve pausa, otras dos y finalmente, una vez más. No sabía de cuánto tiempo dispondría antes de recibir una respuesta, así que trató de arreglarse apresuradamente el cabello. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ La ansiedad devoraba a Helaena con una tenacidad inexorable. Las dos copas de vino, previsoramente llenadas, reposaban en la mesita junto al diván, frente al hogar encendido. Entre los beneficios de pernoctar en aposentos distintos a los de su consorte, destacaba no solo la libertad de recibir visitas anheladas, sino también la preservación intacta de su propia reserva vinícola. Al percibir el golpeteo en clave convenida, se irguió con celeridad, ajustando su vestimenta y arreglando su cabello mientras se reflejaba en el espejo durante su precipitado avance hacia la puerta. Sin emitir palabra de bienvenida, sus manos se aferraron al príncipe, introduciéndolo bruscamente y cerrando la puerta de inmediato. —— ¿Alguien os ha divisado de camino? ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ Tal vez en alguna otra circunstancia se hubiese permitido bromear por las ansias ajenas, pero en su situación era inevitable temer a ser descubierto. — Nadie, está todo absolutamente vacío. ¿Acaso ocurría algo hoy que no se me haya comunicado? Una pequeña sonrisa hizo mella en su expresión solemne, ya que su mirada instintivamente había divagado por un momento, perdiéndose en la belleza de su amada. — ¿Cómo puede continuar tan hermosa y radiante a estas horas? —Gentilmente tomó la mano de la fémina y apoyó sus labios sobre el dorso de la misma durante unos instantes—. Le agradezco que haya decidido invitarme. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ Estaba a punto de manifestar su desconocimiento sobre el asunto, mencionando que desde la aurora la Fortaleza se encontraba sumida en una agitación inusitada. No obstante, sus palabras fueron truncadas por la adulación y el beso que depositó sobre el dorso de su mano. Bendita penumbra que ocultaba su rubor; las escasas velas no bastaban para desvelar tal reacción fisiológica. —— No merecéis menos que una apariencia presentable —— expresó, conteniendo el impulso de revelar que había dedicado al menos treinta minutos a su preparación, pues aquello disiparía el encanto del momento. Con delicadeza, entrelazó aquella mano con la suya. —— Estáis... tan apuesto como corresponde a un legítimo heredero al trono. Las cortesanas hablan frecuentemente de vos, mi príncipe. Incluso las ciervas no pueden evitar dirigir miradas anhelantes en vuestra dirección; las he sorprendido con esos ojillos que os observan de manera tan sugestiva. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ La ligera timidez escondida en las palabras ajenas le hizo sonreír, aunque esta vez fue su turno de enrojecer ante la imagen de sus manos entrelazadas, sumada a las palabras que recibió en respuesta. Para cualquier otra persona y su persona amada, eso no significaría gran cosa, desde luego, pero para ellos lo era todo. A duras penas logró contener la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, pues él no era consciente de recibir tales miradas. No obstante, no solía prestar atención a otras damas que no fueran su madre o su amada, así que con motivo no se había percatado. — Sin embargo, todo cuánto yo me pregunto es: ¿Recibo esa misma mirada de la mujer de mis anhelos? ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ —— No... mi mirada difiere completamente de eso. —— No era lascivia ni un ansia de poder lo que la impulsaba. Su sobrino evocaba en ella un torrente de emociones inefables que la dejaban muda en los momentos más cruciales. Explicarle esto resultaba una tarea ardua. Helaena no era tímida, sino más bien... reservada, quizás. Avanzó un paso medido. Las yemas de sus dedos ascendieron para recorrer el rostro del príncipe, tratando de grabar el tacto en su memoria. Piel suave, facciones implacables, un mentón que primigeniamente anhelaba morder. —— ¿Rememoráis la noche en que os visité? —— Estaba ebrio, golpeado, colérico. La cena familiar había resultado en desastre. El corazón de la princesa se había contraído aquel día, pero nada la había disuadido de cumplir su propósito. —— Sólo un par de horas antes habíamos bailado. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ — Me alegra que no tengáis la menor duda de a quién me refiero con ese sobrenombre—. Comentó, aunque las acciones adversas no tardaron en acaparar toda su atención. Inevitablemente su piel parecía tornarse rojiza allá donde la rubia lo tocaba, haciéndole perder por completo las nociones del tiempo y del espacio. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia ella de manera instintiva, aunque se detuvo ante el recuerdo de la escena. En ocasiones su conciencia todavía lo torturaba por sus acciones de aquel día. — Si le soy sincero, no creo que pudiese olvidarla bajo ninguna circunstancia. Se permitió llevar una de sus manos a la cintura ajena, siempre actuando con delicadeza y dándole tiempo a apartarse o a comunicarle si sentía cualquier tipo de incomodidad. — Sé que ahora no tenemos música, pero... ¿me concedería un baile? ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ En lo más recóndito de su ser, ella sabía que los cuidados excesivos de Jacaerys eran la fuerza motriz que la impulsaba a seguir adelante. Aguardaba con inquietud el momento en que su osadía pudiera estrellarse contra la fría realidad. ¿Podía considerarse delictivo el placer que sentía al tener su mano firme en la cintura? ¿Sería condenable el hecho de que sus propios brazos, en un gesto inconsciente, se enredaran alrededor de sus hombros para acercarse a su pecho? En última instancia, aquello que permanece en la penumbra del conocimiento ajeno no puede infligir dolor a nadie: ni a Aegon, ni a Baela. Halló una resolución tácita al aceptar la invitación iniciando los pasos por su propia cuenta. Como siempre que cruzaba el umbral de sus aposentos, se encontraba descalza, lo que le confería la licencia para posar sus pies delicadamente sobre las botas de su sobrino, sintiendo la sólida protección del cuero. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ En lo más profundo de su ser, Jacaerys esperaba que su sobreprotección no resultase excesiva o cargante. Sin embargo, en aquel santuario privado de sus aposentos, donde las normas y deberes parecían desvanecerse, se permitían explorar la delicada línea entre el deber y el deseo sin pensar en nada más allá de eso. Al ver aceptada su invitación, Jacaerys cruzó el umbral de lo correcto con la certeza silenciosa de que, entre susurros y gestos inadvertidos, podían ser ellos mismos. Helaena se encontraba descalza sobre sus botas, lo cual le confería una licencia implícita para acercarse más de lo que las formalidades permitían. Con cada roce de manos y cada mirada cómplice, la tensión entre ellos se intensificaba. El joven príncipe se sentía embriagado por la cercanía física entre ambos, por la sensación de que podía ser vulnerable y auténtico con Hela de una manera que nunca había experimentado antes. Solamente el ligero sonido de sus pasos unidos parecía romper el silencio de la sala, dejando que sus movimientos guiados por el corazón llenaran el espacio entre ellos. Sin palabras, encontraron un ritmo natural, como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza etérea que solo ellos podían comprender. El tiempo parecía detenerse mientras giraban juntos en la penumbra, cada movimiento hablando más que cualquier conversación. No obstante, en medio de la serenidad compartida, se escucharon pasos apresurados acercándose a la puerta. Jacaerys se separó de la fémina con rapidez, buscando recomponer su compostura a pesar de la mirada de culpabilidad que le dedicó por un instante. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ En un escenario desprovisto de sonoridad, se entrelazan en una coreografía silenciosa. Sus cuerpos, en perfecta sincronía rítmica, ejecutan movimientos previamente interiorizados y ensayados durante toda la niñez. Tienen suficientes bailes encima como para saber moverse sin una banda de fondo. Los arcos plantares descalzos se alinean con los empeines de cuero en un equilibrio meticuloso, casi geométrico. La ausencia de sonido magnifica la armonía de sus ademanes y la complicidad que los entrelaza. —— Yo… —— hasta que es apartada abruptamente. No lo culpa; comprende y colabora en ejecutar un respingo que los mantiene a una distancia prudente de miradas extrañas. Los pasos se acercan, suenan demasiado seguros de sí mismos para creer que pasarán de largo. Está próximos. Tocan la puerta. —— A- Adelante. —— A los dioses ruega que no sea su madre, no tiene cómo justificar haber metido a un hombre a sus aposentos a esta hora. Pues no, es la criada número doscientos veinte (han pasado tantas que no recuerda los nombres). "𝘗𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢" no pasa desapercibido el príncipe, y seguro tiene la directiva de informar una visita semejante a la progenitora. Tenue reverencia les dedica. "𝘗𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. 𝘉𝘶𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴. 𝘗𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶... 𝒕𝒐́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳". —— No. Estoy bien. Retírate, por favor…
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  • 𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐀𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐑𝐎𝐓𝐇𝐄𝐋.
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama
    Aún se sentía extranjera en ese submundo. Cada vez que puno de sus pies ponía la planta sobre las calles portuarias, el escalofrío más pequeño le erguía la postura.

    Pero ahí estaba, ataviada con sus pantalones de entrenamiento, botas de cuero, camisa, y una capa que ocultaba las características visuales de Aemma Targaryen, permitiéndole fundirse con la multitud.

    Decidió prescindir de Ser Criston esta vez, ya que la misión era casi un reto personal. Lo normal sería entrar al burdel y pedir la presencia de su hermano al menos con los pantalones puestos, y le era traído. Hoy no. Hoy entraba con la cabeza en alto. Todos girándose a mirarla. Por cada paso un par de ojos más se pegaba en ella.

    —— Seguid con lo vuestro, sabéis a lo que vine. —— Y encontró a su objetivo con, vaya sorpresa, escasa ropa, una copa de vino servida a su lado, y una señorita sentada en sus piernas.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    ⸻ Odiaba estar en la Fortaleza Roja, detestaba a su familia. Le irritaba su hermana Aemma y más con su actitud de psicópata, siempre rechazado, humillado sin ningún tipo de piedad ¿Por qué debería hacerle algún tipo de favor? Era una loca y lo que más detestaba eran los Sentimientos que tenía hacia ella, amor. Estaba enamorado de una forma casi enfermiza y deseoso de sentir la mínima atención de Aemma. Tenía poco amor propio, se desintegró en el momento en que intentó pasar tiempo con ella. Siete infiernos, no podía dejar de pensar en ella y en Todo lo que le hacía sentir. . . Temblar cada célula de su cuerpo, incluso cuando lo golpeaba, la intimidad se hacía evidente entre ambos. . .

    No podía pensar con claridad, necesitaba olvidar y darle un mensaje a Aemma. No estaría siempre detrás de ella, dejaría de Prestarle atención, por eso decidió que el camino de la seda era la mejor opción para desintoxicar a su mente de su hermana pequeña.

    Estaba disfrutando, con una copa de vino y una fulana que no sabía su nombre, pero gracias a la embriaguez fluyendo por su sangre, podía Imaginar a Aemma, una mala opción para olvidarla. Estaba concentrado en acariciar la feminidad de la ramera, que ni se dio cuenta que su hermana estaba ahí. ⸻

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    No había asomo de sorpresa ni impresión. Las mujeres del establecimiento, cada vez que lo buscaba, lo despedían con vítores y risas, mientras las ganancias de la noche tintineaban en sus bolsas de paga.

    Quizás era demasiado contundente la influencia de su hermano en esta área tan particular y desprovista de ropajes para pasar desapercibida. El ojo de Aemma aterrizó en la entrepierna de esta... 𝗽𝘂𝘁𝗮, no hay otro nombre, es lo que es.

    —— Aegon. —— Detuvo su avance frente al dipsómano empedernido. La pulsión de asir a la mujer por la cabellera y estrellar su frente contra el borde de la mesa era formidable, casi irresistible. No obstante, ejerció un férreo autocontrol. Se hallaba en cumplimiento de su horario laboral. La situación era clara: ella no albergaba ningún deseo genuino de permanecer junto a Aegon. No necesita decirle a que vino. Él sabe. Su presencia no es otra cosa que la llamada a la retirada.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    ⸻ La otra mano tanteó la mesa para encontrar la copa de vino y se la llevó a los labios, para beber de un solo trago todo el contenido. El dulzor le llegó a la garganta, mientras disfrutaba de los gemidos procesados por la garganta de esa prostituta. Aumentando la velocidad De su actitud manual, estaba tan concentrado en su objetivo de hacer venir a la mujer, que se fijó en la presencia de su hermana cuando lo llamó. . . El color de su rostro se cambió a uno de desprecio y frustración, la estaba olvidando en parte y ahora seguía ahí, como un alma En pena dispuesta a torturarle. ⸻

    Lárgate Aemma, te he dejado todo el día en paz ¿No era eso lo que querías?.

    ⸻ La mirada se pasó de su hermana hacia los diferentes hombres que estaban ahí, no paraban de mirar a la princesa. . . Una sensación extraña de celos y pertenencia Se instaló en su estómago, estaban repitiendo toda la situación de esa fatídica noche. ⸻

    Solo mira hermanita, el placer que se te escapa. . .

    ⸻ Presiona los dedos dentro del calor de esa fulana y la tocaba de forma asombrosa. ⸻

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    —— ¿Crees que quiero estar aquí? —— El hedor del pecado nefando resultaba insoportable, mientras la cerveza de ínfima calidad derramada en el suelo embadurnaba su brillo con una capa pegajosa y opaca. Los sonidos estridentes perturbaban sus afinados y bien entrenados oídos. Este era el último lugar donde desearía encontrarse, y estuvo a punto de sujetar a Aegon por las orejas y arrastrarlo fuera, cual infante malcriado. Sin embargo, una vez más, se contuvo.

    —— Págale y vístete, nos vamos. —— Las miradas ajenas devoraban la capa que la envolvía hasta los tobillos. Pensamientos impuros atravesaban las mentes de aquellos hombres. No necesitaba ser una experta en la materia para percatarse de ello. —— Ahora.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    No llevo ni doce horas fuera y has tenido que venir. Dejar de ser una mentirosa y admite que no puedes estar sin mí. Tú obsesa actitud, me pone muy cachondo. . .

    ⸻ Uno de sus ojos se cerró a modo de guiño, sacando los dedos de la humedad ajena, observando aún a todos los que No apartaban sus lascivas miradas de su hermana. Siete infiernos, los mandaría colgar a todos ¿Cómo se atrevían a mirar a 𝙨𝙪 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙖? Era de 𝙨𝙪 pertenencia.

    De nuevo volvían sus instintos más bajos y las sombras de su mirada, oscurecían más su iris. ⸻

    No te Va a resultar tan fácil, hermanita. Juguemos.

    ⸻ Se levanta con fuerza y lanza a la ramera hacia los brazos de su hermana, saliendo corriendo de ahí, sintiendo el frío recorrer todo su cuerpo y siguiendo su instinto, giró la perilla de una puerta y entró ahí, todo estaba en Penumbra y solo se escuchaba la pesada respiración del príncipe. ⸻

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    No es lógico dignarse a responder ante sus infamias. Ella sabe que no tienen fundamento, consciente de que Aegon está embriagado y simplemente busca incitarla. Estaba a punto de insistir en regresar a la Fortaleza Roja, cuando la joven escasamente vestida cae entre risas en sus brazos. Está envuelta en el torpor de los estupefacientes que alivian su carga laboral.

    La meretriz parece ansiosa por acariciarla y besarla, arrancarle algunas monedas también. En menos de dos segundos, la empuja hacia un sofá. La mujer cae riendo, aventurándose Aemma así en la boca del lobo para encontrar a su inquieto hermano.

    No reconoce la habitación, no al principio al menos. Hay unas cerillas en la mesa de noche y se sirve de la luz exterior para prender las lámparas de aceite.

    —— No estoy de humor. Quiero ir a casa —— susurra, consciente de que él anda por allí.

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    ⸻ A través de la rendija de la puerta, podía ver los movimientos de su hermana. Le daba la sensación, de que estaba actuando de una forma más errática de lo normal, con mayor lentitud a la esperada. Parecía que realmente la afectaba estar ahí, la figura envuelta en un Capa y una capucha que evitaba que el cabello Targaryen saliera a la luz, le daban un aspecto de lo más interesante. . . Ya se estaba imaginando el quitárselo poco a poco y mostrarle lo que era el verdadero placer. Se notaba en el enrojecimiento de su faz, que su lógica se iba Y dejaba paso a la inconsciencia de la vid, dulce toque el que le otorgaba el dios del vino.

    Vio como encendía una lampara de aceite y aprovechó ese momento para salir del oscuro cubículo, poniéndose a su espalda, tomándola del cuello con su antebrazo. ⸻

    ¿Y perderse la Diversión? Me parece que no.

    ⸻ El suave susurro golpeó la tela de la capucha y con la otra mano, le extraía las cerillas. Para volver a liberarla y meterse en otra de las múltiples habitaciones, empezaba el juego. ⸻

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    Con un brazo estratégicamente posicionado sobre su cuello, ambas garras se están clavando en la piel desnuda en un intento desesperado por romper la prisión impuesta. No está en resistencia firme con Aegon, aunque anhele fervientemente deshacerse de él para regresar a su morada. Se deja ver arrastrada delante de una pareja de hombres en el pasillo. Uno está arrodillado frente al otro. Ella aparta la mirada, cierra los párpados, anula su único ojo.

    ¿Por qué?

    Quizás sean los ecos persistentes de esos pasillos, la disposición meticulosa de las estancias, el eco constante de aromas y voces ajenas que la abruman más allá de la propia. Siente un verdadero desamparo y desconcierto sobre su destino. Los recuerdos parecen imponer más peso que su propia voluntad.

    —— ¿A dónde me llevas?

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    ⸻ Estaba atento a las reacciones fraternales, parecía que se estaba viendo vulnerada con todo el ambiente, tan pesado. Llenó de lujuria y deseo, los sonidos lascivos se hacían eco en el lugar. Todo estaba fielmente coordinado y él aún, no deseaba irse a ningún sitio. Tenía la Necesidad de ver hasta que punto, podría llevar a su hermana, tan mojigata en algunos aspectos. . . Era normal, nadie le explicó de una forma coherente lo que pasaba durante el sexo, donde ambas personas estaban de acuerdo por ejercerlo.

    Volviendo a entrar en escena, baja La capucha con sus manos muy lentamente, mientras la otra le quita los cordones de la capa de una forma suave y lenta. ⸻

    A ningún sitio, concéntrate en tus sentidos. La vista, es lo que menos puedes utilizar aquí.

    ⸻ El suave aliento, se dirigía hacia la vena de su cuello. Soplando aire tibio contra la piel de su yugular. ⸻

    ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮

    Los espectros del pasado acudían para arrojarle su ectoplasma. La máscara de indiferencia se resquebraja, y por primera vez en mucho tiempo, una fisura de humanidad atraviesa la mente calculadora de Aemma. Las manos, que nunca titubean y siempre ejecutan con precisión, comienzan a temblar sutilmente sobre el brazo de su hermano. Cada pulsación en su pecho reverbera con una urgencia desconocida, un recordatorio ineludible de su propia mortalidad. La sangre se agolpa en sus mejillas, y por primera vez en años, siente el calor abrasador del rubor. Una marea de pensamientos caóticos inunda su mente: pensamientos de fracaso, de derrota, de una vulnerabilidad que siempre ha despreciado en otros.

    —— Por favor... suéltame. —— Pero algo en su conciencia la atormenta; Aegon no muestra intención alguna de liberarla.
    Aún se sentía extranjera en ese submundo. Cada vez que puno de sus pies ponía la planta sobre las calles portuarias, el escalofrío más pequeño le erguía la postura. Pero ahí estaba, ataviada con sus pantalones de entrenamiento, botas de cuero, camisa, y una capa que ocultaba las características visuales de Aemma Targaryen, permitiéndole fundirse con la multitud. Decidió prescindir de Ser Criston esta vez, ya que la misión era casi un reto personal. Lo normal sería entrar al burdel y pedir la presencia de su hermano al menos con los pantalones puestos, y le era traído. Hoy no. Hoy entraba con la cabeza en alto. Todos girándose a mirarla. Por cada paso un par de ojos más se pegaba en ella. —— Seguid con lo vuestro, sabéis a lo que vine. —— Y encontró a su objetivo con, vaya sorpresa, escasa ropa, una copa de vino servida a su lado, y una señorita sentada en sus piernas. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ ⸻ Odiaba estar en la Fortaleza Roja, detestaba a su familia. Le irritaba su hermana Aemma y más con su actitud de psicópata, siempre rechazado, humillado sin ningún tipo de piedad ¿Por qué debería hacerle algún tipo de favor? Era una loca y lo que más detestaba eran los Sentimientos que tenía hacia ella, amor. Estaba enamorado de una forma casi enfermiza y deseoso de sentir la mínima atención de Aemma. Tenía poco amor propio, se desintegró en el momento en que intentó pasar tiempo con ella. Siete infiernos, no podía dejar de pensar en ella y en Todo lo que le hacía sentir. . . Temblar cada célula de su cuerpo, incluso cuando lo golpeaba, la intimidad se hacía evidente entre ambos. . . No podía pensar con claridad, necesitaba olvidar y darle un mensaje a Aemma. No estaría siempre detrás de ella, dejaría de Prestarle atención, por eso decidió que el camino de la seda era la mejor opción para desintoxicar a su mente de su hermana pequeña. Estaba disfrutando, con una copa de vino y una fulana que no sabía su nombre, pero gracias a la embriaguez fluyendo por su sangre, podía Imaginar a Aemma, una mala opción para olvidarla. Estaba concentrado en acariciar la feminidad de la ramera, que ni se dio cuenta que su hermana estaba ahí. ⸻ ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ No había asomo de sorpresa ni impresión. Las mujeres del establecimiento, cada vez que lo buscaba, lo despedían con vítores y risas, mientras las ganancias de la noche tintineaban en sus bolsas de paga. Quizás era demasiado contundente la influencia de su hermano en esta área tan particular y desprovista de ropajes para pasar desapercibida. El ojo de Aemma aterrizó en la entrepierna de esta... 𝗽𝘂𝘁𝗮, no hay otro nombre, es lo que es. —— Aegon. —— Detuvo su avance frente al dipsómano empedernido. La pulsión de asir a la mujer por la cabellera y estrellar su frente contra el borde de la mesa era formidable, casi irresistible. No obstante, ejerció un férreo autocontrol. Se hallaba en cumplimiento de su horario laboral. La situación era clara: ella no albergaba ningún deseo genuino de permanecer junto a Aegon. No necesita decirle a que vino. Él sabe. Su presencia no es otra cosa que la llamada a la retirada. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ ⸻ La otra mano tanteó la mesa para encontrar la copa de vino y se la llevó a los labios, para beber de un solo trago todo el contenido. El dulzor le llegó a la garganta, mientras disfrutaba de los gemidos procesados por la garganta de esa prostituta. Aumentando la velocidad De su actitud manual, estaba tan concentrado en su objetivo de hacer venir a la mujer, que se fijó en la presencia de su hermana cuando lo llamó. . . El color de su rostro se cambió a uno de desprecio y frustración, la estaba olvidando en parte y ahora seguía ahí, como un alma En pena dispuesta a torturarle. ⸻ Lárgate Aemma, te he dejado todo el día en paz ¿No era eso lo que querías?. ⸻ La mirada se pasó de su hermana hacia los diferentes hombres que estaban ahí, no paraban de mirar a la princesa. . . Una sensación extraña de celos y pertenencia Se instaló en su estómago, estaban repitiendo toda la situación de esa fatídica noche. ⸻ Solo mira hermanita, el placer que se te escapa. . . ⸻ Presiona los dedos dentro del calor de esa fulana y la tocaba de forma asombrosa. ⸻ ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ —— ¿Crees que quiero estar aquí? —— El hedor del pecado nefando resultaba insoportable, mientras la cerveza de ínfima calidad derramada en el suelo embadurnaba su brillo con una capa pegajosa y opaca. Los sonidos estridentes perturbaban sus afinados y bien entrenados oídos. Este era el último lugar donde desearía encontrarse, y estuvo a punto de sujetar a Aegon por las orejas y arrastrarlo fuera, cual infante malcriado. Sin embargo, una vez más, se contuvo. —— Págale y vístete, nos vamos. —— Las miradas ajenas devoraban la capa que la envolvía hasta los tobillos. Pensamientos impuros atravesaban las mentes de aquellos hombres. No necesitaba ser una experta en la materia para percatarse de ello. —— Ahora. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ No llevo ni doce horas fuera y has tenido que venir. Dejar de ser una mentirosa y admite que no puedes estar sin mí. Tú obsesa actitud, me pone muy cachondo. . . ⸻ Uno de sus ojos se cerró a modo de guiño, sacando los dedos de la humedad ajena, observando aún a todos los que No apartaban sus lascivas miradas de su hermana. Siete infiernos, los mandaría colgar a todos ¿Cómo se atrevían a mirar a 𝙨𝙪 𝙝𝙚𝙧𝙢𝙖𝙣𝙖? Era de 𝙨𝙪 pertenencia. De nuevo volvían sus instintos más bajos y las sombras de su mirada, oscurecían más su iris. ⸻ No te Va a resultar tan fácil, hermanita. Juguemos. ⸻ Se levanta con fuerza y lanza a la ramera hacia los brazos de su hermana, saliendo corriendo de ahí, sintiendo el frío recorrer todo su cuerpo y siguiendo su instinto, giró la perilla de una puerta y entró ahí, todo estaba en Penumbra y solo se escuchaba la pesada respiración del príncipe. ⸻ ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ No es lógico dignarse a responder ante sus infamias. Ella sabe que no tienen fundamento, consciente de que Aegon está embriagado y simplemente busca incitarla. Estaba a punto de insistir en regresar a la Fortaleza Roja, cuando la joven escasamente vestida cae entre risas en sus brazos. Está envuelta en el torpor de los estupefacientes que alivian su carga laboral. La meretriz parece ansiosa por acariciarla y besarla, arrancarle algunas monedas también. En menos de dos segundos, la empuja hacia un sofá. La mujer cae riendo, aventurándose Aemma así en la boca del lobo para encontrar a su inquieto hermano. No reconoce la habitación, no al principio al menos. Hay unas cerillas en la mesa de noche y se sirve de la luz exterior para prender las lámparas de aceite. —— No estoy de humor. Quiero ir a casa —— susurra, consciente de que él anda por allí. ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ ⸻ A través de la rendija de la puerta, podía ver los movimientos de su hermana. Le daba la sensación, de que estaba actuando de una forma más errática de lo normal, con mayor lentitud a la esperada. Parecía que realmente la afectaba estar ahí, la figura envuelta en un Capa y una capucha que evitaba que el cabello Targaryen saliera a la luz, le daban un aspecto de lo más interesante. . . Ya se estaba imaginando el quitárselo poco a poco y mostrarle lo que era el verdadero placer. Se notaba en el enrojecimiento de su faz, que su lógica se iba Y dejaba paso a la inconsciencia de la vid, dulce toque el que le otorgaba el dios del vino. Vio como encendía una lampara de aceite y aprovechó ese momento para salir del oscuro cubículo, poniéndose a su espalda, tomándola del cuello con su antebrazo. ⸻ ¿Y perderse la Diversión? Me parece que no. ⸻ El suave susurro golpeó la tela de la capucha y con la otra mano, le extraía las cerillas. Para volver a liberarla y meterse en otra de las múltiples habitaciones, empezaba el juego. ⸻ ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ Con un brazo estratégicamente posicionado sobre su cuello, ambas garras se están clavando en la piel desnuda en un intento desesperado por romper la prisión impuesta. No está en resistencia firme con Aegon, aunque anhele fervientemente deshacerse de él para regresar a su morada. Se deja ver arrastrada delante de una pareja de hombres en el pasillo. Uno está arrodillado frente al otro. Ella aparta la mirada, cierra los párpados, anula su único ojo. ¿Por qué? Quizás sean los ecos persistentes de esos pasillos, la disposición meticulosa de las estancias, el eco constante de aromas y voces ajenas que la abruman más allá de la propia. Siente un verdadero desamparo y desconcierto sobre su destino. Los recuerdos parecen imponer más peso que su propia voluntad. —— ¿A dónde me llevas? ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ ⸻ Estaba atento a las reacciones fraternales, parecía que se estaba viendo vulnerada con todo el ambiente, tan pesado. Llenó de lujuria y deseo, los sonidos lascivos se hacían eco en el lugar. Todo estaba fielmente coordinado y él aún, no deseaba irse a ningún sitio. Tenía la Necesidad de ver hasta que punto, podría llevar a su hermana, tan mojigata en algunos aspectos. . . Era normal, nadie le explicó de una forma coherente lo que pasaba durante el sexo, donde ambas personas estaban de acuerdo por ejercerlo. Volviendo a entrar en escena, baja La capucha con sus manos muy lentamente, mientras la otra le quita los cordones de la capa de una forma suave y lenta. ⸻ A ningún sitio, concéntrate en tus sentidos. La vista, es lo que menos puedes utilizar aquí. ⸻ El suave aliento, se dirigía hacia la vena de su cuello. Soplando aire tibio contra la piel de su yugular. ⸻ ╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮ Los espectros del pasado acudían para arrojarle su ectoplasma. La máscara de indiferencia se resquebraja, y por primera vez en mucho tiempo, una fisura de humanidad atraviesa la mente calculadora de Aemma. Las manos, que nunca titubean y siempre ejecutan con precisión, comienzan a temblar sutilmente sobre el brazo de su hermano. Cada pulsación en su pecho reverbera con una urgencia desconocida, un recordatorio ineludible de su propia mortalidad. La sangre se agolpa en sus mejillas, y por primera vez en años, siente el calor abrasador del rubor. Una marea de pensamientos caóticos inunda su mente: pensamientos de fracaso, de derrota, de una vulnerabilidad que siempre ha despreciado en otros. —— Por favor... suéltame. —— Pero algo en su conciencia la atormenta; Aegon no muestra intención alguna de liberarla.
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  • ⸝ᐟ𝑇𝘩𝑒 𝑝𝑎𝑡𝘩 𝑡𝑜 𝑡𝘩𝑒 𝑓𝑖𝑟𝑒 𝑜𝑓 𝑏𝑒𝑖𝑛𝑔.ˏ⸝
    Fandom 𝐻𝑜𝑢𝑠𝑒 𝑂𝑓 𝑇𝘩𝑒 𝐷𝑟𝑎𝑔𝑜𝑛
    Categoría Romance
    ❛Lo⳽ ᥴɩᥱꙆo⳽ ⳽ᥱ ᥴɩᥱɾᥒᥱᥒ ⳽oᑲɾᥱ Ꙇo⳽ ᑯɾᥲɠoᥒᥱ⳽.
    EꙆ ᥲꙆᑲᥲ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲ ᥙᥒ ⳽ᥲɠᥲⱬ ᥲຕᥲᥒᥱᥴᥱɾ.
    Nᥙᑲᥱ⳽ ᥲꙆⱬᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoຕo Ꙇᥲ ᥱ⳽ρᥙຕᥲ ᑯᥱꙆ ຕᥲɾ.
    Cᥲᑯᥱᥒᥲ⳽ ɾᥱ⳽oᥒᥲᥒᑯo ρoɾ toᑯo ᥱꙆ Ꙇᥙɠᥲɾ.
    EꙆɩຕɩᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ϙᥙɩᥱtᥙᑯ ᑯᥱꙆ ᥲຕᑲɩᥱᥒtᥱ.
    E⳽Ꙇᥲᑲoᥒᥱ⳽ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ⳽oᥒᥲtᥲ ᑯɩᥙɾᥒᥲ.

    MᥱꙆoᑯɩ́ᥲ⳽ ᥲρᥲɠᥲᑯᥲ⳽ ρoɾ ᥙᥒᥲ ɾᥱꙆᥲᥴɩóᥒ ᑯɩᥴtᥲᑯᥲ.
    Cóᥒყᥙɠᥱ ᥲ Ꙇᥲ ʋɩ⳽tᥲ ᑯᥱ Ꙇo⳽ ᑯɩo⳽ᥱ⳽.
    Eᥒᥱຕɩɠo⳽ ᥲ oʝo⳽ ƒᥲຕɩꙆɩᥲɾᥱ⳽.
    Vᥱɾᑯᥱ ყ ᥒᥱɠɾo, ᥴoꙆoɾᥱ⳽.
    Iຕρɾoρɩo⳽ ρᥲɾᥲ ᥱꙆ ᥲຕoɾ.
    Toᑯo ᑯɩᥴtᥲຕɩᥒᥲᑲᥲ ᥲꙆ ᥲɾᑯɩᥱᥒtᥱ ƒᥙᥱɠo.
    Dᥱ⳽ຕoɾoᥒᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ρɩꙆᥲɾᥱ⳽ ຕᥲɾɩtᥲꙆᥱ⳽.
    Oᑲʋɩᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ᥱ⳽tᥲtᥙto⳽ ᑯɩʋɩᥒo⳽.
    Sɩᥒ ɩຕρoɾtᥲɾ Ꙇo⳽ ⳽ᥱᥒtɩᑯo⳽.
    Dᥱ⳽tɾᥙყᥱᥒᑯo Ꙇᥲ ɩᥒoᥴᥱᥒᥴɩᥲ.
    Pᥲɾᥲᥒᑯo ᥱꙆ Ꙇᥲtɩᑯo.
    Poɾ ᥙᥒᥲ ⳽ɩຕρꙆᥱ ɾᥲⱬóᥒ.
    Lᥲ ᥱxtɩɾρᥲᥴɩóᥒ ᑯᥱꙆ ᥴoɾᥲⱬóᥒ.
    Nᥱᥴᥱ⳽ᥲɾɩo ρᥲɾᥲ ʋɩʋɩɾ.
    Y tᥲᥒ ƒᥲ́ᥴɩꙆ ᑯᥱ ᑯᥲᥒ̃ᥲɾ.
    Pɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ყ ρɾɩᥒᥴᥱ⳽ᥲ.
    Coᥒʋɩʋɩᥱᥒᑯo ρoɾ ᥙᥒ ᑲɩᥱᥒ.
    Lᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ɩᥒtᥱᥒtᥲᥒᑯo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩɾ.
    Lᥲ ρoᥴᥲ ᥱᥒtᥱɾᥱⱬᥲ ᑯᥱꙆ ᖾoຕᑲɾᥱ.
    Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥲ ⳽ᥙ ᥲຕoɾ ɩຕρo⳽ɩᑲꙆᥱ.
    Hᥲᥴɩᥱ́ᥒᑯoꙆo ᑯᥱ ƒoɾຕᥲ ᥱxᥴᥱρᥴɩoᥒᥲꙆ: ρo⳽ɩᑲꙆᥱ.

    ¿Poɾ ϙᥙᥱ́ Ꙇᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ᥒo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩ́ᥲᥒ ᥱꙆ ⳽ᥱɾ?.
    EꙆ ρɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ⳽ᥱ ຕᥲᥒtᥱᥒɩ́ᥲ ƒɩɾຕᥱ ᥱᥒ ⳽ᥙ ρ⳽ɩϙᥙᥱ.
    Gɾᥲᥴɩᥲ⳽ ᥲ Ꙇᥲ ƒᥱꙆɩᥴɩᑯᥲᑯ ⳽ᥱᥒtɩᑯᥲ.
    Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoᥒ toᑯᥲ⳽ ⳽ᥙ⳽ ƒᥙᥱɾⱬᥲ⳽.
    A Ꙇᥲ Ꙇᥙⱬ ϙᥙᥱ ᥱຕᥲᥒᥲᑲᥲ ᑯᥱ ᥱꙆꙆᥲ.
    Sɩᥱຕρɾᥱ ᥱꙆ ᥲຕoɾ ᑯᥱ ⳽ᥙ ʋɩᑯᥲ.
    EᥒᥴᥲɾᥴᥱꙆᥲᑯo ρoɾ ⳽ᥙ⳽ ᥱຕoᥴɩoᥒᥱ⳽.
    Lᥙᥴᖾᥲᥒᑯo ᖾᥲ⳽tᥲ ᥱꙆ ƒɩᥒᥲꙆ ᑯᥱꙆ ᥱ⳽tᥱɾtoɾ.
    Dᥱ ᥙᥒ ᥒᥙᥱʋo ᑯɩ́ᥲ ʝᥙᥒto ᥲ Ꙇᥲ ᥲຕᥲᑯᥲ.
    Eຕρᥱᑯɾᥲᑯo ᥱ⳽ ᥱꙆ ⳽ᥱᥒᑯᥱɾo.
    Aᥙᥒϙᥙᥱ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ⳽ᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ.
    AꙆຕᥲ⳽ ρoɾ ᥱꙆ ᥱtᥱɾᥒo.
    Sᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ ρoɾ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ᥱᥒ ƒᥙᥱɠo.❜

    ⸻ La vista de Aegon se estaba encontrando ya agotada, mezclaba las letras entre sí. Su visión captaba una enorme mancha de tinta, indescifrable. Por este motivo, decidió cerrar el libro. Con la mano apoyada en la tapa, ejerció un poco de fuerza para confinar el cuero de la tapa con las hojas. Para finalmente, acariciar el lomo gastado por el paso del tiempo, leyendo por última vez el título del libro: ❛𝙋𝙧𝙤𝙛𝙚𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙩𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙖 𝙡𝙤 𝙡𝙖𝙧𝙜𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖❜. Al darle aquel vistazo de soslayo, se levantó de la silla donde se encontraba hace unos segundos leyendo y depositó el libro en su lugar de reposo, una enorme estantería se alzaba por toda la habitación, centenares de libros: que se fueron escribiendo a lo largo de la historia. Había tanto conocimiento en aquellas hileras de libros, donde poco a poco; Aegon se sentía cada vez más cómodo. Era un hábito desde hace unas semanas, que el príncipe se dirigiera todas las noches, después de cenar. Para tomarse un tiempo y envolverse en una lectura de lo más didáctica, al habituarse a hacer esa tarea, aprendía innumerables conocimientos. De esta manera, prepararse para formar parte del consejo de su esposa. Pudiendo así ayudarla de forma más eficaz y poder desahogarla de todo el trabajo que fuera posible. Aprovechando así, el tiempo libre que tenía, luego de dejar a sus hijos en sus respectivos lechos de descanso. Haciendo tiempo, hasta que su esposa terminase de trabajar. Deseaba que aquella noche, el sueño lo esquivase hasta ver a la princesa: pues llevaba todo el día sin verla y tenía la necesidad de ver sus orbes morados, llenos de fuego y la sonrisa deslumbrante, que siempre recibía cada vez que se veían. Momentos de grandes dificultades, el tiempo marital se veía realmente coartado por los quehaceres de la princesa. Claramente no se sentía molesto, todo lo contrario: se sentía orgulloso de su esposa, será una gran reina. Pensaba continuamente, causando que una boba sonrisa, apareciera en las comisuras de sus labios; 𝐿𝑎 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎, 𝑚𝑖 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎.

    Con aquel pensamiento, dejó la biblioteca atrás, dirigiéndose hacia los aposentos conyugales. Pasos decididos, zancadas resonantes contra las paredes de piedra, anunciando el camino que estaba realizando el príncipe Aegon, para llegar a la alcoba marital. El corazón de Aegon, martilleaba su pecho con fuerza. Pensando firmemente que se iba a encontrar con Rhaenyra. Los pasos se sentían cada vez más ligeros, hasta el punto de pasar de una suave caminata a un pequeño trote.

    La fortaleza de Rocadragón, no era tan amplia como la Fortaleza Roja y llegó a la alcoba en unos pocos minutos, los guardias que vigilaban la puerta, saludaron al príncipe con un leve asentimiento con la cabeza. Al pasar por los soldados, llevó una de las manos hacia el pomo de la puerta y estando unos segundos allí, respiró hondo, mientras en las comisuras de sus labios se dibujaba una gran sonrisa y después de haberse tomado unos momentos, abrió la puerta de los aposentos.

    La ilusión desapareció de inmediato de todo su ser, el habitáculo se encontraba vacío, con las finas sabanas sin tocar, la cama completamente hecha, no habiendo desecho siquiera: la pequeña manta de lino que cubría el lecho. Una sombra se instaló unos momentos, detrás de sus iris; como si empujasen toda la esperanza que había sentido en momentos anteriores, hacía un precipicio, ningún tipo de seguridad, nada para detener la grave caída que se avecinaba. Ningún parapeto podía hacer frente al malestar general, que se instaló en todo su cuerpo, aunque no era culpa de nadie, más bien: si había que encontrar algún culpable, era él. Por ilusionarse e instalarse falsas esperanzas en sus cabales.

    Conforme miraba el lecho matrimonial, el manto oscuro que se había formado detrás de sus ojos, había desaparecido; cambiado por un brillo de orgullo que resaltaba el morado de sus ojos. 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎 𝑣𝑎 𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑎ℎ𝑖 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑗𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑜𝑟𝑡𝑒. En su rostro se volvió a dibujar una sonrisa, provocando que su tez brillase y se tiñera de una leve rojez en las mejillas. . . Por los dioses estaba totalmente enamorado de su esposa y pensar que hace unos años, ni siquiera aguantaban compartir el mismo oxígeno que inhalaban: la simple presencia era una tortura para ambos. En cambio, eso era el pasado; nada bueno traía vivir en el pasado, dándole importancia a los sucesos anteriores, ocasiona que los momentos presentes y futuros se desvanezcan, para caer en la absoluta ignorancia; estancándose así, el crecimiento personal de cada ser humano. La mirada siempre debía encontrar el camino que seguir y el sendero por el cual, estaba cruzando Aegon. Era la concordia mutua y el amor que sentía hacia su esposa, gracias a ello. Pudo mejorar como persona, había dejado los vicios tan nocivos, para la convivencia en un matrimonio. Dejó los burdeles y solo bebía vino en la noche, no basta el hartazgo, solo tomaba una copa de aquel líquido lleno de especias, para así refrescarse mientras cenaba. Hábitos que antes, dominaban su vida. El capitán del barco, el haz de oscuridad que controlaba cada paso que daba, se fusionaba para convertir su vida en un completo terraplén de angustia y sombras. Sin ningún ápice de libre albedrio, en poder total de sus pérfidos ámbitos. Hasta que finalmente, puso orden en todos los aspectos de su vida y el aspecto fundamental de aquel notorio cambio, fue el amor recibido tanto de sus hijos como de su esposa. Sin ellos, aún estaría perdido en aquel sin fin de sombras, oculto tras un manto de embriaguez continua, por eso: 𝙇𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤.

    Como cada noche, se dirigió al pequeño escritorio y se sentó en la silla que había frente al mismo, allí. Saco la pieza de madera, que estaba tallando, de uno de los cajones y en uno de los laterales de aquel compartimento; saco el pequeño cuchillo que usaba para trabajar la madera. De esta manera, haría tiempo hasta que su esposa volviera a la habitación y así, poder verla una última vez antes de que el manto del sueño lo envolviera, para llevarlo al reino onírico.

    Completa atención en el trozo de madre que estaba tallando, cada zona la trabajaba con esmero, sin dejar ningún retazo sin pulir. Estaba intentando hacer a Sunfyre, anteriormente, habita tallado a Syrax, para que sus hijos recordasen a su madre y no la echasen tanto en falta. Fue idea de su esposa, el que sus pequeños vástagos: tuvieran tanto algo de ella como de su padre, dando así la magnífica idea de tallar a Sunfyre; su hermoso y fiel dragón. Rhaenyra, no se la merecía; siempre estaba pensando en él y aquello lo imbuía de un amor indescriptible. No se la merecía ni en unas mil vidas, en cambio; era demasiado egoísta como para dejarla marchar y perder aquello que hacía latir a su corazón, haciendo sus días más felices de lo que jamás habían sido.

    Estaba trabajando una de las alas del dragón, cuando su vista comenzó a fallar y pequeños puntos negros, aparecieron en su campo visual; señal del cansancio notorio en él y sumado al dolor punzante que sentia en la espalda, por haber estado un par de horas sentado, sin haber movido un ápice de su postura. A causa de esta situación, decidió dejar de tallar por el momento y guardó los utensilios, en el pequeño compartimento de donde los había sacado. Luego de depositar la madera tallada y el cuchillo en el cajón, se levantó y desperezándose, palpándose con una de sus manos, la zona donde sentía la punzada de dolor en la espalda. Al darse aquellas sutiles caricias en la zona adolorida, se dirigió a la cama y con un leve suspiro de pesadez, deshizo las sabanas; para poder introducirse en el mullido colchón, tapándose con las suaves telas, evitando así, el frió nocturno.

    Aegon, se dejó envolver por el mullido lecho y se incorporó suavemente en el mismo, para apoyar la espalda contra el cabecero de roble. Sin poder evitar, observar de soslayo el lugar vacío al lado de él, echaba en falta a su esposa e incluso a la muralla de almohadones que ponía, para que no se perturbase su espacio personal, no pudiendo abrazarla, mientras el sueño dominaba las sapiencias de ambos. Poco importaba, no iba a ser ni juez ni verdugo. Por lo cual, no iba a llevar la contraria a su esposa, si aquello los ayudaba en algo, la iba a apoyar sin ninguna duda.

    El príncipe, decidió poner la muralla de cojines. Pues cuando llegase su esposa, estaría agotada y al menos, haciendo aquello, le ahorraba tiempo, pudiendo así reposar de forma inmediata sin ninguna preocupación. Al terminar de hacer aquella estructura mullida, se recostó en la cama e intento por todos los medios seguir despierto, pero para su mala suerte, los párpados le comenzaban a pesar y su vista se estaba oscureciendo. Aegon, se maldecía constantemente por el poco aguante que tenía al sueño y alargando su mano, elevándola sobre la suave muralla, comenzó a acariciar el lado donde reposaba su esposa, pasando la mano por las suaves sábanas, como si estuviera allí su esposa y el simple contacto con las finas mantas, provocaba la efervescencia de amor y gratitud: imaginándose que allí se encontraba Rhaenyra.⸻

    Te prometo, que seguiré estudiando y trabajando para ser un buen consorte, para poder ayudarte en el consejo y aligerarte de trabajo. Y así, que puedas descansar de forma más continua.

    ⸻ Con esa promesa salida de sus labios bañadas con un tono, de puro amor y decisión. El silencio se instaló en toda la habitación, finalmente el sueño llegó para el príncipe y como en la mayoría de las ocasiones. No iba a percatarse del regreso de su esposa, evitando de esta manera: poder regalarse con la hermosa visión marital. Solo le quedaba, dejarse llevar por los sueños y quizás allí, en ese mundo astral; lleno de pensamientos, ilusiones y temores. Encontrase la calidez de la mirada violácea de su esposa; vista del 𝙥𝙪𝙧𝙤 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙚𝙣𝙘𝙖𝙙𝙚𝙣𝙖𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙧. ⸻
    ❛Lo⳽ ᥴɩᥱꙆo⳽ ⳽ᥱ ᥴɩᥱɾᥒᥱᥒ ⳽oᑲɾᥱ Ꙇo⳽ ᑯɾᥲɠoᥒᥱ⳽. EꙆ ᥲꙆᑲᥲ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲ ᥙᥒ ⳽ᥲɠᥲⱬ ᥲຕᥲᥒᥱᥴᥱɾ. Nᥙᑲᥱ⳽ ᥲꙆⱬᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoຕo Ꙇᥲ ᥱ⳽ρᥙຕᥲ ᑯᥱꙆ ຕᥲɾ. Cᥲᑯᥱᥒᥲ⳽ ɾᥱ⳽oᥒᥲᥒᑯo ρoɾ toᑯo ᥱꙆ Ꙇᥙɠᥲɾ. EꙆɩຕɩᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ϙᥙɩᥱtᥙᑯ ᑯᥱꙆ ᥲຕᑲɩᥱᥒtᥱ. E⳽Ꙇᥲᑲoᥒᥱ⳽ oᥴᥲ⳽ɩoᥒᥲᥒᑯo Ꙇᥲ ⳽oᥒᥲtᥲ ᑯɩᥙɾᥒᥲ. MᥱꙆoᑯɩ́ᥲ⳽ ᥲρᥲɠᥲᑯᥲ⳽ ρoɾ ᥙᥒᥲ ɾᥱꙆᥲᥴɩóᥒ ᑯɩᥴtᥲᑯᥲ. Cóᥒყᥙɠᥱ ᥲ Ꙇᥲ ʋɩ⳽tᥲ ᑯᥱ Ꙇo⳽ ᑯɩo⳽ᥱ⳽. Eᥒᥱຕɩɠo⳽ ᥲ oʝo⳽ ƒᥲຕɩꙆɩᥲɾᥱ⳽. Vᥱɾᑯᥱ ყ ᥒᥱɠɾo, ᥴoꙆoɾᥱ⳽. Iຕρɾoρɩo⳽ ρᥲɾᥲ ᥱꙆ ᥲຕoɾ. Toᑯo ᑯɩᥴtᥲຕɩᥒᥲᑲᥲ ᥲꙆ ᥲɾᑯɩᥱᥒtᥱ ƒᥙᥱɠo. Dᥱ⳽ຕoɾoᥒᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ρɩꙆᥲɾᥱ⳽ ຕᥲɾɩtᥲꙆᥱ⳽. Oᑲʋɩᥲᥒᑯo Ꙇo⳽ ᥱ⳽tᥲtᥙto⳽ ᑯɩʋɩᥒo⳽. Sɩᥒ ɩຕρoɾtᥲɾ Ꙇo⳽ ⳽ᥱᥒtɩᑯo⳽. Dᥱ⳽tɾᥙყᥱᥒᑯo Ꙇᥲ ɩᥒoᥴᥱᥒᥴɩᥲ. Pᥲɾᥲᥒᑯo ᥱꙆ Ꙇᥲtɩᑯo. Poɾ ᥙᥒᥲ ⳽ɩຕρꙆᥱ ɾᥲⱬóᥒ. Lᥲ ᥱxtɩɾρᥲᥴɩóᥒ ᑯᥱꙆ ᥴoɾᥲⱬóᥒ. Nᥱᥴᥱ⳽ᥲɾɩo ρᥲɾᥲ ʋɩʋɩɾ. Y tᥲᥒ ƒᥲ́ᥴɩꙆ ᑯᥱ ᑯᥲᥒ̃ᥲɾ. Pɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ყ ρɾɩᥒᥴᥱ⳽ᥲ. Coᥒʋɩʋɩᥱᥒᑯo ρoɾ ᥙᥒ ᑲɩᥱᥒ. Lᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ɩᥒtᥱᥒtᥲᥒᑯo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩɾ. Lᥲ ρoᥴᥲ ᥱᥒtᥱɾᥱⱬᥲ ᑯᥱꙆ ᖾoຕᑲɾᥱ. Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥲ ⳽ᥙ ᥲຕoɾ ɩຕρo⳽ɩᑲꙆᥱ. Hᥲᥴɩᥱ́ᥒᑯoꙆo ᑯᥱ ƒoɾຕᥲ ᥱxᥴᥱρᥴɩoᥒᥲꙆ: ρo⳽ɩᑲꙆᥱ. ¿Poɾ ϙᥙᥱ́ Ꙇᥲ⳽ ⳽oຕᑲɾᥲ⳽ ᥒo ᥱᥒɠᥙꙆꙆɩ́ᥲᥒ ᥱꙆ ⳽ᥱɾ?. EꙆ ρɾɩ́ᥒᥴɩρᥱ ⳽ᥱ ຕᥲᥒtᥱᥒɩ́ᥲ ƒɩɾຕᥱ ᥱᥒ ⳽ᥙ ρ⳽ɩϙᥙᥱ. Gɾᥲᥴɩᥲ⳽ ᥲ Ꙇᥲ ƒᥱꙆɩᥴɩᑯᥲᑯ ⳽ᥱᥒtɩᑯᥲ. Aƒᥱɾɾᥲ́ᥒᑯo⳽ᥱ ᥴoᥒ toᑯᥲ⳽ ⳽ᥙ⳽ ƒᥙᥱɾⱬᥲ⳽. A Ꙇᥲ Ꙇᥙⱬ ϙᥙᥱ ᥱຕᥲᥒᥲᑲᥲ ᑯᥱ ᥱꙆꙆᥲ. Sɩᥱຕρɾᥱ ᥱꙆ ᥲຕoɾ ᑯᥱ ⳽ᥙ ʋɩᑯᥲ. EᥒᥴᥲɾᥴᥱꙆᥲᑯo ρoɾ ⳽ᥙ⳽ ᥱຕoᥴɩoᥒᥱ⳽. Lᥙᥴᖾᥲᥒᑯo ᖾᥲ⳽tᥲ ᥱꙆ ƒɩᥒᥲꙆ ᑯᥱꙆ ᥱ⳽tᥱɾtoɾ. Dᥱ ᥙᥒ ᥒᥙᥱʋo ᑯɩ́ᥲ ʝᥙᥒto ᥲ Ꙇᥲ ᥲຕᥲᑯᥲ. Eຕρᥱᑯɾᥲᑯo ᥱ⳽ ᥱꙆ ⳽ᥱᥒᑯᥱɾo. Aᥙᥒϙᥙᥱ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ⳽ᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ. AꙆຕᥲ⳽ ρoɾ ᥱꙆ ᥱtᥱɾᥒo. Sᥱ ɾᥱᥱᥒᥴoᥒtɾᥲɾᥲ́ᥒ ρoɾ ⳽ɩᥱຕρɾᥱ ᥱᥒ ƒᥙᥱɠo.❜ ⸻ La vista de Aegon se estaba encontrando ya agotada, mezclaba las letras entre sí. Su visión captaba una enorme mancha de tinta, indescifrable. Por este motivo, decidió cerrar el libro. Con la mano apoyada en la tapa, ejerció un poco de fuerza para confinar el cuero de la tapa con las hojas. Para finalmente, acariciar el lomo gastado por el paso del tiempo, leyendo por última vez el título del libro: ❛𝙋𝙧𝙤𝙛𝙚𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙩𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙖 𝙡𝙤 𝙡𝙖𝙧𝙜𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖❜. Al darle aquel vistazo de soslayo, se levantó de la silla donde se encontraba hace unos segundos leyendo y depositó el libro en su lugar de reposo, una enorme estantería se alzaba por toda la habitación, centenares de libros: que se fueron escribiendo a lo largo de la historia. Había tanto conocimiento en aquellas hileras de libros, donde poco a poco; Aegon se sentía cada vez más cómodo. Era un hábito desde hace unas semanas, que el príncipe se dirigiera todas las noches, después de cenar. Para tomarse un tiempo y envolverse en una lectura de lo más didáctica, al habituarse a hacer esa tarea, aprendía innumerables conocimientos. De esta manera, prepararse para formar parte del consejo de su esposa. Pudiendo así ayudarla de forma más eficaz y poder desahogarla de todo el trabajo que fuera posible. Aprovechando así, el tiempo libre que tenía, luego de dejar a sus hijos en sus respectivos lechos de descanso. Haciendo tiempo, hasta que su esposa terminase de trabajar. Deseaba que aquella noche, el sueño lo esquivase hasta ver a la princesa: pues llevaba todo el día sin verla y tenía la necesidad de ver sus orbes morados, llenos de fuego y la sonrisa deslumbrante, que siempre recibía cada vez que se veían. Momentos de grandes dificultades, el tiempo marital se veía realmente coartado por los quehaceres de la princesa. Claramente no se sentía molesto, todo lo contrario: se sentía orgulloso de su esposa, será una gran reina. Pensaba continuamente, causando que una boba sonrisa, apareciera en las comisuras de sus labios; 𝐿𝑎 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎, 𝑚𝑖 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎. Con aquel pensamiento, dejó la biblioteca atrás, dirigiéndose hacia los aposentos conyugales. Pasos decididos, zancadas resonantes contra las paredes de piedra, anunciando el camino que estaba realizando el príncipe Aegon, para llegar a la alcoba marital. El corazón de Aegon, martilleaba su pecho con fuerza. Pensando firmemente que se iba a encontrar con Rhaenyra. Los pasos se sentían cada vez más ligeros, hasta el punto de pasar de una suave caminata a un pequeño trote. La fortaleza de Rocadragón, no era tan amplia como la Fortaleza Roja y llegó a la alcoba en unos pocos minutos, los guardias que vigilaban la puerta, saludaron al príncipe con un leve asentimiento con la cabeza. Al pasar por los soldados, llevó una de las manos hacia el pomo de la puerta y estando unos segundos allí, respiró hondo, mientras en las comisuras de sus labios se dibujaba una gran sonrisa y después de haberse tomado unos momentos, abrió la puerta de los aposentos. La ilusión desapareció de inmediato de todo su ser, el habitáculo se encontraba vacío, con las finas sabanas sin tocar, la cama completamente hecha, no habiendo desecho siquiera: la pequeña manta de lino que cubría el lecho. Una sombra se instaló unos momentos, detrás de sus iris; como si empujasen toda la esperanza que había sentido en momentos anteriores, hacía un precipicio, ningún tipo de seguridad, nada para detener la grave caída que se avecinaba. Ningún parapeto podía hacer frente al malestar general, que se instaló en todo su cuerpo, aunque no era culpa de nadie, más bien: si había que encontrar algún culpable, era él. Por ilusionarse e instalarse falsas esperanzas en sus cabales. Conforme miraba el lecho matrimonial, el manto oscuro que se había formado detrás de sus ojos, había desaparecido; cambiado por un brillo de orgullo que resaltaba el morado de sus ojos. 𝑅ℎ𝑎𝑒𝑛𝑦𝑟𝑎 𝑣𝑎 𝑎 𝑠𝑒𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑔𝑟𝑎𝑛 𝑟𝑒𝑖𝑛𝑎 𝑦 𝑣𝑜𝑦 𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑎ℎ𝑖 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑗𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜𝑚𝑒 𝑑𝑒 𝑠𝑒𝑟 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑜𝑟𝑡𝑒. En su rostro se volvió a dibujar una sonrisa, provocando que su tez brillase y se tiñera de una leve rojez en las mejillas. . . Por los dioses estaba totalmente enamorado de su esposa y pensar que hace unos años, ni siquiera aguantaban compartir el mismo oxígeno que inhalaban: la simple presencia era una tortura para ambos. En cambio, eso era el pasado; nada bueno traía vivir en el pasado, dándole importancia a los sucesos anteriores, ocasiona que los momentos presentes y futuros se desvanezcan, para caer en la absoluta ignorancia; estancándose así, el crecimiento personal de cada ser humano. La mirada siempre debía encontrar el camino que seguir y el sendero por el cual, estaba cruzando Aegon. Era la concordia mutua y el amor que sentía hacia su esposa, gracias a ello. Pudo mejorar como persona, había dejado los vicios tan nocivos, para la convivencia en un matrimonio. Dejó los burdeles y solo bebía vino en la noche, no basta el hartazgo, solo tomaba una copa de aquel líquido lleno de especias, para así refrescarse mientras cenaba. Hábitos que antes, dominaban su vida. El capitán del barco, el haz de oscuridad que controlaba cada paso que daba, se fusionaba para convertir su vida en un completo terraplén de angustia y sombras. Sin ningún ápice de libre albedrio, en poder total de sus pérfidos ámbitos. Hasta que finalmente, puso orden en todos los aspectos de su vida y el aspecto fundamental de aquel notorio cambio, fue el amor recibido tanto de sus hijos como de su esposa. Sin ellos, aún estaría perdido en aquel sin fin de sombras, oculto tras un manto de embriaguez continua, por eso: 𝙇𝙚𝙨 𝙙𝙚𝙗𝙞𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤. Como cada noche, se dirigió al pequeño escritorio y se sentó en la silla que había frente al mismo, allí. Saco la pieza de madera, que estaba tallando, de uno de los cajones y en uno de los laterales de aquel compartimento; saco el pequeño cuchillo que usaba para trabajar la madera. De esta manera, haría tiempo hasta que su esposa volviera a la habitación y así, poder verla una última vez antes de que el manto del sueño lo envolviera, para llevarlo al reino onírico. Completa atención en el trozo de madre que estaba tallando, cada zona la trabajaba con esmero, sin dejar ningún retazo sin pulir. Estaba intentando hacer a Sunfyre, anteriormente, habita tallado a Syrax, para que sus hijos recordasen a su madre y no la echasen tanto en falta. Fue idea de su esposa, el que sus pequeños vástagos: tuvieran tanto algo de ella como de su padre, dando así la magnífica idea de tallar a Sunfyre; su hermoso y fiel dragón. Rhaenyra, no se la merecía; siempre estaba pensando en él y aquello lo imbuía de un amor indescriptible. No se la merecía ni en unas mil vidas, en cambio; era demasiado egoísta como para dejarla marchar y perder aquello que hacía latir a su corazón, haciendo sus días más felices de lo que jamás habían sido. Estaba trabajando una de las alas del dragón, cuando su vista comenzó a fallar y pequeños puntos negros, aparecieron en su campo visual; señal del cansancio notorio en él y sumado al dolor punzante que sentia en la espalda, por haber estado un par de horas sentado, sin haber movido un ápice de su postura. A causa de esta situación, decidió dejar de tallar por el momento y guardó los utensilios, en el pequeño compartimento de donde los había sacado. Luego de depositar la madera tallada y el cuchillo en el cajón, se levantó y desperezándose, palpándose con una de sus manos, la zona donde sentía la punzada de dolor en la espalda. Al darse aquellas sutiles caricias en la zona adolorida, se dirigió a la cama y con un leve suspiro de pesadez, deshizo las sabanas; para poder introducirse en el mullido colchón, tapándose con las suaves telas, evitando así, el frió nocturno. Aegon, se dejó envolver por el mullido lecho y se incorporó suavemente en el mismo, para apoyar la espalda contra el cabecero de roble. Sin poder evitar, observar de soslayo el lugar vacío al lado de él, echaba en falta a su esposa e incluso a la muralla de almohadones que ponía, para que no se perturbase su espacio personal, no pudiendo abrazarla, mientras el sueño dominaba las sapiencias de ambos. Poco importaba, no iba a ser ni juez ni verdugo. Por lo cual, no iba a llevar la contraria a su esposa, si aquello los ayudaba en algo, la iba a apoyar sin ninguna duda. El príncipe, decidió poner la muralla de cojines. Pues cuando llegase su esposa, estaría agotada y al menos, haciendo aquello, le ahorraba tiempo, pudiendo así reposar de forma inmediata sin ninguna preocupación. Al terminar de hacer aquella estructura mullida, se recostó en la cama e intento por todos los medios seguir despierto, pero para su mala suerte, los párpados le comenzaban a pesar y su vista se estaba oscureciendo. Aegon, se maldecía constantemente por el poco aguante que tenía al sueño y alargando su mano, elevándola sobre la suave muralla, comenzó a acariciar el lado donde reposaba su esposa, pasando la mano por las suaves sábanas, como si estuviera allí su esposa y el simple contacto con las finas mantas, provocaba la efervescencia de amor y gratitud: imaginándose que allí se encontraba Rhaenyra.⸻ Te prometo, que seguiré estudiando y trabajando para ser un buen consorte, para poder ayudarte en el consejo y aligerarte de trabajo. Y así, que puedas descansar de forma más continua. ⸻ Con esa promesa salida de sus labios bañadas con un tono, de puro amor y decisión. El silencio se instaló en toda la habitación, finalmente el sueño llegó para el príncipe y como en la mayoría de las ocasiones. No iba a percatarse del regreso de su esposa, evitando de esta manera: poder regalarse con la hermosa visión marital. Solo le quedaba, dejarse llevar por los sueños y quizás allí, en ese mundo astral; lleno de pensamientos, ilusiones y temores. Encontrase la calidez de la mirada violácea de su esposa; vista del 𝙥𝙪𝙧𝙤 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙚𝙣𝙘𝙖𝙙𝙚𝙣𝙖𝙙𝙤 𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙧. ⸻
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  • ㅤ ㅤ *abyssĭmus ╲╲
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama

    ㅤ *abyssĭmus ╲╲

    ㅤ 𝒾. m. 𝐩𝐫𝐨𝐟𝐮𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞, 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐧𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐲 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐚, (...)
    ㅤㅤ 𝒾𝒾. m. 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨.
    ㅤㅤ
    ㅤㅤ ᴍᴏɴᴏʀᴏʟ.

    ⸻ Estoy limpia, estoy limpia, estoy limpia.

    Pero las huellas de las miradas viriles estaban encarnadas bajo la piel, penetraban el músculo y eran absorbidas por la sinovia en el poro de los huesos, hasta formar parte de ella. Nunca se irían.
    Epidermis rojiza y ardiente bajo la tina de agua hirviendo. Rascaba hasta sangrar para que el calor quemara su pecado. ¿Era suyo, o de Aegon? 𝐌𝐢́𝐨. La culpa siempre se cernía en la fisonomía femenina. Acorde a las costumbres, debería ser incinerada viva, dejar que las llamas lamieran su alma hasta elevarse en una columna de humo.
    El pérfido marido, durmiendo en la tranquilidad de sus aposentos, ahogado en el amargo sabor del vino, ni se inmutaba. Eso creyó tras el vilipendio a su intimidad con el beneplácito de su amado. Sí, lo que quedaba de Helaena aún lo amaba.

    Desde entonces, se cubrió de oprobiosos recuerdos para evadir a Otto, principalmente. Gormó la cena en sus zapatos la primera noche que se atrevió a salir de su habitación. Y a Ser Criston no le fue mucho mejor. Éste esquivaba las zonas que frecuentaba la reina para no causarle un hermético cierre de vías respiratorias. Pero de todos los verdugos de aquella noche, había uno que le sonreía y saludaba calurosamente entre los pasillos.

    Antes evitaba la almohada para no dejarse llevar por los telares de hilo divino que era su don, y ahora lo hacía para no ver esa sonrisa. Larrys, a quien dedicó el apuñalamiento de una muñeca de Jaehaera con la tijera de su set de bordado, era su pesadilla más frecuente. Como medida de seguridad, dejó de pasear descalza por los jardines, y se acostaba con los zapatos puestos. Su humor, de ordinario sereno, se ensombreció.
    No había derecho a trabar la puerta con pestillo, Aegon podía querer entrar en cualquier momento y debía tener vía libre y despejada de contratiempos para injuriar el cuasi cadáver de Helaena. Y ya que la biología humana no podía saltarse sus onerosas funciones, durmió.

    Moretones en los muslos, huellas dactilares.

    El plañir de Helaena se reproducía como ecos en una cavernosa locación, asaltada por manos frías y ásperas en la penumbra, que no la dejaban caminar. Se colaban bajo los pliegues del vestido, arañaban la tela y la retenían. Corría sobre arena movediza mientras alguien la miraba desde la distancia. Un hombre, sucio, cubierto de miserables guiñapos, su cara con un tinte de ladrillo viejo, con una barba hirsuta y enmarañados cabellos que, limpios, hubieran sido de cobre.

    ⸻ Mi Lord… ⸻gimoteó la desdichada, y le extendió torpemente una mano. ⸻ ¡Ayuda!

    La Mano del rey Viserys desapareció. Arryk y Criston le ayudaron a estabilizarse, para después cerrar sus manos ornamentadas en guanteletes de entrenamiento sobre la fina piel lechosa. Dolía como los Siete Infiernos, no eran delicados con ella, la firmeza que ofrecían no eran más que lo opuesto a un placebo.

    ⸻ 𝘗𝘶𝘵𝘢. ⸻ La voz que reconoció al fondo de la caverna no era correlativa a al sonido de dos pares de pies abriéndose paso. Un tragaluz de granito rojo mostró los rostros. ⸻ 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘵𝘦, ¿𝘦𝘩? 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘵𝘦 𝘵𝘰𝘲𝘶𝘦 ⸻ Aegon rió, Larrys le hizo el coro susurrante, un demonio que turbaba la cabeza de su 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐, su 𝒂𝒎𝒂𝒅𝒊́𝒔𝒊𝒎𝒐 esposo. Los caballeros de la guardia empujaron su cuerpo de tal modo que cayó de rodillas. Podría haber pasado como una fiel creyente en sus oraciones matutinas a ojos extraños. La realidad estaba lejos de eso. ⸻ 𝘋𝘦𝘫𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘭𝘰𝘳𝘢𝘳, 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢. ⸻ Su marido la cogió de la barbilla con la fuerza justa para no romperle los huesos. Más dígitos rojos se tatuaban en su piel. Tras darse cuenta que ella no podía mirarlo a los ojos, la soltó y le dio la espalda. ⸻ 𝘏𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘢, 𝘏𝘦𝘭𝘢𝘦𝘯𝘢.

    ⸻ No quise…

    ⸻ ¡𝘊𝘢́𝘭𝘭𝘢𝘵𝘦! ⸻ gritó. ⸻ 𝘠 𝘲𝘶𝘪́𝘵𝘢𝘵𝘦 𝘭𝘢 𝘳𝘰𝘱𝘢.

    Otra vez no. Quería gritar y maldecir, el infierno era acogedor en comparación a aquellos hombres custodiando su vergüenza como fieles vasallos del mal, o de la cobardía. Su falta de respuesta alteró al joven monarca. Muy seriamente se pregonaba Helaena la utilidad de un puñetazo antes de que terminase con sus restos de alma hecha jirones.

    ⸻ ¡¿𝘕𝘖 𝘔𝘌 𝘌𝘚𝘊𝘜𝘊𝘏𝘈𝘚𝘛𝘌?!

    Cerró los ojos, apretó, se rompió los vasos sanguíneos de los párpados y, cuando volvió a abrirlos, estaba en el Septón. No había techo. Ruinas, como la Antigua Valyria, y un público observando su desnudez. El sol quemaba nucas y espaldas y pronto sus mordeduras arrancaron suspiros quejosos. Helaena miraba sus semblantes buscando algún consuelo. Saltó de uno en otro, todos hombres, fuertes, grandes… aterradores. ¿Dónde estaba su madre?

    𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓.

    𝑨𝒚𝒖𝒅𝒂.

    ⸻ 𝘋𝘢𝘮𝘢𝘴 𝘺 𝘤𝘢𝘣𝘢𝘭𝘭𝘦𝘳𝘰𝘴, ¡𝘭𝘢 𝘙𝘢𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘙𝘦𝘪𝘯𝘰! 𝘏𝘢𝘨𝘢𝘯 𝘧𝘪𝘭𝘢, 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘥𝘳𝘢́𝘯 𝘴𝘶 𝘵𝘶𝘳𝘯𝘰. ⸻ gritó el rey.
    Eran cientos, miles de ellos, todos con hambre de manipular el cuerpo de la reina. Y Aegon iba a dejarlos. Por supuesto, nadie hizo fila. De pronto las gruesas manos de albañiles, campesinos, marineros, guardias y comerciantes tiraron de su cabello, piernas y brazos. ¿Por qué gastarse en gritar socorro? No había salida. Si cerraba los ojos pasaría más rápido, no dolería el sentir cómo llenaban sus agujeros y se vaciaban en ella, cómo le arrancaban la piel y desgarraban la carne de los músculos sobre la yugular para poner su cabeza en una pica.

    Y ni así murió. Veía desde la altura que ofrecía la punta metálica penetrando su garganta la grotesca escena.

    𝘋𝘦𝘴𝘱𝘪𝘦𝘳𝘵𝘢, 𝘏𝘦𝘭𝘢𝘦𝘯𝘢.
    𝘌𝘴 𝘴𝘰́𝘭𝘰 𝘶𝘯 𝘴𝘶𝘦𝘯̃𝘰.
    ㅤ ㅤ *abyssĭmus ╲╲ ㅤ 𝒾. m. 𝐩𝐫𝐨𝐟𝐮𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞, 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐧𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐲 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐚, (...) ㅤㅤ 𝒾𝒾. m. 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨. ㅤㅤ ㅤㅤ ᴍᴏɴᴏʀᴏʟ. ⸻ Estoy limpia, estoy limpia, estoy limpia. Pero las huellas de las miradas viriles estaban encarnadas bajo la piel, penetraban el músculo y eran absorbidas por la sinovia en el poro de los huesos, hasta formar parte de ella. Nunca se irían. Epidermis rojiza y ardiente bajo la tina de agua hirviendo. Rascaba hasta sangrar para que el calor quemara su pecado. ¿Era suyo, o de Aegon? 𝐌𝐢́𝐨. La culpa siempre se cernía en la fisonomía femenina. Acorde a las costumbres, debería ser incinerada viva, dejar que las llamas lamieran su alma hasta elevarse en una columna de humo. El pérfido marido, durmiendo en la tranquilidad de sus aposentos, ahogado en el amargo sabor del vino, ni se inmutaba. Eso creyó tras el vilipendio a su intimidad con el beneplácito de su amado. Sí, lo que quedaba de Helaena aún lo amaba. Desde entonces, se cubrió de oprobiosos recuerdos para evadir a Otto, principalmente. Gormó la cena en sus zapatos la primera noche que se atrevió a salir de su habitación. Y a Ser Criston no le fue mucho mejor. Éste esquivaba las zonas que frecuentaba la reina para no causarle un hermético cierre de vías respiratorias. Pero de todos los verdugos de aquella noche, había uno que le sonreía y saludaba calurosamente entre los pasillos. Antes evitaba la almohada para no dejarse llevar por los telares de hilo divino que era su don, y ahora lo hacía para no ver esa sonrisa. Larrys, a quien dedicó el apuñalamiento de una muñeca de Jaehaera con la tijera de su set de bordado, era su pesadilla más frecuente. Como medida de seguridad, dejó de pasear descalza por los jardines, y se acostaba con los zapatos puestos. Su humor, de ordinario sereno, se ensombreció. No había derecho a trabar la puerta con pestillo, Aegon podía querer entrar en cualquier momento y debía tener vía libre y despejada de contratiempos para injuriar el cuasi cadáver de Helaena. Y ya que la biología humana no podía saltarse sus onerosas funciones, durmió. Moretones en los muslos, huellas dactilares. El plañir de Helaena se reproducía como ecos en una cavernosa locación, asaltada por manos frías y ásperas en la penumbra, que no la dejaban caminar. Se colaban bajo los pliegues del vestido, arañaban la tela y la retenían. Corría sobre arena movediza mientras alguien la miraba desde la distancia. Un hombre, sucio, cubierto de miserables guiñapos, su cara con un tinte de ladrillo viejo, con una barba hirsuta y enmarañados cabellos que, limpios, hubieran sido de cobre. ⸻ Mi Lord… ⸻gimoteó la desdichada, y le extendió torpemente una mano. ⸻ ¡Ayuda! La Mano del rey Viserys desapareció. Arryk y Criston le ayudaron a estabilizarse, para después cerrar sus manos ornamentadas en guanteletes de entrenamiento sobre la fina piel lechosa. Dolía como los Siete Infiernos, no eran delicados con ella, la firmeza que ofrecían no eran más que lo opuesto a un placebo. ⸻ 𝘗𝘶𝘵𝘢. ⸻ La voz que reconoció al fondo de la caverna no era correlativa a al sonido de dos pares de pies abriéndose paso. Un tragaluz de granito rojo mostró los rostros. ⸻ 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘵𝘦, ¿𝘦𝘩? 𝘋𝘦𝘫𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘭𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘵𝘦 𝘵𝘰𝘲𝘶𝘦 ⸻ Aegon rió, Larrys le hizo el coro susurrante, un demonio que turbaba la cabeza de su 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐, su 𝒂𝒎𝒂𝒅𝒊́𝒔𝒊𝒎𝒐 esposo. Los caballeros de la guardia empujaron su cuerpo de tal modo que cayó de rodillas. Podría haber pasado como una fiel creyente en sus oraciones matutinas a ojos extraños. La realidad estaba lejos de eso. ⸻ 𝘋𝘦𝘫𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘭𝘰𝘳𝘢𝘳, 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢. ⸻ Su marido la cogió de la barbilla con la fuerza justa para no romperle los huesos. Más dígitos rojos se tatuaban en su piel. Tras darse cuenta que ella no podía mirarlo a los ojos, la soltó y le dio la espalda. ⸻ 𝘏𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘢𝘭𝘢 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘢, 𝘏𝘦𝘭𝘢𝘦𝘯𝘢. ⸻ No quise… ⸻ ¡𝘊𝘢́𝘭𝘭𝘢𝘵𝘦! ⸻ gritó. ⸻ 𝘠 𝘲𝘶𝘪́𝘵𝘢𝘵𝘦 𝘭𝘢 𝘳𝘰𝘱𝘢. Otra vez no. Quería gritar y maldecir, el infierno era acogedor en comparación a aquellos hombres custodiando su vergüenza como fieles vasallos del mal, o de la cobardía. Su falta de respuesta alteró al joven monarca. Muy seriamente se pregonaba Helaena la utilidad de un puñetazo antes de que terminase con sus restos de alma hecha jirones. ⸻ ¡¿𝘕𝘖 𝘔𝘌 𝘌𝘚𝘊𝘜𝘊𝘏𝘈𝘚𝘛𝘌?! Cerró los ojos, apretó, se rompió los vasos sanguíneos de los párpados y, cuando volvió a abrirlos, estaba en el Septón. No había techo. Ruinas, como la Antigua Valyria, y un público observando su desnudez. El sol quemaba nucas y espaldas y pronto sus mordeduras arrancaron suspiros quejosos. Helaena miraba sus semblantes buscando algún consuelo. Saltó de uno en otro, todos hombres, fuertes, grandes… aterradores. ¿Dónde estaba su madre? 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒑𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓. 𝑨𝒚𝒖𝒅𝒂. ⸻ 𝘋𝘢𝘮𝘢𝘴 𝘺 𝘤𝘢𝘣𝘢𝘭𝘭𝘦𝘳𝘰𝘴, ¡𝘭𝘢 𝘙𝘢𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘙𝘦𝘪𝘯𝘰! 𝘏𝘢𝘨𝘢𝘯 𝘧𝘪𝘭𝘢, 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘥𝘳𝘢́𝘯 𝘴𝘶 𝘵𝘶𝘳𝘯𝘰. ⸻ gritó el rey. Eran cientos, miles de ellos, todos con hambre de manipular el cuerpo de la reina. Y Aegon iba a dejarlos. Por supuesto, nadie hizo fila. De pronto las gruesas manos de albañiles, campesinos, marineros, guardias y comerciantes tiraron de su cabello, piernas y brazos. ¿Por qué gastarse en gritar socorro? No había salida. Si cerraba los ojos pasaría más rápido, no dolería el sentir cómo llenaban sus agujeros y se vaciaban en ella, cómo le arrancaban la piel y desgarraban la carne de los músculos sobre la yugular para poner su cabeza en una pica. Y ni así murió. Veía desde la altura que ofrecía la punta metálica penetrando su garganta la grotesca escena. 𝘋𝘦𝘴𝘱𝘪𝘦𝘳𝘵𝘢, 𝘏𝘦𝘭𝘢𝘦𝘯𝘢. 𝘌𝘴 𝘴𝘰́𝘭𝘰 𝘶𝘯 𝘴𝘶𝘦𝘯̃𝘰.
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  • ㅤ ㅤ *[el cuervo & la mariposa]╲╲
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama

    ㅤ *[el cuervo & la mariposa]╲╲

    ㅤ (...)

    ㅤㅤ ᴍᴏɴᴏʀᴏʟ.

    “𝑬𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒗𝒐 𝒕𝒆 𝒅𝒊𝒐 𝒖𝒏 𝒕𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓 𝒐𝒋𝒐, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒂𝒃𝒓𝒆𝒔”.

    Fruto de sudorosos intentos, la mariposa volaba. Mas bien, flotaba.
    El corazón que maquina perversos designios requiere pies ligeros para correr al mal. El testigo falso que forja embustes, y el que siembra discordia a hermanos. Lenguaje zalamero de la extraña mente onírica. Había hecho votos pacíficos, allá entre dos luces, después del ocaso, en medio de las tinieblas, donde los 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒗𝒐𝒔 buscan refugio.

    ⸻ No he de ceder. ⸻ Pero pensarlo y repetirlo no certificaba la realidad.

    La mariposa huía de la negra nube. La neblina se percibía tóxica. Cada vez era más difícil respirar.

    ⸻ ¿𝘊𝘦𝘥𝘦𝘳 𝘢 𝘲𝘶𝘦́? ⸻ esa voz no era suya. El batir de las alas carroñeras se instalaba a su lado.

    ⸻ Cuervo.

    ⸻ 𝘌𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘢𝘣𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘭𝘭𝘢 𝘭𝘢 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘥𝘶𝘳𝘪́𝘢; 𝘺 𝘦𝘭 𝘢𝘻𝘰𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘢𝘭𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘫𝘶𝘪𝘤𝘪𝘰. 𝘗𝘦𝘲𝘶𝘦𝘯̃𝘢 𝘮𝘢𝘳𝘪𝘱𝘰𝘴𝘢, ¿𝘩𝘶𝘺𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘻𝘰𝘵𝘦? ¿𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘥𝘶𝘳𝘪́𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢? ¿𝘵𝘦𝘮𝘦𝘴 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘳?

    La taquicardia envolvió su corazón. Un zumbido tan imperceptible como el lenguaje de un enjambre entre las chicharras. Frenó sus labios de una respuesta, por mera prudencia. Tampoco tenía una respuesta clave.

    Ambos volaron en silencio por lo que fueron kilómetros. Una mariposa no tenía tal resistencia. Los dragones, en cambio, podían prescindir de debilidad por varios flancos.

    Las delicadas y dulces armonías de sus alas aplacaron a su nervioso corazón. El cuervo no hablaba. Parecía estar esperando una respuesta que no llegó sino horas después. De paciencia no carecía. Respetaba los tiempos de la mariposa.

    ⸻ No sé a dónde voy.

    ⸻ 𝘔𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴.

    ¿Mentía? ¿No era prueba suficiente su velocidad sin control? ¿No era un hecho el desconocimiento de su camino? La única realidad factible: huía de la nube a sus espaldas. Su sangre hirvió. ⸻ Yo no miento.

    No era un lenguaje conforme al ajeno, el tono se volvió agudo y chillón, mientras que él parecía transformar ese pico podrido en una sonrisa de suficiencia en completo desequilibrio de sentimientos, estrecha en amistades con aquella que su hermano Aemond emitía tras una estocada violenta a Ser Criston.

    La nube bajaba, ¿o eran ellos quienes subían? No tenía seguridad de nada a estas alturas. Tras descender la mirada podía verlo claramente: 𝒎𝒐𝒓𝒕𝒂𝒏𝒅𝒂𝒅. Un campo regado de trabajo para El Desconocido. Centuriones negros, centuriones verdes, lanzas y escudos y rodelas, consagradas a sus señores, y estos, a sus reyes. Atroz fuego. El temor nacía de su corazón y esparcía como una enfermedad la necesidad de bajar, de llegar antes que la nube.

    ⸻ 𝘔𝘢𝘳𝘪𝘱𝘰𝘴𝘢 ⸻ inundado de gozo, el cuervo habló con una excitación apenas palpable para la distraída Helaena. ⸻ ¿𝘈 𝘲𝘶𝘦́ 𝘭𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘦𝘴?

    El júbilo foráneo le causó ira. Estaba buscando intoxicarla, quería verla ahogarse en el veneno nebuloso. Y ella, agotada, le daría el gusto. Cayó en picada, se dejó impregnar por el hollín tormentoso conteniendo el aire con los ojos cerrados. Si se iba a encontrar con los dioses mejor no verlo venir. Lo que sintió posteriormente no fue más que el hedor de la sangre, la muerte misma en un vaho insoportable, pero respirable. Activó el sentido faltante y se encontró con la crudeza del entorno, a pocos metros de estrellarse contra el suelo. Alzó vuelo justo a tiempo. La nube quedó sobre su cabeza, escondiendo al cuervo de su campo visual como una mancha aún más negra. Se burlaba en silencio. Se burlaba.

    Alrededor, un atrio destrozado. Ella en el centro, agitando las alas de forma automática mientras hacía reconocimiento de los cadáveres. La corriente se volvió densa, la humedad penetraba entre sus extremidades y las tornaba tan pesadas como dos yunques. Los mismos tres rostros se repetían como máscaras siniestras en los diferentes cuerpos. Uno de ellos, un adulto, tenía las facciones aniñadas de Jaehaerys, al igual que una mujer. Los tres difuntos con las columnas quebradas por el desprendimiento de una pared estaban boca abajo, y aún así reconoció la bella melena ensangrentada de Aemond. El premio a cantidad, sin embargo, se lo llevaba Aegon. Estaba en todas partes.

    ⸻ 𝘓𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳 𝘦𝘴 𝘣𝘶́𝘴𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘦𝘳, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘴𝘦 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘭𝘢 𝘢 𝘭𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘌𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴, 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘷𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘶 𝘱𝘢𝘴𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘦𝘴 𝘵𝘢𝘯 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘰 𝘲𝘶𝘦, 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘰, 𝘺𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢́ 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘤𝘰́𝘮𝘰 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘦𝘲𝘶𝘪𝘷𝘰𝘤𝘢𝘯.

    ⸻ ¿Cómo lo evito? ⸻ vanidosa calma, se escuchaba como si fuera la espectadora y no la protagonista. El cuervo graznó, y cuando la mariposa encontró la picuda sonrisa, vislumbró el tercer ojo. ⸻ Te ríes de mí.

    ⸻ 𝘙𝘢𝘥𝘪𝘤𝘢𝘭 𝘯𝘰𝘷𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘭𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦. 𝘕𝘰 𝘩𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘵𝘶́ 𝘦𝘯… 𝘷𝘢𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴. ⸻ Ella no comprendió. No hizo falta preguntar, el cuervo siguió hablando como si estuviese solo, o como si… como si ella pudiese entender. ⸻ 𝘓𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘳𝘦𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘨𝘳𝘢́𝘧𝘪𝘤𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘳𝘦𝘮𝘰𝘯𝘵𝘢𝘯 𝘢 𝘢́𝘯𝘥𝘢𝘭𝘰𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘩𝘰𝘺𝘯𝘢𝘳. 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘴𝘰, ¿𝘯𝘰 𝘤𝘳𝘦𝘦𝘴? 𝘈 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘭𝘦𝘴 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘰́ 𝘥𝘢𝘯𝘻𝘢𝘳. ⸻ Silencio absoluto. Helaena prefería oírlo antes que ver la descomposición asquerosamente veloz en la que entraban las víctimas. ⸻ 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘴 𝘢𝘲𝘶𝘪́ 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘪́𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴.

    El ave terminó de descender posándose sobre la cara de su marido. De uno de sus tantos… tantísimos maridos esparcidos. Picoteó sus ojos; ella no lo detuvo. Las náuseas se lo impedían. Tampoco concebía apartar la vista de cómo degustaba los violáceos de Aegon con la soltura, impunidad y naturalidad de un animal.

    ⸻ Por favor… ¿cómo lo detengo? ⸻ No estaba falta de práctica. Sabía que era un sueño. Uno de esos sueños.

    ¿𝑳𝒐 𝒆𝒔?

    ⸻ 𝘕𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴. ⸻ Le hablaba como si este no fuese su primer encuentro, y algo le decía que no sería el último. La familiaridad se le hizo, irónicamente, extraña. ⸻ 𝘚𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘴𝘪𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘦𝘯𝘴𝘦𝘯̃𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘢 𝘷𝘰𝘭𝘢𝘳, 𝘥𝘳𝘢𝘨𝘰́𝘯. ⸻ La nube arremolinada en espiral amenazaba su refugio. Paulatinamente encontraba filtraciones invisibles para penetrar. Hilos de hollín se acercaban lloviendo. ⸻ 𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘩𝘰𝘺. 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘴 𝘭𝘪𝘴𝘵𝘢.
    ㅤ ㅤ *[el cuervo & la mariposa]╲╲ ㅤ (...) ㅤㅤ ᴍᴏɴᴏʀᴏʟ. “𝑬𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒗𝒐 𝒕𝒆 𝒅𝒊𝒐 𝒖𝒏 𝒕𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓 𝒐𝒋𝒐, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒂𝒃𝒓𝒆𝒔”. Fruto de sudorosos intentos, la mariposa volaba. Mas bien, flotaba. El corazón que maquina perversos designios requiere pies ligeros para correr al mal. El testigo falso que forja embustes, y el que siembra discordia a hermanos. Lenguaje zalamero de la extraña mente onírica. Había hecho votos pacíficos, allá entre dos luces, después del ocaso, en medio de las tinieblas, donde los 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒗𝒐𝒔 buscan refugio. ⸻ No he de ceder. ⸻ Pero pensarlo y repetirlo no certificaba la realidad. La mariposa huía de la negra nube. La neblina se percibía tóxica. Cada vez era más difícil respirar. ⸻ ¿𝘊𝘦𝘥𝘦𝘳 𝘢 𝘲𝘶𝘦́? ⸻ esa voz no era suya. El batir de las alas carroñeras se instalaba a su lado. ⸻ Cuervo. ⸻ 𝘌𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘢𝘣𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘰 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘭𝘭𝘢 𝘭𝘢 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘥𝘶𝘳𝘪́𝘢; 𝘺 𝘦𝘭 𝘢𝘻𝘰𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘢𝘭𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘫𝘶𝘪𝘤𝘪𝘰. 𝘗𝘦𝘲𝘶𝘦𝘯̃𝘢 𝘮𝘢𝘳𝘪𝘱𝘰𝘴𝘢, ¿𝘩𝘶𝘺𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘻𝘰𝘵𝘦? ¿𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘥𝘶𝘳𝘪́𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢? ¿𝘵𝘦𝘮𝘦𝘴 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘳? La taquicardia envolvió su corazón. Un zumbido tan imperceptible como el lenguaje de un enjambre entre las chicharras. Frenó sus labios de una respuesta, por mera prudencia. Tampoco tenía una respuesta clave. Ambos volaron en silencio por lo que fueron kilómetros. Una mariposa no tenía tal resistencia. Los dragones, en cambio, podían prescindir de debilidad por varios flancos. Las delicadas y dulces armonías de sus alas aplacaron a su nervioso corazón. El cuervo no hablaba. Parecía estar esperando una respuesta que no llegó sino horas después. De paciencia no carecía. Respetaba los tiempos de la mariposa. ⸻ No sé a dónde voy. ⸻ 𝘔𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴. ¿Mentía? ¿No era prueba suficiente su velocidad sin control? ¿No era un hecho el desconocimiento de su camino? La única realidad factible: huía de la nube a sus espaldas. Su sangre hirvió. ⸻ Yo no miento. No era un lenguaje conforme al ajeno, el tono se volvió agudo y chillón, mientras que él parecía transformar ese pico podrido en una sonrisa de suficiencia en completo desequilibrio de sentimientos, estrecha en amistades con aquella que su hermano Aemond emitía tras una estocada violenta a Ser Criston. La nube bajaba, ¿o eran ellos quienes subían? No tenía seguridad de nada a estas alturas. Tras descender la mirada podía verlo claramente: 𝒎𝒐𝒓𝒕𝒂𝒏𝒅𝒂𝒅. Un campo regado de trabajo para El Desconocido. Centuriones negros, centuriones verdes, lanzas y escudos y rodelas, consagradas a sus señores, y estos, a sus reyes. Atroz fuego. El temor nacía de su corazón y esparcía como una enfermedad la necesidad de bajar, de llegar antes que la nube. ⸻ 𝘔𝘢𝘳𝘪𝘱𝘰𝘴𝘢 ⸻ inundado de gozo, el cuervo habló con una excitación apenas palpable para la distraída Helaena. ⸻ ¿𝘈 𝘲𝘶𝘦́ 𝘭𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘦𝘴? El júbilo foráneo le causó ira. Estaba buscando intoxicarla, quería verla ahogarse en el veneno nebuloso. Y ella, agotada, le daría el gusto. Cayó en picada, se dejó impregnar por el hollín tormentoso conteniendo el aire con los ojos cerrados. Si se iba a encontrar con los dioses mejor no verlo venir. Lo que sintió posteriormente no fue más que el hedor de la sangre, la muerte misma en un vaho insoportable, pero respirable. Activó el sentido faltante y se encontró con la crudeza del entorno, a pocos metros de estrellarse contra el suelo. Alzó vuelo justo a tiempo. La nube quedó sobre su cabeza, escondiendo al cuervo de su campo visual como una mancha aún más negra. Se burlaba en silencio. Se burlaba. Alrededor, un atrio destrozado. Ella en el centro, agitando las alas de forma automática mientras hacía reconocimiento de los cadáveres. La corriente se volvió densa, la humedad penetraba entre sus extremidades y las tornaba tan pesadas como dos yunques. Los mismos tres rostros se repetían como máscaras siniestras en los diferentes cuerpos. Uno de ellos, un adulto, tenía las facciones aniñadas de Jaehaerys, al igual que una mujer. Los tres difuntos con las columnas quebradas por el desprendimiento de una pared estaban boca abajo, y aún así reconoció la bella melena ensangrentada de Aemond. El premio a cantidad, sin embargo, se lo llevaba Aegon. Estaba en todas partes. ⸻ 𝘓𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳 𝘦𝘴 𝘣𝘶́𝘴𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘦𝘳, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘯𝘶𝘯𝘤𝘢 𝘴𝘦 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘭𝘢 𝘢 𝘭𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘌𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴, 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘷𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘶 𝘱𝘢𝘴𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘦𝘴 𝘵𝘢𝘯 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘰 𝘲𝘶𝘦, 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘰, 𝘺𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢́ 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘤𝘰́𝘮𝘰 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘦𝘲𝘶𝘪𝘷𝘰𝘤𝘢𝘯. ⸻ ¿Cómo lo evito? ⸻ vanidosa calma, se escuchaba como si fuera la espectadora y no la protagonista. El cuervo graznó, y cuando la mariposa encontró la picuda sonrisa, vislumbró el tercer ojo. ⸻ Te ríes de mí. ⸻ 𝘙𝘢𝘥𝘪𝘤𝘢𝘭 𝘯𝘰𝘷𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘭𝘵𝘢𝘴𝘵𝘦. 𝘕𝘰 𝘩𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘵𝘶́ 𝘦𝘯… 𝘷𝘢𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴. ⸻ Ella no comprendió. No hizo falta preguntar, el cuervo siguió hablando como si estuviese solo, o como si… como si ella pudiese entender. ⸻ 𝘓𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘳𝘦𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘨𝘳𝘢́𝘧𝘪𝘤𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘳𝘦𝘮𝘰𝘯𝘵𝘢𝘯 𝘢 𝘢́𝘯𝘥𝘢𝘭𝘰𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦𝘴, 𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘩𝘰𝘺𝘯𝘢𝘳. 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘴𝘰, ¿𝘯𝘰 𝘤𝘳𝘦𝘦𝘴? 𝘈 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘭𝘦𝘴 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘰́ 𝘥𝘢𝘯𝘻𝘢𝘳. ⸻ Silencio absoluto. Helaena prefería oírlo antes que ver la descomposición asquerosamente veloz en la que entraban las víctimas. ⸻ 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘴 𝘢𝘲𝘶𝘪́ 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘪́𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴. El ave terminó de descender posándose sobre la cara de su marido. De uno de sus tantos… tantísimos maridos esparcidos. Picoteó sus ojos; ella no lo detuvo. Las náuseas se lo impedían. Tampoco concebía apartar la vista de cómo degustaba los violáceos de Aegon con la soltura, impunidad y naturalidad de un animal. ⸻ Por favor… ¿cómo lo detengo? ⸻ No estaba falta de práctica. Sabía que era un sueño. Uno de esos sueños. ¿𝑳𝒐 𝒆𝒔? ⸻ 𝘕𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘣𝘦𝘴. ⸻ Le hablaba como si este no fuese su primer encuentro, y algo le decía que no sería el último. La familiaridad se le hizo, irónicamente, extraña. ⸻ 𝘚𝘪 𝘲𝘶𝘪𝘴𝘪𝘦𝘳𝘢𝘴, 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘦𝘯𝘴𝘦𝘯̃𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘢 𝘷𝘰𝘭𝘢𝘳, 𝘥𝘳𝘢𝘨𝘰́𝘯. ⸻ La nube arremolinada en espiral amenazaba su refugio. Paulatinamente encontraba filtraciones invisibles para penetrar. Hilos de hollín se acercaban lloviendo. ⸻ 𝘕𝘰 𝘴𝘦𝘳𝘢́ 𝘩𝘰𝘺. 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘴 𝘭𝘪𝘴𝘵𝘢.
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  • ⸙͎۪۫ ㅤ#𝑀𝑜𝑛𝑜𝑟𝑜𝑙. 1
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama


    ㅤHelaena Targaryen.
    ㅤ𝑅𝑢𝑛𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑠𝑐𝑎𝑟𝑒𝑑, 𝐼 𝑤𝑎𝑠 𝑡ℎ𝑒𝑟𝑒,
    ㅤ𝐼 𝑟𝑒𝑚𝑒𝑚𝑏𝑒𝑟 𝑖𝑡 𝑎𝑙𝑙 𝑡𝑜𝑜 𝑤𝑒𝑙𝑙.
    ─────────────
    𔓘⸙͎۪۫ ㅤ#𝑀𝑜𝑛𝑜𝑟𝑜𝑙. 1

    Aclaración.

    Se trata el tema de su*c*d*o.

    Es un monorol de hace un año, no lo corregí ni nada, mi escritura actual es bastante diferente.

    ▬▬▬▬▬ ˏˋ ⟡ ˊˎ ▬▬▬▬▬
    El asesinato de Jaehaerys había dejado a la reina en un estado imposible de remontar. El Consejo Verde tomó la dura decisión de separarla de su rol de jinete, ya que no estaba apta para montar a Dreamfyre, pues desde el duro acontecimiento no se la había vuelto a ver en la Fortaleza. No comía, no se bañaba, no dormía, 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘃𝗶𝘃𝗮. No, aquello no podía llamarse 𝘃𝗶𝗱𝗮. Era un fantasma cuyos lamentos resonaban en ecos sombríos por las paredes del castillo. Espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto asedian día y noche la miel de la amada reina: la desdicha atraviesa su paz, el dolor sube y baja. Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados, profundos lechos lejos del pestilente herido, o del que paso a paso conquista su bandera. Porque la vida pega como cólera o río y abre un túnel sangriento por donde los vigilan los ojos de una inmensa familia de dolores.

    En efecto, a continuación de las primeras filas del cortejo veíase, a hombros de cuatro individuos, una especie de parihuelas, sobre las cuales se hallaba acostado durmiendo el eterno sueño un cuerpecillo, el de un niño. Desde su puesto distinguían claramente los ciudadanos hasta el más insignificante pormenor. Veían la frente rodeada de blancas flores, los ojos cerrados, las manos unidas del pequeño cadáver, que de aquella suerte era llevado a la tumba en medio de un dolor general. Imposible creer en una ceremonia de otra clase; imposible dudar de que el muchacho estuviese muerto. No era posible equivocarse al contemplar aquella frente amarilla, aquella nariz afilada, aquella rigidez de los piececitos saliendo de los pliegues de la ropa, aquella inmovilidad definitiva del ser. Helaena rezaba para despertar de la pesadilla. Nunca sucedió. El consuelo que le quedaba era religioso, creyendo que los niños, hallándose limpios de toda mancha, van directamente a ocupar un sitio entre los ángeles del cielo. Después de la ceremonia, los cercanos de la familia acudirán a cumplimentar a sus padres, que habrán de verse obligados a ocultar su humano e irresistible dolor.

    La culpa la consumió dejando sus mejillas ahuecadas por la falta de alimento. Su lengua blanca, seca, y la piel áspera por la deshidratación eran apenas el comienzo de la agonía. No dejaba a nadie ingresar a sus aposentos más que a una criada, los platos de comida se amontonaban en la mesa hasta enfriarse y ser retirados en la noche, y sus hijos tenían terminantemente prohibido verla también por orden propia. No podía encontrarse con los ojos de Maelor sin caerse a pedazos lo que quedaba de ella. Su príncipe menor había sido testigo de lo que su madre escogió para él, pese a ser Jaehaerys quien sufriera el destino final con la carne de su cuello abierta. La cabeza del primogénito del rey regente había sido por dos semanas un trofeo para los Negros. Revivía el momento una y otra vez, torturándose a sí misma sin parar. Los días y las noches eran iguales, la luz solar y lunar no penetraban los visillos tras las pesadas cortinas negras. Su cubrecamas, sábanas y fundas para las almohadas vestían del mismo color. Su camisón hacía juego. Los colores de la habitación habían desaparecido para reflejar el estado de su alma enlutada.

    Cada vez que se levantaba para alimentar a los insectos en los terrarios podía notar su extrema delgadez. No correspondía en absoluto a lo pesado que sentía el cuerpo.

    Pasaron los días, y Helaena estaba apartada de la guerra, consciente del resultado que esta tendría. ¿𝑃𝑎𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑜𝑠𝑡𝑒𝑟𝑔𝑎𝑟𝑙𝑜? pensó mientras desmenuzaba las migas de pan sobre la tierra que las hormigas habían labrado. 𝑇𝑜𝑑𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑢𝑛 𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙.

    —— Trae al príncipe y la princesa ante mí —— pidió a la criada que le dejaba el desayuno. La muchacha se sorprendió, eran las primeras palabras de la reina desde la tragedia. —— Y no le digas a nadie.

    Lo que menos necesitaba era que sus familiares corrieran a interrogarla. Eran sus hijos, no tenía por qué pedir permiso (a los inoperantes que no fueron capaces de protegerlos) para verlos.

    Jaehaera y Maelor entraron tomados de la mano. Rompieron ese precioso gesto para correr a los brazos de su madre. Helaena los recibió intentando mantener un semblante de tranquilidad, era lo máximo a lo que podía aspirar. Se había empolvado la cara para no asustarlos con la decadente presencia fantasmal que lucía, y aunque a sus ojos les dolió el contacto con la luz, también abrió las cortinas. Pasaron toda la mañana juntos; la reina les contó historias, les enseñó cómo alimentar a los insectos en sus cubículos de cristal, peinó a Jaehaera cerrando la trenza con su broche en forma de mariposa más preciado, ese que estaba moldeado a partir de zafiros y perlas, y cantó para ellos hasta que el reloj marcó la hora del almuerzo. Los príncipes comieron allí ante sus ojos mientras ella hacía un esfuerzo por terminar una taza de té. Grabó sus rostros en la retina, impregnó su memoria con bellos recuerdos y se deleitó con lo mucho que ambos se parecían a Aegon, aunque nada comparado con Jaehaerys… Él había sido la viva imagen de Aemond. Su hermano.

    Aemond no estaba en la Fortaleza, y quizás era mejor así. No tenía noticias de él y tampoco deseaba tenerlas. Su amor por él sería eterno, mas no podía evitar que el resentimiento con él se le encarnara en el corazón. No deseaba partir a mejor vida llena de odio. Sirvió otras tres tazas de té mientras los niños, fascinados, miraban a las arañas de seda dorada tejer sus nidos. Este momento de distracción fue suficiente para colocar un líquido adormecedor en dos de las tazas. Ella misma lo había preparado, era parte de la reserva de frascos que guardaba bajo la cama.

    —— Vengan, vamos a tomar té antes de que se los lleven —— dijo con dulzura. Sus obedientes retoños no tardaron en sentarse a su lado.

    —— Mami, tengo sueño —— dijo Jaehaera frotándose los ojos. Maelor ya estaba dormitando en los brazos de su madre. Las tazas vacías borraron el rastro del crimen.

    Helaena se levantó con el menor a cuestas e indicó a su princesa que se recostara en la cama junto a su ya somnoliento hermano. Acarició sus cabellos hasta que la respiración de ambos se volvió tan tranquila como la brisa veraniega. Besó sus frentes una vez más y los tapó. La criada los encontraría allí más tarde, dormidos con tanta profundidad que no escucharían… no verían… Al despertar todo sería confuso para ellos, pero se evitarían los gritos de sirvientes y de Alicent. Maelor era especialmente sensible a los ruidos fuertes.
    Abrió las puertas del balcón y se subió al alféizar. Sintió el frío de la transpiración emergiendo. Su piel brillaba.

    No tenía miedo.

    Dio un paso.
    La libertad estaba delante de sus ojos.
    Otro paso.

    El sabor seco en su boca desapareció. Segregaba saliva.

    No, ya no era saliva. Sabía extraño, como el metal. Ya no estaba parada, sino acostada. Un colchón de picas la abrazaba atravesando su carne.
    Tosió, no supo cómo, porque el aire no ingresaba. Una lanza entró por su espalda y salió por el pecho, otra por su estómago, y una por su garganta.

    Oscuridad.

    ¿Quién lo diría?

    𝗟𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗼𝘀𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁𝗲𝗻.
    ㅤ ㅤ ㅤHelaena Targaryen. ㅤ𝑅𝑢𝑛𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑠𝑐𝑎𝑟𝑒𝑑, 𝐼 𝑤𝑎𝑠 𝑡ℎ𝑒𝑟𝑒, ㅤ𝐼 𝑟𝑒𝑚𝑒𝑚𝑏𝑒𝑟 𝑖𝑡 𝑎𝑙𝑙 𝑡𝑜𝑜 𝑤𝑒𝑙𝑙. ───────────── 𔓘⸙͎۪۫ ㅤ#𝑀𝑜𝑛𝑜𝑟𝑜𝑙. 1 ⚠️ Aclaración. Se trata el tema de su*c*d*o. Es un monorol de hace un año, no lo corregí ni nada, mi escritura actual es bastante diferente. ▬▬▬▬▬ ˏˋ ⟡ ˊˎ ▬▬▬▬▬ El asesinato de Jaehaerys había dejado a la reina en un estado imposible de remontar. El Consejo Verde tomó la dura decisión de separarla de su rol de jinete, ya que no estaba apta para montar a Dreamfyre, pues desde el duro acontecimiento no se la había vuelto a ver en la Fortaleza. No comía, no se bañaba, no dormía, 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘃𝗶𝘃𝗮. No, aquello no podía llamarse 𝘃𝗶𝗱𝗮. Era un fantasma cuyos lamentos resonaban en ecos sombríos por las paredes del castillo. Espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto asedian día y noche la miel de la amada reina: la desdicha atraviesa su paz, el dolor sube y baja. Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados, profundos lechos lejos del pestilente herido, o del que paso a paso conquista su bandera. Porque la vida pega como cólera o río y abre un túnel sangriento por donde los vigilan los ojos de una inmensa familia de dolores. En efecto, a continuación de las primeras filas del cortejo veíase, a hombros de cuatro individuos, una especie de parihuelas, sobre las cuales se hallaba acostado durmiendo el eterno sueño un cuerpecillo, el de un niño. Desde su puesto distinguían claramente los ciudadanos hasta el más insignificante pormenor. Veían la frente rodeada de blancas flores, los ojos cerrados, las manos unidas del pequeño cadáver, que de aquella suerte era llevado a la tumba en medio de un dolor general. Imposible creer en una ceremonia de otra clase; imposible dudar de que el muchacho estuviese muerto. No era posible equivocarse al contemplar aquella frente amarilla, aquella nariz afilada, aquella rigidez de los piececitos saliendo de los pliegues de la ropa, aquella inmovilidad definitiva del ser. Helaena rezaba para despertar de la pesadilla. Nunca sucedió. El consuelo que le quedaba era religioso, creyendo que los niños, hallándose limpios de toda mancha, van directamente a ocupar un sitio entre los ángeles del cielo. Después de la ceremonia, los cercanos de la familia acudirán a cumplimentar a sus padres, que habrán de verse obligados a ocultar su humano e irresistible dolor. La culpa la consumió dejando sus mejillas ahuecadas por la falta de alimento. Su lengua blanca, seca, y la piel áspera por la deshidratación eran apenas el comienzo de la agonía. No dejaba a nadie ingresar a sus aposentos más que a una criada, los platos de comida se amontonaban en la mesa hasta enfriarse y ser retirados en la noche, y sus hijos tenían terminantemente prohibido verla también por orden propia. No podía encontrarse con los ojos de Maelor sin caerse a pedazos lo que quedaba de ella. Su príncipe menor había sido testigo de lo que su madre escogió para él, pese a ser Jaehaerys quien sufriera el destino final con la carne de su cuello abierta. La cabeza del primogénito del rey regente había sido por dos semanas un trofeo para los Negros. Revivía el momento una y otra vez, torturándose a sí misma sin parar. Los días y las noches eran iguales, la luz solar y lunar no penetraban los visillos tras las pesadas cortinas negras. Su cubrecamas, sábanas y fundas para las almohadas vestían del mismo color. Su camisón hacía juego. Los colores de la habitación habían desaparecido para reflejar el estado de su alma enlutada. Cada vez que se levantaba para alimentar a los insectos en los terrarios podía notar su extrema delgadez. No correspondía en absoluto a lo pesado que sentía el cuerpo. Pasaron los días, y Helaena estaba apartada de la guerra, consciente del resultado que esta tendría. ¿𝑃𝑎𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑜𝑠𝑡𝑒𝑟𝑔𝑎𝑟𝑙𝑜? pensó mientras desmenuzaba las migas de pan sobre la tierra que las hormigas habían labrado. 𝑇𝑜𝑑𝑜 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑢𝑛 𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙. —— Trae al príncipe y la princesa ante mí —— pidió a la criada que le dejaba el desayuno. La muchacha se sorprendió, eran las primeras palabras de la reina desde la tragedia. —— Y no le digas a nadie. Lo que menos necesitaba era que sus familiares corrieran a interrogarla. Eran sus hijos, no tenía por qué pedir permiso (a los inoperantes que no fueron capaces de protegerlos) para verlos. Jaehaera y Maelor entraron tomados de la mano. Rompieron ese precioso gesto para correr a los brazos de su madre. Helaena los recibió intentando mantener un semblante de tranquilidad, era lo máximo a lo que podía aspirar. Se había empolvado la cara para no asustarlos con la decadente presencia fantasmal que lucía, y aunque a sus ojos les dolió el contacto con la luz, también abrió las cortinas. Pasaron toda la mañana juntos; la reina les contó historias, les enseñó cómo alimentar a los insectos en sus cubículos de cristal, peinó a Jaehaera cerrando la trenza con su broche en forma de mariposa más preciado, ese que estaba moldeado a partir de zafiros y perlas, y cantó para ellos hasta que el reloj marcó la hora del almuerzo. Los príncipes comieron allí ante sus ojos mientras ella hacía un esfuerzo por terminar una taza de té. Grabó sus rostros en la retina, impregnó su memoria con bellos recuerdos y se deleitó con lo mucho que ambos se parecían a Aegon, aunque nada comparado con Jaehaerys… Él había sido la viva imagen de Aemond. Su hermano. Aemond no estaba en la Fortaleza, y quizás era mejor así. No tenía noticias de él y tampoco deseaba tenerlas. Su amor por él sería eterno, mas no podía evitar que el resentimiento con él se le encarnara en el corazón. No deseaba partir a mejor vida llena de odio. Sirvió otras tres tazas de té mientras los niños, fascinados, miraban a las arañas de seda dorada tejer sus nidos. Este momento de distracción fue suficiente para colocar un líquido adormecedor en dos de las tazas. Ella misma lo había preparado, era parte de la reserva de frascos que guardaba bajo la cama. —— Vengan, vamos a tomar té antes de que se los lleven —— dijo con dulzura. Sus obedientes retoños no tardaron en sentarse a su lado. —— Mami, tengo sueño —— dijo Jaehaera frotándose los ojos. Maelor ya estaba dormitando en los brazos de su madre. Las tazas vacías borraron el rastro del crimen. Helaena se levantó con el menor a cuestas e indicó a su princesa que se recostara en la cama junto a su ya somnoliento hermano. Acarició sus cabellos hasta que la respiración de ambos se volvió tan tranquila como la brisa veraniega. Besó sus frentes una vez más y los tapó. La criada los encontraría allí más tarde, dormidos con tanta profundidad que no escucharían… no verían… Al despertar todo sería confuso para ellos, pero se evitarían los gritos de sirvientes y de Alicent. Maelor era especialmente sensible a los ruidos fuertes. Abrió las puertas del balcón y se subió al alféizar. Sintió el frío de la transpiración emergiendo. Su piel brillaba. No tenía miedo. Dio un paso. La libertad estaba delante de sus ojos. Otro paso. El sabor seco en su boca desapareció. Segregaba saliva. No, ya no era saliva. Sabía extraño, como el metal. Ya no estaba parada, sino acostada. Un colchón de picas la abrazaba atravesando su carne. Tosió, no supo cómo, porque el aire no ingresaba. Una lanza entró por su espalda y salió por el pecho, otra por su estómago, y una por su garganta. Oscuridad. ¿Quién lo diría? 𝗟𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗼𝘀𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁𝗲𝗻.
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  • ㅤㅤ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ « Casus belli. In ictu oculi. »
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama
    ㅤㅤ
    ‍ ‍ ‍
    ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ « Casus belli.
    ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ In ictu oculi. »

    ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍“ 𝕾i vis pacem, para 𝖇 𝖊 𝖑 𝖑 𝖚 𝖒. 𝕾ic transit gloria mundi. 𝓣empus 𝓯ugit.

    ㅤㅤㅤㅤ𝑨𝒒𝒖𝒆𝒍 𝒎𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒗𝒊𝒅𝒂, 𝒅𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒊𝒐́𝒏, 𝒅𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓 𝒔𝒆 𝒆𝒙𝒕𝒆𝒏𝒅𝒊́𝒂 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂 𝒊𝒏𝒎𝒆𝒏𝒔𝒂;
    𝘦𝘭 𝘪𝘮𝘱𝘦𝘯𝘦𝘵𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘴𝘶𝘥𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦.

    Son, sin embargo, brutales a veces los choques del destino, y el mejor y más firme caballero tiene derecho de perder un instante los estribos. Qué mejor ejemplo que la reina madre atada de manos y pies, y con una mordaza en la boca para ceder a la locura inminente. El cuerpo decapitado de Jaehaerys se vaciaba de la sangre por la alfombra de su habitación. Nunca más podría dormir allí.
    Helaena tuvo que ser arrastrada fuera de la habitación entre gritos de dolor. Se había olvidado por completo de desatar a su madre cuando Sangre y Queso abandonaron el lugar; con honestidad, Alicent tampoco se había dado cuenta que su cuerpo seguía preso de ataduras. Tenía la vista nublada por las lágrimas, la barbilla babeada y la mente en shock. Ser Criston la depositó en una cama vacía, en una habitación lejana a la que alguna vez habitó.
    Los días siguientes se vio custodiando a su hija casi las veinticuatro horas. El funeral la había quebrantado. Gran parte de lo que alguna vez fue su hija ahora se veía encerrada cual fantasma en sus aposentos. Si acaso se la veía asomarse a la ventana no era por mucho tiempo. Y llegó el día en que a todos prohibió ingresar a verla.
    Alicent sufría por ello. Comía, digería, bebía, lloraba, dormía… enormemente; su vida se hallaba contenida entera en esos cinco verbos. Comía, bebía, sobre todo. Los vasos colocados ante ella se llenaban y vaciaban como por milagro con un desinterés y olvido absolutos por las personas que la rodeaban. De una salud insolente, a toda prueba, arrastraba su esbelto cuerpo de un lugar a otro cuando le pedían formar parte del Consejo del rey Aegon II. Esos eran los únicos momentos en los que rebosaba de lucidez.

    La tradición se hace documento escrito y la leyenda, historia. Gracias a esto, la cadena de los recuerdos conserva todos sus eslabones. Va ligándose de anillos en anillos, de siglos en siglos y se remonta hasta la noche tenebrosa de los tiempos. Este era el precio de la ambición. Pero los pájaros cantaban alegres y variados trinos, vivían los hombres y mujeres, amaban, lloraban. Poco a poco fue tomando su curso natural la vida del castillo, tan natural como podía ser en una guerra.

    Habiéndose planteado inútilmente por centésima vez el problema, harta de ahogarse en sus secreciones lagrimales, alzó los ojos al cielo, con la esperanza acaso de hallar en él la solución en una tarde fría de calma entre las murallas. Sólo cuando la ventisca helada se coló bajo los pliegues del vestido hubo de darse cuenta que estaba inmovilizada por sus obsesivos pensamientos. Los dioses la habían abandonado, y si así era, entonces de ella dependía defender la vida de sus seres queridos.
    ㅤㅤㅤㅤ
    ❝𝑳ord Criston❞.

    El ahora Lord Mano, Ser Criston, se erguía delante de soldados custodiando las murallas. Todos voltearon. Aquella batahola se transformó como por encanto en un regimiento, con sus hombres perfectamente alineados y reclinados ante la reina madre.
    ㅤㅤㅤㅤ
    ❝𝑬l duelo terminó. Rhaenyra, debe morir❞.

    La piedad y la tristeza por fin habían muerto.
    ㅤㅤ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ « Casus belli. ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ In ictu oculi. » ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍“ 𝕾i vis pacem, para 𝖇 𝖊 𝖑 𝖑 𝖚 𝖒. 𝕾ic transit gloria mundi. 𝓣empus 𝓯ugit. ㅤㅤㅤㅤ𝑨𝒒𝒖𝒆𝒍 𝒎𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝒗𝒊𝒅𝒂, 𝒅𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒊𝒐́𝒏, 𝒅𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓 𝒔𝒆 𝒆𝒙𝒕𝒆𝒏𝒅𝒊́𝒂 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂 𝒊𝒏𝒎𝒆𝒏𝒔𝒂; 𝘦𝘭 𝘪𝘮𝘱𝘦𝘯𝘦𝘵𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘴𝘶𝘥𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. Son, sin embargo, brutales a veces los choques del destino, y el mejor y más firme caballero tiene derecho de perder un instante los estribos. Qué mejor ejemplo que la reina madre atada de manos y pies, y con una mordaza en la boca para ceder a la locura inminente. El cuerpo decapitado de Jaehaerys se vaciaba de la sangre por la alfombra de su habitación. Nunca más podría dormir allí. Helaena tuvo que ser arrastrada fuera de la habitación entre gritos de dolor. Se había olvidado por completo de desatar a su madre cuando Sangre y Queso abandonaron el lugar; con honestidad, Alicent tampoco se había dado cuenta que su cuerpo seguía preso de ataduras. Tenía la vista nublada por las lágrimas, la barbilla babeada y la mente en shock. Ser Criston la depositó en una cama vacía, en una habitación lejana a la que alguna vez habitó. Los días siguientes se vio custodiando a su hija casi las veinticuatro horas. El funeral la había quebrantado. Gran parte de lo que alguna vez fue su hija ahora se veía encerrada cual fantasma en sus aposentos. Si acaso se la veía asomarse a la ventana no era por mucho tiempo. Y llegó el día en que a todos prohibió ingresar a verla. Alicent sufría por ello. Comía, digería, bebía, lloraba, dormía… enormemente; su vida se hallaba contenida entera en esos cinco verbos. Comía, bebía, sobre todo. Los vasos colocados ante ella se llenaban y vaciaban como por milagro con un desinterés y olvido absolutos por las personas que la rodeaban. De una salud insolente, a toda prueba, arrastraba su esbelto cuerpo de un lugar a otro cuando le pedían formar parte del Consejo del rey Aegon II. Esos eran los únicos momentos en los que rebosaba de lucidez. La tradición se hace documento escrito y la leyenda, historia. Gracias a esto, la cadena de los recuerdos conserva todos sus eslabones. Va ligándose de anillos en anillos, de siglos en siglos y se remonta hasta la noche tenebrosa de los tiempos. Este era el precio de la ambición. Pero los pájaros cantaban alegres y variados trinos, vivían los hombres y mujeres, amaban, lloraban. Poco a poco fue tomando su curso natural la vida del castillo, tan natural como podía ser en una guerra. Habiéndose planteado inútilmente por centésima vez el problema, harta de ahogarse en sus secreciones lagrimales, alzó los ojos al cielo, con la esperanza acaso de hallar en él la solución en una tarde fría de calma entre las murallas. Sólo cuando la ventisca helada se coló bajo los pliegues del vestido hubo de darse cuenta que estaba inmovilizada por sus obsesivos pensamientos. Los dioses la habían abandonado, y si así era, entonces de ella dependía defender la vida de sus seres queridos. ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑳ord Criston❞. El ahora Lord Mano, Ser Criston, se erguía delante de soldados custodiando las murallas. Todos voltearon. Aquella batahola se transformó como por encanto en un regimiento, con sus hombres perfectamente alineados y reclinados ante la reina madre. ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑬l duelo terminó. Rhaenyra, debe morir❞. La piedad y la tristeza por fin habían muerto.
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  • 𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎.
    Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
    Categoría Drama

    ‍ ‍ ‍
    ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎.
    ‍ ‍ ‍𝒷enedicta tu in mulieribus,
    ‍ ‍ ‍et 𝒷enedictus fructus ventris 𝓉ui.
    ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝒮ancta 𝓂ater 𝔇ei,
    ‍ ‍ ‍ora pro nobis 𝖕𝖊𝖈𝖈𝖆𝖙𝖔𝖗𝖎𝖇𝖚𝖘,
    ‍ ‍ ‍𝓃unc et in hora mortis nostrae.

    No, Alicent no olvidaría su llegada a King's Landing, la riqueza de la campiña en las afueras de la ciudad, ni el contorno delicioso a lo largo del mar o bajo la sombra bienhechora de los grandes árboles. Una vida mejor esperándola dentro de esos muros rojizos, ¡tan rojizos como las mejillas de una dama sonrojada!
    Despectivos epítetos salían de la boca de su buen padre, que personalmente la había ido a buscar a Antigua, remarcando la pobreza de las calles, su suciedad y abundante número de analfabetos. Pero el aire fresco endulzó poco a poco su corazón ulcerado. En sus menudos labios, como el borde de una cortadura, nació una sonrisa prepotente.
    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ ❝𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢. 𝘚𝘦𝘳𝘢́𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘦. 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘷𝘢𝘭𝘦𝘤𝘦𝘳𝘢́ 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢❞ informó al bajar del carruaje.ㅤㅤㅤㅤ

    ¿Esta era entonces su vida? La corona pesaba, la tristeza había consumido con los años a aquella niña risueña y jovial, llena de ilusiones, de sueños. La soledad de su habitación era el fiel reflejo de sí misma. Un hemiciclo de libros descansaban en su escritorio formando un cementerio de portadas que no había tocado en largo tiempo. El escape a las historias de fantasía o a sus estudios geopolíticos habían perdido ya toda la atención de la reina.

    La mano hallábase armada de pluma y tinta, los numerosos eslabones de cadenas y sortijas tintineaban sobre su cuello, vientre y manos. Era sin disputa una de esas personas siempre agitadas, en movimiento, y para las cuales la existencia sólo es normal cuando se halla salpicada de emociones nerviosas, de dificultades inextricables. Escribió con la tinta manchando el costado de la mano. No se detuvo hasta que la sed de valor la obligó a mirar sobre su mesa de noche bien predispuesta.

    Se precipitó sobre sus huellas comprimiendo su estómago alterado por la cosecha de Antigua, especialmente traída para ella en añoranza a su hogar y los días felices en este.
    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ ❝𝒀a sé❞ dijo a la doncella sin mirarla, misma que debían haber enviado para informar que Aegon estaba listo para partir al Septo. La muchacha no había tenido ocasión de decir palabra. Se reverenció y retiró.ㅤㅤㅤㅤ

    El viaje en carruaje no fue placentero. Ella, intentando explicar a su primogénito los deseos de Viserys era comparable a estar discutiendo con la pared. Se preguntó si Aegon cambiaría de parecer una vez que los súbditos se arrodillasen ante su nuevo rey, pues el sabor del poder nublaba los miedos.

    Fueron escoltados por los Capas Doradas sirviéndoles de abrigo contra la muchedumbre. La procesión llegaba, desplegando sus magnificencias. Hacia lo alto de la calle, en el ancho espacio que los guardias despejaban ante el cortejo, banderas de seda y oro con el símbolo Targaryen en un fondo oliva avanzaban entre el humo aromático del incienso. Los uniformes brillaban al sol. Alzábanse las voces, sostenidas por una orquesta, elevando hacia el cielo las súplicas y oraciones de los habitantes bajo el broncíneo clamor de las campanas.

    Todo sucedió con rapidez. La corona que adornaba los cobrizos cabellos de Alicent paso así a su hija, desde las propias manos.
    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑴i reina❞ clamó orgullosa, pasando por alto la angustia de su amada Helaena.ㅤㅤㅤㅤ

    El Septón así mismo coronó al primer heredero varón, que pasó a ser rey Aegon Targaryen, segundo con el nombre. El espectáculo era solemne. Su hijo por fin parecía disfrutarlo con la espada en alto tras oír las aclamaciones.
    Y entonces…

    Una sacudida pasó entre la muchedumbre, un mismo grito salió de entre todos los labios. El suelo tembló. De un súbito movimiento insólito pareció turbar la procesión en las inmediaciones del Septón. Sin saber de qué se trataba, emergió la bestia con Rhaenys a lomos de la misma. Meleys se había levantado de las profundidades sin mucho esfuerzo. Un remolino colosal de polvo y escombros cayó. Gritos, gemidos mas bien, todo un pueblo trastornado, huyendo; la brigada de guardias situados a la cabeza del complejo y en las puertas exteriores esforzábanse en vano por controlar la situación rompiendo el cordón inicial, convirtiéndose en parte de la delirante muchedumbre. Viéronse arrastrados como briznas de paja en aquel formidable torrente.

    Las fauces del reptil se abrieron en dirección al rey deteniendo el corazón de la, ahora, reina madre. Miró hacia el costado, Helaena era custodiada por la inútil protección de Aemond y Ser Criston. Inútil no por inválida, pero con la mayor honestidad, ¿qué podrían ellos hacer si Rhaenys decidía volverlos el aperitivo de su dragona? E igualmente inútil, Alicent se autodenominó el escudo de Aegon con su cuerpo precipitado delante de este.
    Una vida entera pasó frente a sus ojos: el amor, el odio, tristezas, alegrías, angustias, el deber, el honor, la infancia, la adultez, la devoción, el pecado. Pidió perdón a los Siete mientras las lágrimas salían en hileras contínuas y su mano cortaba la circulación del brazo de su hijo escondido detrás de su espalda. Miró a la reina que no fue, quizás viera la súplica y ahondara en un recoveco de piedad en el corazón de la misma. El rugido de Meleys hizo flamear su velo. Cerró los ojos esperando lo peor.

    El calor nunca llegó. Jamás sintio la boca monstruosa cerrarse sobre su cuerpo. En cambio, jinete y dragón salieron con la advertencia de su inconformidad con la coronación después del aullido ensordecedor.
    Alicent podía sentir la presión de la sangre bajar rápidamente. Lo único que impidió dejarse desvanecer fue la alerta en que la adrenalina la dejó. ¿Y si cambiaban de opinión y volvían para encender la ciudad en llamas? No podía darse el lujo humano de dejar a sus hijos bajo la intemperie. Con sus últimas fuerzas y ayudada por la guardia, y Otto, guió a los tres Targaryen al carruaje más cercano. De vuelta un camino hacia la Fortaleza Roja que antes le parecía el color de las mejillas sonrosadas, ahora era sólo comparable a su cárcel teñida de 𝕱𝐔𝐄𝐆𝐎 Y 𝕾𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄.
    ㅤ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎. ‍ ‍ ‍𝒷enedicta tu in mulieribus, ‍ ‍ ‍et 𝒷enedictus fructus ventris 𝓉ui. ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝒮ancta 𝓂ater 𝔇ei, ‍ ‍ ‍ora pro nobis 𝖕𝖊𝖈𝖈𝖆𝖙𝖔𝖗𝖎𝖇𝖚𝖘, ‍ ‍ ‍𝓃unc et in hora mortis nostrae. No, Alicent no olvidaría su llegada a King's Landing, la riqueza de la campiña en las afueras de la ciudad, ni el contorno delicioso a lo largo del mar o bajo la sombra bienhechora de los grandes árboles. Una vida mejor esperándola dentro de esos muros rojizos, ¡tan rojizos como las mejillas de una dama sonrojada! Despectivos epítetos salían de la boca de su buen padre, que personalmente la había ido a buscar a Antigua, remarcando la pobreza de las calles, su suciedad y abundante número de analfabetos. Pero el aire fresco endulzó poco a poco su corazón ulcerado. En sus menudos labios, como el borde de una cortadura, nació una sonrisa prepotente. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢. 𝘚𝘦𝘳𝘢́𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘦. 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘷𝘢𝘭𝘦𝘤𝘦𝘳𝘢́ 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢❞ informó al bajar del carruaje.ㅤㅤㅤㅤ ¿Esta era entonces su vida? La corona pesaba, la tristeza había consumido con los años a aquella niña risueña y jovial, llena de ilusiones, de sueños. La soledad de su habitación era el fiel reflejo de sí misma. Un hemiciclo de libros descansaban en su escritorio formando un cementerio de portadas que no había tocado en largo tiempo. El escape a las historias de fantasía o a sus estudios geopolíticos habían perdido ya toda la atención de la reina. La mano hallábase armada de pluma y tinta, los numerosos eslabones de cadenas y sortijas tintineaban sobre su cuello, vientre y manos. Era sin disputa una de esas personas siempre agitadas, en movimiento, y para las cuales la existencia sólo es normal cuando se halla salpicada de emociones nerviosas, de dificultades inextricables. Escribió con la tinta manchando el costado de la mano. No se detuvo hasta que la sed de valor la obligó a mirar sobre su mesa de noche bien predispuesta. Se precipitó sobre sus huellas comprimiendo su estómago alterado por la cosecha de Antigua, especialmente traída para ella en añoranza a su hogar y los días felices en este. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝒀a sé❞ dijo a la doncella sin mirarla, misma que debían haber enviado para informar que Aegon estaba listo para partir al Septo. La muchacha no había tenido ocasión de decir palabra. Se reverenció y retiró.ㅤㅤㅤㅤ El viaje en carruaje no fue placentero. Ella, intentando explicar a su primogénito los deseos de Viserys era comparable a estar discutiendo con la pared. Se preguntó si Aegon cambiaría de parecer una vez que los súbditos se arrodillasen ante su nuevo rey, pues el sabor del poder nublaba los miedos. Fueron escoltados por los Capas Doradas sirviéndoles de abrigo contra la muchedumbre. La procesión llegaba, desplegando sus magnificencias. Hacia lo alto de la calle, en el ancho espacio que los guardias despejaban ante el cortejo, banderas de seda y oro con el símbolo Targaryen en un fondo oliva avanzaban entre el humo aromático del incienso. Los uniformes brillaban al sol. Alzábanse las voces, sostenidas por una orquesta, elevando hacia el cielo las súplicas y oraciones de los habitantes bajo el broncíneo clamor de las campanas. Todo sucedió con rapidez. La corona que adornaba los cobrizos cabellos de Alicent paso así a su hija, desde las propias manos. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑴i reina❞ clamó orgullosa, pasando por alto la angustia de su amada Helaena.ㅤㅤㅤㅤ El Septón así mismo coronó al primer heredero varón, que pasó a ser rey Aegon Targaryen, segundo con el nombre. El espectáculo era solemne. Su hijo por fin parecía disfrutarlo con la espada en alto tras oír las aclamaciones. Y entonces… Una sacudida pasó entre la muchedumbre, un mismo grito salió de entre todos los labios. El suelo tembló. De un súbito movimiento insólito pareció turbar la procesión en las inmediaciones del Septón. Sin saber de qué se trataba, emergió la bestia con Rhaenys a lomos de la misma. Meleys se había levantado de las profundidades sin mucho esfuerzo. Un remolino colosal de polvo y escombros cayó. Gritos, gemidos mas bien, todo un pueblo trastornado, huyendo; la brigada de guardias situados a la cabeza del complejo y en las puertas exteriores esforzábanse en vano por controlar la situación rompiendo el cordón inicial, convirtiéndose en parte de la delirante muchedumbre. Viéronse arrastrados como briznas de paja en aquel formidable torrente. Las fauces del reptil se abrieron en dirección al rey deteniendo el corazón de la, ahora, reina madre. Miró hacia el costado, Helaena era custodiada por la inútil protección de Aemond y Ser Criston. Inútil no por inválida, pero con la mayor honestidad, ¿qué podrían ellos hacer si Rhaenys decidía volverlos el aperitivo de su dragona? E igualmente inútil, Alicent se autodenominó el escudo de Aegon con su cuerpo precipitado delante de este. Una vida entera pasó frente a sus ojos: el amor, el odio, tristezas, alegrías, angustias, el deber, el honor, la infancia, la adultez, la devoción, el pecado. Pidió perdón a los Siete mientras las lágrimas salían en hileras contínuas y su mano cortaba la circulación del brazo de su hijo escondido detrás de su espalda. Miró a la reina que no fue, quizás viera la súplica y ahondara en un recoveco de piedad en el corazón de la misma. El rugido de Meleys hizo flamear su velo. Cerró los ojos esperando lo peor. El calor nunca llegó. Jamás sintio la boca monstruosa cerrarse sobre su cuerpo. En cambio, jinete y dragón salieron con la advertencia de su inconformidad con la coronación después del aullido ensordecedor. Alicent podía sentir la presión de la sangre bajar rápidamente. Lo único que impidió dejarse desvanecer fue la alerta en que la adrenalina la dejó. ¿Y si cambiaban de opinión y volvían para encender la ciudad en llamas? No podía darse el lujo humano de dejar a sus hijos bajo la intemperie. Con sus últimas fuerzas y ayudada por la guardia, y Otto, guió a los tres Targaryen al carruaje más cercano. De vuelta un camino hacia la Fortaleza Roja que antes le parecía el color de las mejillas sonrosadas, ahora era sólo comparable a su cárcel teñida de 𝕱𝐔𝐄𝐆𝐎 Y 𝕾𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄.
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