• โ €โ €โ €Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre.

    —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma.

    โ €โ €โ €Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora.

    โ €โ €โ €Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso.

    โ €โ €โ €Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo.

    —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco.

    โ €โ €โ €En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ด๐˜ถ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ณ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.
    โ €โ €โ €Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre. —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma. โ €โ €โ €Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora. โ €โ €โ €Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso. โ €โ €โ €Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo. —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco. โ €โ €โ €En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ด๐˜ถ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ณ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.
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  • _เฉˆโœฉโ€งโ‚Šหš ๐‘ต๐’ ๐’•๐’† ๐’”๐’Š๐’†๐’๐’•๐’‚๐’” ๐’Ž๐’‚๐’, ๐’”๐’๐’š ๐’–๐’๐’‚ ๐’‘๐’“๐’๐’”๐’•๐’Š๐’•๐’–๐’•๐’‚, ๐’†๐’๐’•๐’Š๐’†๐’๐’…๐’ ๐’Ž๐’Š ๐’๐’–๐’ˆ๐’‚๐’“ ๐’š ๐’๐’ ๐’•๐’†๐’Ž๐’‘๐’๐’“๐’‚๐’ ๐’’๐’–๐’† ๐’”๐’๐’š ๐’‘๐’‚๐’“๐’‚ ๐’•๐’๐’…๐’๐’”
    _เฉˆโœฉโ€งโ‚Šหš ๐‘ต๐’ ๐’•๐’† ๐’”๐’Š๐’†๐’๐’•๐’‚๐’” ๐’Ž๐’‚๐’, ๐’”๐’๐’š ๐’–๐’๐’‚ ๐’‘๐’“๐’๐’”๐’•๐’Š๐’•๐’–๐’•๐’‚, ๐’†๐’๐’•๐’Š๐’†๐’๐’…๐’ ๐’Ž๐’Š ๐’๐’–๐’ˆ๐’‚๐’“ ๐’š ๐’๐’ ๐’•๐’†๐’Ž๐’‘๐’๐’“๐’‚๐’ ๐’’๐’–๐’† ๐’”๐’๐’š ๐’‘๐’‚๐’“๐’‚ ๐’•๐’๐’…๐’๐’”
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                     ๏ผฉ๏ผฎ๏ผณ๏ผฅ๏ผฒ๏ผด๏ผก   ๏ผญ๏ผฏ๏ผฎ๏ผฅ๏ผค๏ผก             
      (๏ผฐ๏ฝ’๏ฝ…๏ฝ“๏ฝ‰๏ฝ๏ฝŽ๏ฝ  l e e r p a r a ๏ผฉ๏ผฎ๏ผฉ๏ผฃ๏ผฉ๏ผก๏ผฒ โ–ท)             
    โ•šโ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•

    ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ‘ : ♥♥โ™กโ™กโ™ก  
    ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ’ : ♥♥♥♥♥  
    ๏ผฐ๏ฝ•๏ฝŽ๏ฝ”๏ฝ๏ฝ“ : 000๐Ÿž๐Ÿž๐Ÿž  
    ๏ผด๏ฝ‰๏ฝ…๏ฝ๏ฝ๏ฝ : ∞  
    ๏ผฃ๏ฝ’é๏ฝ„๏ฝ‰๏ฝ”๏ฝ๏ฝ“ : ∞

    โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘

    ๐•นoche fatídica: tres lunas descienden sobre la tierra,  
    su luz argéntea enciende en sus ojos un resplandor antinatural.  
    Algo despierta en ella. Algo prohibido.  
    Y en ese despertar surge
    la sed de un vínculo.  

    Es entonces cuando tú apareces.  
    ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ’.  
    Invitado sin buscarlo,  
    atado a su partida.  

    Tu vida aún intacta,  
    la suya ya rota.  
    Pero ambos atrapados en un mismo destino.  

    โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€

    ๏ผฃ๏ผก๏ผฒ๏ผง๏ผก๏ผฎ๏ผค๏ผฏ๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ  
    [โ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–‘] 93%

    โœฆ ๐”ผโ„โ„๐•†โ„ ๐”ป๐”ผ๐•‹๐”ผโ„‚๐•‹๐”ธ๐”ป๐•†  
    โœฆ โ„๐•–๐•’๐•๐•š๐••๐•’๐•• ๐•š๐•Ÿ๐•–๐•ค๐•ฅ๐•’๐•“๐•๐•–  
    โœฆ ๐•๐•š๐•Ÿ๐•”๐•ฆ๐•๐•  ๐•–๐•ค๐•ฅ๐•’๐•“๐•๐•–๐•”๐•š๐••๐• 

    โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€

    ¿๏ผฃ๏ผฏ๏ผฎ๏ผด๏ผฉ๏ผฎ๏ผต๏ผก๏ผฒ?   [ SÍ ]  

    โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€

    โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ  
    El eco de campanas rotas resuena en la oscuridad.  
    Cada repique marca el inicio de un destino irreversible.  

    โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€

    [โš ] A L G U I E N   T E   H A B L A  J U G A D O R 2 

    —¿Qué hacéis aquí๏ผŸDebéis irte ahora mismo... 
    โ•”โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•—                  ๏ผฉ๏ผฎ๏ผณ๏ผฅ๏ผฒ๏ผด๏ผก   ๏ผญ๏ผฏ๏ผฎ๏ผฅ๏ผค๏ผก                (๏ผฐ๏ฝ’๏ฝ…๏ฝ“๏ฝ‰๏ฝ๏ฝŽ๏ฝ  l e e r p a r a ๏ผฉ๏ผฎ๏ผฉ๏ผฃ๏ผฉ๏ผก๏ผฒ โ–ท)              โ•šโ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ•โ• ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ‘ : ♥♥โ™กโ™กโ™ก   ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ’ : ♥♥♥♥♥   ๏ผฐ๏ฝ•๏ฝŽ๏ฝ”๏ฝ๏ฝ“ : 000๐Ÿž๐Ÿž๐Ÿž   ๏ผด๏ฝ‰๏ฝ…๏ฝ๏ฝ๏ฝ : ∞   ๏ผฃ๏ฝ’é๏ฝ„๏ฝ‰๏ฝ”๏ฝ๏ฝ“ : ∞ โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘โ–‘ ๐•นoche fatídica: tres lunas descienden sobre la tierra,   su luz argéntea enciende en sus ojos un resplandor antinatural.   Algo despierta en ella. Algo prohibido.   Y en ese despertar surge la sed de un vínculo.   Es entonces cuando tú apareces.   ๏ผช๏ฝ•๏ฝ‡๏ฝ๏ฝ„๏ฝ๏ฝ’ ๏ผ’.   Invitado sin buscarlo,   atado a su partida.   Tu vida aún intacta,   la suya ya rota.   Pero ambos atrapados en un mismo destino.   โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€ ๏ผฃ๏ผก๏ผฒ๏ผง๏ผก๏ผฎ๏ผค๏ผฏ๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ   [โ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–ˆโ–‘] 93% โœฆ ๐”ผโ„โ„๐•†โ„ ๐”ป๐”ผ๐•‹๐”ผโ„‚๐•‹๐”ธ๐”ป๐•†   โœฆ โ„๐•–๐•’๐•๐•š๐••๐•’๐•• ๐•š๐•Ÿ๐•–๐•ค๐•ฅ๐•’๐•“๐•๐•–   โœฆ ๐•๐•š๐•Ÿ๐•”๐•ฆ๐•๐•  ๐•–๐•ค๐•ฅ๐•’๐•“๐•๐•–๐•”๐•š๐••๐•  โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€ ¿๏ผฃ๏ผฏ๏ผฎ๏ผด๏ผฉ๏ผฎ๏ผต๏ผก๏ผฒ?   [ SÍ ]   โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€ โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ โœฆ ๐”ป๐•†โ„•๏ผŽ๏ผŽ๏ผŽ   El eco de campanas rotas resuena en la oscuridad.   Cada repique marca el inicio de un destino irreversible.   โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€โ”€ [โš ] A L G U I E N   T E   H A B L A  J U G A D O R 2  —¿Qué hacéis aquí๏ผŸDebéis irte ahora mismo... 
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    ๐—ก๐—ผ ๐—ฝ๐—ฎ๐—ฟ๐—ฒ๐—ฐ๐—ฒ๐˜€ ๐˜€๐—ฒ๐—ฟ ๐—ฑ๐—ฒ ๐—น๐—ผ๐˜€ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—บ๐—ถ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ๐—ป, ๐—ฒ๐˜€ ๐˜‚๐—ป๐—ฎ ๐—ฝ๐—ฒ๐—ป๐—ฎ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ฝ๐˜‚๐—ฒ๐—ฑ๐—ฎ ๐—น๐—ฒ๐—ฒ๐—ฟ ๐˜๐˜‚ ๐—บ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ.





    ๐˜ ๐˜ข๐˜ฎ ๐˜ง๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ
    ๐˜ ๐˜ข๐˜ฎ ๐˜ง๐˜ข๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ
    ๐˜ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ท๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด๐˜ต ๐˜ช๐˜ต ๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ
    ๐—ก๐—ผ ๐—ฝ๐—ฎ๐—ฟ๐—ฒ๐—ฐ๐—ฒ๐˜€ ๐˜€๐—ฒ๐—ฟ ๐—ฑ๐—ฒ ๐—น๐—ผ๐˜€ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—บ๐—ถ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ๐—ป, ๐—ฒ๐˜€ ๐˜‚๐—ป๐—ฎ ๐—ฝ๐—ฒ๐—ป๐—ฎ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ฝ๐˜‚๐—ฒ๐—ฑ๐—ฎ ๐—น๐—ฒ๐—ฒ๐—ฟ ๐˜๐˜‚ ๐—บ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ. ๐˜ ๐˜ข๐˜ฎ ๐˜ง๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ ๐˜ข๐˜ฎ ๐˜ง๐˜ข๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ท๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ด๐˜ต ๐˜ช๐˜ต ๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ
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  • No otra vez...
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  • ๐ƒ๐„๐’๐๐„๐ƒ๐ˆ๐ƒ๐€๐’ ๐˜ ๐๐‘๐Ž๐Œ๐„๐’๐€๐’
    ๐„๐ง ๐ฅ๐š ๐ž๐ซ๐š ๐๐ž ๐ฅ๐จ๐ฌ ๐กé๐ซ๐จ๐ž๐ฌ ๐ฒ ๐ฆ๐จ๐ง๐ฌ๐ญ๐ซ๐ฎ๐จ๐ฌ

    El sonido de las flautas y los tambores retumbó en el bosque, entrelazándose con los rezos funerarios. Pero ella los escuchaba distantes, como ecos que pertenecían a otro mundo.

    โ”€โ”€โ”€โ”€Y ahora derramo estas libaciones para los ancestros y los espíritus guardianes de esta tierra... paz con la naturaleza... paz con los dioses.

    La madre del príncipe se acercó a la pira de madera y derramó el vino, la miel dorada y la gotas blancas de leche que oscurecieron la tierra húmeda al caer.

    Los dedos helados de Afro se cerraron con fuerza alrededor de la antorcha. Inspiró hondo el aire impregnado de neblina; los ojos le escocían y parpadeó varias veces, conteniendo las lágrimas.

    Todas las miradas se volvieron hacia ella. Había llegado la hora.

    Avanzó hacia la pira y el fuego de la antorcha se desató en llamas en la madera y las flores. Las flamas danzantes envolieron el cuerpo del príncipe en su cálido abrazo y lo consumieron. Ella se encogió detrás de su velo.

    Ella misma lo había preparado con cuidado como si temiera romperlo. Le vistió con la túnica que a él tanto le gustaba; la misma que llevó la noche en que escaparon del palacio real y se unieron a la celebración anual en la gran plaza, mezclándose con la multitud cómo dos ciudadanos comunes.

    Ahora las llamas devoraron ese recuerdo, junto a muchos otros: la primera vez que sus miradas se encontraron, su voz llamándola entre risas.

    El humo ascendía, y con él todo lo que vivieron se elevó hacia un lugar que ella no podía alcanzar.

    La urna con cenizas fue colocada frente a la estela con su nombre grabado en piedra. Ella permaneció de rodillas junto a esta, inmóvil, con el corazón destrozado y escuchando cómo los demás se alejaban rumbo al palacio.

    La madre del príncipe se detuvo a su lado. Con un gesto contenido, posó la mano sobre su hombro, tan cálida y familiar.

    โ”€โ”€โ”€โ”€Hija de la espuma y el cielo, su espíritu ha partido con honor. Esta tierra resguardará su nombre. Mientras el fuego de este reino permanezca encendido, él seguirá con nosotros.

    Entonces, inclinándose apenas hacia ella, su tono se suavizó.

    โ”€โ”€โ”€โ”€Él te amó y yo lo sé. Guárdalo y llévalo contigo. Porque ni las llamas, ni la muerte pueden arrebatárleto.

    El peso de su mano fue firme, a pesar del suave temblor que advirtió en su agarre. Luego se retiró en silencio, dejándole el espacio que ella necesitaba.

    Una sonrisa frágil asomó en los labios de Afro, entre la humedad de sus lágrimas.Tenue, pero sincera. Siempre había admirado eso de ella: incluso en la adversidad, se levantaba con la frente en alto. Con la espalda recta, los hombros firmes y esa mirada desafiando al mundo, con la fuerza de quién ha enfrentando mil batallas y era capaz de sostener el mundo sin vacilar.

    En ese instante, la diosa quiso beber de esa fortaleza.

    Los dedos de Afro rozaron la cerámica aún tibia. Eso... eso era lo único que quedaba del príncipe Anquises en el mundo.

    Apoyó su frente contra la estela y susurró plegarias sagradas que se mezclaron con el humo y la bruma. Con cuidado, colocó una corona de laurel y flores que ella misma había hecho y vertió una última libación de vino, dejando que el líquido humedeciera la piedra como un puente entre los vivos y los que ya no lo eran. Rozó la estela con un beso, un último beso de despedida, sellando su memoria en ese lugar.

    Cada paso que arrastraba, alejándola del bosque sagrado, se sentía tan irreal, un sueño del que no podía despertar. La procesión se desvanecía tras ella, entre cánticos apagados y el humo del incienso que se perdía en la neblina. El sendero de tierra cubierto de hojas la condujo de regreso al palacio, sus torres y murallas pálidas parecían más pesadas que nunca. Al cruzar sus puertas, el silencio se hizo más hondo que en el bosque.

    La ciudad estaba en luto por la pérdida de su príncipe. Ella lo estaba por algo más profundo: había perdido a quién había sido su confidente, su amigo, el hombre que la diosa había escogido. Con quién había compartido secretos, risas y sueños que ahora parecían evaporarse en el aire. Cada rincón del palacio, cada recuerdo que contenía en sus paredes, dolía como un eco que retumbaba sin parar.

    Se enjuagó las lágrimas con el puño y pese al dolor que la atravesaba, volvió a encarnar su papel de nodriza, el papel que el deber le exigía y que le ofreció un ancla en medio de la marea de la tormenta.

    Lo encontró sentado en las escaleras; el pequeño príncipe Eneas jugueteaba distraídamente con una figura de madera que tenía entre sus manos, balanceaba las piernas como si estuviera sumergido en el agua; un hábito que al observarlo, había aprendido que era su forma de manifestar nerviosismo.

    โ”€โ”€โ”€โ”€Hola, mi príncipe... –dijo ella suavemente, con una sonrisa tenue para diluir el luto– ¿Puedo acompañarte?

    Eneas levantó la vista. Sus ojos grandes y enrojecidos buscaron a su nodriza entre la bruma de las lágrimas. Por un instante vaciló y luego asintió con la cabeza, apoyando la figura de madera sobre el peldaño.

    โ”€โ”€โ”€โ”€Sí... me... me gustaría que te quedaras.

    Ella se sentó a su lado y juntos permanecieron en silencio, dejando que este se transformara en un refugio compartido. Eneas se abrazó a su cintura, rompiendo en llanto y la diosa acarició sus cabellos con suavidad, con ternura maternal.

    Por dentro, la pena la consumía como un fuego imposible de apagar, tentándola a ceder, a desbordarse. Pero por más que quisiera, no podía hacerlo. Debía mantenerse en su papel de nodriza. Debía mantenerse fuerte. Por Eneas. Por Anquises.

    Levantó la vista al brumoso cielo blanco fluorescente más allá de la ventana. En su pecho algo se mantuvo intacto: el recuerdo de Anquises y... esperanza. Ahora tenía una promesa que mantener, cuidar de su hijo. Por él, por ella, por ambos. Porque cuidar de su hijo, también era un acto de amor hacia su príncipe que partió.

    Mientras lo abrazaba, comprendió que proteger a Eneas, enseñarle, sostenerlo y estar para él en los momentos de dolor, era honrar la memoria de Anquises.

    La diosa del amor acompañó a su hijo, sin palabras. No las necesitaban.

    Mientras lo sostenía en sus brazos, sintió que la esperanza permanecía firme y luminosa. Un hilo invisible que unía el pasado, el presente y todo lo que aún estaba por venir.

    Afro sonrió.

    Tenía esperanza.
    ๐ƒ๐„๐’๐๐„๐ƒ๐ˆ๐ƒ๐€๐’ ๐˜ ๐๐‘๐Ž๐Œ๐„๐’๐€๐’ ๐ŸŒธ ๐„๐ง ๐ฅ๐š ๐ž๐ซ๐š ๐๐ž ๐ฅ๐จ๐ฌ ๐กé๐ซ๐จ๐ž๐ฌ ๐ฒ ๐ฆ๐จ๐ง๐ฌ๐ญ๐ซ๐ฎ๐จ๐ฌ El sonido de las flautas y los tambores retumbó en el bosque, entrelazándose con los rezos funerarios. Pero ella los escuchaba distantes, como ecos que pertenecían a otro mundo. โ”€โ”€โ”€โ”€Y ahora derramo estas libaciones para los ancestros y los espíritus guardianes de esta tierra... paz con la naturaleza... paz con los dioses. La madre del príncipe se acercó a la pira de madera y derramó el vino, la miel dorada y la gotas blancas de leche que oscurecieron la tierra húmeda al caer. Los dedos helados de Afro se cerraron con fuerza alrededor de la antorcha. Inspiró hondo el aire impregnado de neblina; los ojos le escocían y parpadeó varias veces, conteniendo las lágrimas. Todas las miradas se volvieron hacia ella. Había llegado la hora. Avanzó hacia la pira y el fuego de la antorcha se desató en llamas en la madera y las flores. Las flamas danzantes envolieron el cuerpo del príncipe en su cálido abrazo y lo consumieron. Ella se encogió detrás de su velo. Ella misma lo había preparado con cuidado como si temiera romperlo. Le vistió con la túnica que a él tanto le gustaba; la misma que llevó la noche en que escaparon del palacio real y se unieron a la celebración anual en la gran plaza, mezclándose con la multitud cómo dos ciudadanos comunes. Ahora las llamas devoraron ese recuerdo, junto a muchos otros: la primera vez que sus miradas se encontraron, su voz llamándola entre risas. El humo ascendía, y con él todo lo que vivieron se elevó hacia un lugar que ella no podía alcanzar. La urna con cenizas fue colocada frente a la estela con su nombre grabado en piedra. Ella permaneció de rodillas junto a esta, inmóvil, con el corazón destrozado y escuchando cómo los demás se alejaban rumbo al palacio. La madre del príncipe se detuvo a su lado. Con un gesto contenido, posó la mano sobre su hombro, tan cálida y familiar. โ”€โ”€โ”€โ”€Hija de la espuma y el cielo, su espíritu ha partido con honor. Esta tierra resguardará su nombre. Mientras el fuego de este reino permanezca encendido, él seguirá con nosotros. Entonces, inclinándose apenas hacia ella, su tono se suavizó. โ”€โ”€โ”€โ”€Él te amó y yo lo sé. Guárdalo y llévalo contigo. Porque ni las llamas, ni la muerte pueden arrebatárleto. El peso de su mano fue firme, a pesar del suave temblor que advirtió en su agarre. Luego se retiró en silencio, dejándole el espacio que ella necesitaba. Una sonrisa frágil asomó en los labios de Afro, entre la humedad de sus lágrimas.Tenue, pero sincera. Siempre había admirado eso de ella: incluso en la adversidad, se levantaba con la frente en alto. Con la espalda recta, los hombros firmes y esa mirada desafiando al mundo, con la fuerza de quién ha enfrentando mil batallas y era capaz de sostener el mundo sin vacilar. En ese instante, la diosa quiso beber de esa fortaleza. Los dedos de Afro rozaron la cerámica aún tibia. Eso... eso era lo único que quedaba del príncipe Anquises en el mundo. Apoyó su frente contra la estela y susurró plegarias sagradas que se mezclaron con el humo y la bruma. Con cuidado, colocó una corona de laurel y flores que ella misma había hecho y vertió una última libación de vino, dejando que el líquido humedeciera la piedra como un puente entre los vivos y los que ya no lo eran. Rozó la estela con un beso, un último beso de despedida, sellando su memoria en ese lugar. Cada paso que arrastraba, alejándola del bosque sagrado, se sentía tan irreal, un sueño del que no podía despertar. La procesión se desvanecía tras ella, entre cánticos apagados y el humo del incienso que se perdía en la neblina. El sendero de tierra cubierto de hojas la condujo de regreso al palacio, sus torres y murallas pálidas parecían más pesadas que nunca. Al cruzar sus puertas, el silencio se hizo más hondo que en el bosque. La ciudad estaba en luto por la pérdida de su príncipe. Ella lo estaba por algo más profundo: había perdido a quién había sido su confidente, su amigo, el hombre que la diosa había escogido. Con quién había compartido secretos, risas y sueños que ahora parecían evaporarse en el aire. Cada rincón del palacio, cada recuerdo que contenía en sus paredes, dolía como un eco que retumbaba sin parar. Se enjuagó las lágrimas con el puño y pese al dolor que la atravesaba, volvió a encarnar su papel de nodriza, el papel que el deber le exigía y que le ofreció un ancla en medio de la marea de la tormenta. Lo encontró sentado en las escaleras; el pequeño príncipe Eneas jugueteaba distraídamente con una figura de madera que tenía entre sus manos, balanceaba las piernas como si estuviera sumergido en el agua; un hábito que al observarlo, había aprendido que era su forma de manifestar nerviosismo. โ”€โ”€โ”€โ”€Hola, mi príncipe... –dijo ella suavemente, con una sonrisa tenue para diluir el luto– ¿Puedo acompañarte? Eneas levantó la vista. Sus ojos grandes y enrojecidos buscaron a su nodriza entre la bruma de las lágrimas. Por un instante vaciló y luego asintió con la cabeza, apoyando la figura de madera sobre el peldaño. โ”€โ”€โ”€โ”€Sí... me... me gustaría que te quedaras. Ella se sentó a su lado y juntos permanecieron en silencio, dejando que este se transformara en un refugio compartido. Eneas se abrazó a su cintura, rompiendo en llanto y la diosa acarició sus cabellos con suavidad, con ternura maternal. Por dentro, la pena la consumía como un fuego imposible de apagar, tentándola a ceder, a desbordarse. Pero por más que quisiera, no podía hacerlo. Debía mantenerse en su papel de nodriza. Debía mantenerse fuerte. Por Eneas. Por Anquises. Levantó la vista al brumoso cielo blanco fluorescente más allá de la ventana. En su pecho algo se mantuvo intacto: el recuerdo de Anquises y... esperanza. Ahora tenía una promesa que mantener, cuidar de su hijo. Por él, por ella, por ambos. Porque cuidar de su hijo, también era un acto de amor hacia su príncipe que partió. Mientras lo abrazaba, comprendió que proteger a Eneas, enseñarle, sostenerlo y estar para él en los momentos de dolor, era honrar la memoria de Anquises. La diosa del amor acompañó a su hijo, sin palabras. No las necesitaban. Mientras lo sostenía en sus brazos, sintió que la esperanza permanecía firme y luminosa. Un hilo invisible que unía el pasado, el presente y todo lo que aún estaba por venir. Afro sonrió. Tenía esperanza.
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  • ๐”ช๐”ฆ ๐”ฅ๐”ข๐”ฏ๐”ช๐”ž๐”ซ๐”ž ๐”ฐ๐”ฌ๐”ฉ๐”ฆ๐”ž ๐”ก๐”ข๐” ๐”ฆ๐”ฏ ๐”ฎ๐”ฒ๐”ข ๐”ญ๐”ž๐”ฏ๐”ž ๐”ฐ๐”ข๐”ก๐”ฒ๐” ๐”ฆ๐”ฏ ๐”ž ๐”ž๐”ฉ๐”ค๐”ฒ๐”ฆ๐”ข๐”ซ, ๐”Ÿ๐”ž๐”ฐ๐”ฑ๐”ž ๐”ฒ๐”ซ๐”ž ๐”ช๐”ฆ๐”ฏ๐”ž๐”ก๐”ž ๐”ญ๐”ข๐”ฏ๐”ฌ ๐”ช๐”ข ๐”ค๐”ฒ๐”ฐ๐”ฑ๐”ž ๐”ž๐”ค๐”ฏ๐”ข๐”ค๐”ž๐”ฏ ๐”ฒ๐”ซ ๐”ญ๐”ฌ๐” ๐”ฌ ๐”ก๐”ข ๐” ๐”ฌ๐”ฉ๐”ฌ๐”ฏ

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  • โ ๐˜›๐˜ฉ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜น๐˜ค๐˜ช๐˜ต๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต ๐˜ฐ๐˜ง ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ต๐˜ฆ๐˜ด ๐˜บ๐˜ฐ๐˜ถ๐˜ต๐˜ฉ ๐˜ง๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฎ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ฅ ๐˜ข๐˜จ๐˜ฆ. ๐˜ˆ๐˜ด ๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ข๐˜ด ๐˜บ๐˜ฐ๐˜ถ'๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ, ๐˜บ๐˜ฐ๐˜ถ'๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ต ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ฅ. โž โ”€โ”€โ”€โ”€ ๐ฝ๐‘ข๐‘ ๐‘ก ๐‘Ž ๐‘โ„Ž๐‘Ÿ๐‘Ž๐‘ ๐‘’ ๐‘๐‘œ๐‘š๐‘–๐‘›๐‘” ๐‘“๐‘Ÿ๐‘œ๐‘š ๐‘Ž ๐‘™๐‘œ๐‘›๐‘’๐‘™๐‘ฆ ๐‘œ๐‘™๐‘‘ ๐‘š๐‘Ž๐‘›.

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  • ๐€๐ ๐ซ๐ž๐ž๐ฆ๐ž๐ง๐ญ๐ฌ & ๐“๐ž๐ซ๐ฆ๐ฌ ๐จ๐Ÿ ๐‚๐จ๐ง๐๐ข๐ญ๐ข๐จ๐ง๐ฌ | ๐•ป๐–—๐–”๐–‘๐–”๐–Œ๐–š๐–Š — ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ’]

    Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio.

    Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él.

    ๐˜๐Ÿฃ : โ ๐˜”๐˜ช๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฎá๐˜ด ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข. ๐˜‹๐˜ฆ๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ณí๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ญ๐˜ฐ, ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ท๐˜ช๐˜ณá ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข. โž

    Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero.

    ๐˜๐Ÿค : โ ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ฐ, ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ฆ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ง๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฐ. ๐˜š๐˜ช ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ถ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ป, ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณá. โž

    Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello.

    Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro.

    El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada.

    ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ๐˜ˆ๐˜ญ ๐˜ง๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜ด๐˜ถ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฐ á๐˜ฏ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ค๐˜ขí๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ญ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ถ๐˜ค๐˜ข๐˜ค๐˜ชó๐˜ฏ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ฆí๐˜ข ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ด. โž

    Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno.

    ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ๐˜”๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช ๐˜๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ท. ๐˜š๐˜ฐ๐˜บ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ญí๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜จ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ช๐˜ป๐˜ข๐˜ค๐˜ชó๐˜ฏ ๐˜บ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ต๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณá ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ณ. . . ๐˜šé ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ชé๐˜ฏ ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜š๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ช๐˜ข๐˜จ๐˜ฐ. ๐˜›๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ง๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณé ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ต๐˜ถ๐˜ณ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข. โž

    La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo.

    ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ¡๐˜”๐˜ถ๐˜บ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ! ๐˜๐˜ฆ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ง๐˜ฆ๐˜ค๐˜ต๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ. ๐˜ˆ๐˜ฉ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí, ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ค๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฐ. ๐˜Œ๐˜ฏ ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ด, ๐˜ง๐˜ช๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ข ๐˜ด๐˜ข๐˜ฏ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ. ๐˜๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฑ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ด ๐˜ตé๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜บ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜จ๐˜ถ๐˜ช๐˜ณ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข. . . ๐˜  ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ต๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ชé๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ถ๐˜ต๐˜ช๐˜ญ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ. โž

    Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa.

    Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
    ๐€๐ ๐ซ๐ž๐ž๐ฆ๐ž๐ง๐ญ๐ฌ & ๐“๐ž๐ซ๐ฆ๐ฌ ๐จ๐Ÿ ๐‚๐จ๐ง๐๐ข๐ญ๐ข๐จ๐ง๐ฌ | ๐•ป๐–—๐–”๐–‘๐–”๐–Œ๐–š๐–Š — ๐•ฎ๐–๐–†๐–•๐–™๐–Š๐–— [๐Ÿ’] Era horas decisivas, el poder ya había tomado la decisión de proceder con el argentino que ya se encontraba en deplorables condiciones de por sí. Ya no había nada, ni sueños que cumplir, ni una felicidad por lograr. Solo era sufrimiento y ahora : Un acuerdo de por medio. Yacía desmayado debido a los golpes, atado a una silla y de su cabeza aún dejando un gran rastro de su líquido vital. Varios hombres con armamento calibre pesado rodeaban lo que quedaba de él. ๐˜๐Ÿฃ : โ ๐˜”๐˜ช๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฎá๐˜ด ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข. ๐˜‹๐˜ฆ๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ณí๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ญ๐˜ฐ, ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ท๐˜ช๐˜ณá ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข. โž Esas palabras alcanzaban a oírse por parte de los hombres que apunto con su rifle a la cabeza de Santiago, pero, fue detenido por su compañero. ๐˜๐Ÿค : โ ๐˜—๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ฐ, ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ฆ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ง๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฐ. ๐˜š๐˜ช ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ถ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ป, ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ณá. โž Sergei era el jefe de esa mafia y organización criminal. Quería unir al joven Santiago teniendo en cuenta su condición y estancia. Se rumoreaba plenamente sobre el ángel caído pero no se tenía registro de ello. Sergei entró en escena. Un hombre alto, ruso y con un puesto como diputado en el gobierno mediante a la corrupción, tráfico de drogas y personas. Al hacer acto de presencia solo hubo un silencio prematuro en la sala donde sacó una Desert Eagle bañada en oro de su guantera y le disparo a Santiago ahora en el hombro. El impacto y el sonido hicieron que este mismo recobrará la conciencia abriendo sus ojos plenamente y dejando escapar un quejido por lo bajo y las gotas de sangre cayendo de la zona afectada. ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ๐˜ˆ๐˜ญ ๐˜ง๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜ด๐˜ถ๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฐ á๐˜ฏ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ค๐˜ขí๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ญ๐˜ข ๐˜ฆ๐˜ฅ๐˜ถ๐˜ค๐˜ข๐˜ค๐˜ชó๐˜ฏ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ช ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ฆí๐˜ข ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ด. โž Se acercó unos pasos más y tomó del cuello al argentino apretando con fuerza en esa zona y obstruyendole el oxígeno. ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ๐˜”๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ณ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช ๐˜๐˜ท๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ท. ๐˜š๐˜ฐ๐˜บ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ญí๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜จ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ช๐˜ป๐˜ข๐˜ค๐˜ชó๐˜ฏ ๐˜บ ๐˜ถ๐˜ฏ ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฑ๐˜ถ๐˜ต๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณá ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ณ. . . ๐˜šé ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ชé๐˜ฏ ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ, ๐˜š๐˜ข๐˜ฏ๐˜ต๐˜ช๐˜ข๐˜จ๐˜ฐ. ๐˜›๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ข ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ฐ๐˜ณ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ง๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฎ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ด๐˜ฆ ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณé ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ต๐˜ถ๐˜ณ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ป๐˜ข. โž La vista del joven se nublaba, no tenía otra opción en ese entonces más que solo asentir con la cabeza con la poca energía que le quedaba ante la propuesta. Será otro estilo de vida, pero a que costo. ๐˜š๐˜ฆ๐˜ณ๐˜จ๐˜ฆ๐˜ช : โ ¡๐˜”๐˜ถ๐˜บ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ! ๐˜๐˜ฆ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ง๐˜ฆ๐˜ค๐˜ต๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ. ๐˜ˆ๐˜ฉ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ข ๐˜ต๐˜ณ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ซ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฑ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข ๐˜ฎí, ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฐ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ข๐˜ค๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฐ. ๐˜Œ๐˜ฏ ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ด, ๐˜ง๐˜ช๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณá๐˜ด ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ฐ ๐˜บ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ถ ๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฐ๐˜ฑ๐˜ช๐˜ข ๐˜ด๐˜ข๐˜ฏ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ. ๐˜๐˜ข๐˜ด ๐˜ข ๐˜ข๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฑ๐˜ต๐˜ข๐˜ณ ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ด ๐˜ตé๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜บ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ด๐˜ฆ๐˜จ๐˜ถ๐˜ช๐˜ณ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข. . . ๐˜  ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ณ ๐˜ต๐˜ข๐˜ฎ๐˜ฃ๐˜ชé๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ช ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ด๐˜ฆ๐˜ณá๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ถ๐˜ต๐˜ช๐˜ญ๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ฅ. โž Sergei lo suelta en ese entonces y ordena a los hombres a desatarlo, colocarle ropa decente y llevarlo a su despacho finalizando todo. Proceden a esto mismo quitándole la ropa desgastada y vestirlo comenzando con unos zapatos, pantalones y una camisa. Lo ayudaron a ponerse de pie, pero, la sangre no paraba de caer y apenas podía mantenerse con equilibrio. Otra sentencia más para su patética vida.
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