• ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos.

    Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila.

    ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino.

    ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez.
    ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos.

    La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789.
    ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible.

    Demasiado. Ha sido demasiado.

    Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias.
    ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar.

    ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare.

    Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​

    Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas

    ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma.

    Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos. Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila. ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino. ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez. ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos. La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789. ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible. Demasiado. Ha sido demasiado. Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias. ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar. ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare. Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​ Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma. Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
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  • Nació en algún lugar y época que ni ella misma recuerda con certeza. Dice que fue durante una guerra europea, cuando la muerte era el idioma de todos. Calista era comandante de una unidad de reconocimiento, una estratega brillante.

    Pero la inteligencia no sirvió de nada; en el caos de una batalla fue herida mortalmente. Mientras yacía en el barro, con el humo y los gritos devorando el campo, una figura se acercó. No era un enemigo, sino la Muerte misma.

    En el limbo, escuchó el tic tac de un reloj.

    Nació en algún lugar y época que ni ella misma recuerda con certeza. Dice que fue durante una guerra europea, cuando la muerte era el idioma de todos. Calista era comandante de una unidad de reconocimiento, una estratega brillante. Pero la inteligencia no sirvió de nada; en el caos de una batalla fue herida mortalmente. Mientras yacía en el barro, con el humo y los gritos devorando el campo, una figura se acercó. No era un enemigo, sino la Muerte misma. En el limbo, escuchó el tic tac de un reloj.
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  • La soledad era la mejor amante de todas.

    La época, el clima, las festividades.
    Todo parece diseñado para compartirse.
    El aire huele a café, a pan caliente, a conversaciones ajenas.
    Las luces titilan sobre las calles, los escaparates se llenan de adornos,
    y la ciudad se disfraza de alegría para no revelar lo cansada que está.

    Antes, yo también formaba parte de esa ilusión.
    Recuerdo haber caminado de su mano, buscando algún lugar tranquilo donde el silencio no pesara.
    Me gustaba observarla elegir el postre, discutir sobre trivialidades,
    esas pequeñas costumbres que uno solo entiende cuando ya no las tiene.

    Ahora camino solo.
    No porque me haya propuesto ser libre, sino porque ya no queda nadie que camine conmigo.
    Los restaurantes siguen abiertos, las calles siguen siendo las mismas,
    pero la comida ha perdido su gusto, y las luces me parecen demasiado brillantes.
    Aun así, no me quejo.
    El mundo nunca prometió compañía, y la soledad, con el tiempo, aprendió a ser suficiente.

    He descubierto que la soledad es una amante precisa:
    no exige nada, no pregunta, no reprocha.
    Se sienta junto a mí cuando escribo, respira despacio,
    me observa sin juzgar y espera a que termine cada párrafo para recordarme que sigo aquí,
    aunque no haya nadie más.

    A veces pienso en salir, en comprar boletos para algún evento,
    pero al final los regalo.
    No porque desprecie la vida afuera, sino porque hay algo honestamente bello en no fingir interés.
    La soledad tiene esa virtud: te enseña a dejar de mentirle al mundo.

    Y quizás eso sea lo más cercano al amor verdadero que me queda.
    Un silencio compartido conmigo mismo,
    sin promesas, sin expectativas, sin necesidad de entender nada.
    Solo la certeza de que, después de todo,
    nadie me ha conocido tan bien como ella.
    La soledad era la mejor amante de todas. La época, el clima, las festividades. Todo parece diseñado para compartirse. El aire huele a café, a pan caliente, a conversaciones ajenas. Las luces titilan sobre las calles, los escaparates se llenan de adornos, y la ciudad se disfraza de alegría para no revelar lo cansada que está. Antes, yo también formaba parte de esa ilusión. Recuerdo haber caminado de su mano, buscando algún lugar tranquilo donde el silencio no pesara. Me gustaba observarla elegir el postre, discutir sobre trivialidades, esas pequeñas costumbres que uno solo entiende cuando ya no las tiene. Ahora camino solo. No porque me haya propuesto ser libre, sino porque ya no queda nadie que camine conmigo. Los restaurantes siguen abiertos, las calles siguen siendo las mismas, pero la comida ha perdido su gusto, y las luces me parecen demasiado brillantes. Aun así, no me quejo. El mundo nunca prometió compañía, y la soledad, con el tiempo, aprendió a ser suficiente. He descubierto que la soledad es una amante precisa: no exige nada, no pregunta, no reprocha. Se sienta junto a mí cuando escribo, respira despacio, me observa sin juzgar y espera a que termine cada párrafo para recordarme que sigo aquí, aunque no haya nadie más. A veces pienso en salir, en comprar boletos para algún evento, pero al final los regalo. No porque desprecie la vida afuera, sino porque hay algo honestamente bello en no fingir interés. La soledad tiene esa virtud: te enseña a dejar de mentirle al mundo. Y quizás eso sea lo más cercano al amor verdadero que me queda. Un silencio compartido conmigo mismo, sin promesas, sin expectativas, sin necesidad de entender nada. Solo la certeza de que, después de todo, nadie me ha conocido tan bien como ella.
    Me entristece
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  • Desde otro punto de vista
    Fandom Criminal Minds (Mentes Criminales)
    Categoría Acción
    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⎤⎤⎤⃟ 𝑛𝑒𝑤
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐬𝐭𝐚𝐫𝐭𝐞𝐫
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤSean Wesson

    Cuando el equipo B de la UAC regresó de Pensacola eran pasadas las nueve y media de la noche. Casi al mismo tiempo que regresaba el equipo de Hotchner. Un hito para recordar, pues no solían coincidir nada más que algunas mañanas en horario de oficina… Y la realidad era que todos se llevaban bastante bien. Lauren solía quedar a menudo con Prentiss, JJ y García. Wesson salía a entrenar con Derek Morgan de tanto en tanto. Y se había ofrecido a ayudar a Dave Rossi con la reconstrucción de uno de sus coches de época, además de debatir sobre cualquier cosa con Spencer Reid.

    La conversacion se había tornado tan animada entre los equipos de camino al ascensor para subir a la planta de su departamento donde poder recoger sus efectos personales en la oficina y marcharse a casa que, cuando Dave Rossi había propuesto ir a tomar una copa a uno de los establecimientos de confianza del equipo, nadie pudo negarse. Bueno, nadie salvo JT. Ese hombre vivía por y para el trabajo y declinó la oferta poniendo una excusa demasiado pobre que nadie se creyó. Lauren no recordaba haberlo visto divertirse. Nunca. Nunca en los tres años que hacía que trabajaban juntos. Conocía su trágica historia, por supuesto. Pero era muy triste y casi desolador ver como parecía haber dejado toda su existencia en pausa. Jack solamente vivía para el trabajo…

    Aunque Lauren no hizo nada por invitarle a ir con ellos, ya que sabía la respuesta que obtendría, sí que esa pequeña espina se quedó clavada en ella de un modo algo molesto. Y, si bien no pensó en ello en toda la velada que pasó con sus amigos y compañeros de trabajo, ya que estuvo demasiado ocupada bailando con Wesson y las chicas del equipo de Hotch, sí se atrevió a verbalizarlo cuando entró en su casa.

    -Deberíamos insistirle más para que saliera con nosotros, ¿no te parece? -preguntó quitándose los tacones y dejándolos a un lado del sofá- Quiero decir… parece que vive como un ermitaño.

    Se giró hacia su compañero, Sean Wesson y su rostro fue iluminado por una enorme sonrisa.

    -Debería empezar a traer mi ropa a esta casa poco a poco, ¿no te parece? Prácticamente parece que vivo aquí -rio y alargó una mano para agarrar a Sean por la camisa y acercarlo a ella- Ven aquí…- dijo, y no estaba muy segura de haberlo terminado la frase antes de fundirse en un cálido beso con él. Por supuesto ese era el primer beso que le daba desde la mañana. Por supuesto nadie en la oficina sabía nada de su affaire romántico con Wesson. Por supuesto que este había empezado casi tres años atrás.
    ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⎤⎤⎤⃟ 𝑛𝑒𝑤 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝐬𝐭𝐚𝐫𝐭𝐞𝐫 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[WESS0N] Cuando el equipo B de la UAC regresó de Pensacola eran pasadas las nueve y media de la noche. Casi al mismo tiempo que regresaba el equipo de Hotchner. Un hito para recordar, pues no solían coincidir nada más que algunas mañanas en horario de oficina… Y la realidad era que todos se llevaban bastante bien. Lauren solía quedar a menudo con Prentiss, JJ y García. Wesson salía a entrenar con Derek Morgan de tanto en tanto. Y se había ofrecido a ayudar a Dave Rossi con la reconstrucción de uno de sus coches de época, además de debatir sobre cualquier cosa con Spencer Reid. La conversacion se había tornado tan animada entre los equipos de camino al ascensor para subir a la planta de su departamento donde poder recoger sus efectos personales en la oficina y marcharse a casa que, cuando Dave Rossi había propuesto ir a tomar una copa a uno de los establecimientos de confianza del equipo, nadie pudo negarse. Bueno, nadie salvo JT. Ese hombre vivía por y para el trabajo y declinó la oferta poniendo una excusa demasiado pobre que nadie se creyó. Lauren no recordaba haberlo visto divertirse. Nunca. Nunca en los tres años que hacía que trabajaban juntos. Conocía su trágica historia, por supuesto. Pero era muy triste y casi desolador ver como parecía haber dejado toda su existencia en pausa. Jack solamente vivía para el trabajo… Aunque Lauren no hizo nada por invitarle a ir con ellos, ya que sabía la respuesta que obtendría, sí que esa pequeña espina se quedó clavada en ella de un modo algo molesto. Y, si bien no pensó en ello en toda la velada que pasó con sus amigos y compañeros de trabajo, ya que estuvo demasiado ocupada bailando con Wesson y las chicas del equipo de Hotch, sí se atrevió a verbalizarlo cuando entró en su casa. -Deberíamos insistirle más para que saliera con nosotros, ¿no te parece? -preguntó quitándose los tacones y dejándolos a un lado del sofá- Quiero decir… parece que vive como un ermitaño. Se giró hacia su compañero, Sean Wesson y su rostro fue iluminado por una enorme sonrisa. -Debería empezar a traer mi ropa a esta casa poco a poco, ¿no te parece? Prácticamente parece que vivo aquí -rio y alargó una mano para agarrar a Sean por la camisa y acercarlo a ella- Ven aquí…- dijo, y no estaba muy segura de haberlo terminado la frase antes de fundirse en un cálido beso con él. Por supuesto ese era el primer beso que le daba desde la mañana. Por supuesto nadie en la oficina sabía nada de su affaire romántico con Wesson. Por supuesto que este había empezado casi tres años atrás.
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  • "Han pasado veinte ciclos desde aquel suceso que aún tiembla en la médula del tiempo, veinte giros de un sol que parece más viejo y más doliente con cada amanecer, veinte respiraciones del mundo en cuyo pulso se entrelazan las memorias de los caídos. Sobre mis hombros recayó el peso del deber compartido, ese yugo invisible que arde como hierro sobre la carne del alma, marcado por la ausencia de mis hermanos, aquellos que abrazaron el frío eterno con la resignación de un cometa que se entrega al vacío, besando con su luz moribunda la superficie de un planeta que apenas osa exhalar su primer suspiro.

    Veinte largos ciclos... y aún ellos, los espectros del deber, no se detienen. Jamás lo harán. Y en esa perpetuidad funesta se justifica mi presencia, mi condena y mi propósito: detener aquello que los hombres, al mirar, son incapaces de comprender antes de ser devorados por las fauces abisales de las blasfemias vivientes. Seres cuyo origen se enreda en los hilos que los dioses, crueles artesanos, tejieron sobre los cadáveres de estrellas putrefactas, deleitándose en su propia creación como niños que juegan con las sombras de un fuego que no entienden. Pensaron, en su arrogancia, que sus engendros jamás se alzarían contra ellos; pero el eco del sufrimiento también aprende a respirar.

    Ahora esas criaturas respiran, y su hálito pestilente se esparce más allá del circo moribundo donde fueron gestadas. Se revuelven en la carne de los hombres, reclamando su libertad con el aliento de los condenados. Y, como ironía de las divinidades, su quietud sólo encuentra reposo en el filo de mi espada, en la responsabilidad que me fue otorgada como una sentencia, no como un honor. Pues allí, donde ninguna lengua osa pronunciar nombre, debo recorrer los senderos olvidados por los bardos, caminos que duermen bajo siglos de silencio y sangre. En esos parajes prohibidos, las palabras se derriten como cera, y la fe se pudre en los labios de los más devotos del Sagrado Cónclave de la Llama Inmaculada, cuyos clérigos hierven su alma en rezos estériles, clamando por una paz que ellos mismos negaron al crear monstruos con las manos ensangrentadas de su dios.

    Hipócritas... todos ellos.

    Y sin embargo, aquí me encuentro. Tras escuchar, entre los ecos apagados de una taberna olvidada, el rumor de una entidad que acecha en las entrañas de una vieja taiga donde el invierno sepulta los secretos de épocas que ya nadie recuerda. Allí, donde los árboles se inclinan como testigos petrificados ante el peso de las historias no contadas. Aquí estoy, tras haber visto cómo las espadas yacen clavadas en la tierra, cual rosas fúnebres nacidas del hierro y la desesperación, entrelazadas en los brazos de los árboles que ya las reclamaron como parte de su osario natural. Las armaduras, desprovistas de propósito, se erigen ahora como tumbas sin nombre de quienes osaron caminar más allá del límite de la razón: valientes, insensatos, o simplemente avariciosos... todos unidos por el mismo destino.

    Y aquí permanezco, comprendiendo lo que ellos no alcanzaron a entender: que, en ocasiones, el monstruo no se elige. Se esculpe, poco a poco, en el silencio de la culpa, en el frío que persiste incluso cuando el fuego se extingue. Que a veces... uno no decide ser un monstruo; simplemente se despierta un día y descubre que el reflejo en la oscuridad lo ha estado observando desde siempre."
    "Han pasado veinte ciclos desde aquel suceso que aún tiembla en la médula del tiempo, veinte giros de un sol que parece más viejo y más doliente con cada amanecer, veinte respiraciones del mundo en cuyo pulso se entrelazan las memorias de los caídos. Sobre mis hombros recayó el peso del deber compartido, ese yugo invisible que arde como hierro sobre la carne del alma, marcado por la ausencia de mis hermanos, aquellos que abrazaron el frío eterno con la resignación de un cometa que se entrega al vacío, besando con su luz moribunda la superficie de un planeta que apenas osa exhalar su primer suspiro. Veinte largos ciclos... y aún ellos, los espectros del deber, no se detienen. Jamás lo harán. Y en esa perpetuidad funesta se justifica mi presencia, mi condena y mi propósito: detener aquello que los hombres, al mirar, son incapaces de comprender antes de ser devorados por las fauces abisales de las blasfemias vivientes. Seres cuyo origen se enreda en los hilos que los dioses, crueles artesanos, tejieron sobre los cadáveres de estrellas putrefactas, deleitándose en su propia creación como niños que juegan con las sombras de un fuego que no entienden. Pensaron, en su arrogancia, que sus engendros jamás se alzarían contra ellos; pero el eco del sufrimiento también aprende a respirar. Ahora esas criaturas respiran, y su hálito pestilente se esparce más allá del circo moribundo donde fueron gestadas. Se revuelven en la carne de los hombres, reclamando su libertad con el aliento de los condenados. Y, como ironía de las divinidades, su quietud sólo encuentra reposo en el filo de mi espada, en la responsabilidad que me fue otorgada como una sentencia, no como un honor. Pues allí, donde ninguna lengua osa pronunciar nombre, debo recorrer los senderos olvidados por los bardos, caminos que duermen bajo siglos de silencio y sangre. En esos parajes prohibidos, las palabras se derriten como cera, y la fe se pudre en los labios de los más devotos del Sagrado Cónclave de la Llama Inmaculada, cuyos clérigos hierven su alma en rezos estériles, clamando por una paz que ellos mismos negaron al crear monstruos con las manos ensangrentadas de su dios. Hipócritas... todos ellos. Y sin embargo, aquí me encuentro. Tras escuchar, entre los ecos apagados de una taberna olvidada, el rumor de una entidad que acecha en las entrañas de una vieja taiga donde el invierno sepulta los secretos de épocas que ya nadie recuerda. Allí, donde los árboles se inclinan como testigos petrificados ante el peso de las historias no contadas. Aquí estoy, tras haber visto cómo las espadas yacen clavadas en la tierra, cual rosas fúnebres nacidas del hierro y la desesperación, entrelazadas en los brazos de los árboles que ya las reclamaron como parte de su osario natural. Las armaduras, desprovistas de propósito, se erigen ahora como tumbas sin nombre de quienes osaron caminar más allá del límite de la razón: valientes, insensatos, o simplemente avariciosos... todos unidos por el mismo destino. Y aquí permanezco, comprendiendo lo que ellos no alcanzaron a entender: que, en ocasiones, el monstruo no se elige. Se esculpe, poco a poco, en el silencio de la culpa, en el frío que persiste incluso cuando el fuego se extingue. Que a veces... uno no decide ser un monstruo; simplemente se despierta un día y descubre que el reflejo en la oscuridad lo ha estado observando desde siempre."
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  • ¿Puede que llegue mi época favorita del año?
    Puede.
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  • Chopin: Piano Concerto No. 1 e-minor

    Siempre que tocaba una presentación con sus alumnos de la orquesta estaba bastante relajado, confiaba mucho en sus estudiantes como para sentirse preocupado como director. Además, tener el control dirigiendo la orquesta le daba la suficiente calma para abordar el recital. Tenía una rutina, hacia un ensayo general dos días antes para pulir los pequeños errores, el día siguiente escoge una prenda que usaría si el mismo estuviera en la orquesta como músico y no como director, y luego la noche antes les manda muchos mensajes alentadores a los participantes, como la persona nerviosa que era, no quería permitirse que alguno de los que estaba guiando se sintieran como él durante su camino por la academia de música.

    Era lamentable que esta vez las cosas fueran por completo distintas, una colega en la academia le aviso con tres días de anticipación que su pianista estaba dispuesto para su orquesta, le pidió con tanta urgencia que por favor fuera él quien tocara el piano que se sintió algo mal de rechazar, no le gustaban los contratiempos, o las sorpresas que rompieran con su tranquilidad, estuvo los siguientes días practicando de forma casi obsesiva las piezas que recordaba a medias de la universidad, y para cuando llegó el momento en el que quería escoger una prenda de ropa que le hiciera sentir tranquilo, también se vio limitado por el código de vestimenta de la directora de esta ocasión, camisa con mangas oscura y pantalón de vestir oscuro. No quería hablar de lo incómodo que estaba, pero sabía que parecía un enfermo de tuberculosis de la época victoriana, esos colores lo hacían ver más pálido y con las ojeras más pronunciadas de lo que esperaba, mínimo el pantalón le quedaba lo suficientemente bien como para no parecer que usaba ropa demasiado ancha.

    Quería salir de eso lo antes posible, pues pareciera que todo el mundo esperaba que fuera su pianista para hacer arreglos y ensayos generales de obras de ópera y ballet esa semana, si de por sí ya no dormía bien, todo por aquella época del año enloquecía un poco. Llegó al auditorio temprano, habló con algunos de los estudiantes de la orquesta, que parecían tener el mismo aburrido traje (más parecido a un uniforme que a cualquier cosa) pero los ojos llenos de alegría y esperanza, Yuiichi solo pudo sonreírles después de presentarse, una sonrisa incómoda que le hacía sonrojarse ante la vergüenza de ser observado por tantas personas, era divertido, siempre después de la presentaciones la gente la hacía notar que estaba tan rojo que no sabían si hacía calor o el aire acondicionado del auditorio estaba dañado.

    Antes de empezar habló con la directora, siempre manteniendo su cara amable, y escuchando con atención las instrucciones de la mujer de mediana edad, que por alguna razón, criticaba mucho su cabello largo y despeinado a lo largo de la conversación, haciéndolo sentir un poco más fatigado desde que había aceptado aquel favor. Recordaba la sensación de las teclas que estuvo tocando durante sus largas prácticas en la yema de los dedos mientras estaba frente a la entrada de la orquesta, mentiría si dijera que no se sentía algo mal, solo haría lo que le gustaba, frente a varias personas que desconocía, una directora prepotente y unos músicos que no apenas había conocido. Solo iba a respirar toda la presentación y se centraría en el piano. Después de todo, no se quedaría para la celebración, ya lo había hablado con todo el mundo que estaba muy ocupado las siguientes dos semanas, y el tiempo que había invertido en este recital en realidad debería haberlo usado para aprenderse completo El Cascanueces, pues todavía no podía con algunos de los arpegios de Sugar Plum Fairy.

    Cuando entró solo miró a un punto fijo en la cara de nadie en particular en la presentación, se inclinó y decidió empezar su presentación para la que había practicado de forma insana.

    Y debía decir, que a pesar de todos sus miedos, la presentación había salido bastante bien, hubo uno que otro momento donde uno de los violinistas ¿o eran dos distintos? Se confundió en varias notas, pero nada del otro mundo, hasta a los mejores les pasa, Yuiichi solo mantuvo la serenidad, se despidió del público y una vez en la sala de los músicos hizo lo mismo con cada uno de ellos, incluyendo de la directora de la orquesta, luego solo fue a cambiarse la camisa que tanto odiaba el color por una más clara, con mangas anchas y cuello un poco alto que se cerraba con unos lazos a los costados, debía salir casi corriendo si quería llegar al metro que salía en unos diez minutos para llegar al espacio donde se llevaría a cabo el ensayo general de El Cascanueces.
    Chopin: Piano Concerto No. 1 e-minor Siempre que tocaba una presentación con sus alumnos de la orquesta estaba bastante relajado, confiaba mucho en sus estudiantes como para sentirse preocupado como director. Además, tener el control dirigiendo la orquesta le daba la suficiente calma para abordar el recital. Tenía una rutina, hacia un ensayo general dos días antes para pulir los pequeños errores, el día siguiente escoge una prenda que usaría si el mismo estuviera en la orquesta como músico y no como director, y luego la noche antes les manda muchos mensajes alentadores a los participantes, como la persona nerviosa que era, no quería permitirse que alguno de los que estaba guiando se sintieran como él durante su camino por la academia de música. Era lamentable que esta vez las cosas fueran por completo distintas, una colega en la academia le aviso con tres días de anticipación que su pianista estaba dispuesto para su orquesta, le pidió con tanta urgencia que por favor fuera él quien tocara el piano que se sintió algo mal de rechazar, no le gustaban los contratiempos, o las sorpresas que rompieran con su tranquilidad, estuvo los siguientes días practicando de forma casi obsesiva las piezas que recordaba a medias de la universidad, y para cuando llegó el momento en el que quería escoger una prenda de ropa que le hiciera sentir tranquilo, también se vio limitado por el código de vestimenta de la directora de esta ocasión, camisa con mangas oscura y pantalón de vestir oscuro. No quería hablar de lo incómodo que estaba, pero sabía que parecía un enfermo de tuberculosis de la época victoriana, esos colores lo hacían ver más pálido y con las ojeras más pronunciadas de lo que esperaba, mínimo el pantalón le quedaba lo suficientemente bien como para no parecer que usaba ropa demasiado ancha. Quería salir de eso lo antes posible, pues pareciera que todo el mundo esperaba que fuera su pianista para hacer arreglos y ensayos generales de obras de ópera y ballet esa semana, si de por sí ya no dormía bien, todo por aquella época del año enloquecía un poco. Llegó al auditorio temprano, habló con algunos de los estudiantes de la orquesta, que parecían tener el mismo aburrido traje (más parecido a un uniforme que a cualquier cosa) pero los ojos llenos de alegría y esperanza, Yuiichi solo pudo sonreírles después de presentarse, una sonrisa incómoda que le hacía sonrojarse ante la vergüenza de ser observado por tantas personas, era divertido, siempre después de la presentaciones la gente la hacía notar que estaba tan rojo que no sabían si hacía calor o el aire acondicionado del auditorio estaba dañado. Antes de empezar habló con la directora, siempre manteniendo su cara amable, y escuchando con atención las instrucciones de la mujer de mediana edad, que por alguna razón, criticaba mucho su cabello largo y despeinado a lo largo de la conversación, haciéndolo sentir un poco más fatigado desde que había aceptado aquel favor. Recordaba la sensación de las teclas que estuvo tocando durante sus largas prácticas en la yema de los dedos mientras estaba frente a la entrada de la orquesta, mentiría si dijera que no se sentía algo mal, solo haría lo que le gustaba, frente a varias personas que desconocía, una directora prepotente y unos músicos que no apenas había conocido. Solo iba a respirar toda la presentación y se centraría en el piano. Después de todo, no se quedaría para la celebración, ya lo había hablado con todo el mundo que estaba muy ocupado las siguientes dos semanas, y el tiempo que había invertido en este recital en realidad debería haberlo usado para aprenderse completo El Cascanueces, pues todavía no podía con algunos de los arpegios de Sugar Plum Fairy. Cuando entró solo miró a un punto fijo en la cara de nadie en particular en la presentación, se inclinó y decidió empezar su presentación para la que había practicado de forma insana. Y debía decir, que a pesar de todos sus miedos, la presentación había salido bastante bien, hubo uno que otro momento donde uno de los violinistas ¿o eran dos distintos? Se confundió en varias notas, pero nada del otro mundo, hasta a los mejores les pasa, Yuiichi solo mantuvo la serenidad, se despidió del público y una vez en la sala de los músicos hizo lo mismo con cada uno de ellos, incluyendo de la directora de la orquesta, luego solo fue a cambiarse la camisa que tanto odiaba el color por una más clara, con mangas anchas y cuello un poco alto que se cerraba con unos lazos a los costados, debía salir casi corriendo si quería llegar al metro que salía en unos diez minutos para llegar al espacio donde se llevaría a cabo el ensayo general de El Cascanueces.
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    https://www.youtube.com/watch?v=tYTwIZslZXo&list=RDPvZsKCecCH0&index=6

    ///Vídeo musical del grupo Adema, de esos grupos que tuvieron su apogeo durante esa época edgy de los 2000´s en el apogeo del Nu Metal y similares, por lo que sé, esta agrupación no duro mucho más allá de algunos años, aun así tuvieron sus rolas memorables///
    https://www.youtube.com/watch?v=tYTwIZslZXo&list=RDPvZsKCecCH0&index=6 ///Vídeo musical del grupo Adema, de esos grupos que tuvieron su apogeo durante esa época edgy de los 2000´s en el apogeo del Nu Metal y similares, por lo que sé, esta agrupación no duro mucho más allá de algunos años, aun así tuvieron sus rolas memorables///
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  • ──── ❝Se acerca el invierno.

    Con él, llega el tiempo de meditación, de trabajos delicados. Nuestros antepasados usaban este tiempo para la cestería, para hacer conservas, jabón, esquilar las ovejas y construirse prendas de abrigo con sus pieles, para trabajar en el interior.

    Se acerca la época de comer lo recogido en verano, que se ahumó, se saló o se enterró para que llegara a nosotros hoy. Se acerca la época de estar encerrados, la época de vivir de lo recolectado, todos juntos, junto al fuego. Se acerca la época de hermandad, de estar en familia, de compartir con los tuyos, de contar las historias de los dioses a la vera de la chimenea asando carne, frutos de la tierra y frutos secos...

    Se acerca, pero todavía no llegó. Aún podemos disfrutar un rato más de los juegos en la calle, el entrenamiento con tus hermanos, recoger frutos y bayas, cazar las últimas piezas. Aprovecha el momento, que ya llegará el reposo. Construye hoy las fortificaciones que te garantizarán un invierno seguro.

    ¡Pero date prisa, que se acerca el invierno! ❞────
    ──── ❝Se acerca el invierno. Con él, llega el tiempo de meditación, de trabajos delicados. Nuestros antepasados usaban este tiempo para la cestería, para hacer conservas, jabón, esquilar las ovejas y construirse prendas de abrigo con sus pieles, para trabajar en el interior. Se acerca la época de comer lo recogido en verano, que se ahumó, se saló o se enterró para que llegara a nosotros hoy. Se acerca la época de estar encerrados, la época de vivir de lo recolectado, todos juntos, junto al fuego. Se acerca la época de hermandad, de estar en familia, de compartir con los tuyos, de contar las historias de los dioses a la vera de la chimenea asando carne, frutos de la tierra y frutos secos... Se acerca, pero todavía no llegó. Aún podemos disfrutar un rato más de los juegos en la calle, el entrenamiento con tus hermanos, recoger frutos y bayas, cazar las últimas piezas. Aprovecha el momento, que ya llegará el reposo. Construye hoy las fortificaciones que te garantizarán un invierno seguro. ¡Pero date prisa, que se acerca el invierno! ❞────
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  • Melodia radiofónica
    Categoría Acción
    -Se escucha un eco distante de estática, un sonido proveniente de aquel hotel de viejas glorias, una melodía suave resuena tímidamente hasta sonar melodiosa como si de una serenata se tratar. En la calle, bajo el resplandor rojo de un letrero de neón, Alastor levanta su micrófono de época hacia el balcón del gran hotel infernal en dónde sabía que se encontraba cierto rey infernal-

    ¡Ah, qué noche tan espléndidamente demoníaca para un número musical improvisado! Digo.... Completamente planeado

    ¡Lu-ci-fer~!
    ¡Oh brillante señor del pecado y la elegancia eterna!
    Mi voz viaja por las ondas
    del aire solo para ti esta noche… ¡en exclusiva transmisión desde mi corazón hasta tu balcón!
    -Hace una reverencia exagerada casi dándose en la frente con el piso-

    He venido con melodía y arrepentimiento en partes iguales, mi radiante antagonista, mi antiguo compañero del caos. Mi curiosa pareja demoníaca
    ¿Recuerdas nuestras sinfonías conjuntas cuando yo tenía vida?

    Y sin embargo.... cuando el silencio te envolvía, yo no estaba allí.
    Preferí el eco de mi propia risa… antes que el timbre quebrado de tu tristeza.

    -Alza la vista, su sonrisa se suaviza observando el balcón -

    Perdóname por haber sintonizado otras frecuencias cuando la tuya clamaba por compañía.
    Perdóname por las veces en que tu furia no fue más que soledad con disfraz de soberbia…
    y yo, en mi soberbia, no lo supe escuchar.

    -Da un paso adelante. La música se intensifica-

    Pero esta noche, ¡ah, esta noche!, he venido a componer la canción que nunca quise admitir:
    un bolero de redención, una confesión emitida en vivo…
    ¡para el mismísimo Lucifer, mi inspiración prohibida!

    -Se lleva una mano al pecho y canta unos segundos sin palabras, solo en tarareo de radio distorsionada antes de que la música lo acompañará en su canto -

    https://youtu.be/p_1Osm5xE5Y?si=olFI142QaNs5Pqhy
    -Se escucha un eco distante de estática, un sonido proveniente de aquel hotel de viejas glorias, una melodía suave resuena tímidamente hasta sonar melodiosa como si de una serenata se tratar. En la calle, bajo el resplandor rojo de un letrero de neón, Alastor levanta su micrófono de época hacia el balcón del gran hotel infernal en dónde sabía que se encontraba cierto rey infernal- ¡Ah, qué noche tan espléndidamente demoníaca para un número musical improvisado! Digo.... Completamente planeado ¡Lu-ci-fer~! ¡Oh brillante señor del pecado y la elegancia eterna! Mi voz viaja por las ondas del aire solo para ti esta noche… ¡en exclusiva transmisión desde mi corazón hasta tu balcón! -Hace una reverencia exagerada casi dándose en la frente con el piso- He venido con melodía y arrepentimiento en partes iguales, mi radiante antagonista, mi antiguo compañero del caos. Mi curiosa pareja demoníaca ¿Recuerdas nuestras sinfonías conjuntas cuando yo tenía vida? Y sin embargo.... cuando el silencio te envolvía, yo no estaba allí. Preferí el eco de mi propia risa… antes que el timbre quebrado de tu tristeza. -Alza la vista, su sonrisa se suaviza observando el balcón - Perdóname por haber sintonizado otras frecuencias cuando la tuya clamaba por compañía. Perdóname por las veces en que tu furia no fue más que soledad con disfraz de soberbia… y yo, en mi soberbia, no lo supe escuchar. -Da un paso adelante. La música se intensifica- Pero esta noche, ¡ah, esta noche!, he venido a componer la canción que nunca quise admitir: un bolero de redención, una confesión emitida en vivo… ¡para el mismísimo Lucifer, mi inspiración prohibida! -Se lleva una mano al pecho y canta unos segundos sin palabras, solo en tarareo de radio distorsionada antes de que la música lo acompañará en su canto - https://youtu.be/p_1Osm5xE5Y?si=olFI142QaNs5Pqhy
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