• Cuartel Bravo-1.
    Sala de Interrogatorio.
    Hora: 13:23.

    El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica.

    El capitán Delacroix tomó la palabra.

    — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo?

    Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano.

    — Lo que dije —Viper insistió.

    Delacroix golpeó la mesa con la palma.

    — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe.

    Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente.

    — La casa se los llevó.

    Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida.

    Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio.

    — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja?

    Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad.

    No le importaba.

    Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna.

    Eso sí le importaba.

    — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga.

    Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro.

    — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies.

    Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena.

    No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior.

    — La casa se los tragó.

    Firmó su sentencia.

    Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala.

    — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión.

    Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño.

    — ¿Qué demonios...?

    Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó.

    — Sargento, ¿Qué fue lo que vio?

    El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala.

    — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez.

    — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto?

    Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando.

    — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted?

    Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder.

    — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía.

    El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas?

    — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar.

    La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar.

    — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí.

    Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente.

    Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque.

    — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas.

    El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad...

    — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas.

    El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas.
    Su equipo estaba ahí, al final de la lista.

    En ese momento, Viper ató cabos.

    La Frontera. The Animals. Wolf ᴬᵁ . Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf.

    El hombre de negro sonrió triunfal.

    — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización.

    — No —Viper fue implacable.

    — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-.

    Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
    Cuartel Bravo-1. Sala de Interrogatorio. Hora: 13:23. El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica. El capitán Delacroix tomó la palabra. — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo? Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano. — Lo que dije —Viper insistió. Delacroix golpeó la mesa con la palma. — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe. Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente. — La casa se los llevó. Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida. Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio. — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja? Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad. No le importaba. Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna. Eso sí le importaba. — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga. Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro. — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies. Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena. No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior. — La casa se los tragó. Firmó su sentencia. Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala. — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión. Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño. — ¿Qué demonios...? Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó. — Sargento, ¿Qué fue lo que vio? El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala. — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez. — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto? Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando. — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted? Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder. — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía. El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas? — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar. La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar. — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí. Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente. Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque. — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas. El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad... — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas. El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas. Su equipo estaba ahí, al final de la lista. En ese momento, Viper ató cabos. La Frontera. The Animals. [Wolfy]. Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf. El hombre de negro sonrió triunfal. — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización. — No —Viper fue implacable. — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-. Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
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  • Ubicación: Bosque estatal de ██████.
    Misión: Reconocimiento.
    Equipo: Bravo-1.
    Hora: 06:33 AM.

    Cada metro del corredor que recorrían era idéntico al anterior: paredes de papel tapiz florido, lámparas colgantes con luz cálida, alfombra impecable. Sólo cuando giraron hacia una repentina puerta lateral el equipo lo notó. Las puertas estaban fijas, eran falsas, estaban pintadas y las perillas eran de yeso.

    — Esto no tiene sentido —gruñó Rourke, golpeando la pared con la culata del fusil.

    — Aquí Bravo-1 en el objetivo. Se trata de una... anomalía estructural no reconocida, ¿Me copia? —Spider tocó el intercomunicador.

    Estática. Luego, nada. Viper alzó una mano.

    — Avancemos. No se separen. Regla de oro: nadie responde si escucha su nombre.

    — ¿Por qué alguien escucharía su nombre? —preguntó Dorsey.

    Viper no respondió.

    Caminaron otros diez minutos hasta que la luz se apagó. Fueron tres segundos de oscuridad total y cuando volvió… Mason ya no estaba.

    — ¿Mason? —susurró Rourke, girando sobre sí mismo—. ¡Mason!

    Sólo se escuchaba su propia voz. Ni un sólo disparo, ni un grito. Viper escaneó la zona. No había signos de lucha. Ninguna huella. Como si Mason jamás hubiera estado ahí.

    La angustia se coló como un pinchazo en el pecho de Viper, pero no permitió que fuera por mucho.

    — No se detengan —tenía que sacarlos de ahí.

    Spider comenzó a respirar por la boca. Dorsey murmuraba para sí mismo.

    Siguieron caminando. Al cabo de cinco minutos y un breve apagón más... la casa volvió a cambiar. Ya no era una mansión, ahora estaban en un pasillo de hospital de luces parpadeantes, paredes blancas, carteles de salidas de emergencia. Pero no había puertas.

    — Nos está jodiendo... —la voz de Rourke tembló—. Esto no es real... Esto no puede ser real.

    Viper intentó contenerle, quiso evitar que el miedo se apoderara de él.

    — ¡Rourke! —Demasiado tarde.

    La luz sobre él se apagó solo un instante. Y cuando regresó… Rourke se había ido.

    — ¡Hijo de puta! —Spider dio dos pasos atrás.

    — No puedo… no puedo seguir... —Dorsey cayó de rodillas.

    Viper se agachó frente a él.

    — Sí puedes. Tienes que hacerlo. De pie.

    Dorsey obedeció quizás por reflejo o por respeto... o por miedo.
    Siguieron avanzando.

    En una pared del pasillo apareció un ventanal, varias camillas vacías y desacomodadas se veían a través del cristal. No había puertas, pero tras un parpadeo más de las luces, Dorsey apareció del otro lado.

    — ¿Dorsey? —Viper miró a su alrededor, aquello no era una ilusión—. ¡Dorsey! —Golpeó el ventanal con los puños.

    Dorsey golpeaba desde el otro lado con desesperación.

    — Voy a sacarte de ahí —dijo Viper.

    Pero el cristal fue mutando poco a poco, hasta convertirse en pared. El ventanal había desaparecido.

    — ¡Dorsey!

    Ya sólo quedaban dos.

    Spider estaba en shock, sus años de experiencia le servían para nada bajo estas circunstancias. Murmuraba los nombres de los caídos mientras se sostenía en la pared para no desplomarse.

    — ¡Tenemos que salir! ¡Tenemos que…!

    Y se detuvo.

    Viper lo volteó a ver.

    Spider estaba mirando una puerta roja en la pared, justo a su lado. Su nombre real estaba grabado en ella con letras infantiles y colores brillantes.

    — ¿Qué…? —Spider miraba la puerta con espanto, pero también con anhelo.

    Antes de que Viper pudiera impedirlo o siquiera advertirle, Spider la abrió.

    La habitación era un dormitorio infantil. Había fotografías de su infancia sobre una mesita de noche, dibujos pegados en las paredes. Ecos de las voces de sus padres venían de todas y ninguna parte, sonidos distantes de risas les seguían.

    — ¡Spider, no!

    Spider dio un paso dentro… y desapareció. La puerta se cerró sola. Viper quiso abrirla, pero el pomo de yeso no giró.

    La puerta era falsa.

    Viper se quedó quieto. Respiró hondo, apretó la mandíbula... y avanzó.

    Ahora solo quedaba él.
    Ubicación: Bosque estatal de ██████. Misión: Reconocimiento. Equipo: Bravo-1. Hora: 06:33 AM. Cada metro del corredor que recorrían era idéntico al anterior: paredes de papel tapiz florido, lámparas colgantes con luz cálida, alfombra impecable. Sólo cuando giraron hacia una repentina puerta lateral el equipo lo notó. Las puertas estaban fijas, eran falsas, estaban pintadas y las perillas eran de yeso. — Esto no tiene sentido —gruñó Rourke, golpeando la pared con la culata del fusil. — Aquí Bravo-1 en el objetivo. Se trata de una... anomalía estructural no reconocida, ¿Me copia? —Spider tocó el intercomunicador. Estática. Luego, nada. Viper alzó una mano. — Avancemos. No se separen. Regla de oro: nadie responde si escucha su nombre. — ¿Por qué alguien escucharía su nombre? —preguntó Dorsey. Viper no respondió. Caminaron otros diez minutos hasta que la luz se apagó. Fueron tres segundos de oscuridad total y cuando volvió… Mason ya no estaba. — ¿Mason? —susurró Rourke, girando sobre sí mismo—. ¡Mason! Sólo se escuchaba su propia voz. Ni un sólo disparo, ni un grito. Viper escaneó la zona. No había signos de lucha. Ninguna huella. Como si Mason jamás hubiera estado ahí. La angustia se coló como un pinchazo en el pecho de Viper, pero no permitió que fuera por mucho. — No se detengan —tenía que sacarlos de ahí. Spider comenzó a respirar por la boca. Dorsey murmuraba para sí mismo. Siguieron caminando. Al cabo de cinco minutos y un breve apagón más... la casa volvió a cambiar. Ya no era una mansión, ahora estaban en un pasillo de hospital de luces parpadeantes, paredes blancas, carteles de salidas de emergencia. Pero no había puertas. — Nos está jodiendo... —la voz de Rourke tembló—. Esto no es real... Esto no puede ser real. Viper intentó contenerle, quiso evitar que el miedo se apoderara de él. — ¡Rourke! —Demasiado tarde. La luz sobre él se apagó solo un instante. Y cuando regresó… Rourke se había ido. — ¡Hijo de puta! —Spider dio dos pasos atrás. — No puedo… no puedo seguir... —Dorsey cayó de rodillas. Viper se agachó frente a él. — Sí puedes. Tienes que hacerlo. De pie. Dorsey obedeció quizás por reflejo o por respeto... o por miedo. Siguieron avanzando. En una pared del pasillo apareció un ventanal, varias camillas vacías y desacomodadas se veían a través del cristal. No había puertas, pero tras un parpadeo más de las luces, Dorsey apareció del otro lado. — ¿Dorsey? —Viper miró a su alrededor, aquello no era una ilusión—. ¡Dorsey! —Golpeó el ventanal con los puños. Dorsey golpeaba desde el otro lado con desesperación. — Voy a sacarte de ahí —dijo Viper. Pero el cristal fue mutando poco a poco, hasta convertirse en pared. El ventanal había desaparecido. — ¡Dorsey! Ya sólo quedaban dos. Spider estaba en shock, sus años de experiencia le servían para nada bajo estas circunstancias. Murmuraba los nombres de los caídos mientras se sostenía en la pared para no desplomarse. — ¡Tenemos que salir! ¡Tenemos que…! Y se detuvo. Viper lo volteó a ver. Spider estaba mirando una puerta roja en la pared, justo a su lado. Su nombre real estaba grabado en ella con letras infantiles y colores brillantes. — ¿Qué…? —Spider miraba la puerta con espanto, pero también con anhelo. Antes de que Viper pudiera impedirlo o siquiera advertirle, Spider la abrió. La habitación era un dormitorio infantil. Había fotografías de su infancia sobre una mesita de noche, dibujos pegados en las paredes. Ecos de las voces de sus padres venían de todas y ninguna parte, sonidos distantes de risas les seguían. — ¡Spider, no! Spider dio un paso dentro… y desapareció. La puerta se cerró sola. Viper quiso abrirla, pero el pomo de yeso no giró. La puerta era falsa. Viper se quedó quieto. Respiró hondo, apretó la mandíbula... y avanzó. Ahora solo quedaba él.
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  • #Immortal_Mercenary

    El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder.

    La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta."

    El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable.

    No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales.

    — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? —

    Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas.

    Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir.

    Ney Nixays
    #Immortal_Mercenary El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder. La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta." El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable. No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales. — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? — Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas. Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir. [galaxy_violet_eagle_913]
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  • Luz Roja
    Fandom Original.
    Categoría Suspenso
    Cole Manson

    ⠀⠀El tren se detuvo con un quejido metálico en la estación cubierta de escarcha. Cipriano descendió al andén con una mochila negra al hombro y el cuello del abrigo alzado hasta las orejas. El viento le mordió la piel como agujas invisibles, pero no le importó. Su mente estaba demasiado ocupada descifrando las señales que lo habían traído hasta allí.

    ⠀⠀Aunque Cipriano es joven —apenas veintipocos—, las memorias de su vida pasada laten con fuerza en su interior. Desde que los recuerdos comenzaron a aflorar —años atrás, tras aquella comunión que no supo si era bendición o condena— había reaprendido lo prohibido. En todos esos ecos pasados flotaba una sombra que ahora perseguía.

    ⠀⠀Un joven desaparecido semanas atrás tras una excavación menor a las afueras de la ciudad. No era famoso ni influyente, apenas un muchacho con un historial sin brillo. Pero Cipriano había visto su rostro en las llamas de los candelabros del Vaticano, y este mismo se dedicó a leer las palabras de Dios ante él, algo muy antiguo había despertado. Esa esencia abismal fluctuaba en el ambiente, era asqueroso.

    ⠀⠀Su primer paso fue instalarse en una pensión modesta cerca del centro histórico, donde los muros de ladrillo conservaban todavía la humedad de los siglos. Desde allí comenzó a desplegar sus recursos.
    ⠀⠀Durante el día recorría los archivos municipales, revisando actas de nacimiento, reportes de desapariciones y viejas cartas policiales que nadie reclamaba. Su mirada se deslizaba rápida, pero implacable; buscaba patrones que escapaban a los ojos comunes.

    ⠀⠀Por las noches, usaba métodos que no se enseñaban en ninguna universidad.
    ⠀⠀En la habitación apenas iluminada, extendía sobre la mesa fotografías ajadas, mapas trazados a mano y objetos impregnados de memoria. Con las yemas de los dedos recorría cada superficie, dejando que las memorias latentes se filtraran hacia su mente.
    ⠀⠀A veces eran visiones fugaces: un cementerio cubierto de niebla, un rostro que giraba demasiado rápido, un símbolo grabado en piedra que se deshacía al mirarlo. Otras veces sencillamente eran escenas montadas por un niño de cinco años, completamente sin sentido.

    ⠀⠀Fue en una de esas sesiones que la verdad emergió.
    ⠀⠀El apellido no era lo importante. Era el lugar donde había desaparecido.

    ⠀⠀A la mañana siguiente, cuando el reloj marcaba las seis, salió del hostal con un solo destino en mente:
    la iglesia de San Estanislao, bajo cuya cripta los registros indicaban entidades menos ortodoxas del exorcismo católico, debía investigar.

    ⠀⠀El viento helado arrastraba copos de nieve sucia mientras Cipriano se perdía entre las calles grises.
    ⠀⠀En el bolsillo interior de su abrigo, sus dedos rozaban el colgante gastado que llevaba desde niño.
    [colemanson123] ⠀ ⠀⠀El tren se detuvo con un quejido metálico en la estación cubierta de escarcha. Cipriano descendió al andén con una mochila negra al hombro y el cuello del abrigo alzado hasta las orejas. El viento le mordió la piel como agujas invisibles, pero no le importó. Su mente estaba demasiado ocupada descifrando las señales que lo habían traído hasta allí. ⠀⠀Aunque Cipriano es joven —apenas veintipocos—, las memorias de su vida pasada laten con fuerza en su interior. Desde que los recuerdos comenzaron a aflorar —años atrás, tras aquella comunión que no supo si era bendición o condena— había reaprendido lo prohibido. En todos esos ecos pasados flotaba una sombra que ahora perseguía. ⠀⠀Un joven desaparecido semanas atrás tras una excavación menor a las afueras de la ciudad. No era famoso ni influyente, apenas un muchacho con un historial sin brillo. Pero Cipriano había visto su rostro en las llamas de los candelabros del Vaticano, y este mismo se dedicó a leer las palabras de Dios ante él, algo muy antiguo había despertado. Esa esencia abismal fluctuaba en el ambiente, era asqueroso. ⠀⠀Su primer paso fue instalarse en una pensión modesta cerca del centro histórico, donde los muros de ladrillo conservaban todavía la humedad de los siglos. Desde allí comenzó a desplegar sus recursos. ⠀⠀Durante el día recorría los archivos municipales, revisando actas de nacimiento, reportes de desapariciones y viejas cartas policiales que nadie reclamaba. Su mirada se deslizaba rápida, pero implacable; buscaba patrones que escapaban a los ojos comunes. ⠀⠀Por las noches, usaba métodos que no se enseñaban en ninguna universidad. ⠀⠀En la habitación apenas iluminada, extendía sobre la mesa fotografías ajadas, mapas trazados a mano y objetos impregnados de memoria. Con las yemas de los dedos recorría cada superficie, dejando que las memorias latentes se filtraran hacia su mente. ⠀⠀A veces eran visiones fugaces: un cementerio cubierto de niebla, un rostro que giraba demasiado rápido, un símbolo grabado en piedra que se deshacía al mirarlo. Otras veces sencillamente eran escenas montadas por un niño de cinco años, completamente sin sentido. ⠀⠀Fue en una de esas sesiones que la verdad emergió. ⠀⠀El apellido no era lo importante. Era el lugar donde había desaparecido. ⠀⠀A la mañana siguiente, cuando el reloj marcaba las seis, salió del hostal con un solo destino en mente: la iglesia de San Estanislao, bajo cuya cripta los registros indicaban entidades menos ortodoxas del exorcismo católico, debía investigar. ⠀⠀El viento helado arrastraba copos de nieve sucia mientras Cipriano se perdía entre las calles grises. ⠀⠀En el bolsillo interior de su abrigo, sus dedos rozaban el colgante gastado que llevaba desde niño. ⠀
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  • ¿Como era que se manejaba esta camara?

    - Freya se había comprado una nueva cámara pero no sabia como funcionaba ya que ella tenía una mmas antigua, esta era mas moderna -

    Mh.. veamos..

    - aparece un flash en sus ojos, esta al ver que se tomo una foto con una expresión mas que sugerente y estúpida se avergüenza -

    Aghh.. debería de aprender como utilizarlo sin que mi rostro este a la vista..

    - intenttarkia borrar la fotografía sin exito, tomandose otra con una expresión.. que da que pensar, esta se frustraria un poco después de ver eso -

    Pucha.. no puede que salga asi de mal..
    ¿Como era que se manejaba esta camara? - Freya se había comprado una nueva cámara pero no sabia como funcionaba ya que ella tenía una mmas antigua, esta era mas moderna - Mh.. veamos.. - aparece un flash en sus ojos, esta al ver que se tomo una foto con una expresión mas que sugerente y estúpida se avergüenza - Aghh.. debería de aprender como utilizarlo sin que mi rostro este a la vista.. - intenttarkia borrar la fotografía sin exito, tomandose otra con una expresión.. que da que pensar, esta se frustraria un poco después de ver eso - Pucha.. no puede que salga asi de mal..
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  • Mi ex novio Power Boy, un psicopata obsecionado conmigo que... tenia su cuarto lleno con fotografías mías y hasta me golpeó. Y claro le dí la paliza del año y lo deje... ¡Un hombre no golpea a la chica que ama!.
    Mi ex novio Power Boy, un psicopata obsecionado conmigo que... tenia su cuarto lleno con fotografías mías y hasta me golpeó. Y claro le dí la paliza del año y lo deje... ¡Un hombre no golpea a la chica que ama!.
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  • Soy hombre y me identifco como ello.
    Soy bisexual y soy un terrible coqueto.

    ¿Pero saben que me disgusta?
    Esas fotografías exageradas, pezones que se dibujan en las playeras, ropa tan entallada que se marcan sus partes intimas, ángulos hechos completamente para llamar la atención.
    Eso lejos de atraerme, me repelen como no tienen una idea.
    En cambio suban fotos de sus sonrisas o de su dia a dia y ahi estaré ~♡
    Soy hombre y me identifco como ello. Soy bisexual y soy un terrible coqueto. ¿Pero saben que me disgusta? Esas fotografías exageradas, pezones que se dibujan en las playeras, ropa tan entallada que se marcan sus partes intimas, ángulos hechos completamente para llamar la atención. Eso lejos de atraerme, me repelen como no tienen una idea. En cambio suban fotos de sus sonrisas o de su dia a dia y ahi estaré ~♡
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  • ¿Qué se suponía un chico como él podría hacer después de clases? No es como si pudiese ir a los karaokes con sus amigos, es decir, ¿quién se los aguantaría escuchar durante tres horas mientras la envidia de no poder cantar con ellos lo invadía? Odiaba sus gritos, su escándalo, la forma en que no se medían para que su voz fuese un poco aceptable y la manera en que todos se reían como si hubiesen escuchado una aria divina. Los adolescentes solían ser así, tontos por naturaleza, riéndose de la vida y tentando a la muerte con cada ingesta indiscriminada de alcohol y cigarrillos.

    Quizá los detestaba tanto porque los envidiaba demasiado pero, al final del día, Nikolay había encontrado una afición sana donde no necesitaba utilizar su voz, solo su oído y una bolsa de alimento para agitar. ¿Qué gato callejero se podría resistir al sonido de las croquetas al agitarse o de una lata de atún al abrirse? Ninguno. Todos los gatos que rondaban el parque cercano a la universidad, terminaban cayendo ante la tentación del alimento fácil. Algunos se acercaban a hurtadillas, otros preferían mirar desde la distancia a que los más tontos del grupo se sacrificaran primero, y nunca faltaba el bribón que se iba indignado porque las marcas elegidas no podían saciar su sofisticado paladar. ¿Era justo que los gatos callejeros fueran tan exigentes y remilgosos?

    « Es el tercer día y esa sigue sin querer comer. Ya cambié de alimento tres veces, ¿por qué diantres no lo quiere? Qué exigente.» La mente de Nikolay se llenó de pensamientos y estrategias para hacerla comer. Era el único gato que se rehusaba a tomar bocado después de probar una croqueta o una morona de atún, y aún así era el único gato que se veía más gordo que los demás y que también parecía bien cuidado. ¿Y si alguien lo estaba buscando? ¿Debería tomarle una fotografía y colgar letreros cerca de la universidad? Quizá pero, si la gata no se acercaba a comer, ¿cómo iba a tomarle una buena fotografía? Una donde se le notara la cara de diva, no la de amargada ni la cola que levantaba siempre orgullosa para irse del parque con la frente en alto en regia, divina, simplemente... Cosmopolita.(?)
    ¿Qué se suponía un chico como él podría hacer después de clases? No es como si pudiese ir a los karaokes con sus amigos, es decir, ¿quién se los aguantaría escuchar durante tres horas mientras la envidia de no poder cantar con ellos lo invadía? Odiaba sus gritos, su escándalo, la forma en que no se medían para que su voz fuese un poco aceptable y la manera en que todos se reían como si hubiesen escuchado una aria divina. Los adolescentes solían ser así, tontos por naturaleza, riéndose de la vida y tentando a la muerte con cada ingesta indiscriminada de alcohol y cigarrillos. Quizá los detestaba tanto porque los envidiaba demasiado pero, al final del día, Nikolay había encontrado una afición sana donde no necesitaba utilizar su voz, solo su oído y una bolsa de alimento para agitar. ¿Qué gato callejero se podría resistir al sonido de las croquetas al agitarse o de una lata de atún al abrirse? Ninguno. Todos los gatos que rondaban el parque cercano a la universidad, terminaban cayendo ante la tentación del alimento fácil. Algunos se acercaban a hurtadillas, otros preferían mirar desde la distancia a que los más tontos del grupo se sacrificaran primero, y nunca faltaba el bribón que se iba indignado porque las marcas elegidas no podían saciar su sofisticado paladar. ¿Era justo que los gatos callejeros fueran tan exigentes y remilgosos? « Es el tercer día y esa sigue sin querer comer. Ya cambié de alimento tres veces, ¿por qué diantres no lo quiere? Qué exigente.» La mente de Nikolay se llenó de pensamientos y estrategias para hacerla comer. Era el único gato que se rehusaba a tomar bocado después de probar una croqueta o una morona de atún, y aún así era el único gato que se veía más gordo que los demás y que también parecía bien cuidado. ¿Y si alguien lo estaba buscando? ¿Debería tomarle una fotografía y colgar letreros cerca de la universidad? Quizá pero, si la gata no se acercaba a comer, ¿cómo iba a tomarle una buena fotografía? Una donde se le notara la cara de diva, no la de amargada ni la cola que levantaba siempre orgullosa para irse del parque con la frente en alto en regia, divina, simplemente... Cosmopolita.(?)
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  • Todo es rojo.

    No por la sangre, aún, sino por la lámpara encendida del estudio, filtrando su luz sobre las paredes como si el infierno respirara desde ahí dentro. Matthew está de pie, con los zapatos empapados. ¿Agua? ¿Sangre? No lo sabe. La alfombra está húmeda y el silencio es tan espeso que casi ahoga.

    Ve a su padre al fondo del cuarto. Lo mismo de siempre: copa en mano, cigarro encendido, sombra alargada. Pero en esta pesadilla, su figura es más grande, más oscura, como si ocupara todo el espacio. Su voz no suena normal. Resuena dentro de su cráneo.

    —Sigues teniendo la cara de ella...

    Matthew tiembla. Tiene 16 años otra vez. Más flaco. Más callado. Más asustado.

    —Esa cara mestiza, sucia —gruñe su padre, girándose para enfrentarlo—. Esa maldita mirada rasgada que me recuerda que cometí el peor error de mi vida.

    Las palabras se clavan como cuchillas. Matthew retrocede, pero sus pies no se mueven. El suelo lo traga.

    —¿Sabes lo que eras para mí? —escupe su padre, acercándose paso a paso—. Un trato. Una alianza. Una carga con ojos oscuros que siempre lloraba en las noches. Ni siquiera sabes pelear como un verdadero británico. Llevas la debilidad de tu madre en cada maldito gesto.

    El estudio cambia. Las paredes gotean. Las botellas se rompen solas.

    Matthew intenta hablar. No puede.

    Su padre sonríe. Esa sonrisa.

    —¿Te conté cómo la maté? Cómo me rogó por ti, incluso sabiendo que eras una decepción. Me miró como si aún creyera que podías salvarte. Patética hasta el último segundo.

    Y entonces Matthew ve el rostro de su madre, borroso, como en una fotografía que se moja con la lluvia. Ve su cabello oscuro, su voz suave que apenas susurra: "Corre, Matthew..."

    Bang.

    Un disparo. De la nada.

    Pero el arma está en su mano. Pesada. Cálida.

    Su padre cae. Pero no muere. Lo mira desde el suelo, sangrando y sonriendo.

    —Eres igual a mí.

    Matthew grita.

    Se despierta de golpe.
    Todo es rojo. No por la sangre, aún, sino por la lámpara encendida del estudio, filtrando su luz sobre las paredes como si el infierno respirara desde ahí dentro. Matthew está de pie, con los zapatos empapados. ¿Agua? ¿Sangre? No lo sabe. La alfombra está húmeda y el silencio es tan espeso que casi ahoga. Ve a su padre al fondo del cuarto. Lo mismo de siempre: copa en mano, cigarro encendido, sombra alargada. Pero en esta pesadilla, su figura es más grande, más oscura, como si ocupara todo el espacio. Su voz no suena normal. Resuena dentro de su cráneo. —Sigues teniendo la cara de ella... Matthew tiembla. Tiene 16 años otra vez. Más flaco. Más callado. Más asustado. —Esa cara mestiza, sucia —gruñe su padre, girándose para enfrentarlo—. Esa maldita mirada rasgada que me recuerda que cometí el peor error de mi vida. Las palabras se clavan como cuchillas. Matthew retrocede, pero sus pies no se mueven. El suelo lo traga. —¿Sabes lo que eras para mí? —escupe su padre, acercándose paso a paso—. Un trato. Una alianza. Una carga con ojos oscuros que siempre lloraba en las noches. Ni siquiera sabes pelear como un verdadero británico. Llevas la debilidad de tu madre en cada maldito gesto. El estudio cambia. Las paredes gotean. Las botellas se rompen solas. Matthew intenta hablar. No puede. Su padre sonríe. Esa sonrisa. —¿Te conté cómo la maté? Cómo me rogó por ti, incluso sabiendo que eras una decepción. Me miró como si aún creyera que podías salvarte. Patética hasta el último segundo. Y entonces Matthew ve el rostro de su madre, borroso, como en una fotografía que se moja con la lluvia. Ve su cabello oscuro, su voz suave que apenas susurra: "Corre, Matthew..." Bang. Un disparo. De la nada. Pero el arma está en su mano. Pesada. Cálida. Su padre cae. Pero no muere. Lo mira desde el suelo, sangrando y sonriendo. —Eres igual a mí. Matthew grita. Se despierta de golpe.
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  • La última sesión de fotos fue verdaderamente un éxito, pues gustó a todo tipo de público y, gracias a ello, le llamaron para audicionar en diversos anuncios, un par de vídeos musicales como bailarín (pues sí, sabía bailar y muy bien) y un par de series de televisión. Sin duda su carrera artística estaba en pleno auge.
    Una de las fotos del set llegó a ser portada de varias revistas y los/as fans se volvían locos al verle. ¿Podía ser mejor? Por supuesto, debía prepararse para una firma de fotografías frente a una famosa cafetería. No es que le gustase la multitud de gente gritando (es más, detestaba a la gente escandalosa), pero siempre era agradable ver que hacía un buen trabajo y... Tal vez encontraría alguna potencial presa de la que alimentarse. Solo esperaba que no fuera una persona molesta y pegajosa que pretendiera cariño y "amor" de su parte.

    Allí estaba, sentado con una gran mesa delante, rodeado de algunos guardias de seguridad y con su manager al lado, observando una larguísima cola de fans esperando sus firmas y tal vez poder tener unas palabras con Dante.
    ¿El Sol? No era problema, no se iba a quemar vivo ya que era un vampiro de sangre muy pura, la única molestia era que sus facultades se veían mermadas.
    La última sesión de fotos fue verdaderamente un éxito, pues gustó a todo tipo de público y, gracias a ello, le llamaron para audicionar en diversos anuncios, un par de vídeos musicales como bailarín (pues sí, sabía bailar y muy bien) y un par de series de televisión. Sin duda su carrera artística estaba en pleno auge. Una de las fotos del set llegó a ser portada de varias revistas y los/as fans se volvían locos al verle. ¿Podía ser mejor? Por supuesto, debía prepararse para una firma de fotografías frente a una famosa cafetería. No es que le gustase la multitud de gente gritando (es más, detestaba a la gente escandalosa), pero siempre era agradable ver que hacía un buen trabajo y... Tal vez encontraría alguna potencial presa de la que alimentarse. Solo esperaba que no fuera una persona molesta y pegajosa que pretendiera cariño y "amor" de su parte. Allí estaba, sentado con una gran mesa delante, rodeado de algunos guardias de seguridad y con su manager al lado, observando una larguísima cola de fans esperando sus firmas y tal vez poder tener unas palabras con Dante. ¿El Sol? No era problema, no se iba a quemar vivo ya que era un vampiro de sangre muy pura, la única molestia era que sus facultades se veían mermadas.
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