Lo había logrado, o al menos por el momento eso parecía. La felicidad pese lo controversial no tenía cavida.
No ahora.
Estaba sentado, en lo más alto de un edificio admirando las luces de la ciudad; las personas desde ahí le parecía tan insignificantes cómo hormigas. Jugaba a aplastarlas con sus dedos haciendo de verdugo sobre la gente que ineptos de su presencia tan sólo continuaban en su andar.
—Te diviertes... Que novedad.
A sus espaldas, la imagen ensombrecida de su hermano lo miraba, su mirada juzgaba su comportamiento. En cierta manera Rafael era en ocasiones bastante intolerante con él.
Se acercó con un cigarrillo entre sus labios, aún sin encender pues buscando entre su abrigo no estaba el mechero.
—Bueno, hay que celebrar. No estoy en prisión, cumplí muy bien mi condena... Por un tiempo. —Alessandro respondió sonriendo, sacando de su bolsillo el mechero que había tomado prestado del albino
—¡Mira! Aún no pierdo el toque.
Rafael gruñó arrebatando el encendedor para prender su cigarrillo.
—Lo veo. Sigues siendo tan idiota cómo de costumbre —Decía antes de jalar a todo pulmón, sabía que su mera presencia era un dolor de cabeza—. Alessandro, esta es la última vez que te cubro; no vuelvas a buscarme.
Su hermano sonó serio, no a lo que estaba acostumbrado, y él lo entendió; luego de su encierro y unos contactos de Rafael fue que tuvo seguridad ahí dentro, sí, quizá tuvo que trabajar para otros reos o dar de su comida para que lo dejaran quieto, pero la verdadera razón de no haber muerto fue de él, su arrogante hermano menor.
—¿Y quién te pidió ayuda en el futuro? No te adelantes. Rafa; vive el presente, ese es tu problema.
No respondió. En su lugar hubo silencio y humo saliendo de su boca.
Alessandro se volvió hacia la ciudad, había unas patrullas. Podían estarlo buscando, era probable que los helicópteros no tardaran en llegar.
—Gracias —murmuraba, aún sin verlo.
—Sí papá estuviera aquí te habría molido a golpes.
—Hmp —Embozó una sonrisa divertida—, no sería la primera vez que lo hace.~
Rafael quería evitarlo, pero una risa se le escapó, y negaba con la cabeza; el pasado ahora se sentía lejano y extraño.
—Aún no entiendo cómo te adoptó, eres un idiota sin remedio.
Aless se encogió de hombros.
—Dios sabía los planes, yo solamente hice caso —Subiendo la camisa, Alessandro mostró que tenía unos pocky´s escondidos—. Eso me recuerda, tengo hambre, ¿Tú?
—¿Comer esa mierda? No.
—Bien, bien, ¡Pero tú te lo pierdes! —Alejando entonces el paquete, estaba dispuesto a abrirlo para comerse un par.
Ambos hermanos se volvieron una vez más a la ciudad, mirando cómo las calles se volvían más vacías, las personas dejaban paso a los policías que empezaban a merodear en busca del azabache.
Rafael apagó el cigarro y se encaminó rumbo las escaleras.
—Espero la encuentres —Fue lo último que dijo dándole de palmadas al hombro para después dejarlo solo.
—Yo también lo espero.... Yo también...
Lo había logrado, o al menos por el momento eso parecía. La felicidad pese lo controversial no tenía cavida.
No ahora.
Estaba sentado, en lo más alto de un edificio admirando las luces de la ciudad; las personas desde ahí le parecía tan insignificantes cómo hormigas. Jugaba a aplastarlas con sus dedos haciendo de verdugo sobre la gente que ineptos de su presencia tan sólo continuaban en su andar.
—Te diviertes... Que novedad.
A sus espaldas, la imagen ensombrecida de su hermano lo miraba, su mirada juzgaba su comportamiento. En cierta manera Rafael era en ocasiones bastante intolerante con él.
Se acercó con un cigarrillo entre sus labios, aún sin encender pues buscando entre su abrigo no estaba el mechero.
—Bueno, hay que celebrar. No estoy en prisión, cumplí muy bien mi condena... Por un tiempo. —Alessandro respondió sonriendo, sacando de su bolsillo el mechero que había tomado prestado del albino
—¡Mira! Aún no pierdo el toque.
Rafael gruñó arrebatando el encendedor para prender su cigarrillo.
—Lo veo. Sigues siendo tan idiota cómo de costumbre —Decía antes de jalar a todo pulmón, sabía que su mera presencia era un dolor de cabeza—. Alessandro, esta es la última vez que te cubro; no vuelvas a buscarme.
Su hermano sonó serio, no a lo que estaba acostumbrado, y él lo entendió; luego de su encierro y unos contactos de Rafael fue que tuvo seguridad ahí dentro, sí, quizá tuvo que trabajar para otros reos o dar de su comida para que lo dejaran quieto, pero la verdadera razón de no haber muerto fue de él, su arrogante hermano menor.
—¿Y quién te pidió ayuda en el futuro? No te adelantes. Rafa; vive el presente, ese es tu problema.
No respondió. En su lugar hubo silencio y humo saliendo de su boca.
Alessandro se volvió hacia la ciudad, había unas patrullas. Podían estarlo buscando, era probable que los helicópteros no tardaran en llegar.
—Gracias —murmuraba, aún sin verlo.
—Sí papá estuviera aquí te habría molido a golpes.
—Hmp —Embozó una sonrisa divertida—, no sería la primera vez que lo hace.~
Rafael quería evitarlo, pero una risa se le escapó, y negaba con la cabeza; el pasado ahora se sentía lejano y extraño.
—Aún no entiendo cómo te adoptó, eres un idiota sin remedio.
Aless se encogió de hombros.
—Dios sabía los planes, yo solamente hice caso —Subiendo la camisa, Alessandro mostró que tenía unos pocky´s escondidos—. Eso me recuerda, tengo hambre, ¿Tú?
—¿Comer esa mierda? No.
—Bien, bien, ¡Pero tú te lo pierdes! —Alejando entonces el paquete, estaba dispuesto a abrirlo para comerse un par.
Ambos hermanos se volvieron una vez más a la ciudad, mirando cómo las calles se volvían más vacías, las personas dejaban paso a los policías que empezaban a merodear en busca del azabache.
Rafael apagó el cigarro y se encaminó rumbo las escaleras.
—Espero la encuentres —Fue lo último que dijo dándole de palmadas al hombro para después dejarlo solo.
—Yo también lo espero.... Yo también...