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Nombre:
Darius Buvreen, "El Mercader de Sombras"
Título: Joyero de los Abismos y Tratante de Maravillas

Con una sonrisa desenfadada que esconde mil tratos bajo la manga, Darius Buvreen aparece donde menos se le espera: entre el bullicio de mercados clandestinos, las sombras de callejones opulentos o incluso en cruces de caminos olvidados. Su piel morena, bruñida como si hubiera absorbido el resplandor de fogatas nocturnas, combina a la perfección con su estilo itinerante: un saco color rojo vivo sobre una camisa negra, pantalones de cuero ajustado y botas altas que llevan el polvo de mil rutas. Sus cuernos, negros como azabache y afilados en punta, se alzan desde su frente en una silueta agresiva que contrasta con su actitud burlona. Aunque su altura impone (1.85 metros), su porte descontracturado y una sonrisa casi infantil lo hacen parecer más un cómplice que una amenaza.

Detras de sus lentes con cristales rojos sus pupilas felinas que parecen adivinar deseos, ocultan miradas calculadoras que evalúan el peso de las almas . Sus joyas no son adornos, sino herramientas: anillos de plata y oro con runas movedizas y una cadena que susurra secretos en lenguas muertas. Su cola, delgada y nerviosa, se enreda a veces en la empuñadura de una daga que lleva al cinto, cuyo filo brilla con un líquido violeta.

Darius no tiene tienda fija. En su lugar, carga consigo un cofre antiguo forrado en terciopelo púrpura, del que extrae mercancías imposibles: diamantes que contienen risas robadas, espejos que muestran futuros alternos o licores que apagan remordimientos. Su encanto radica en lo impredecible: puede aparecer en una fiesta de nobles ofreciendo collares de lágrimas solidificadas o en un burdel vendiendo perfumes que alteran la memoria. Es un maestro del trueque, pero prefiere el caos al orden: sus contratos suelen incluir cláusulas absurdas (como "bailar un vals bajo la luna llena" o "robarle un beso a un enemigo").

"¿Buscas algo... específico? O mejor aún: ¿dejarte sorprender? No, no tengo tienda. El mundo entero es mi escaparate. Y tú, querido, pareces el tipo de cliente que disfruta de los atajos peligrosos" — murmura, ajustándose los lentes mientras saca del bolsillo un mapa marcado con cruces que se mueven solas.

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