Aquella tarde me encontraba en una taberna haciendo negocios. 

 

Yo, la gran hechicera Reena Inverse, era hija de comerciantes, así es que de algún modo llevaba la negociación en la sangre. 

 

Siempre buscaba el modo de obtener la mejor oferta, aunque a veces tuviera que "presionar un poco" al vendedor a hacerme aquella mejor oferta. 

 

—Esto no vale más de tres monedas de oro —le dije a uno de los bandidos que se encontraba negociando conmigo. 

 

El objeto de aquella negociación era una especie de daga con ciertos poderes mágicos que descansaba sobre la mesa entre el bandido y yo. 

 

No sabía cuáles eran estos exactamente, pero los podía sentir vibrar en su reluciente hoja plateada.

 

Quería conseguir aquella daga para Gaudy y, lo mejor de todo, es que el bandido no sabía que la hoja de aquella daga estaba encantada. 

 

—¡¿Niña, te has vuelto loca?! ¡Esta daga vale por los menos diez veces más el valor que dices!

 

”¿Diez veces más?" Su respuesta me sorprendió. Si el bandido conociera bien el objeto que estaba vendiendo sabría que su valor rondaba cien veces más el valor que yo le había ofrecido. Tal vez incluso más. ¿A quién le habría robado esa daga este bandido?

 

—¿Pretendes sacar treinta monedas de plata por una daga que parece de juguete? —comenté en tono de burla. —Te estoy haciendo un favor dándote esas tres monedas de oro, pero bien podrían ser de plata. 

 

—¡Ni hablar! ¡Prefiero regalarle a cualquiera esta daga antes de vendértela a ti por tres ridículas monedas de oro! 

 

Fue en ese instante en que lancé un pequeño hechizo contra la daga. 

 

El hombre se puso de pie, agarró la daga para guardarla y, sin que lo esperase y fruto de mi hechizo, la daga giró sobre sí misma causándole un profundo y sangrante corte en la mano. 

 

Sin embargo, en cuestión de segundos, la mano de aquel hombre empezó a convertirse en roca. 

 

Así es que aquella era la magia que la daga guardaba en su interior...