[Starter para Catalina de Guzmán (LaM3dusa)]

En el mar, la calma nunca duraba mucho. Eso era lo que había aprendido con los años a merced de aquella inmensa masa de agua a la que llamaba hogar. Sin embargo, aquel día parecía que el viento nunca iba a arreciar. El agua bajo los navíos parecía una piscina ondulante sin ningún tipo de fuerza, como si hubiera olvidado su gran potencial, toda su peligrosidad intrínseca... ¿Dónde estaba la tempestad? ¿Por qué no llegaba? Había pasado ya más de una hora en cubierta, padeciendo los efectos del sol abrasador sobre la piel, cuando me retiré a mi camarote.

La estancia, con diferencia, más elegante y amplia del Siervo, dividida en dos: por una parte, el dormitorio, una cama amplia, cien veces más cómoda que ninguno de los camastros de la tripulación, además de varios sillones; por el otro, lo que se podía llamar despacho. Una mesa amplia en el centro con un mapa siempre extendido. Otra mesa, de escritorio, con un último sillón tras ella para recibir audiencias. Audiencias, audiencias... En el mar, la calma nunca duraba mucho, y si no era el agua la que se picaba, lo hacían los hombres.

Me limpié el sudor de la nuca con un pañuelo ya sucio y a gritos reclamé la presencia de mi hermana a bordo. No hacía falta mucho para comunicarse entre barcos cuando estaban unos amarrados a otros, así que esperaba que Catalina no se hiciera mucho de rogar. Antes de su llegada, me aseguré de tenerlo todo listo. Y cuando hablo de tenerlo todo listo, hablo de dejar la jaula de los perros abierta, aunque vacía, y de tener bien sujeta a la cintura la cadena doble que mantiene a Sable y a Veneno siempre cerca de mí.