~15:40 Tokio, Japon.~

Sus ojos púrpura se encontraban apagados sin brillo, ni constelaciones. Su cabeza no paraba de dar vueltas en círculos corriendo a contra reloj. Su boca estaba seca como si no hubiera tocado el agua en días, el sol brillaba contra su lado izquierdo de la cara, dejando ver sus heridas mas marcadas y su sequedad que quebraba su piel.

En cuanto a su cuerpo, se encontraba sobre una cama vieja y oxidada que parecía estar hecha de resortes metálicos desgastados, estos se sentían  presentes con solo acariciar el colchón e incluso atravesarian la piel de aquel que saltara sobre ellos. Tenía puesto un camisón sucio y blanco, manchado con sangre. Debajo de este no había ropa interior que la cubriera, parecía ser que la habían desnudado sin tocarla con pecado.

Observó a su alrededor viendo una habitación blanca, fria y extrañamente acolchonada. Habían pequeños peluches rosados, un inodoro de muchos colores y una pequeña televisión que reproducia capítulos de "My little pony". 

Las 4 paredes estaban llenas de cuadros blancos que daban a entender que obedecer era lo que mejor se podría hacer. Además de una imagen del chico y de Analis sonriendo juntos con muchos juguetes, lo que la hizo fruncir los labios.

 Sus pies débiles y moreteados tocaron el piso frío de la habitación blanca, que parecía una almohada suave que acariciaba sus heridas con apretones.

No se escuchaban voces, para nada, tal vez era mejor para ella pues su cabeza estaba apuñalandola específicamente en la sien.

Dio un pequeño recorrido hasta la puerta que estaba frente suyo, su paso era lento, apagado, buscando sostenerse del picaporte de metal. 

Poco a poco, pequeños recuerdos de la noche anterior regresaban a su mente, algo que solo penetraba mas en su cabeza adolorida. Vio esos ojos psicópatas enfocados en ella, ese cabello blanco desteñido que se desordenaba con movimientos veloces de manos. Su sonrisa de aprobación, que le recalcaba lo imbécil que era. Sumado a muchas más personas tocandola, inyectandola y drogandola. Estas memorias atravesaban su frente como balas de un arma, su cuerpo destrozado, usado, manipulado, y mucho más de lo que significaría tener un polvo, no se trataba de eso. Esto era peor.

Continuó su camino sintiendo esos sentimientos arder en su interior, el tropezón que estuvo apuntó de dar fue detenido por la apertura de la puerta. Por alguna razón que nadie conocía, esta  encontraba abierta sin candado, dejando ver un pasillo más iluminado que en el anterior.

¿Un hospital?.

Arrastrando sus empeines sobre el suelo por lo pesado que su cuerpo estaba. Ella se puso a recorrer el establecimiento abriendo puerta tras puerta, encontrando cosas que jamás pensaba ver ni siquiera dormida. 

Ropa interior almacenada en pilas altas que alcanzaban los techos, documentos, pequeñas billeteras, fotos, aretes, e incluso algún que otro telefono con fondos de pantalla de mujeres. Sintió su estómago resolverse a medida que analizaba como esas pertenencias tenían nombres detrás, sus víctimas eran marcadas y dejaban todo lo que les pertenecía allí. Eso pensó.

Las demás habitaciones tenían pequeñas camillas de hospital bañadas en un liquido carmesí, que podría describirse como sangre. Además de millones de drogas fuertes dispersas por todas las camas y apiladas en una torre. Sus contenidos eran tan tóxicos, que acabarían con un adulto normal si las bebía.

En resumen el ambiente era grotesco, frio, asqueroso y familiar para ella.

Un olor putrefacto la distrajo de su objetivo principal. Lo sentía extraño al invadir sus fosas nasales, era como si se tratase de una putrefacción desconocida. Esta pestilencia vino acompañada de un grito femenino que activo las alarmas de la mujer, quien ya estaba cada vez más cerca de cruzar la puerta.

La pelinegra entre el miedo y la tensión no supo que más hacer, por lo que impactada y atónita, se oculto detrás de las drogas.

Escucho como una voz masculina le decía a la otra victima que disfrutaría mucho sentir las agujas en su cuerpo, y la pérdida de conocimiento. Agregado a eso, había un constante ruido de movimiento de bolsa que se arrastraban por el piso, y daban mucha mas sensación de que el olor que esta deprendia, se trataba de un cuerpo.

Sus labios temblaron sabiendo quienes estaban del otro lado y como las trataban. Ella iba a tener que vivir lo mismo si no actuaba de inmediato.

Con miedo de ser descubierta, busco algo que la pudiera defender en caso de que la encontraran, en el suelo un fierro de las camillas envuelto en sangre fue su ultima esperanza. Encerrada detrás de esa pila de drogas y sábanas espero a que el más grandote se marchará. 

Las horas pasaron, y el tipo parecía torturar a la mujer de diferentes formas posibles, por lo que cansada e imprudente salió de su escondite huyendo por la puerta principal, sin hacer ni un solo ruido. Sin ser encontrada.

Detrás de la puerta la esperaba un camino menos largo que el otro. Frente a ella, un edificio mucho más luminoso que el anterior se presentó, rodeado de científicos que caminaban de un lado a otro. Acompañados de hombres con grandes estatus, entre esas figuras habían algunas que podrías reconocer con solo verles, altos mandos que venian a ver este juego macabro. 

Parecían estar espiando una camara que daba hacia habitaciones más amplias, con chicas que se peleaban entre ellas por comida estando desnudas. Las mujeres tenían un parecido con sus pintas actuales, un camison destrozado  recubierto de tierra. La diferencia era que ellas estaban maquilladas, o eran preparadas para una especie de salida o video que les diera más dinero a los científicos corruptos.

Los ojos amatistas de Analis ahora estaban perdidos en aquellas escenas, experimentos sociales por donde vieras, cuerpos diseccionados y guardados en cápsulas. Mujeres usadas y tocadas, hombres con las babas cayéndose, más de lo que podría soportar.

 

🌑; ❝Buenos dias. Parece que la perra se desperto de la siesta. Vamos, tenemos que hablar, no me importa lo que creas. ❞

 

Dijo la voz grave que ella lograba reconocerse, era ese hombre de grandes bienes que aprendió todo de su padre, el hombre que adoraba usarle.

Dejándola helada una vez mas, sin poder moverse como el quería. El peliblanco enfadado, tomo más fuerte la mano de la chica, siendo llevada por su gran potestad, y maldad. Lo que la condujo lejos de ese mundo desalmado, lleno de ambiciones o de hombres y mujeres desagradecidos.