Tal cual prometió a su pareja, se había encargado de preparar una nueva cita, esta vez un poco más sencilla pero, no por ello, menos romántica o detallada.
Se adueñó de la terraza del hotel para ellos dos únicamente, decorando el lugar con suaves luces cálidas y aquellas flores que creó especialmente para él, rosas perpetuas, junto algunos lycoris que le recordaban a la perfección a su cervatillo, destacando entre tanta oscuridad con un brillo rojizo.

La cereza del pastel fue una mesa al centro con un par de velas, una botella de vino y otra de whisky, sumado a una radio antigua en uno de los costados, funcional y con suave música de jazz para el ambiente.
Quería asegurarse de que todo estuviera perfecto antes de tomar su sombrero y a su pequeña mascota de este, mandándole a buscar al cervatillo con una rosa como invitación, guiándole hasta ahí.

El monarca estaba nervioso, acomodando sus cabellos, incluso su traje. No quería ver ni una sola pelusa en este para cuando llegara a su encuentro, respirando profundo para relajarse, mirando en su dedo aquel anillo de pertenencia y sonriendo.

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