Cuesta creerlo, pero ya llevo nueve años aquí abajo, en Ciudad Pentagrama. ¿Que quien soy? En la calle me llaman Ren, en cuanto a mi nombre real, prefiero guardármelo por el momento, no lo uso en el infierno. Me exilie en el infierno antes de que me echaran del cielo por algo que gusta muy poco en la corte celestial: Tener mis propias ideas. 

Pero Ciudad Pentagrama no es desconocida para mí, porque estuve un par de años en la embajada celestial. De vez en cuando me daba una vuelta por la ciudad para tener emociones fuertes, pero todo empezó a cambiar cuando recibí la oferta para unirme a los Exorcistas. Tras aceptarla, me contaron de qué iba la cosa: Una vez al año, bajaban al infierno y purgaban el Círculo del Orgullo. Las instrucciones eran claras: Ir solo a por los pecadores. Al parecer, ese era el acuerdo que el Cielo alcanzó con Lucifer. La primera vez que participé en el Exterminio me lo pasé en grande masacrando a los pecadores, lo único que no me pareció bien fue que los demás dejaran tan alegremente las armas angelicales. Pero fue a partir del segundo Exterminio cuando empecé a ver cosas que no me gustaban.

Era una masacre indiscriminada. Claro que había pecadores que merecían ser eliminados, pero otros, podía notarlo, era gente que no habían hecho nada realmente malo hasta que fueron llevados a un punto de quiebre. Esos merecían una segunda oportunidad, así que empecé a perdonarlos, pero de una manera que no fuese demasiado obvia. A los niños simplemente los ignoraba, pero en el fondo, sabía que mis dudas no tardarían en llegar a oídos de Sera. Me dijo que el Exterminio era necesario para evitar un alzamiento del infierno, a lo que conteste con una frase que aún recuerdo: "Si el Infierno hubiese querido alzarse contra nosotros, ya lo habría hecho. Sabiendo lo fácil que es ir al infierno, incluso con el Exterminio nos superan en seis a uno" Finalmente, Sera me dio un aviso: Estaba yendo por mal camino si seguía cuestionando el statu quo. No fue sorprendente que fuese excluido del siguiente Exterminio, y muchos lo interpretaron del mismo modo: Estaba en la cuerda floja, y más cuando se supo que había sido citado ante la corte celestial, algunos días después. No necesitaba más: Estaba sentenciado, extraoficialmente expulsado del cielo, solo era cuestión de saber cuándo me arrancarían las alas para tirarme al infierno. Pero no iba a darles esa satisfacción. 

La noche antes de mi citación, me colé en el lugar donde se fabricaban las armas angelicales. Sabía que no estaba vigilado, así que pude llevarme primero varios planos de armas y luego una cantidad considerable del acero angelical. Aunque ninguno de los nuestros lo había visto para atestiguarlo, el hecho de que muchas armas se quedaban atrás una vez concluía el Exterminio era un secreto a voces. Un robo iba a causar conmoción en el cielo, pues era casi imposible imaginar que tal desafuero pudiera suceder. Yo sabía que ese era un viaje solo de ida, comprendiendo la sabiduría de aquella frase que me dijeron en mis andanzas por el Pentagrama: "Es extremadamente difícil entrar en el Cielo, pero extremadamente fácil que te echen de allí.

Lo primero fue deshacerme del acero angelical, y eso fue sorprendentemente facil, porque Carmilla Carmine lo compro casi todo, salvo algo que me guarde para mi. ¡Y ni siquiera pregunto de donde lo habia sacado! Supongo que cuando tienes la oportunidad de conseguir algo tan preciado como el acero angelical, su procedencia no tiene mucha importancia. El caso es que pago excepcionalmente bien por el, asi que sabia que no iba a tener problemas de pasta una buena temporada. En cuanto a los planos de las armas, preferi guardarmelos, podian sacarme de un apuro. Ahora llegaba la cuestion de esconderme de los Exorcistas, y ahi contaba con algo a mi favor: Los Exorcistas no bajaban al Pentagrama salvo el dia del Exterminio, y para eso todavia quedaba un año. Mientras no mostrara mi halo y mis alas, pasaria por un pecador mas. Quien iba a decirme que el Exterminio iba a darme la ocasion de ser alguien importante en el Pentagrama...