Todos a bordo
Fandom Harry Potter
Categoría Fantasía
El agudo sonido del pitido del tren explotó a través del andén, indicando el inicio de un viaje que prometía ser más que un simple recorrido. Pronto las ruedas del Expreso de Hogwarts comenzaron su andar trasladando consigo a todas las personas que habían decidido participar de la majestuosa fiesta que se ofrecía en el castillo, la escuela era reconocida por sus magnos eventos, así que las expectativas eran de las más altas.

Con el pasar de los minutos, el crepúsculo se pintó en el cielo con tonos anaranjados, muchos suspiros brotaron al contemplar aquellos mágicos colores, era un recordatorio de que, así como el solsticio marcaba el inicio de una nueva estación, también daba paso a una temporada de cambios en Hogwarts, pues su dirección ya no era la misma.

Los vagones del tren, meticulosamente decorados con asientos de cuero carmesí, parecían pequeños refugios que aguardaban ansiosos a sus ocupantes. Habían compartimentos superiores que ofrecían espacio para que almacenaran sus objetos personales, así los pasajeros podían asegurarse de no perder nada en su trayecto. En el viaje cada detalle estaba cuidadosamente planificado.

Pasados los minutos, llegó el momento de un aperitivo, la mujer del carrito empezó a recorrer los pasillos del largo tren, su voz resonaba en los vagones y los tentaba a consumir los azucarados postres. Las ranas de chocolate con cromos dorados de magos famosos, así como las babosas de gelatina estaban en promoción, una excusa perfecta para inyectar una pequeña dosis de felicidad y despertar así la niñez que yacía en el corazón de cada pasajero.

Las risas llenaban los compartimentos mientras los estudiantes de Hogwarts compartían sus expectativas de la fiesta invernal. Los adultos por su parte comentaban sobre los recientes ataques de neófitos que habían sembrado caos en Londres. Las conversaciones se mantuvieron durante todo el trayecto, pero cuando el tren cruzó el viaducto de Glenfinnan, la oscuridad empezó a apoderarse en el horizonte y de inmediato las luces de los faroles se encendieron, creando un ambiente enigmático que envolvía el tren en un manto de misterio.

Los pasajeros, sin darse cuenta de que la noche los cubría, mantuvieron sus charlas. ¿Qué les aguardaría en aquella fiesta invernal? Solo el tiempo, que avanzaba lentamente, lo diría.
El agudo sonido del pitido del tren explotó a través del andén, indicando el inicio de un viaje que prometía ser más que un simple recorrido. Pronto las ruedas del Expreso de Hogwarts comenzaron su andar trasladando consigo a todas las personas que habían decidido participar de la majestuosa fiesta que se ofrecía en el castillo, la escuela era reconocida por sus magnos eventos, así que las expectativas eran de las más altas. Con el pasar de los minutos, el crepúsculo se pintó en el cielo con tonos anaranjados, muchos suspiros brotaron al contemplar aquellos mágicos colores, era un recordatorio de que, así como el solsticio marcaba el inicio de una nueva estación, también daba paso a una temporada de cambios en Hogwarts, pues su dirección ya no era la misma. Los vagones del tren, meticulosamente decorados con asientos de cuero carmesí, parecían pequeños refugios que aguardaban ansiosos a sus ocupantes. Habían compartimentos superiores que ofrecían espacio para que almacenaran sus objetos personales, así los pasajeros podían asegurarse de no perder nada en su trayecto. En el viaje cada detalle estaba cuidadosamente planificado. Pasados los minutos, llegó el momento de un aperitivo, la mujer del carrito empezó a recorrer los pasillos del largo tren, su voz resonaba en los vagones y los tentaba a consumir los azucarados postres. Las ranas de chocolate con cromos dorados de magos famosos, así como las babosas de gelatina estaban en promoción, una excusa perfecta para inyectar una pequeña dosis de felicidad y despertar así la niñez que yacía en el corazón de cada pasajero. Las risas llenaban los compartimentos mientras los estudiantes de Hogwarts compartían sus expectativas de la fiesta invernal. Los adultos por su parte comentaban sobre los recientes ataques de neófitos que habían sembrado caos en Londres. Las conversaciones se mantuvieron durante todo el trayecto, pero cuando el tren cruzó el viaducto de Glenfinnan, la oscuridad empezó a apoderarse en el horizonte y de inmediato las luces de los faroles se encendieron, creando un ambiente enigmático que envolvía el tren en un manto de misterio. Los pasajeros, sin darse cuenta de que la noche los cubría, mantuvieron sus charlas. ¿Qué les aguardaría en aquella fiesta invernal? Solo el tiempo, que avanzaba lentamente, lo diría.
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