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El combate de las dos hijas del Caos

Había entrenado a solas con Arc.
Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas.
Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido.

Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza.

Albedo:
—Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte.

La esquina de mi ojo tiembla.
Mi orgullo también.

Lili:
—¿A quién llamas enana… descerebrada?

Una vena se le marca en la frente.
Y se ríe.
Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado.

Albedo:
—¿Quieres que peleemos, enana?

Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel.
Mis huesos crujen.
Escamas nacen.
La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado.

Albedo no se queda atrás.
Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal.
Dientes afilados.
Músculos tensos.
Una bestia lista para destrozar.

Dentro de mí, la dragona resopla con desdén.

Arc (en mi interior):
—Engreída…

Y entonces su voz se apaga.
Como una llama extinguida por el viento.

“Muéstrame de qué eres capaz.”

Y… me destransformo.

Totalmente.
Sin protección.
Sin escamas.
Sin fuego.

Lili (murmurando en Tharésh'Kael):
—No me hagas esto… dragona loca…

Albedo gruñe, encantada.

Albedo:
—Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme.

Lili:
—No me hace falta… soy más rápida que tú.

El aire vibra.
Salto.
Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero.

No retrocede ni un milímetro.

Ni. Uno.

Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna.
La agarra como si fuera un palo de escoba.

Y me estampa contra el suelo.

El impacto me corta el aire.
Las costillas crujen.

Y sin darme un segundo, me pisa el pecho.
Me hunde en la tierra.
Presiona.
Y presiona.
Y presiona.

Siento cómo mis costillas se rompen.
Cómo las astillas se clavan en mis pulmones.
La sangre sube por mi garganta.

No puedo respirar.
No puedo moverme.
Los ojos se me ponen en blanco.

Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho.

Por primera vez.

La sombra.

Veythra.

Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego.

Veythra (en mi interior):
—Levanta, princesa del Caos.
—Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos.

Mi cuerpo se recompone en un latido.
Las costillas vuelven a su sitio.
La sangre retrocede.
El dolor se apaga.

Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto.

Y entonces ocurre.

Del costado de mi cuerpo nace una sombra.
Una copia perfecta de Albedo.
Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras.

La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella.
El choque es brutal.
Las dos formas se despedazan.

Pero Albedo…
La verdadera…
Es demasiado.

La hace pedazos.

La machaca.

Y yo…

Yo no entiendo nada.

Lili:
—Basta…

Retrocedo.
Me aparto temblando.
Mis pies dan un paso, luego otro.

Y echo a correr.

Huyo.
Del combate.
De Albedo.
De Arc.
De Veythra.
De mí misma.

Detrás, escucho su risa ronca.

Albedo:
—Ahora se ponía divertido…
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El combate de las dos hijas del Caos Había entrenado a solas con Arc. Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas. Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido. Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza. Albedo: —Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte. La esquina de mi ojo tiembla. Mi orgullo también. Lili: —¿A quién llamas enana… descerebrada? Una vena se le marca en la frente. Y se ríe. Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado. Albedo: —¿Quieres que peleemos, enana? Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel. Mis huesos crujen. Escamas nacen. La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado. Albedo no se queda atrás. Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal. Dientes afilados. Músculos tensos. Una bestia lista para destrozar. Dentro de mí, la dragona resopla con desdén. Arc (en mi interior): —Engreída… Y entonces su voz se apaga. Como una llama extinguida por el viento. “Muéstrame de qué eres capaz.” Y… me destransformo. Totalmente. Sin protección. Sin escamas. Sin fuego. Lili (murmurando en Tharésh'Kael): —No me hagas esto… dragona loca… Albedo gruñe, encantada. Albedo: —Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme. Lili: —No me hace falta… soy más rápida que tú. El aire vibra. Salto. Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero. No retrocede ni un milímetro. Ni. Uno. Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna. La agarra como si fuera un palo de escoba. Y me estampa contra el suelo. El impacto me corta el aire. Las costillas crujen. Y sin darme un segundo, me pisa el pecho. Me hunde en la tierra. Presiona. Y presiona. Y presiona. Siento cómo mis costillas se rompen. Cómo las astillas se clavan en mis pulmones. La sangre sube por mi garganta. No puedo respirar. No puedo moverme. Los ojos se me ponen en blanco. Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho. Por primera vez. La sombra. Veythra. Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego. Veythra (en mi interior): —Levanta, princesa del Caos. —Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos. Mi cuerpo se recompone en un latido. Las costillas vuelven a su sitio. La sangre retrocede. El dolor se apaga. Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto. Y entonces ocurre. Del costado de mi cuerpo nace una sombra. Una copia perfecta de Albedo. Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras. La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella. El choque es brutal. Las dos formas se despedazan. Pero Albedo… La verdadera… Es demasiado. La hace pedazos. La machaca. Y yo… Yo no entiendo nada. Lili: —Basta… Retrocedo. Me aparto temblando. Mis pies dan un paso, luego otro. Y echo a correr. Huyo. Del combate. De Albedo. De Arc. De Veythra. De mí misma. Detrás, escucho su risa ronca. Albedo: —Ahora se ponía divertido…
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El combate de las dos hijas del Caos

Había entrenado a solas con Arc.
Había invocado su armadura dracónica, sentido sus escamas abrazar mis huesos, su fuego pulsar en mis venas.
Y aún así… me acerqué a Albedo con el corazón latiendo demasiado rápido.

Ella levantó la vista, con esa arrogancia suya que siempre roza la amenaza.

Albedo:
—Hola, enana. Será mejor que te apartes. Estoy entrenando y podrías lastimarte.

La esquina de mi ojo tiembla.
Mi orgullo también.

Lili:
—¿A quién llamas enana… descerebrada?

Una vena se le marca en la frente.
Y se ríe.
Se ríe mientras aprieta el puño y revienta una barra de metal como si fuera papel mojado.

Albedo:
—¿Quieres que peleemos, enana?

Respiro hondo y dejo que Arc tome mi piel.
Mis huesos crujen.
Escamas nacen.
La armadura dracónica cubre mi cuerpo con un brillo lunar-azulado.

Albedo no se queda atrás.
Se transforma en la Orca Brutal, su forma de fuerza descomunal.
Dientes afilados.
Músculos tensos.
Una bestia lista para destrozar.

Dentro de mí, la dragona resopla con desdén.

Arc (en mi interior):
—Engreída…

Y entonces su voz se apaga.
Como una llama extinguida por el viento.

“Muéstrame de qué eres capaz.”

Y… me destransformo.

Totalmente.
Sin protección.
Sin escamas.
Sin fuego.

Lili (murmurando en Tharésh'Kael):
—No me hagas esto… dragona loca…

Albedo gruñe, encantada.

Albedo:
—Será mejor que vayas con todo. No voy a contenerme.

Lili:
—No me hace falta… soy más rápida que tú.

El aire vibra.
Salto.
Le pateo el cuello en un golpe limpio, certero.

No retrocede ni un milímetro.

Ni. Uno.

Antes de entender qué ha pasado, me atrapa la pierna.
La agarra como si fuera un palo de escoba.

Y me estampa contra el suelo.

El impacto me corta el aire.
Las costillas crujen.

Y sin darme un segundo, me pisa el pecho.
Me hunde en la tierra.
Presiona.
Y presiona.
Y presiona.

Siento cómo mis costillas se rompen.
Cómo las astillas se clavan en mis pulmones.
La sangre sube por mi garganta.

No puedo respirar.
No puedo moverme.
Los ojos se me ponen en blanco.

Y en ese filo entre vivir y morir… la escucho.

Por primera vez.

La sombra.

Veythra.

Su voz en Tharésh'Kael me atraviesa como una columna de hielo y fuego.

Veythra (en mi interior):
—Levanta, princesa del Caos.
—Hija de Jennifer… yo te mostraré el auténtico poder del Caos.

Mi cuerpo se recompone en un latido.
Las costillas vuelven a su sitio.
La sangre retrocede.
El dolor se apaga.

Agarro el pie de Albedo con fuerza nueva… pero ella sigue siendo más fuerte. Me zafa como si fuera un insecto.

Y entonces ocurre.

Del costado de mi cuerpo nace una sombra.
Una copia perfecta de Albedo.
Una Albedo oscura, hecha de tinieblas puras.

La sombra-orca ruge y se abalanza sobre ella.
El choque es brutal.
Las dos formas se despedazan.

Pero Albedo…
La verdadera…
Es demasiado.

La hace pedazos.

La machaca.

Y yo…

Yo no entiendo nada.

Lili:
—Basta…

Retrocedo.
Me aparto temblando.
Mis pies dan un paso, luego otro.

Y echo a correr.

Huyo.
Del combate.
De Albedo.
De Arc.
De Veythra.
De mí misma.

Detrás, escucho su risa ronca.

Albedo:
—Ahora se ponía divertido…
Me shockea
Me enjaja
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