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La sombra reposa en la negrura, como durmiendo en las sombras. No hay expresión, no hay movimiento, solo la misma oscuridad impenetrable, como un agujero vacío en el horizonte. No es hasta que el brujo está lo suficientemente cerca y el frío que le acompaña logra alcanzarle, que la masa finalmente da señales de vida, moviéndose lentamente, creciendo y definiéndose en tamaño y forma.
Una sombra humanoide de unos veinte metros de altura se dibuja en el paisaje. Dos ases rojos aparecen en lo más alto y, un segundo después, toda su silueta explota en llamas, mostrándose tal cual es.
El Balrog le ha escuchado y responde en la antigua lengua de los corruptos, avanzando un paso que hace temblar la tierra, abriendo las fauces y soltando un poderoso rugido sobre el brujo.
Su nombre no importa, fue sepultado y olvidado hace siglos y milenios, cuando su humanidad fue consumida, pero su título prevalece; Khan, señor de la oscuridad y las llamas, el terror de las profundidades, devorador de almas, destructor de toda vida.
La sombra reposa en la negrura, como durmiendo en las sombras. No hay expresión, no hay movimiento, solo la misma oscuridad impenetrable, como un agujero vacío en el horizonte. No es hasta que el brujo está lo suficientemente cerca y el frío que le acompaña logra alcanzarle, que la masa finalmente da señales de vida, moviéndose lentamente, creciendo y definiéndose en tamaño y forma.
Una sombra humanoide de unos veinte metros de altura se dibuja en el paisaje. Dos ases rojos aparecen en lo más alto y, un segundo después, toda su silueta explota en llamas, mostrándose tal cual es.
El Balrog le ha escuchado y responde en la antigua lengua de los corruptos, avanzando un paso que hace temblar la tierra, abriendo las fauces y soltando un poderoso rugido sobre el brujo.
Su nombre no importa, fue sepultado y olvidado hace siglos y milenios, cuando su humanidad fue consumida, pero su título prevalece; Khan, señor de la oscuridad y las llamas, el terror de las profundidades, devorador de almas, destructor de toda vida.
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La sombra reposa en la negrura, como durmiendo en las sombras. No hay expresión, no hay movimiento, solo la misma oscuridad impenetrable, como un agujero vacío en el horizonte. No es hasta que el brujo está lo suficientemente cerca y el frío que le acompaña logra alcanzarle, que la masa finalmente da señales de vida, moviéndose lentamente, creciendo y definiéndose en tamaño y forma.
Una sombra humanoide de unos veinte metros de altura se dibuja en el paisaje. Dos ases rojos aparecen en lo más alto y, un segundo después, toda su silueta explota en llamas, mostrándose tal cual es.
El Balrog le ha escuchado y responde en la antigua lengua de los corruptos, avanzando un paso que hace temblar la tierra, abriendo las fauces y soltando un poderoso rugido sobre el brujo.
Su nombre no importa, fue sepultado y olvidado hace siglos y milenios, cuando su humanidad fue consumida, pero su título prevalece; Khan, señor de la oscuridad y las llamas, el terror de las profundidades, devorador de almas, destructor de toda vida.
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