Jimoto no tenía planes de quedarse mucho en la fiesta. Solo pasaba por ahí, con su panecillo y una sonrisa despreocupada en el rostro, cuando alguien lo reconoció.
—¡Espera, tú eres Jimoto! —exclamó un hombre de barba desordenada, señalándolo con emoción—. ¡Tú me salvaste aquella vez en el muelle!
Jimoto se detuvo, parpadeando un par de veces antes de soltar una carcajada.
—¡Oh! ¡Eras tú! Casi te parten la cara, ¿eh? —bromeó, dándole una palmada en la espalda—. Me alegra ver que sigues entero.
El tipo rió con él y luego, con una chispa de emoción en los ojos, miró hacia el escenario.
—Déjame agradecerte como se debe. ¡Súbete ahí y toca algo para nosotros!
Jimoto alzó una ceja, fingiendo pensarlo, pero en realidad ya había decidido. Nunca rechazaba una buena oportunidad para animar el ambiente.
La multitud estalló en vítores cuando Jimoto subió al escenario y tomó la guitarra que le ofrecían. La colgó con naturalidad, probó un par de acordes y sonrió al sentir la vibración en sus dedos.
https://youtu.be/6tVJyf5jRME?si=hHzXqEsoPxPq_gjg
—¡Espera, tú eres Jimoto! —exclamó un hombre de barba desordenada, señalándolo con emoción—. ¡Tú me salvaste aquella vez en el muelle!
Jimoto se detuvo, parpadeando un par de veces antes de soltar una carcajada.
—¡Oh! ¡Eras tú! Casi te parten la cara, ¿eh? —bromeó, dándole una palmada en la espalda—. Me alegra ver que sigues entero.
El tipo rió con él y luego, con una chispa de emoción en los ojos, miró hacia el escenario.
—Déjame agradecerte como se debe. ¡Súbete ahí y toca algo para nosotros!
Jimoto alzó una ceja, fingiendo pensarlo, pero en realidad ya había decidido. Nunca rechazaba una buena oportunidad para animar el ambiente.
La multitud estalló en vítores cuando Jimoto subió al escenario y tomó la guitarra que le ofrecían. La colgó con naturalidad, probó un par de acordes y sonrió al sentir la vibración en sus dedos.
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Jimoto no tenía planes de quedarse mucho en la fiesta. Solo pasaba por ahí, con su panecillo y una sonrisa despreocupada en el rostro, cuando alguien lo reconoció.
—¡Espera, tú eres Jimoto! —exclamó un hombre de barba desordenada, señalándolo con emoción—. ¡Tú me salvaste aquella vez en el muelle!
Jimoto se detuvo, parpadeando un par de veces antes de soltar una carcajada.
—¡Oh! ¡Eras tú! Casi te parten la cara, ¿eh? —bromeó, dándole una palmada en la espalda—. Me alegra ver que sigues entero.
El tipo rió con él y luego, con una chispa de emoción en los ojos, miró hacia el escenario.
—Déjame agradecerte como se debe. ¡Súbete ahí y toca algo para nosotros!
Jimoto alzó una ceja, fingiendo pensarlo, pero en realidad ya había decidido. Nunca rechazaba una buena oportunidad para animar el ambiente.
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