—F̴͕͇͋̑̆͝o̷͚̟̖̟̜͐̄̀͠ṛ̵͕̱̺͈͓̩̍͜͜ş̸͚̟̪͖͓̝̯̥̎̓̽͗̂̈͜į̷̰͉͚̱͖͎͈̺͊̀̒̓͛̊͂̀͌͝ẗ̸̻̼̤̀͋̋̅̈́̚͝ͅͅa̸̡͎̫͈͓̩̤̰̝̣̎̋̊̈́͘͠n̶̖̱͓̩͂̊͌̓̉̂͗͆͝͝ͅ ̷̨̢͎̬̲̋̓ȧ̸͚͙̗̙̖͚͓͎͇̎͂l̵̜̟̭̱̳͕̅̉̇́̏̈́͋̅i̵̜̹̳̻͓̩̓̋͐́͆̌͜q̸̨̰͕̫̥̤̖͖̊̓̽̈́ú̵͈̩̰͗͌̓͜á̶̱͒̊́̽̚n̸̨͍͍̗͔̑̒͐̈́̊̕͜͝ͅd̴̡̛̙̱͕̣̠͍͝ọ̴͍͈̝̭̻͉̠͐́,̸̧̡̧͉̖̳̥̮̈́̈́̎ ̷̹̮͔̣̀̈́̃̿̈̏̌̋͝ͅi̶̝͉̰̎̄͠n̸̢̲̰̜̬̮̯̪̔͐ ̸̧̨̨̺̤̜̠̺̜́͑̍̇å̸̛̪̝̐̓̎̊̎͗̍͠l̷͇̾͌̔͒͑̂͠͠i̷̼̣̪̬̟̥̅̃o̶̡̜͛̎̓̅͌ ̷̢̝̈́͌̈m̵̧͎̝͓̜̟̽̂̏̑̈́̕ͅu̶̡͓͚̻̘̜̟͇͊̋̚n̵̠̏̎͆̇̎͝d̷̟̹̈́̃͒͒̅̍̀͌͆o̷̙̓̾̂̈́̏͑̾̉͝,̴͈̈́͛͊̓͒͠ ̷͚̤͛̈́͒̋̒͘͝͝͝i̵̛̯͔̬͓̭͛̅͌̏̽͛̂ẗ̴̯̦͒̆̃̊̿e̸͕̞̯͠͝ͅr̷̨͍̺̻̫͎͗ů̵̡̫̪͎̗̠̼̫ṃ̴̢̧̡̧͔͕̘͓͌͐́̋̄͋ ̴̤̼̎̈́͊́̓̓͛́c̸̡̪͇̖̭͎̺̰̈́͌̆õ̷͈͚ͅn̸̗̟̩͚̈̕v̶͕̆̈̑̀͗̒̋͘͠ę̷̧͎̙͇̼̦̯̌̂̀̂͝ͅn̵̹̎͛̽͐̈́̆͗͌̿i̵̛͙̰̼̱͕͙̝͙͉͉̇̐͗̉a̶̫͕̫̹̥͈͎̒̍͝͝m̴̢̢̪͖̞̩͉̲̀͋̅́͐̇̍͝u̸̢̧͈̹̺̪̬̺͈̅̌͛̉s̵͓̭̬̳͗͗̐̒͛̌̌.̴͚͈̰̊̈́̑́̈́͝͠͝
(Quizás algún día, en otro mundo, nos volvamos a encontrar) —Susurró, pero su voz cual eco etéreo, no contenía esperanza. Sin un gesto evidente, desató su poder. No necesitaba mover un solo dedo; el aire se tensó y vibró con una fuerza que solo ella podía controlar.
El dragón, lo sintió primero. Una vibración sutil recorrió sus escamas, como un escalofrío en una noche helada. Sus ojos dorados se fijaron en ella con una intensidad casi humana, cargados de una mezcla de advertencia y algo más… algo que ni siquiera él podía entender del todo. A pesar de su tamaño y fuerza, a pesar del fuego que dormía en su interior, era impotente ante el poder oscuro y sereno.
Sin advertencia, el mundo alrededor de ellos comenzó a desvanecerse, perdiendo su forma y color. El dragón se desdibujaba, como si su cuerpo fuese hecho de humo y su esencia se dispersara en el viento. La expresión de la dama se mantuvo inalterable. No había rastro de pena en su rostro; solo una aceptación fría de lo inevitable, de la línea que ella misma había decidido trazar entre ellos.
Y así, el claro quedó vacío, y el viento comenzó a soplar de nuevo, levantando una nube de polvo y cenizas. Los árboles, retorcidos y oscuros crujieron a su alrededor, susurrando un secreto que nadie más podría entender.
(Quizás algún día, en otro mundo, nos volvamos a encontrar) —Susurró, pero su voz cual eco etéreo, no contenía esperanza. Sin un gesto evidente, desató su poder. No necesitaba mover un solo dedo; el aire se tensó y vibró con una fuerza que solo ella podía controlar.
El dragón, lo sintió primero. Una vibración sutil recorrió sus escamas, como un escalofrío en una noche helada. Sus ojos dorados se fijaron en ella con una intensidad casi humana, cargados de una mezcla de advertencia y algo más… algo que ni siquiera él podía entender del todo. A pesar de su tamaño y fuerza, a pesar del fuego que dormía en su interior, era impotente ante el poder oscuro y sereno.
Sin advertencia, el mundo alrededor de ellos comenzó a desvanecerse, perdiendo su forma y color. El dragón se desdibujaba, como si su cuerpo fuese hecho de humo y su esencia se dispersara en el viento. La expresión de la dama se mantuvo inalterable. No había rastro de pena en su rostro; solo una aceptación fría de lo inevitable, de la línea que ella misma había decidido trazar entre ellos.
Y así, el claro quedó vacío, y el viento comenzó a soplar de nuevo, levantando una nube de polvo y cenizas. Los árboles, retorcidos y oscuros crujieron a su alrededor, susurrando un secreto que nadie más podría entender.
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(Quizás algún día, en otro mundo, nos volvamos a encontrar) —Susurró, pero su voz cual eco etéreo, no contenía esperanza. Sin un gesto evidente, desató su poder. No necesitaba mover un solo dedo; el aire se tensó y vibró con una fuerza que solo ella podía controlar.
El dragón, lo sintió primero. Una vibración sutil recorrió sus escamas, como un escalofrío en una noche helada. Sus ojos dorados se fijaron en ella con una intensidad casi humana, cargados de una mezcla de advertencia y algo más… algo que ni siquiera él podía entender del todo. A pesar de su tamaño y fuerza, a pesar del fuego que dormía en su interior, era impotente ante el poder oscuro y sereno.
Sin advertencia, el mundo alrededor de ellos comenzó a desvanecerse, perdiendo su forma y color. El dragón se desdibujaba, como si su cuerpo fuese hecho de humo y su esencia se dispersara en el viento. La expresión de la dama se mantuvo inalterable. No había rastro de pena en su rostro; solo una aceptación fría de lo inevitable, de la línea que ella misma había decidido trazar entre ellos.
Y así, el claro quedó vacío, y el viento comenzó a soplar de nuevo, levantando una nube de polvo y cenizas. Los árboles, retorcidos y oscuros crujieron a su alrededor, susurrando un secreto que nadie más podría entender.