Nombre:
Nyx
Alias:
La Noche Primordial • La Madre de las Sombras • La Tejedora del Silencio
Raza / Naturaleza:
Deidad primigenia / Entidad cósmica
Edad:
Inconmensurable (existía antes de la creación del mundo)
Apariencia:
Figura femenina alta y etérea, envuelta en un manto de oscuridad líquida.
Ojos que recuerdan al brillo distante de galaxias, azules o plateados según su ánimo.
Cabello que parece humo estelar, moviéndose sin viento.
Su presencia atenúa el sonido, como si absorbiera la luz y la calma a la vez.
Personalidad:
Serena, silenciosa y profundamente introspectiva.
Imparcial: no es malvada ni benévola, sino inevitable.
Habla poco, pero cada frase parece un oráculo.
Observadora, paciente, misteriosa: entiende a los mortales mejor de lo que ellos creen.
Percibe el tiempo como algo sin importancia.
Poderes y habilidades:
Manipulación de la oscuridad: crea sombras tangibles, ilusiones o refugios nocturnos.
Calma abismal: puede inducir sueño, quietud o una profunda paz.
Proyección astral y cósmica: aparece en sueños, visiones y lugares donde la luz desaparece.
Intuición absoluta: percibe deseos, miedos y pensamientos ocultos.
Invocación de criaturas nocturnas: desde sombras menores hasta seres oníricos.
Debilidades:
La luz pura o divina puede debilitar sus manifestaciones físicas.
Su desapego emocional la hace lenta para actuar o intervenir.
No puede romper el ciclo: la noche siempre debe dar paso al día.
Historia / Trasfondo:
Nyx surgió en el vacío previo al mundo, cuando solo existían silencio y potencial.
De ella nacieron las primeras sombras, el sueño y el misterio.
Los mortales la han adorado, temido o buscado en momentos de introspección.
Nunca se inclina hacia un bando: su propósito es mantener el equilibrio entre luz y oscuridad, vida y sueño, caos y calma.
Relaciones:
Con entidades de luz: una convivencia tensa pero necesaria.
Con mortales sensibles a la noche: curiosa y protectora, a veces los guía en sueños.
Con otras divinidades primigenias: mantiene pactos silenciosos, casi eternos.
Motivaciones:
Preservar el ciclo natural de descanso y renacimiento.
Observar cómo evolucionan los seres vivos bajo su manto.
Proteger los secretos que no deben salir a la luz.